domingo, 16 de febrero de 2014

La Iglesia Católica y la Salvación, Cap. VI, V Parte.

La encíclica Mystici Corporis hace más que indicar la inseguridad de aquel que está “dentro” de la vera Iglesia sólo en razón de un deseo implícito de entrar a ella como miembro. Muestra además que la oración del Romano Pontífice y de la Iglesia misma, al expresar la voluntad misma de Dios en este tema, es que tales personas en realidad sean miembros de la Iglesia Católica. La encíclica continúa:

“Entren, pues, en la unidad Católica y unidos todos con Nos en el único organismo (compagine) del Cuerpo de Jesucristo, converjan en una sola Cabeza en comunión de amor gloriosísimo. Sin interrumpir jamás las plegarias al Espíritu de amor y de verdad, Nos los esperamos con los brazos elevados y abiertos como a los que vienen no a casa ajena sino a la propia casa paterna.
Pero sí deseamos que la incesante plegaria común de todo este Cuerpo místico se eleve a Dios, para que todos los descarriados entren cuanto antes en el único redil de Jesucristo, declaramos con todo que es absolutamente necesario que esto se haga libre y espontáneamente, ya que nadie cree sino queriéndolo. Por esta razón, si algunos, sin fe, son de hecho obligados a entrar en el edificio de la Iglesia y acercarse al altar y recibir los Sacramentos, éstos sin duda no por eso se convierten en verdaderos fieles de Cristo; porque la fe, sin la cual es imposible agradar a Dios debe ser un libérrimo homenaje del entendimiento y de la voluntad”.

Esta sección de la Mystici Corporis Christi saca a luz el hecho a veces olvidado de que es siempre algo bueno y deseable para aquel que está “dentro” de la Iglesia solo por un deseo, volverse de hecho miembro de la Iglesia. Antes de la publicación de esta encíclica había una tendencia de parte de algunos escritores Católicos en el campo de la eclesiología que decían que la no pertenencia a la Iglesia era, por lo menos bajo ciertas circunstancias, una cosa aceptable para aquellos que deseaban la membrecía. Esta enseñanza errónea era presentada generalmente por hombres que habían sido engañados por el falso ecumenismo contra el cual protestó Pío XII en la Humani generis. Esta clase de hombres seguían las doctrinas y adoptaron las actitudes de los incrédulos que siempre han rechazado las conversiones individuales a favor de alguna ilusoria reunión colectiva.
De hecho, como lo muestra tan bien la encíclica, el estatus de la persona que desea entrar a la Iglesia, incluso cuando es un deseo meramente implícito, es objetivamente una situación de presión o tensión. La fuerza de la caridad divina impele al hombre a desear que realmente sea y permanezca parte o miembro del Cuerpo Místico de Jesucristo. Mientras permanezca sin esa membrecía su deseo quedará frustrado. En sí misma, la Iglesia Católica es el reino y la ciudad y la casa de Dios mismo. Es el único lugar apropiado para quienes son hijos adoptivos de Dios por medio de la vida de la gracia santificante. El poder del mandato de Dios y la fuerza de su propio deseo empujan a los no-miembros de la Iglesia Católica que gozan la vida de la gracia santificante hacia la unión con la Iglesia Católica y con Nuestro Señor por medio de los lazos externos de unidad, los factores que constituyen al hombre como miembro del vero y único reino de Dios sobre la tierra.

Por lejos la mayor contribución hecha en la Mystici Corporis Christi para entender apropiadamente el dogma de que nadie puede salvarse fuera de la Iglesia Católica, se hizo indirectamente, por medio de la enseñanza fundamental de que la Iglesia Católica Romana visible es en realidad definible como el Cuerpo Místico de Jesucristo. Antes de la promulgación de la Mystici Corporis Christi y, desafortunadamente, incluso por un corto período de tiempo después de su aparición, había una tendencia de parte de algunos escritores Católicos populares de representar a la Iglesia Católica visible de alguna forma distinta a y menor que el genuino “Cuerpo de Cristo” del que se habla en las epístolas de San Pablo. Algunos de estos escritores describían el Cuerpo Místico como una especie de “Iglesia Invisible”, e incluso hablaban de un afecto a la Iglesia visible como algo que podía apartar de y ser opuesto al amor por el vero Cuerpo Místico. Había otros que, de diversas maneras, rechazaban para la Iglesia Católica visible las prerrogativas y la dignidad del Reino de Dios o la Ciudad de Dios.
En cada uno de los casos el dogma de la necesidad de la vera y visible Iglesia de Jesucristo para la obtención de la salvación eterna fue obvia y necesariamente malinterpretada. En las mentes de los hombres que escribieron sobre este tema, la única unidad social que podía ser descrita como genuinamente necesaria para la obtención de la salvación eterna del hombre, era representada como algo en alguna manera distinto de la sociedad que los hombres conocen como la Iglesia Católica. Como Católicos, estos escritores, en su mayoría, no querían rechazar la afirmación de que no hay salvación fuera de la Iglesia. Sin embargo, de acuerdo con su posición sobre la existencia de una “Iglesia invisible”, tendían a explicar el dogma en forma desviada y reducirlo a una fórmula vacía o vana.
La Encíclica Mystici Corporis Christi hizo que tal enseñanza fuera inexcusable después de su aparición cuando claramente afirmó que: “Ahora bien, para definir y describir esta verdadera Iglesia de Cristo –que es la Iglesia santa, católica, apostólica y romana- nada hay más noble, nada más excelente, nada más divino que aquella frase con que se le llama el Cuerpo Místico de Cristo[1].
En esta afirmación Pío XII repudió el gran y fundamental obstáculo para una adecuada aceptación y comprensión de la enseñanza de que no hay salvación fuera de la Iglesia Católica visible. La gran verdad que enunció había sido contradicha por hombres que, a nivel eclesiológico, hicieron lo mismo que los herejes de la primitiva Iglesia hicieron con respecto a Nuestro Señor mismo. En aquellos tiempos antiguos, los herejes no tenían ningún problema en admitir la existencia de Dios e incluso en un Hijo consubstancial de Dios. Sin embargo, rechazaban ver en un Hombre colgado sangrante y humillado en la Cruz del Calvario a la Persona que es el verdadero y natural Hijo de Dios.
Y sucedió que en años posteriores hubo personas que no tenían problema alguno en admitir la existencia de un Cuerpo Místico de Jesucristo, pero definitivamente no estaban dispuestos a admitir que la Iglesia visible a la cual veían diariamente, la sociedad religiosa en la cual están mezclados buenos y malos, pueda ser efectivamente este Cuerpo Místico del Redentor. Y así, a la luz de esta básica confusión, nunca van a poder apreciar el hecho de que, en los actuales designios de la providencia de Dios, esta sociedad visible es genuinamente necesaria para la salvación eterna del hombre.

Los siguientes puntos se encuentran en la Mystici Corporis Christi:

1) Las condiciones para estar “dentro” de la Iglesia de forma tal de poden obtener en ella la salvación eterna, no son objetiva y completamente idénticos a las condiciones requeridas para ser miembros.

2) Es posible que un hombre obtenga la salvación “dentro” de la Iglesia con solo tener un deseo implícito de estar en ella.

3) La condición de un hombre que está “dentro” de la Iglesia solamente por un deseo es muy inferior a la de aquel que efectivamente miembro de la vera Iglesia.

4) La Iglesia católica Romana visible es idéntica a la unidad social designada como el Cuerpo Místico de Cristo.



[1] Ibid. 199.