martes, 23 de julio de 2024

Algunas notas a Apocalipsis XVIII, 3-4

 3. Porque del vino del furor de su fornicación bebieron todas las naciones y (¿esto es?) los reyes de la tierra con ella fornicaron y los mercaderes de la tierra con el poder de su lujo se enriquecieron”. 

Concordancias: 

Οἴνου (vino): cfr. Apoc. VI, 6; XIV, 8.10; XVI, 19; XVII, 2; XVIII, 13; XIX, 15. 

Θυμοῦ (furor): cfr. Apoc. XII, 12; XIV, 8.10.19; XV, 1.7; XVI, 1.19; XIX, 15. 

πορνείας (fornicación): cfr. Mt. V, 32; Hech. XV, 20.29; XXI, 25; Apoc. II, 21; IX, 21; XIV, 8; XVII, 2.4-5; XIX, 2. Ver Apoc. II, 14.20; XVIII, 9. Ver Mt. V, 27-28.32; XIX, 18; Mc. X, 19; Lc. XVI, 18; XVIII, 20; Apoc. II, 22. 

Πέπωκαν (bebieron): cfr. Apoc. XIV, 10; XVI, 6. 

Ἐθνη (naciones): cfr. Mt. IV, 16; X, 18; XII, 18; XXIV, 9.14; XXV, 32; Mc. XIII, 10; Lc. II, 32; XXI, 24.25; Apoc. II, 26; X, 11; XI, 2.18; XII, 5; XIV, 8; XV, 3-4; XVI, 19; XVIII, 23; XIX, 15; XX, 3.8; XXI, 24.26; XXII, 2. Ver. Apoc. V, 9; VII, 9; XI, 9; XIII, 7; XIV, 6; XVII, 15. 

οἱ βασιλεῖς τῆς γῆς (los reyes de la tierra): cfr. Mt. XVII, 25; Hech. IV, 26; Apoc. I, 5; VI, 15; XVII, 2.18; XVIII, 9; XIX, 19; XXI, 24. 

γῆς (tierra): cfr. Apoc. I, 5.7; V, 3.6.10.13; VI, 13.15; X, 2.5-6.8; XI, 4; XIV, 7; XVII, 2.5.18; XVIII, 1.3.9; XIX, 2.19; XX, 8-9.11; XXI, 1.24. Ver Apoc. III, 10; VI, 4.8.10; VII, 1-3; VIII, 5.7.13; IX, 1.3-4; XI, 6.10.18; XII, 4.9.12-13.16; XIII, 3.8.11-14; XIV, 3.6.15-16.18-19; XVI, 1-2.18; XVII, 8; XVIII, 9.11.23-24. 

Ἐπόρνευσαν (fornicaron): cfr. Apoc. II, 14.20; XVII, 2; XVIII, 9. Ver Mt. V, 27-28.32; XIX, 18; Mc. X, 19; Lc. XVI, 18; XVIII, 20; Hech. XV, 20.29; XXI, 25; Apoc. II, 21; IX, 21; XIV, 8; XVII, 4; XIX, 2; XXII, 15. 

Ἔμποροι τῆς γῆς (mercaderes de la tierra): cfr. Apoc. XVIII, 11.15.23. Ver Mt. XIII, 45. 

Δυνάμεως (poder): cfr. Mt. XXIV, 30; XXVI, 64; Mc. IX, 1; XIII, 26; XIV, 62; Lc. XXI, 27; XXII, 69; II Tes. I, 7; II, 9; Apoc. III, 8; IV, 11; V, 12; VII, 12; XI, 17; XII, 10; XIII, 2; XV, 8; XVII, 13; XIX, 1. 

Στρήνους (lujo): Hápax abs. 

Ἐπλούτησαν (enriquecieron): cfr. Lc. I, 53; XII, 21; II Cor. VIII, 9; I Tim. VI, 9.18; Apoc. III, 17-18; XVIII, 15.19 (mercaderes de la tierra). 

 

Notas Lingüísticas: 

Bartina: ἐκ τοῦ οἴνου τοῦ θυμοῦ τῆς πορνείας αὐτῆς (del vino del furor de su fornicación). Los cuatro genitivos seguidos del original son un hebraísmo. Han de resolverse por adjetivos, de que carece el hebreo (XIV, 8)”. 

Charles: “τῆς δυνάμεως (el poder) = “riquezas”. Significado que se encuentra también en los LXX en Deut. VIII, 17, Ruth IV, 11[1], donde δύναμις es la traducción de חַ֥יִל. En Is. LXI, 6 es traducido por ἰσχὺς = “riquezas”.

  

Concordancias: 

Jer. LI, 7: “Babilonia era un cáliz de oro en la mano de Jehová, para embriagar a toda la tierra; de su vino bebieron los pueblos de modo que enloquecieron”. 

Ez. XXVII, 33: “Con las ganancias de tu comercio marítimo hartabas a muchos pueblos; con la abundancia de tus riquezas y tus mercaderías enriquecías a los reyes de la tierra”. 

 

Comentario: 

Reyes de la tierra (XVII, 2; XVIII, 3.9) = fornican con Babilonia y viven en el lujo. 

Habitantes de la tierra (XIV, 10; XVII, 2) = se embriagan con el vino de su fornicación. 

Mercaderes (magnates) de la tierra (XVIII, 3.11.15.19.23) = se enriquecen con el poder de su lujo. 

Todas las Naciones (XIV, 8; XVIII, 3) = Beben el vino del furor de su fornicación. 

Cfr. III, 17; XVII, 2 y XVIII, 9.11. 

Vaccari: “Naciones… reyes… mercaderes: sujetos de los tres párrafos de la nenia o canto fúnebre siguiente: vv. 4-8; 9-10; 11-19”. 

Bonsirven: “La razón de esta caída, los crímenes de la gran ciudad, son reducidos a dos, relacionados con dos categorías de hombres cuyas lamentaciones oiremos inmediatamente: las naciones y los reyes que, según los términos de Jeremías (LI, 7), se han embriagado con el vino de su fornicación, en todos los sentidos de la palabra, y los mercaderes, que se han aprovechado de su lujo insolente para enriquecerse”. 

 

4. Y oí otra voz del cielo que decía: “Salid, pueblo mío, de ella para que no participes de sus pecados y de sus plagas no recibas”. 

Concordancias: 

ἤκουσα (): cfr. Apoc. I, 3.10; II, 7.11.17.29; III, 3.6.13.20.22; IV, 1; V, 11.13; VI, 1.3.5-7; VII, 4; VIII, 13; IX, 13.16; X, 4.8; XII, 10; XIII, 9; XIV, 2.13; XVI, 1.5.7; XIX, 1.6; XXI, 3; XXII, 8.17-18. Ver Apoc. IX, 20; XI, 12; XVIII, 22-23. 

φωνὴν (voz): cfr. Apoc. I, 10.12.15; III, 20; IV, 1.5; V, 2.11-12; VI, 1.6-7.10; VII, 2.10; VIII, 5.13; IX, 13; X, 3-4.7-8; XI, 12.15.19; XII, 10; XIV, 2.7.9.13.15.18; XVI, 1.17-18; XVIII, 2; XIX, 1.5-6.17; XXI, 3. Ver Apoc. XVIII, 22-23. 

οὐρανοῦ (cielo): cfr. Mt. V, 34; XXIII, 21-22; Hech. VII, 49; Apoc. III, 12; IV, 2; V, 3.13; VIII, 1; X, 1.4-6.8; XI, 12-13.15.19; XII, 1.3.7-8.10.12; XIII, 6; XIV, 2.13.17; XV, 1.5; XVI, 11.21; XVIII, 1.5.20; XIX, 1.14; XX, 1.9.11; XXI, 2.10. 

Ἐξέλθατε (salid): cfr. Apoc. III, 12; VI, 2.4; IX, 3; XIV, 15.17-18.20; XV, 6; XVI, 17; XIX, 5.21; XX, 8. 

λαός (pueblo): cfr. Mt. I, 21; II, 6; Lc. I, 17.68.77; Apoc. V, 9; VII, 9; X, 11; XI, 9; XIII, 7; XIV, 6; XVII, 15; XXI, 3. 

Συνκοινωνήσητε (participes): cfr. Hápax en Apoc.; cfr. Ef. V, 11; Fil. IV, 14. Ver Rom. XI, 17; I Cor. IX, 23; Fil. I, 7; Apoc. I, 9. 

Ἁμαρτίαις (pecados): cfr. Mt. I, 21; Apoc. I, 5; XVIII, 5. 

Πληγῶν (plagas): cfr. Lc. X, 30; XII, 48; Apoc. IX, 18.20; XI, 6; XIII, 3.12.14; XV, 1.6.8; XVI, 9.21; XVIII, 8; XXI, 9; XXII, 18. 

 

Notas Lingüísticas: 

Charles: “ἐκ τῶν πληγῶν αὐτῆς: algunas de sus plagas”. 

 

Citas Bíblicas: 

Gén. XIX, 12-15: “Y dijeron a Lot: “¿Tienes a alguno aquí: yernos o hijos o hijas? y si algún otro tienes, saca fuera de esta ciudad. Pues perdemos este lugar; porque acrecentóse el clamor de ellos delante de Dios; y nos ha enviado para perderlos”. Y salió Lot y habló a sus yernos los que habían de tomar a sus hijas, y dijo: “Levantaos y salid de este lugar; porque perderá Señor la ciudad”. Pero pareció como que se burlaba, en los ojos de sus yernos. Y al despuntar la aurora, apremiaban los ángeles a Lot, diciendo: “Levántate, toma tu mujer y las dos hijas que tienes; no sea que tú también igualmente perezcas en la culpa de la ciudad”. 

Jos. VI, 22-24: “Entonces Josué dijo a aquellos dos hombres que habían explorado el país: “Entrad en casa de la ramera y sacad de allí a la mujer con todos los suyos, conforme se lo jurasteis”. Entraron los jóvenes, los espías, y sacaron a Rahab, a su padre, a su madre, a sus hermanos y a todos los suyos. Sacaron a todos los de su familia y los metieron en un lugar fuera del campamento de Israel. Después abrasaron la ciudad con cuanto en ella había…”. 

¿Tipos? 

Is. XLVIII, 20: ¡Salid de Babilonia, huid de los caldeos! Anunciadlo con voz de júbilo…”. 

Cfr. LII, 11. 

Jer. L, 8: “Huid de en medio de Babel, y salid del país de los caldeos, sed como los carneros que van delante del rebaño…”. 

Jer. LI, 5-6: “Porque Israel y Judá no son viudas (desamparadas) de su Dios, Jehová de los ejércitos: aunque su país está lleno de culpa contra el Santo de Israel. Huid de en medio de Babilonia, salve cada uno su vida, no sea que perezcáis por la iniquidad de ella; porque tiempo es de la venganza de Jehová; Él va a darle su merecido”. 

Jer. LI, 45: “Salid de ella, oh pueblo mío, y salve cada cual su vida del furor de la ira de Jehová”. 

Zac. II, 7: “¡Sálvate, oh Sión, tú que habitas en Babilonia!”. 

 

Comentario: 

Las plagas siempre caen sobre Babilonia; en este caso puntual la referencia es a las plagas del v. 8. 

Straubinger: “En cuanto al alcance de aquel anuncio según el cual Babilonia “será barrida con la escoba de la destrucción” (Is. XIV, 23, texto hebreo), observa Schuster-Holzammer que los datos modernos han rectificado la antigua opinión, pues cuando Naboned se rindió al conquistador Ciro éste lo trató con toda suerte de consideraciones y añade: “Nada dice la Sagrada Escritura de la toma de Babilonia. Efectuóse, contra lo que antes se creía, sin resistencia y sin espada, con sorprendente rapidez, al mando de Ugbaru (Gobryas), gobernador de Gutium. Ciro, que entró en Babilonia tres meses más tarde, perdonó a la ciudad y adoró a los dioses, tomó el título de “rey de Babilonia”, y puso de gobernador de ella (¿virrey?) a Ugbaru”. Vemos, pues, la perfecta coincidencia entre S. Juan e Isaías el gran profeta que “consoló a los que lloraban en Sión y anunció las cosas que han de suceder en los últimos tiempos” (Is. XLVIII, 27 s. y nota). Históricamente, dice Vigouroux, “Babilonia hasta quedó como una de las capitales del imperio de los persas” y conservó restos de su civilización y monumentos “más allá aún de la era cristiana”. 

Straubinger: “… esta voz del cielo, sin duda es la de Jesús, pues Dios Padre es nombrado en tercera persona (vv. 5 y 8)”. 

El que huye es Israel y la razón es obvia: los Profetas le hablaban a Israel y no a la Iglesia, y San Juan se refiere al mismo suceso. 

Sobre esto, cfr. Is. LI, 16. 

Sobre las plagas cfr. v. 8. Esto tiene lugar después de la séptima copa y antes de la destrucción de Babilonia. 

Allo: “No se dice que la voz que parte del trono sea de Dios, pero λαός μου (pueblo mío) y la mención de Dios en tercera persona, que seguirá en el v. 5 (a menos que sea un paréntesis del autor), dejan suponer que esta voz del autor es la del Cordero mismo (cfr. Jer. LI, 45)”. 

Bartina: “Juan oye otra voz (…) probablemente es la de Cristo, que avisa a los suyos, porque les llama “pueblo mío”. No se opone a este punto de vista que al final se hable en tercera persona de Dios el Padre. En hebreo, incluso uno mismo puede hablar de sí fácilmente en tercera persona[2]. 

Caballero Sánchez: “El Espíritu que animó a los Profetas del Antiguo Testamento no se desdice en los del Nuevo. Al contrario, pone de manifiesto en estos lo que quedaba involucrado en los oráculos antiguos. Lo que el Espíritu dijo hace siglos sobre el Juicio de Babilonia, no tienen razón nuestros "sabios" de aplicarlo exclusivamente a la vieja Babilonia caldea, desvirtuando la palabra profética. Cuando Isaías o Jeremías exhortan al pueblo de Dios a "salir, huyendo, de Babilonia", enfocan la Babilonia escatológica (…) Pues, en tiempos de Ciro y de los Medo-Persas, los Judíos no tenían ninguna urgencia de salir de Babilonia y de sus campos, ni por miedo de contaminarse ni por temor de golpes destructores. Ni Babilonia fue entonces destruida, ni los caldeos exterminados, ni los Judíos inquietados. Y cuando más tarde algunos de entre los Judíos, ya con Esdras, ya con Nehemías, volvieron de Caldea a Palestina, lo hicieron, no en son de fuga, sino con todos los honores y salvoconductos oficiales, como en comisión de servicio de parte de los reyes persas. Luego, resultan inútiles los caprichosos esfuerzos de los "sabios" para aplicar a aquella situación histórica los oráculos de los viejos Profetas: 

"Salid de Babilonia, huid de los Caldeos... decid: Jehová ha redimido a su siervo Jacob... Y no padecieron sed; por el desierto los condujo, agua de la roca hizo brotar para ellos...”. (Is. XLVIII, 20-22). 

“Huid de Babilonia, salve cada uno su vida, no perezcáis por su iniquidad, pues tiempo de venganza es para Jehová: va Él a darle la retribución debida…” (Jer. LI, 6). 

Estos antiguos oráculos se refieren (…) al momento en que, derramándose la séptima Copa apocalíptica, “Babilonia la grande viene a la memoria de Dios para darle la copa del vino del furor de su ira”.


 [1] Ver Joüon, Ruth

[2] ¿Aplicable a Dan. IX, 27?