II Parte
Después de haber explicado más o menos en detalle el llamado “Discurso Parusíaco” nos pareció una buena idea, a semejanza de lo que ya hicimos con el Apocalipsis (ver AQUI), tratar de encuadrar bien esta importante Profecía.
Después de haber explicado más o menos en detalle el llamado “Discurso Parusíaco” nos pareció una buena idea, a semejanza de lo que ya hicimos con el Apocalipsis (ver AQUI), tratar de encuadrar bien esta importante Profecía.
Nuestra tesis principal es que se trata de dos Discursos y no de uno: el de San Lucas por un lado, y el de San Mateo y San Marcos por el otro.
Creemos que una somera estructuración ayudará a
aclarar el panorama.
Analicemos dos aspectos del Discurso: I. El Contexto. II. La Estructura a) Externa, b) Interna.
I.- El
contexto de la Profecía.
El martes Santo, al igual que los días anteriores, Jesús fue de mañana temprano al Templo
para volver recién, al Monte de los Olivos, con la caída del sol. Ese mismo
día, el último en que había de ingresar al Templo, Nuestro Señor profetizó su
ruina, al decir:
“¡Jerusalén!
¡Jerusalén! Tú que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados,
¡cuántas veces quise reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos
debajo de sus alas, y vosotros no habéis querido! He aquí que vuestra
casa os quedará desierta. Por eso os digo, ya no me volveréis a ver, hasta
que digáis: “¡Bendito el que viene en nombre del Señor!” (Mt. XXIII, 37-39 y
Lc. XIII, 34-35).
Probablemente estas palabras fueron las que
motivaron la exclamación de uno de los discípulos:
Marcos XIII, 1: Y cuando El salía del Templo, uno de sus
discípulos le dijo: "¡Maestro, mira! ¡Qué piedras y qué edificios!”. Cfr. Mt. XXIV, 1 y Lc. XXI, 5.
Tras lo cual Nuestro Señor confirmó la destrucción
del Templo.
Lo que viene después es lo más importante y los
acontecimientos, tras esas palabras, se sucedieron de la siguiente manera:
Lucas nos trae la pregunta
suscitada inmediatamente por sus discípulos,
como así también la respuesta a esta pregunta, pero sucede que al finalizar la
narración de la destrucción del Templo, Nuestro Señor fue más allá y terminó
hablando de su Parusía y de algunos signos que le habían de anteceder.
Al terminar este Discurso, Jesús se dirigió, como de costumbre, hacia el Monte de los Olivos
junto con sus discípulos, y ya allí, los cuatro Apóstoles de mayor confianza le
interrogaron más en concreto sobre la Parusía a la cual se había referido
anteriormente.
La pregunta y la respuesta se encuentra en Marcos (y en Mateo).
En concreto, en los dos Discursos se pueden apreciar
las siguientes diferencias.
1) Personas que preguntan.
2) Lugar donde preguntan.
3) Contenido de la pregunta.
Y consiguientemente:
1a) Personas a las cuales responde.
2a) Lugar donde responde.
3a) Contenido de la respuesta.
Veamos como ejemplificación de lo dicho la
explicación del P. Dupont[1]:
“El discurso del capítulo XVII se coloca en alguna parte
sobre el camino que conduce de la Galilea a Jerusalén y se dirige a los
discípulos, el del capítulo XXI es
tenido por Jesús en el interior del Templo de Jerusalén y, respondiendo a
desconocidos, se presenta como una enseñanza pública destinada al pueblo judío.
Estos dos detalles –
los lugares y las personas- distinguen el discurso de Lc. XXI no solo del aquel del capítulo
XVII, sino también de las dos versiones paralelas de Marco y Mateo. Merecen
que les prestemos atención.
El lugar.
Mc. XIII, 3 y Mt. XXIV, 3 habían
precisado que Jesús ha pronunciado
el discurso escatológico cuando estaba “sentado sobre el monte de los Olivos”. No hay ninguna indicación de esta clase en
el comienzo del capítulo XXI de Lucas.
Tal vez no deja de ser interesante observar que Lucas menciona el “monte de los
Olivos” no sólo como el punto de partida de la llegada triunfante de Jesús en
Jerusalén (Lc. XIX, 29), coincidiendo en ésto con sus paralelos (Mc. XI, 11 y
Mr. XXI, 1), sino también como el lugar desde donde, mirando la ciudad, Jesús
pronunció sobre ella una lamentación y anunciando su sitio por ejércitos
enemigos y su destrucción (Lc. XIX, 41-44). Propio de Lucas, este oráculo
localizado en el monte de los Olivos anticipa las predicciones del capítulo
XXI, sobre las cuales Lucas no habla más del monte de los Olivos.
Después de la
lamentación de Jesús sobre
Jerusalén, Lucas no menciona su entrada
en la ciudad (Mc. XI, 11a; Mt. XXI, 10),
sino que lo muestra entrando inmediatamente al Templo (XIX, 45) y procede
enseguida a la expulsión de los mercaderes (vv. 45-46). Luego nos da una noticia que juega un rol bien preciso
en la economía de su recitado: “Y día tras
día enseñaba en el Templo. Mas los sumos sacerdotes y los escribas andaban
buscando perderle, y también los jefes del pueblo; pero no acertaban con lo que
habían de hacer, porque el pueblo entero estaba en suspenso, escuchándolo” (XIX, 47-48). Para captar la función que cumple esta noticia, hay que tener en cuenta
que corresponde a la que el evangelista agregó al final del cap. XXI: “Durante el día enseñaba en el Templo, pero iba a pasar la
noche en el monte llamado de los Olivos. Y todo el pueblo, muy de mañana,
acudía a Él en el Templo para escucharlo” (XXI, 37-38).
Entre la noticia con la que termina el
capítulo XIX y la que termina el capítulo XXI, todos los episodios narrados por
Lucas se sitúan en el Templo, e ilustran toda la enseñanza que Jesús prodigaba
al “pueblo” ávido de “escucharlo”. Esta observación no impide evidentemente
reconocer la presencia de dos tipos de enseñanzas bien diferenciadas: el capítulo XX está constituído
esencialmente por una serie de diálogos entre Jesús y sus adversarios: los sumos sacerdotes y los escribas (vv. 1-19), espías (vv. 20-26), un grupo de Saduceos (vv. 27-38), algunos escribas (vv.
39-44). Por el contrario, el capítulo
XXI, introducido por una pregunta hecha por desconocidos (vv- 5-7), se presenta como un largo
monólogo de Jesús (vv. 8-36). Haciendo bisagra entre los
dos capítulos, dos declaraciones contrastadas: aquella por la cual,
dirigiéndose directamente a los discípulos, Jesús denuncia de manera acerba la vanidad y la codicia de los
escribas (XX, 40-45) y aquella por
la cual hace el elogio de la generosidad de una pobre viuda (XXI, 1-4).
La unidad de lugar es, pues, rigurosa desde la
mención de la entrada de Jesús en el Templo (XIX, 45) y de la enseñanza que
daba al pueblo (XIX, 47-48) hasta la mención de sus salidas por la noche (XXI,
37). Todo sucede en el recinto del Templo. No hay lugar en Lucas para la salida
del Templo de la que hablan Mc. XIII, 1 y Mt. XXIV, 1. La reflexión sobre
las construcciones del Templo permanecerá como el punto de partida del discurso
escatológico; pero en Lucas se sitúa
al interior y no al exterior del Templo. Además, no concierne a la enormidad de
las piedras y del edificio (Mc. XIII,
1-2), sino a su belleza y a los ornamentos que decoran el santuario (Lc. XXI, 5). Marcos admiraba la técnica, Lucas
se coloca desde el punto de vista estético.
Las personas.
Las ocasiones de la
enseñanza que Jesús dispensa en el
Templo pueden variar, lo mismo que los destinatarios inmediatos de sus
palabras; el conjunto, en la perspectiva
de Lucas, constituye una enseñanza pública, dada en presencia del pueblo. Las
dos noticias colocadas al comienzo y al final de los capítulos XX-XXI (XIX,
47-48 y XXI, 37-38) lo muestran claramente. Se confirman por una serie de
indicaciones que, marcando el capítulo XX, recuerdan constantemente la
presencia del pueblo: XX, 1.9.19.26.45.
Se sigue que la manera en la que Lucas designa los
personajes cuya intervención provoca el discurso del capítulo XXI puede parecer
excesivamente vago: “Y como algunos,
hablando del Templo…” (v. 5), “Le
preguntaron, pues…” (v. 7). ¿Quiénes
son estos tines, estos “algunos”,
presentados sin otra determinación? Se sabe que el empleo adjetival de tis unido a un substantivo es una
característica del estilo de Lucas.
En los empleos nominales de tis o de tines, Lucas generalmente tiene cuidado en precisar: “Algunos de los Fariseos”
(cf. VI, 2), “Algunos de los
discípulos” (cf. VII, 19). La ausencia de precisión tiende a hacer
pensar que se trata de desconocidos que, como tales, se distinguen naturalmente
de los discípulos (cfr. IX, 7.8; XIII, 1.23).
La comparación con las dos versiones paralelas parece poder confirmar
esta interpretación. La reflexión sobre las construcciones del Templo es
atribuída por Marcos a “uno de los discípulos” de Jesús (XIII, 1), por Mateo,
más ampliamente, a “sus discípulos” (XXIV, 1). Al sustituir “algunos” a esta
designación precisa, Lucas muestra que quiere evitar atribuir a los discípulos
tanto la reflexión sobre la belleza del Templo como la pregunta que va a
acarrear el anuncio de su destrucción. Esta corrección del evangelista se sitúa
exactamente en la línea de la insistencia de toda esta sección donde se muestra
que, en el Templo, Jesús se dedica a enseñar “al pueblo”. Esto coincide con el
hecho de que, en Lucas, Jesús no sale del Templo para pronunciar su discurso
escatológico[2].
Un indicio indirecto
lo da el v. 7. Las personas que
invitaron a Jesús a admirar el
Templo le interrogan a continuación preguntándoles: “Maestro, ¿cuándo será esto…?”. El empleo de la apelación “Maestro” (Διδάσκαλε) que no se encuentra en
los versículos correspondientes de Mateo y Marco (ver sin embargo Mc. XIII, 1),
es altamente significativo. Jamás en Lucas los discípulos emplean este nombre
para dirigirse a Jesús sino que aparece en los labios de personas extrañas al
grupo de discípulos (Lc. VII,
40; IX, 38; X, 25; XI, 45; XII, 13; XVIII, 18; XIX, 39; XX, 21.28.39). El recurso a este título sería por sí solo
suficiente para mostrar que, en la perspectiva de Lucas, los desconocidos (τινες) cuya intervención da a Jesús la
ocasión del discurso escatológico, no pertenecen al grupo de los discípulos.
Al responder a su pregunta, el discurso se dirige a todo el mundo, incluso si
su contenido indica que concierne particularmente a los discípulos (Cf. XX, 45).
La pregunta y las respuestas.
En el v. 7 la pregunta que estos desconocidos
le hacen a Jesús exige primero una
traducción literal: “Maestro, ¿cuándo, pues, serán estas cosas, y cuál será el
signo cuando estas cosas estén por suceder?”. Sea que se trate del “cuando” en
la primera parte o del “signo cuando”, en la segunda, siempre es a propósito de
“estas cosas” que deben “ser” o “suceder” en el porvenir. ¿Qué representa pues, este demostrativo neutro plural tauta, “estas cosas”? El mismo pronombre
había sido usado en el versículo anterior, en la declaración de Jesús que provoca
la cuestión de los interlocutores. Jesús había dicho: “De estas cosas que veis,
días vendrán donde no quedará piedra sobre piedra que no sea destruído” (v. 6)”.
Tauta, “estas cosas”, reenvía aquí al
Templo sobre el cual habían hablado a Jesús
estas personas para hacerle admirar la belleza (v. 5). Pero es claro que la pregunta del v. 7 no concierne únicamente al Templo mismo: las “cosas” sobre las
cuales se interroga a Jesús no
pueden ser más que los eventos que desencadenarán la destrucción anunciada por
el v. 6. La fluctuación que
testimonia los empleos de tauta no
hacen el pensamiento ininteligible.
Si se considera ahora
esta pregunta del v. 7 relacionado
con la pregunta paralela de Mc. XIII, 4,
el cambio de perspectiva no puede dejar de sorprender. En Marcos también la primera parte de la pregunta concernía el punto de
saber “cuándo serán estas cosas”. Pero en la segunda parte, relativa al signo,
el problema parece alargarse: la cuestión versaba sobre “el signo cuando todas estas cosas estarán por cumplirse”. Marcos acentúa la precisión
“todas (estas cosas)” haciendo recaer la palabra panta al comienzo de la frase, lo cual le da un relieve muy
vigoroso. Además empleó el verbo synteleistai,
“cumplirse”, “encontrar su consumación”, sobre lo cual Mt. XXIV, 3 da bien el
sentido al hablar de la “consumación del mundo[3]”. A este verbo técnico del lenguaje
apocalíptico, la pregunta de Lucas substituye el verbo ginesthai que se aplica al “suceso” de no importa qué evento
histórico.
Otros indicios muestran todavía que, en Lucas, la pregunta del v. 7 no
intenta pasar la perspectiva de la destrucción del Templo. Primero y antes que
nada, el hecho que esta pregunta esté unida a la predicción del versículo
precedente por la conjunción oun,
“pues”: “¿Cuándo, pues, serán estas
cosas?” La relación de consecuencia que se establece así no invita a pensar más
que a la catástrofe mencionada en el v. 6. La predicción del v. 6 había sido
preparada a su vez por la del v. 5. ¿Es por casualidad que Lucas ha sentido la
necesidad de precisar que esta reflexión concernía al Templo: “Algunos hablaban
del Templo (peri tou hierou)”? Es
sobre la suerte del Templo que Lucas llama la atención de sus lectores en los
vv. 5-7, y sobre esta suerte vista a través de los sucesos históricos,
independientemente de toda perspectiva escatológica…”.
Todos éstos son signos
inequívocos que delatan una duplicidad de Discursos y que solucionan en
forma extremadamente sencilla todas las dificultades que cualquiera que esté
familiarizado con los comentarios, tanto antiguos como modernos, podrá
atestiguar.
Con esta explicación podemos apreciar el siguiente
método de los Sinópticos (que seguramente se podría trasladar a otros casos
análogos): en primer lugar San Mateo escribe su Evangelio por temas sin curar sobre la cronología sino
tan sólo agrupando los hechos y discursos según la similitud de materias, y es así cómo calla el
primer Discurso, el de San Lucas,
puesto que trata principalmente sobre la destrucción del Templo por los
romanos; en segundo lugar San Marcos
nos da el Discurso Parusíaco completo, purgado de los agregados y quites
propios de San Mateo (con las
modificaciones necesarias según sus destinatarios), y por último, San Lucas
arregla el desfasaje (sit venia verbo) al darnos el anterior
Discurso que aclara fácilmente el orden de los sucesos y Discursos.
[1] Les trois Apocalypses Synoptiques (1985), pag.
99-103.
Este estudio es muy útil sobre todo desde el punto de
vista del análisis gramatical. No ignoramos que el autor está influenciado por
ciertas ideas modernistas.
[2] Pero es evidente por el texto de Mateo y Marcos que Jesús está en el
Monte de los Olivos cuando pronuncia su Discurso; por lo tanto, para que
esta afirmación sea correcta queda una sola posibilidad: se trata de dos Discursos.
[3]
El texto griego dice bien claro “consumación del siglo”.