martes, 21 de mayo de 2019

El Cielo, la Tierra y el Mar en el Apocalipsis (XIV de XIV)


4) Finalmente, nos están quedando dos casos que presentan una cierta dificultad:

I) Apoc. XX, 13: “Y dio el mar los muertos, los (que están) en él y la Muerte y el Hades dieron los muertos, los (que están) en ellos y fueron juzgados cada uno según sus obras”.

Puesto que estamos en el juicio final, bien puede ser que el mar tenga aquí un significado diferente del que venimos hablando; sin embargo, estas son las razones a favor de seguir manteniendo la identidad del mar con el Éufrates:

La Muerte y el Hades (la primera muerte y, además, el último enemigo en ser vencido) dan sus muertos. Estos son todos los condenados que van a resucitar para ser enviados, en cuerpo y alma, al lago de fuego y azufre.

Pregunta: ¿será que, así como el Abismo ha de ser, durante el Milenio, una prisión para Satanás (Apoc. XX, 1-3), Babilonia lo será para los demonios (¿Apoc. XVIII, 2?) y el mar (el Éufrates) lo será para algunas almas particulares?

Si es así, ¿quiénes son? ¿Serán los “habitantes de la tierra”, es decir los que adoraron a la Bestia con culto de latría y que morirán tras la destrucción de Babilonia, o se trata más bien los que lucharon contra el Verbo en la batalla del Harmagedón?

Lo que sí parece estar claro en XX, 12-13 es que hay tres clases de “muertos”.

a) Los que están de pie ante el trono. Estos serían salvos[1].

b) Los que da el Mar.

c) Los que da la Muerte y el Hades.

Estos dos últimos grupos parecen contar solamente con condenados.

II) Apoc. XXI, 1: “Y vi cielo nuevo y tierra nueva; en efecto, el primer cielo y la primera tierra se fueron y el mar no es ya”.

De nuevo caben las dos posibilidades: o el mar son las aguas que rodean los continentes o es el Éufrates.

Para el primer caso, están a su favor los siguientes argumentos:

a)  Allo:

Swete nota con mucha delicadeza que, para Juan, el exiliado de Patmos, el mar es “lo que separa”.

Y si, durante el Milenio, como nota agudamente Lacunza, los continentes volverán a unirse, entonces se entiende que no exista más el mar.

b) También cabe la posibilidad que trae Alápide quien dice que, así como el cielo y la tierra pasarán, mudando sus cualidades, lo mismo sucede aquí con el mar: sus propiedades serán diferentes a las actuales.

c) El mar es nombrado aquí junto con el cielo y la tierra, que son lo que comúnmente se entiende. Ergo.

Sin embargo, el Mar como identificación del Éufrates puede también defenderse por un pasaje que parece paralelo:

Apoc. XVIII, 21: Y alzó un ángel fuerte una piedra como un molino grande, y (la) arrojó al mar, diciendo: “Así con ímpetu será arrojada Babilonia, la gran ciudad y no será hallada ya”.

Con lo cual, así como Babilonia no será hallada más, lo mismo pasaría con el Éufrates (mar).

Con todo, nos parece más convincente la primera solución.

Y hasta aquí llega nuestro repaso por estos lugares del que habla una y otra vez el Apocalipsis.

Vale!




[1] Joüon, L'Evangile de Notre-Seigneur Jésus-Christ, 1930.

Lc. v. 36:σταθῆναι ἔμπροσθεν”, literalmente “estar de pie ante” es aquí un hebraísmo que significa “mantenerse”. Prácticamente significa no sucumbir, no ser condenado, puesto que el Hijo del Hombre viene para juzgar. Puede verse Sal. V, 6:

“Los insensatos no se mantendrán ante Ti”.

A este pasaje parece aludir el Sal. I, 5:

Por eso en el juicio no estarán en pie los malvados, ni los pecadores en la reunión de los justos”.