martes, 15 de junio de 2021

La designación Neotestamentaria de la verdadera Iglesia como Templo de Dios, por Mons. Fenton (II de V)

 La inhabitación divina en la Iglesia 

San Pablo afirma que Dios, o la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, habita en el pueblo que constituye la membresía de la Iglesia Católica de forma parecida en la que habita en Su templo.  Esta enseñanza clave sobre la Iglesia se refiere, obviamente a algún modo especial y sobrenatural en el que puede decirse con razón que Dios vive o habita dentro de la Iglesia Católica de forma que no lo hace en ninguna otra asociación de seres humanos. O, para decirlo con otras palabras, la terminología de San Pablo indica con mucha claridad que el Dios Trino está presente en la verdadera Iglesia de Jesucristo de una manera en que no está presente en ningún otro grupo social. Esta inhabitación en un grupo social u organización es algo intrínseca o esencialmente sobrenatural. Está en el orden de la gracia más que en el de la naturaleza. 

Ahora bien, la inhabitación sobrenatural de Dios dentro de Sus creaturas solamente puede ser explicado a la luz de lo que es verdadero con respecto a la presencia de Dios en todas las cosas. Obviamente, se debe entender, en primer lugar, que Dios no está presente en ninguna creatura de la misma manera que un cuerpo está en lo que lo contiene. La única manera que se puede decir que Dios está dentro de algo, sea en el orden natural o sobrenatural, es de la manera en que se puede decir que un espíritu está dentro de algo o presente en él. 

En la Summa theologica, Santo Tomás nos recuerda muy eficazmente el hecho de que Dios está dentro de todas las cosas naturalmente de tres maneras diversas[1]. 

Se dice que está en todas las cosas por su substancia porque todas las cosas que no sean Él, permanecen continuamente en su existencia y acto gracias a Él. Ningún ser aparte de Dios puede existir u obrar por el menor instante a menos que sea conservado en el ser y en el acto por parte de Dios. 

Dios está en todos los seres creados o contingentes por su poder, en el sentido que todas estas cosas están completamente sujetas a Él y a su voluntad. No existe creatura sobre la cual el Creador no puede actuar directa e inmediatamente. 

Por último, se dice que Dios está dentro de sus creaturas por su presencia. Toda realidad creada es entendida directa, inmediata y comprehensiblemente por Dios.  

No debemos perder de vista que Dios está naturalmente dentro de cada creatura o presente en ellas de estas tres maneras. Sería absolutamente imposible para cualquier creatura estar exento de esta dependencia completa y fundamental con respecto a Dios en su ser y operación, que haya alguna creatura que no esté completa e inmediatamente sujeta al poder de Dios o que no sea entendida y conocida por Dios de manera completa, directa y comprehensiva. La forma de inhabitación según la cual el Dios Trino está presente dentro de su Iglesia y en razón de la cual se designa a la Iglesia como su templo es algo completamente diverso a ésto. 

Existe una manera, y solamente una, en la cual se puede decir con razón que Dios puede estar en una creatura en forma diversa a los tres modos naturales por los cuales está en todas las cosas que no sean Él.

Sobrenaturalmente, por un don libre e indescriptiblemente generoso de sí mismo, Dios puede estar en las creaturas intelectuales como el conocido está en el cognoscente y como el objeto de amor está presente al amante[2].  Esta es la inhabitación divina de la vida de la gracia, la inhabitación divina según la cual se debe entender la designación de la Iglesia como templo del Espíritu Santo. La inhabitación divina sobrenatural es el fundamento mismo del orden intrínsecamente sobrenatural. 

Debemos entender, por supuesto, que Dios está en la creatura intelectual como el objeto conocido está en el cognoscente solamente cuando es el objeto directo e inmediato de la percepción intelectual. Es completa y puramente natural que los seres intelectuales conozcan a Dios como la Primera Causa y el Último Fin de todas las cosas que no sean Él. De hecho, la actividad en este sentido constituye la perfección natural de toda inteligencia creada. 

Pero en este conocimiento intelectual puramente natural de Dios, la creatura, sea humana o angélica, conoce primaria e inmediatamente la realidad inteligible según el nivel de su propia excelencia natural. En el caso de los seres humanos, la inteligencia creada conoce directamente la inteligibilidad de los seres materiales. Con respecto a los espíritus puros creados, la única realidad que pueden conocer directamente dentro del orden puramente natural, sería la realidad de sus propias esencias En ambos casos, afirmarían obviamente que esta realidad no podría ser lo que es ni obrar como obra a menos que fuera mantenida en el ser y en el obrar por medio de una Primera Causa divina. Y, en ambos casos, la cosa conocida sería inmediata y directamente la realidad creada más que Dios mismo. 

Ahora bien, la verdad fundamental en toda la economía de la salvación es el hecho de que Dios ha querido ofrecer y dar a sus creaturas intelectuales una especie de actividad y perfección intelectual en la cual lo van a conocer intelectualmente en forma inmediata y directa. El Concilio Vaticano resaltó este hecho cuando enseñó que la revelación sobrenatural es absolutamente necesaria a los hombres 

“Porque Dios, por su infinita bondad, ordenó al hombre a un fin sobrenatural, es decir, a participar bienes divinos que sobrepujan totalmente la inteligencia de la mente humana”[3]. 

De esta manera la creatura intelectual favorecida es capaz de conocer a Dios directa e inmediatamente y se dice que Dios está dentro de él como lo conocido está dentro o presente al que conoce. 

El acto por el cual la creatura intelectual favorecida percibe a Dios mismo inmediata y directamente es la Visión Beatífica. El que goza de la Visión Beatífica entiende y posee a Dios de la misma manera que Él se conoce a sí mismo, en la Trinidad de sus Personas y en la absoluta Unidad de su Naturaleza. La Santísima Trinidad no puede, por supuesto, ser percibida por ningún acto meramente natural de conocimiento intelectual por una creatura porque al conocer a Dios solamente como Causa Primera, la creatura sería capaz solamente de aprehender la Naturaleza Divina Una que es el principio de toda actividad de Dios con referencia a los seres contingentes. Al percibir directamente la realidad creada en su propio nivel entitativo, la creatura, en su acto natural de entendimiento, conocería que esta realidad contingente depende necesariamente en su existencia y operación de la causalidad de la Causa Primera. Pero, por el poder del auxilio de Dios intrínsecamente sobrenatural o gracia, la creatura favorecida que entiende a Dios directa e inmediatamente es consciente de Él como Dios Trino. 

Ahora bien, debería ser muy claro que Dios está en la creatura que posee la Visión Beatífica como lo conocido está en el que conoce. Y, de la misma manera, se dice que Dios está de esta manera dentro de toda creatura intelectual que posee la vida a la cual pertenece la Visión Beatífica. La vida a la cual pertenece la Visión Beatífica y de la cual es la expresión última y perfectiva, es la vida esencialmente sobrenatural de la gracia santificante. En última instancia, pues, la única manera en que Dios está dentro o presente en una creatura de una manera sobrenatural, de una manera distinta y superior a la forma en que está naturalmente dentro o presente a todo ser creado, es según la vida de la gracia santificante. 

Es esencial que nos demos cuenta que la vida de la gracia santificante, motivada por el afecto sobrenatural de la caridad divina, tiene una expresión tanto corporativa como individual. Existen hombres y mujeres que viven la vida de la gracia santificante y que dirigen sus actividades según la intención de la caridad. Dios habita sobrenaturalmente en cada uno de esos hombres y mujeres. Pero existe también una compañía de hombres y mujeres, una unidad social, que vive por los dictados de la caridad divina y sobrenatural. Esta comunidad es el único vehículo en el cual la vida de la gracia santificante es vivida a nivel corporativo. En razón de este hecho, se dice que Dios está dentro o presente en esta comunidad de una manera especial y sobrenatural. Esa unidad social o institución es la Iglesia Católica. En razón de la única y sobrenatural inhabitación divina dentro de ella, esa comunidad ha sido designada, con razón y de manera significativa, como templo de Dios. 

En una palabra, esa es la lección primaria que se saca del empleo de San Pablo de la metáfora “templo de Dios” como designación de la verdadera Iglesia, la Iglesia Católica.


 

[1] I, q. 8, a. 3. 

[2] Cf. Ibid. 

[3] Denz. 1786.