miércoles, 18 de marzo de 2015

El Discurso Parusíaco XX: Respuesta de Jesucristo, XV (II de II). Fin

Diferencias entre los Discursos de Mc. y Lc.

Una vez más podemos ver tanto la diferencia de destinatarios en los dos Discursos: la Iglesia en Mc. (y Mt.) e Israel y las Naciones en Lc., como así también los diferentes tiempos a los cuales se refieren: Parusía en Mc. (y Mt.) y Juicio de las Naciones y a Israel en Lc.

Lo cual podemos apreciar fácilmente si se repara que Mc. habla del portero[1] (el Papa) y de los siervos (es decir, el resto de la Iglesia), los cuales algunos serán fieles y otros no, como consta por la parábola de las minas (Lc. XIX, 11-27 y Mt. XXV, 14-30), y aquellos (los siervos fieles) no serán otros sino los raptados en la Parusía a los cuales pondrá al frente de varias ciudades según la cantidad de fruto que hayan dado.
A su vez la advertencia en San Marcos comienza haciendo mención a “el tiempo” ( καιρὸς), es decir, ésto nos lleva de nuevo a la respuesta de Jesús que se encuentra en el vers. 8 de San Lucas y viene a confirmar todo lo que dijimos entonces. “El tiempo” no es uno cualquiera sino el del comienzo del siglo venidero, es decir del Milenio.
Por último, en San Marcos la admonición a la vigilancia es mucho más precisa que en San Lucas al hablar de la parte de la noche en que puede volver Jesucristo, y esto por la sencilla razón que está hablándole a la Iglesia, cuyos miembros serán raptados en los aires siempre y cuando estén en vela creyendo, esperando y amando su Venida.

Por su parte, San Lucas no hace referencia ni al Papa ni al resto de los miembros de la Iglesia, y por lo tanto debe referirse a otro grupo diverso, el cual no parece ser sino Israel y el resto de las Naciones, de quienes venía hablando hasta entonces (vv. 25-26) y a los que se les pide que no anden en glotonerías ni en cuidados de esta vida para que el Juicio que ha de venir de improviso sobre todos, no los encuentre desprevenidos y puedan así estar de pie cuando venga el Mesías en Gloria y Majestad, según aquellas palabras del Apocalipsis, I, 7:

“He aquí, viene con las nubes y le verá todo ojo (género) y los que le traspasaron (Israel) y harán luto por Él todas las tribus de la tierra (las Naciones). Sí, Amén”.


De aquí que el v. 35, al igual que el v. 26, hable de lo que va a suceder[2] en “el mundo habitado”.

B. Rigaux[3], comentando I Tes. V, 6:

“Por lo tanto no durmamos como los demás; antes bien velemos y estemos conscientes

Dice:

γρηγορῶμεν (velemos): La palabra aparece en los pasajes escatológicos, Mc. XIII, 34-35, al lado de ἀγρυπνεῖτε (¡velad!), XIII, 33; lo mismo en Lc. XXI, 36; pero Mt. XXIV, 43 y Lc. XII, 37.39, γρηγορεῖν. Es una condición para estar listo. Se recomienda la vigilancia activa, casi inquieta, porque no se sabe cuándo vendrá el Señor. Siempre el estado de alerta. El Señor hizo délla un punto importante de la predicación. Pablo continúa esta prédica del Maestro”.

καὶ νήφωμεν (estemos conscientes): El verbo aparece cinco veces en el N.T.: aquí, II Tim. IV, 5; I Ped. I, 13; IV, 7; V, 8. En el primer sentido νῆφειν quiere decir “no estar embriagado, bajo la acción de bebidas embriagantes”… ni aquí ni en ninguno de los pasajes citados puede aceptarse este sentido propio. La traducción “seamos sobrios”, no da sino imperfectamente el sentido del griego. Pues si se tratara del consejo de no beber tendríamos un error literario muy evidente. Pablo viene de emplear la palabra dormir en el sentido moral. Continuará su recurso literario aconsejando vestirse con las armas. Si recurre a νῆφειν es para decir metafóricamente que debemos conservar nuestro espíritu bien apto para recibir al Señor. Spicq traduce II Tim. IV, 5: “sed sobrios en todas las cosas”, pero explica enseguida que ese estado de sobriedad se debe entender de una ausencia de fantasía y exaltación. Osty traduce: “sed circunspectos en todo”. Νήψατε se encuentra junto a γρηγορήσατε en I Ped. V, 8. La metáfora puede referirse a dos cosas muy diferentes. La embriaguez que causa la inconsciencia o una excitación fuera de control. Von Dobschütz, seguido por Knabenbauer, adhiere al segundo sentido… pero nada en el contexto parece contener aquí un consejo a la calma y a la moderación. El primer sentido, por el contrario, es el que debe mantenerse. El argumento del apóstol es que hay que tener los ojos abiertos, hay que estar vigilante. Este estado de alerta requiere que no nos durmamos y que poseamos todas nuestras facultades. La ebriedad conduce al sueño y a la inconsciencia… si se toma νήφω en este sentido, se puede decir que el verbo significa una actitud moral, cercana a γρηγορήω, una vigilancia en plena conciencia, segura de sí misma, que excluye todo sueño y ebriedad”.

El vers. 35 de Mc. se entiende fácilmente si se comprende la división de la noche según la costumbre judía.

Crampon[4] comenta:

“La noche comenzaba con la caída del sol; constaba de doce horas, que se dividían en cuatro partes o velas, más o menos largas según las estaciones: desde las seis más o menos hasta las nueve era la noche, ὀψὲ; desde las nueve hasta la medianoche, la mitad de la noche, μεσονύκτιον o plena noche; desde medianoche hasta las tres, el canto del gallo, ἀλεκτοροφωνίας; de tres a seis, la mañana, πρωΐ o alba”.

Hasta aquí Crampon, de cuyas palabras parecería concluirse que Nuestro Señor vendrá de noche, aunque no podemos saber bien durante qué momento de la misma[5].

Notemos que ésto es un desarrollo del v. 32 cuando dice que nadie sabe ni el día ni la hora.

El vers. 36 parece presentar una cierta dificultad y es que si está hablando de la Parusía, ¿cómo es que les dice a los Apóstoles que velen?

Creemos que esto ya quedó contestado más arriba al hablar del tiempo Apostólico donde se le dio a los judíos la oportunidad de la conversión, y al haberla rechazado, entonces deberemos esperar hasta la segunda Venida. Así, pues el velad va dirigido principal y directamente a los Apóstoles y a los fieles de aquel entonces, como así también a la Iglesia en los tiempos previos a la Segunda Venida.

Por su parte el último versículo de Lc. hace mención una vez más a “los que estén de pie” en la Parusía, los cuales, como ya dijimos, no son otros sino los judíos y gentiles conversos.


Lucas XXI

37. Durante el día enseñaba en el Templo, pero iba a pasar la noche en el monte llamado de los Olivos.
38. Y todo el pueblo, muy de mañana acudía a Él en el Templo para escucharlo.


Notas lingüísticas:

Zerwick: “νύκτας ἐξερχόμενος: pernoctar a la intemperie”.

Fouard: “ηὐλίσθη ἐκεῖ (Mt. XXI, 17). “Ἦυλίζετο εἰς τὸ ὄρος” (Lc. XXI, 37). Este verbo tiene el sentido primitivo de acostarse al aire libre (en el αὐλῇ, donde el pastor y su rebaño dormían en el suelo). Probablemente conserva esta significación primera en los dos pasajes que hemos citado”.

Comentario:

Con esta aclaración termina San Lucas su Discurso, y Nuestro Señor ya no volvería a entrar en el Templo. Sin dudas esta nota del Evangelista se refiere al lunes y martes santo, pues sabemos que Nuestro Señor no hizo esto ni los días anteriores ni los posteriores.

Después del rechazo de Israel el Domingo de Ramos, Jesucristo se tomó dos días para predicarles a los judíos en el Templo, y como bien lo nota San Lucas, el pueblo sí creía en Él puesto que iba muy de mañana a escucharle, sin dudas con interés, mientras que la casta sacerdotal sólo iba para tentarlo.

Estos últimos versículos nos ayudan a entender la estructura temporal y geográfica de los sucesos ya que gracias a ellos sabemos que Jesús estuvo el lunes y el martes todo el día en el Templo, desde la mañana muy temprano hasta la caída del sol, tras lo cual volvía con los Apóstoles al Monte de los Olivos, y éste es un detalle interesantísimo de San Lucas que nos introduce de lleno en la continuación de los sucesos, pues es esa misma noche del Martes Santo y en el Monte de los Olivos donde tiene lugar el Discurso traído por San Mateo y San Marcos.

Mientras salía el martes al atardecer, algunos de los discípulos le mostraron a Jesús la majestad de la construcción del Templo y desde allí tenemos el comienzo de todo este maravilloso pasaje que pasó a la historia conocido como “El Discurso Parusíaco”.


Vale!




[1]Existe tal vez una responsio querida entre este θυρωρῷ (portero) y ἐπὶ θύραις (a las puertas) del v. 29”. Lagrange, super Marcum.

[2] Sobre este verbo recordar lo que dijimos al comentar el v. 7 de San Lucas. Ver también el v. 36.

[3] Les Épitres aux Thessaloniciens.

[4] Dictionnaire du Nouveau Testament, voz: “Calendrier juif”.

[5] Esto se comprueba además porque San Lucas (XVII, 34), hablando del rapto, dice: “Yo os digo que en aquella noche, dos hombres estarán reclinados a una misma mesa: el uno será tomado, el otro dejado, etc”. Cfr. también I Tes. V, 2.