sábado, 20 de agosto de 2022

Hacia un adecuado tratado teológico De Ecclesia, por Mons. Fenton (V de V)

   Otro campo en el que la mayoría de los manuales de teología contemporáneos son inadecuados en su trato de la Iglesia es la enseñanza sobre las características del reino de Dios sobre la tierra como tal. Los escritos más antiguos, como la Summa de ecclesia de Torquemada, trataban esta materia bajo el epígrafe de los nombres asignados en la Escritura y en la tradición a la Iglesia y a sus miembros. 

En última instancia, esta enseñanza se presenta como una descripción de la Iglesia en términos de cuatro dimensiones: las relaciones de la Iglesia con Dios, y con la sagrada humanidad de Cristo, y con Nuestra Señora; con el reino de Dios en la antigua dispensación; con la Iglesia triunfante, y con la unidad social designada por el Papa León XIII como el reino de Satanás. La ausencia de un trato adecuado de esta sección de la enseñanza teológica sobre la Iglesia en la mayoría de nuestros manuales contemporáneos ha tenido un efecto muy desafortunado en la cultura teológica de nuestro tiempo. 

De nuevo, con su énfasis principalmente polémico puesto en la autoridad jurisdiccional y doctrinal de la jerarquía católica, la teología escolástica contemporánea sobre la Iglesia casi ha perdido de vista la tremenda responsabilidad que implica la cura de almas. Desde la publicación de la encíclica Mystici Corporis Christi ha sido una enseñanza católica común que los obispos diocesanos obtienen su poder de jurisdicción de Nuestro Señor por medio del Pontífice Romano[1]. En otras palabras, hubo una concesión soberana de autoridad por parte de Nuestro Señor a Su Iglesia, la concesión descrita en las líneas del Evangelio de San Juan que narra que Nuestro Señor encargó a San Pedro que alimentara o cuidara de Sus corderos y ovejas (Jn. XXI, 15-17). Toda autoridad eclesiástica legítima que se ha ejercido desde ese día se ha basado en ese encargo. 

Al conceder ese encargo, Nuestro Señor ciertamente dotó a San Pedro, y a través de él a los demás miembros del colegio apostólico, de una auténtica autoridad jurisdiccional. Al mismo tiempo, sin embargo, les impuso una gran responsabilidad. Les encomendó la obligación de velar por el bienestar espiritual de los hombres y mujeres por los que Él murió. Y ciertamente está dentro de la competencia de un tratado adecuado sobre la Iglesia católica estudiar y exponer la gravedad y el alcance de esa obligación. 

Por último, está la cuestión de la función de la caridad mutua dentro de la ecclesia de Nuestro Señor. En general, los manuales contemporáneos de teología tienden a limitar su explicación de la función de la caridad dentro de la Iglesia a las explicaciones sobre la nota de unidad. La obligación, claramente manifestada en el Nuevo Testamento, por la que los hombres y mujeres de la verdadera Iglesia están obligados a tener un afecto sobrenatural especial y activo los unos por los otros como hermanos y hermanas en Cristo, ha sido casi completamente pasada por alto en los manuales ahora de uso común en nuestros seminarios. Un efecto desafortunado del descuido de esta importante enseñanza ha sido la aparición de escritos de católicos que protestan contra la conciencia de grupo o la solidaridad social entre sus correligionarios. Tales escritos, en última instancia, perjudican a nuestro pueblo al presentar como una actitud católica aceptable lo que en realidad es algo radicalmente opuesto a la enseñanza de Nuestro Señor sobre Su Iglesia. 

Así, para lograr una exposición más adecuada del tratado teológico de ecclesia en nuestro tiempo, varias tesis que ahora se asignan principalmente en los ámbitos de teología bíblica, espiritual y pastoral tendrán que ser llevadas al campo de este tratado sobre la Iglesia. Indudablemente, algunas secciones del tractatus de ecclesia, tal como existen hoy, deberán ser radicalmente reorganizadas. Así, habrá que renovar el estudio sobre las notas de la Iglesia, y la voluntad de reunir y explicar todo lo que ha sido revelado divinamente sobre la unidad de la Iglesia. Hasta ahora, el concepto de "nota de la Iglesia" ha sido con demasiada frecuencia una especie de lecho de Procusto en el que había que encajar todas las enseñanzas teológicas sobre la unidad y la santidad de la Iglesia. De acuerdo con esta tendencia, todo el material del depósito de la fe sobre el tema de la unidad de la Iglesia ha sido considerado principalmente desde el punto de vista de una unidad que manifestaría a la Iglesia católica como el verdadero reino sobrenatural de Dios sobre la tierra. En realidad, las enseñanzas reveladas sobre la unidad de la Iglesia pueden ser estudiadas más correcta y adecuadamente primero por sí mismas, sin referencia inmediata al funcionamiento de las "notas de la Iglesia". 

Otra tesis que debería refundirse en aras de un tractatus de ecclesia más adecuado en los manuales escolásticos de teología es la relativa a la necesidad de la Iglesia católica para alcanzar la salvación eterna. Tratada por sí misma en las obras de teólogos anteriores a la Reforma como Torquemada, esta tesis recibió escasa atención directa en los escritos de los polemistas de la Contrarreforma, ya que los herejes protestantes estaban tan dispuestos como sus oponentes católicos a admitir que no hay salvación fuera de la verdadera ecclesia de Dios. De hecho, esta parte esencial de la enseñanza divina sobre la Iglesia entró en los escritos de los polemistas católicos clásicos, por así decirlo, por la puerta trasera. El De ecclesia militante de San Roberto se hace cargo de ella por primera vez al considerar una objeción contra su tesis de que los catecúmenos no son miembros de la Iglesia[2]. En los escritos de hombres como San Roberto, la enseñanza sobre la necesidad de la Iglesia para alcanzar la salvación eterna fue tratada principalmente para mostrar que un hombre podía estar "dentro" de la Iglesia de tal manera que alcanzara la salvación sin ser realmente miembro de la Iglesia. Y es en consonancia con esta misma tendencia que la tesis aparece en muchos de los manuales de teología escolástica de los seminarios contemporáneos. 

Esta enseñanza es, por supuesto, exacta. Forma parte necesaria, igualmente, de la explicación católica de la enseñanza divinamente revelada de que no hay salvación fuera de la Iglesia católica. Sin embargo, el elemento básico de cualquier presentación plenamente adecuada de esta tesis debe ser la prueba en el contenido de la revelación divina de que, por propia institución de Dios, un hombre debe pasar de esta vida "dentro" del Cuerpo Místico de Su Hijo si quiere alcanzar la gloria eterna de la Visión Beatífica.


 [1] Cf. Alfredo Ottaviani, Institutiones iuris publici ecclesiastici, edición (Typis Polyglottis Vaticanis, 1947), I, 413; y Fenton, "The Doctrinal Authority of Papal Encyclicals", Parte I, en AER, CXXI, 2 (Ago. 1949), 149s. 

[2] Cf. Roberto Belarmino, De ecclesia militante, c. 3.