lunes, 24 de enero de 2022

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (XIII de XVI)

ARTÍCULO VII 

Sobre las costumbres de los Novacianos y de algunas otras sectas

sobre la celebración de la Pascua y Resurrección de Nuestro Señor 

Como el uso de los cuartodecimanos tenía algo de plausible y parecía estar fundado en una buena tradición y en el Evangelio, una parte de la secta de los novacianos juzgó apropiado acomodarse a él. Al recoger cómo narran Sócrates y Sozómeno el tema[1], interpretaré el texto griego a mi modo de ver, y creo que conforme a la verdad; y haré luego algunas reflexiones sobre lo que los demás intérpretes han creído necesario prestar atención. 

Al separarse Novaciano de la Iglesia Romana no dejó de seguir el rito de esta iglesia en la celebración de la Pascua, y sus seguidores lo imitaron hasta el tiempo del emperador Valentiniano I, pues, bajo este emperador, algunos obispos novacianos de Frigia que tuvieron un concilio en un pueblo llamado Pazo hacia el nacimiento del río Sangario, se reunieron y decidieron que había que tener en cuenta el tiempo que los judíos hacían sus ázimos y hacer la Pascua al mismo tiempo que ellos; los obispos que hicieron este decreto eran pocos y no muy considerables. 

Algunos años después, un cierto Sabbatius que de judío se había hecho Cristiano y novaciano, habiendo sido elevado a la dignidad sacerdotal, tuvo deseos de ser obispo. Alguna inclinación que todavía tenía por las ceremonias judaicas unido a su ambición, le hizo pensar en hacer renovar el canon del sínodo de Pazo e hizo peticiones para ello. Habiendo sabido los obispos novacianos sobre sus intenciones reunieron un concilio en Angar en Bitinia y lo hicieron venir. Le preguntaron qué clase de desagrado podía tener contra la iglesia novaciana, y qué pretendía por una especie de facción que parecía querer formar. Respondió que estaba escandalizado por la diversidad que veía entre ellos en lo que respecta a la celebración de la Pascua, que había que hacerla como los judíos y como se había resuelto en el Sínodo de Pazo. 

Los obispos del concilio, que suponían, sin importar lo que dijera, que pretendía el Episcopado, le propusieron hacer un juramento de no aspirar nunca a esta dignidad; él no se animó a rechazar hacer este juramento y lo hizo inmediatamente. Al mismo tiempo, los obispos promulgaron un decreto que llamaron el decreto de la indiferencia, por el que declararon que hacer la fiesta de la Pascua en un tiempo o en otro, era algo indiferente, que esta diversidad no era un motivo suficiente para hacer un cisma en la Iglesia y que cada uno podía, sin perjuicio de la concordia, comportarse como mejor le pareciera. 

Desde ese momento, Sabbatius siguió un método completamente particular para celebrar las fiestas pascuales. 

“A decir verdad, siguió guiándose por los judíos con respecto al tiempo de la pascua, y por eso anticipaba siempre el tiempo del ayuno Pascual, excepto cuando los judíos y los cristianos hacían la Pascua al mismo tiempo. Ayunaba pues, y hacía en secreto la Pascua según la ley, pero el sábado, en el momento en que el común de los fieles se disponía a la fiesta de la Resurrección, estaba desde la noche en vigilia y otros ejercicios de piedad, y al día siguiente asistía a la iglesia junto con los demás y participaba en los santos misterios. Al principio no se daban cuenta de todo lo que hacía, pero habiéndose sabido, con el paso del tiempo, tuvo varios imitadores, sobre todo en Frigia y en Galacia, los cuales mantuvieron desde entonces esa costumbre; y finalmente, a pesar de su juramento, consintió en dejarse elegir Obispo por quienes habían seguido su ejemplo”. 

El señor Vallois en sus notas sobre este pasaje saca esta conclusión: 

“Se sigue de todo esto, dice, que Sabbatius hacía dos Pascuas cada año, una con los judíos y otra con los cristianos”. 

La conclusión es evidente pero no en el sentido en que la entiende este sabio crítico, pues no celebraba dos veces la fiesta que hoy en día llamamos la fiesta de Pascua o Resurrección sino que hacía en dos veces y en dos momentos diferentes lo que los otros cuartodecimanos hacían de inmediato. En primer lugar, cumplía el ayuno Pascual y lo terminaba haciendo la Pascua, es decir, haciendo el festín Pascual la noche del catorce de la luna. Es lo que Sócrates y Sozómeno señalan expresamente. Y luego, finalmente, el sábado a la noche de la semana en que los otros novacianos que seguían la costumbre de la Iglesia Romana comenzaban a solemnizar la fiesta de la Resurrección, asistía, como ya dije, junto con ellos a los oficios, y al día siguiente participaba de los sagrados misterios. Es el extraño modo que se imaginó para conformarse de alguna manera con las dos partes, y en esto consistía el particular método de Sabbatius, del que hablan Sócrates y Sozómeno. 

Cualquiera que lea con esta idea los textos supra citados de Sócrates, Nicéforo Calixto y el de Epifanio el escolástico, verá que los tres concuerdan perfectamente con Sozómeno y que las correcciones que el señor Vallois quiere hacer al texto de esos tres autores, no sólo son innecesarias, sino incluso son contrarias a su pensamiento que dicen, en efecto, muy claramente lo que quieren decir y que las dificultades que traen más arriba no le vienen sino del prejuicio ordinario. 

Sigamos leyendo el texto de Sócrates[2] y el de Sozómeno: 

“Algunos, en el Asia menor, dice Sócrates, observan para la Pascua el día catorce; otros, más avanzados hacia el oriente observan el sábado de la fiesta”. 

Es decir, los que estaban opuestos a los cuartodecimanos querían que el sábado formara parte del número de días que componían la fiesta de la Pascua, según el estilo de la iglesia Romana y de la mayoría de las otras iglesias. Pues, como dice san Agustín[3] en su carta a Janvier: 

“Prestad atención a este intervalo sacro de tres días en los cuales el Señor fue crucificado, sepultado y resucitó; es lo que nos enseñan la autoridad de las divinas Escrituras y el consentimiento de la Iglesia dispersa por toda la tierra; es lo que celebramos todos los años en la fiesta de Pascua. Y ved que hay allí un gran misterio; es cierto que en las Escrituras del Antiguo Testamento el precepto de la Pascua no marca precisamente sino el mes de las primicias desde el catorce de la luna hasta el veintiuno; pero, sin embargo, puesto que sabemos por el Evangelio los días en los cuales el Señor fue crucificado, permaneció en el sepulcro y fue resucitado, los Concilios de los Padres ordenaron que también se tuvieran en cuenta esos días y todos acordaron que así había que solemnizar la fiesta de la Pascua”.


 [1] Sócrates, L. 4, c. 28; Sozómeno, L. c. 24. 

[2] L. 5, cap. 23. 

[3] Carta 129.