viernes, 29 de noviembre de 2024

Algunas notas a Apocalipsis XIX, 19-20

 19. Y vi a la Bestia y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos congregados, hacer la guerra contra el sentado sobre el caballo y contra su ejército.

 Concordancias:

 Θηρίον (Bestia): cfr. Apoc. XI, 7; XIII, 1-4.11-12.14-15.17-18; XIV, 9.11; XV, 2; XVI, 2.10.13; XVII, 3.7-8.11-13.16-17; XIX, 20; XX, 4.10. Ver Apoc. VI, 8; XVIII, 2.

 Βασιλεῖς τῆς γῆς (los reyes de la tierra): cfr. Mt. XVII, 25; Hech. IV, 26; Apoc. I, 5; VI, 15; XVII, 2.18; XVIII, 3.9; XXI, 24.

 γῆς (tierra): cfr. Apoc. I, 5.7; V, 3.6.10.13; VI, 13.15; X, 2.5-6.8; XI, 4; XIV, 7; XVII, 2.5.18; XVIII, 1.3.9; XIX, 2; XX, 8-9.11; XXI, 1.24. Ver Apoc. III, 10; VI, 4.8.10; VII, 1-3; VIII, 5.7.13; IX, 1.3-4; XI, 6.10.18; XII, 4.9.12-13.16; XIII, 3.8.11-14; XIV, 3.6.15-16.18-19; XVI, 1-2.18; XVII, 8; XVIII, 3.9.11.23-24.

 Στρατεύματα (ejércitos): cfr. Mt. XXII, 7; Apoc. XIX, 14. Ver Apoc. IX, 16.

 Συνηγμένα (congregados): cfr. Mt. III, 12; XIII, 30.47; XXII, 34.41; XXIV, 28; XXV, 24.26.32.35.38.43; XXVI, 3.57; XXVII, 17.27.62; XXVIII, 12; Mc. VII, 1; Lc. III, 17; XXII, 66; Jn. XI, 47.52; XV, 6; Hech. IV, 5.26-27.31; Apoc. XVI, 14.16; XIX, 17; XX, 8.

 Πόλεμον (guerra): cfr. Mt. XXIV, 6; Mc. XIII, 7; Lc. XIV, 31; I Cor. XIV, 8; Apoc. IX, 7.9; XI, 7; XII, 7.17; XIII, 7; XVI, 14; XX, 8. Ver Lc. XXI, 9. Ver Apoc. II, 16; XII, 7; XIII, 4; XVII, 14; XIX, 11.

 Καθημένου (sentado): cfr. Apoc. VI, 2.4-5.8; IX, 17; XII, 17; XIV, 14-16; XIX, 11.21.

 Ἵππου (caballo): cfr. Apoc. VI, 4-5.8; VI, 2; IX, 7.9.17.19; XIV, 20; XVIII, 13; XIX,11.14.18.21.

  

Comentario:

 Straubinger: “San Agustín cree que entre la muerte del Anticristo y el fin del mundo mediará un tiempo, al cual se refiere también Sto. Tomás diciendo: “Consolará el Señor a Sión (Is. LI, 3)… y a causa de esto, después de la muerte del Anticristo, será también doble la consolación: esto es, la paz y la multiplicación de la fe; porque entonces todos los judíos se convertirán a la fe de Cristo, viendo que fueron engañados: en aquellos días suyos, Judá será salvo e Israel vivirá tranquilamente y el nombre con que será llamado, helo aquí: Justo Señor nuestro (Jer. XXIII, 6)”.

 Straubinger remite a XVI, 16; Is. XI, 4; II Tes. II, 8; Dan. VII, 21, a lo cual podría agregarse Sal. II.

 Fillion: “Esta matanza es obra del mismo Cristo. Aunque hubiese un ejército numeroso, el Verbo de Dios parece ser el único que toma parte efectiva en el combate”.

  

20. Y fue cogida la Bestia y con ella el Falso Profeta, el que había hecho los signos delante de ella, con los cuales había engañado a los que habían recibido la marca de la Bestia y a los que se postran ante su imagen. Vivos fueron arrojados los dos al lago, el de fuego, del que arde con azufre.

 Concordancias:

 Ἐπιάσθη (fue cogida): Hápax en el Apoc. cfr. Jn. VII, 30.32.44; VIII, 20; X, 39; XI, 57; XXI, 3.10.

 Θηρίον (Bestia): cfr. Apoc. XI, 7; XIII, 1-4.11-12.14-15.17-18; XIV, 9.11; XV, 2; XVI, 2.10.13; XVII, 3.7-8.11-13.16-17; XIX, 19; XX, 4.10. Ver Apoc. VI, 8; XVIII, 2.

 Ψευδοπροφήτης (Falso Profeta): cfr. Mt. VII, 15; Mt. XXIV, 11.24; Mc. XIII, 22; Lc VI, 26; Hech. XIII, 6; II Ped. II, 1; I Jn. IV, 1; Apoc. XVI, 13; XX, 10.

 Σημεῖα (signos): cfr. Mt. XXIV, 3.24.30; Mc. XIII, 4.22; XXI, 7.11.25; Hech. II, 19; II Tes. II, 9; Apoc. XII, 1.3; XIII, 13-14; XV, 1; XVI, 14. Ver Apoc. I, 1.

 ἐνώπιον (delante): cfr. Apoc. I, 4; II, 14; III, 2.5.8-9; IV, 5-6.10; V, 8; VII, 9.11.15; VIII, 2-4; IX, 13; XI, 4.16; XII, 4.10; XIII, 12-14; XIV, 3.5.10; XV, 4; XVI, 19; XX, 12.

 Ἐπλανήθησαν (había engañado): cfr. Mt. XVIII, 12-14 (los pequeños, engañados, tal vez, por los Falsos Profetas del primer Sello); XXII, 29; Mc. XII, 24 (sobre la resurrección); Mt. XXIV, 4-5.11; Mc. XIII, 5-6; (Falsos Profetas del primer Sello); Mt. XXIV, 24; Mc. XIII, 22; II Jn. 7-8; Apoc. XIII, 14; (Bestia de la Tierra – Falso Profeta); I Cor. VI, 9-10. (Sobre los herederos del Reino de los Cielos, cfr. Apoc. XXI, 8 y XXII, 15); Lc. XXI, 8 (falsos profetas antes de la destrucción de Jerusalén); II Tim. III 13 (hombres malos); Heb. III, 10 (generación perversa del desierto); Sant. I, 16; I Jn. II, 26 (tradición); Apoc. XII, 9; XX, 3.8.10 (Dragón); XVIII, 23 (Babilonia) (Parecería haber una relación entre Babilonia y los dos grupos de falsos Profetas). Ver I Cor. XV, 33; Gal. VI, 7; Tito III, 3; Heb. XI, 38; Sant. V, 19; I Ped. II, 25; II Ped. II, 15; I Jn. I, 8; III, 7; Apoc. II, 20.

Jesús es acusado de engañador: cfr. Mt. XXVII, 63; Jn. VII, 12.47.

 Χάραγμα (marca): cfr. Hech. XVII, 29; Apoc. XIII, 16-17; XIV, 9.11; XVI, 2; XX, 4.

 τοὺς προσκυνοῦντας (los que se postran): cfr. Apoc. III, 9; IV, 10; V, 14; VII, 11; XI, 16; XIII, 4.15; XIV, 7; XV, 4; XVI, 2; XIX, 4.10; XXII, 8-9.

 Latría: Apoc. IX, 20; XIII, 8.12; XIV, 9-11; XX, 4. (Parecería que siempre en sentido peyorativo de idolatría).

 Duda: Apoc. XI, 1; XV, 4.

 Cfr. Apoc. XIX, 10.

 Εἰκόνι (imagen): Cfr. Mt. XXII, 20; Mc. XII, 16; Lc. XX, 24 (el César); Rom. I, 23 (los ídolos); Apoc. XIII, 14-15; XIV, 9.11; XV, 2; XVI, 2; XX; 4 (la Bestia).

 ζῶντες (vivos): cfr. Apoc. I, 18; II, 8; III, 1; IV, 9-10; V, 14; VII, 2; X, 6; XIII, 14; XV, 7; XX, 4-5.

 ἐβλήθησαν (fueron arrojados): cfr. Mt. III, 10; V, 25.29; VI, 30; VII, 19; XIII, 42.48.50; XVIII, 8-9.30; XXI, 21; Mc. IX, 42.45.47; XI, 23; Lc. III, 9; XII, 49.58; Jn. XV, 6; Apoc. XIV, 16.19; XVIII, 21; XX, 3.10.14-15. Ver Apoc. II, 10; VI, 13; VIII, 5.7-8; XII, 9-10.13.

 οἱ δύο (dos): cfr. Apoc. IX, 12; XI, 3-4.10; XII, 14; XIII, 11.

 λίμνην (lago): cfr. Lc. VIII, 33; Apoc. XX, 10.14-15; XXI, 8.

 τοῦ πυρὸς (de fuego): cfr. Lc. IX, 54; XII, 49; XVII, 29; Hech. II, 19; Apoc. I, 14; II, 18; III, 18; IV, 5; VIII, 5.7-8; IX, 17-18; X, 1; XI, 5; XIII, 13; XIV, 10.18; XV, 2; XVI, 8; XVII, 16; XVIII, 8; XIX, 12; XX, 9-10.14-15; XXI, 8. Ver Apoc. IX, 17a.

 καιομένης (arde): cfr. Mt. V, 15 y Lc. XII, 35; Apoc. IV, 5; VIII, 8.10; XXI, 8.

 θείῳ (azufre): cfr. Lc. XVII, 29; Apoc. IX, 17-18; XIV, 10; XX, 10; XXI, 8. Ver Apoc. IX, 17a.

 τοῦ πυρὸς… ἐν θείῳ (de fuego… con azufre): Cfr. Apoc. IX, 17-18; XIV, 10; XX, 10; XXI, 8.

  

Notas Lingüísticas:

 Zerwick: “ἐπιάσθη (fue cogida): apretar, tener con la mano cerrada; ingresivo: agarrar, asir”.

  

Comentario:

 Allo: “La Bestia intenta escapar, pero es capturada, ἐπιάσθη (Swete). No se describe el combate sino solamente su resultado”.

 Caballero Sánchez: “Los “sabios” dicen que Juan tuvo una distracción evidente al escribir un inadmisible genitivo femenino como aposición de un acusativo masculino “lago”, o de un genitivo masculino “fuego”: “laguna (ac. fem.) de fuego (gen. masc.) ardiendo (gen. fem.)…”. No creemos que Juan haya tenido distracción alguna. Ha ahorrado una palabrita, creyendo que está en la mente y labios de todos cuantos han leído los textos similares: “Gehenna”; y al mismo tiempo nos hace entrever que en aquel lugar amplio de la Gehenna, que comprende “los infiernos”, hay, como en “los cielos”, moradas diversas, de las cuales la más profunda, reservada a los ungidos de marca mayor, es “la parte de la Gehenna que arde en azufre”.

 Wikenhauser: “El vidente es ahora testigo de cómo la Bestia y su poderoso ejército se han reunido (en Harmagedón, según XVI, 16) para presentar batalla a Cristo bajado del cielo. Se inicia así el combate decisivo entre Cristo y sus enemigos. Es el Anticristo el primero en lanzarse al ataque, decidido a apoderarse del dominio absoluto sobre todos los pueblos. Pero Juan no describe ninguna batalla; se limita a ofrecernos el desenlace; no necesita decir que si Cristo combate, suya es la victoria (XVII, 14). De ahí que el ángel pueda, aun antes de comenzada la batalla, convocar a los buitres al festín (v. 17s). El arma con que Cristo combate es la palabra de Dios (II Tes. II, 8). Por eso no hay combate de ejército contra ejército, de hombre contra hombre; sólo se da razón del aniquilamiento del enemigo. Los dos principales culpables, la Bestia y su profeta, son castigados con la condenación eterna (XIV, 10; XX, 10). Los reyes de las naciones paganas, junto con sus guerreros, pierden la vida (XIV, 20). Sus almas caen en el abismo[1] hasta el día de la resurrección universal (XX, 12 s.), y sus cadáveres se convierten en pasto de las aves de rapiña”.

 Garland: “Su arrojamiento vivos se enfatiza en griego al aparecer al comienzo de la frase. La repetición ellos… éstos también enfatiza la singularidad de su trato comparada con la de todos los otros que rechazan a Dios. Esto se ve también en el comienzo del próximo versículo. Se les da un trato único. En lugar de ser muertos, vienen a ser los dos únicos individuos de la historia en ser arrojados vivos directamente en el infierno (el lago de fuego). Su responsabilidad como líderes de la gran oposición a Dios en la Tribulación tiene como consecuencia que se les niega acceso para comparecer ante el Gran Trono Blanco del Juicio. Esto puede indicar que sus tormentos difieran de los de los demás condenados, que es por grados basados en sus obras. Parece que la Bestia y el Falso Profeta reciben un tormento absoluto.

Tal vez reciben también este trato singular[2] a fin de servir como testigos de los horrores de la condenación eterna. En un pasaje de Isaías, que parece describir el reino Milenario, toda carne sale a mirar unos cuerpos que parecen estar en un lugar que coincide la descripción del lago de fuego:

 “Y de neomenia en neomenia, y de sábado en sábado, vendrá toda carne para postrarse delante de Mí, dice Jehová. Y saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra Mí; cuyo gusano nunca morirá, y cuyo fuego nunca se apagará; y serán objeto de horror para todos los hombres”.

 Fillion: “Sin detenerse en la descripción de la batalla, el escritor sacro nota brevemente los resultados en lo que concierne, sea al Anticristo y su principal auxiliar, v. 20, sea la masa de sus soldados, v. 21. Se diría que, por la concisión de su relato, parecería más bien señalar la facilidad y prontitud de la victoria”.

 Fillion: “Vivos fueron arrojados: por contraste con el resto del ejército que perece por la espada (v. 21)”.

 San Andrés de Cesarea: “Estos de los que habla San Pablo (I Cor. XV, 51-52) probablemente irán a juicio, mientras que los dos aquí mencionados no irán a juicio, por impíos y enemigos de Dios, sino a la condenación. Y aunque haya algunos que estén en desacuerdo con esto, nos basamos en la afirmación del Apóstol, según la cual el Anticristo será destruido por el soplo del mandato divino (II Tes. II, 8), así como en uno de nuestros maestros, que dice que algunos quedarán vivos después de la destrucción del Anticristo: los bendecidos por Daniel (XII, 2-3)”. 

 Ribera: “No se dice río sino lago puesto que el fuego no fluye ni se mueve, como el agua del río, sino que está en ese pozo como el agua en un lago”.

 Ribera: “Vivos fueron arrojados los dos: existe una duda grande y difícil de resolver, a saber, ¿cómo es que se dice que el Anticristo es enviado vivo al lago de fuego, cuando Pablo escribió (II Tes. II, 8): “A quien el Señor Jesús matará con el aliento de su boca” y antes de él Is. XI, 4: “Con el aliento de sus labios matará al impío” (…) La exposición de Beda, Anselmo y Tomás tiene más probabilidad que las otras: ciertamente el Anticristo y el Falso Profeta van a ser muertos, pero se dice que van a ser enviados vivos al lago de fuego para que sepamos que sus penas van a ser mucho más acerbas que las de los demás, así como es atormentado más el que es arrojado vivo al fuego que aquel que es muerto rápidamente por la espada. Pero esta opinión tampoco me gusta, pues así suele hablar la Escritura, ni sería muy apropiado hablar de esa manera sobre la verdadera muerte y el suplicio de tantos crímenes, los que, al ser importante conocer, no se debía obscurecer por medio de una frase tan insólita. Por lo tanto, las palabras de Juan, puesto que son muy claras, no se pueden explicar de otra manera, a menos que se las violente, tal como suenan y que creamos que el Anticristo será enviado, con su Falso Profeta, vivo al infierno. ¿Qué responderemos, pues, a lo de Pablo? Se dice que el Anticristo va a ser muerto, puesto que va a ser cogido de improviso por los demonios por mandato de Cristo (con el espíritu de su boca significa, con su palabra, con su mandato, como enseñan Crisóstomo, Teofilacto y otros) y dejar de estar entre los vivos, y ser despojado de todo su poder y tiranía y ser enviado al lugar de los muertos. Pues perecer y ser muerto no se dice del que cae en grandes calamidades y que es privado de todo su poder y autoridad o de aquellos que ya no están más entre los hombres sino de los que son enviados al lugar de los muertos (…) Tenemos un clarísimo ejemplo en Núm. XVI donde, al tratar de Datan y Abirón, los cuales descendieron vivos al infierno, Moisés dice: “Si éstos perecen del mismo modo que mueren todos los hombres y si a éstos les toca la suerte que toca a todos los mortales, no es el Señor quien me ha enviado”. Dice que van a perecer, pero no de la forma acostumbrada. Y un poco más adelante: “Descendieron vivos al scheol con todo lo que tenían, y los cubrió la tierra. Así perecieron de en medio del pueblo” (vv. 30.33) (…) Enseña por qué había dicho perecer, quienes habían descendido vivos al infierno, a saber, porque fueron quitados de en medio de los vivos y enviados al lugar de los muertos. Similar es y se debe entender del mismo modo, lo que dice el Sal. LIV, 16: “Sorpréndalos la muerte; vivos aún desciendan al sepulcro”.



 [1] Melius hades.

 [2] Se podría agregar, siguiendo a Lacunza, a los malvados que han de resucitar antes del juicio final: los que juzgaron a Jesús y los Reyes.