Nota del
Blog: El siguiente texto de
Mons. Fenton está tomado del American Ecclesiastical Review, Vol. CXV,
Julio de 1946, pag. 50-61.
***
El hecho central, el más
importante sobre la Iglesia Católica, lo que la diferencia en primer lugar de
cualquier otra organización religiosa sobre la faz de la tierra, es la
presencia viva de Jesucristo Nuestro Señor dentro de ella. Esta inhabitación
actual de Nuestro Señor dentro de la sociedad que fundó es la gran y esencial gloria
de la Iglesia Católica. Es la razón
fundamental por la que la Iglesia Católica puede y debe ser designada con
exactitud como la verdadera Iglesia de Jesucristo, el Reino y la Ciudad y la
Casa de Dios. Puesto que la comunidad y compañía de Cristo se debe encontrar
dentro de la sociedad de sus discípulos Pío XII, en su magistral encíclica Mystici Corporis, puede insistir correctamente
que:
“Nada
más glorioso, nada más noble, nada, a la verdad, más honroso se puede pensar
que formar parte de la Iglesia santa, católica, apostólica y romana”[1].
Ciertamente,
nadie puede comenzar a darse cuenta lo que la Iglesia Católica es realmente
hasta que lo considere a la luz de la presencia viva de Cristo dentro de ella.
A menos que nos demos cuenta del hecho que Nuestro Señor reside realmente
dentro de la Iglesia, toda designación de esta sociedad como el Cuerpo Místico
de Cristo o como Esposa de Cristo va a ser, para todo propósito y finalidad,
prácticamente sin sentido para nosotros. Además, a fin de amar a la Iglesia
como debemos, tenemos que tomar conciencia también de la vida durable y
actividad dentro de ella por parte de Nuestro Señor. El Papa Pío XII nos
recuerda esto en aquella sección de la Mystici
Corporis en la que nos exhorta amar a la Iglesia:
“Para
que este amor sólido e íntegro more en nuestras almas y aumente de día en día,
es necesario que nos acostumbremos a ver en la Iglesia al mismo Cristo. Porque Cristo es quien vive
en su Iglesia, quien por medio de ella enseña, gobierna y santifica”[2].
Los
Católicos hoy, sometidos como están a la influencia de la propaganda y
actitudes del mundo a su alrededor, están en peligro de no apreciar la
realidad completa de la presencia de Nuestro Señor dentro de la Iglesia
Católica visible. En medio de la agitación de la presión a favor de los
movimientos “interconfesionales”[3] y
otros parecidos, hay una tendencia casi inevitable a imaginar que Cristo
está en la Iglesia solamente de una manera imaginaria o metafórica. Esa
desafortunada tendencia es ayudada y aumentada a veces por libros e
instrucciones que, aunque creíbles en otros aspectos, persisten constantemente
en emplear metáforas y otras expresiones figurativas al tratar sobre las
relaciones de la Iglesia con Nuestro Señor. Por una u otra razón, los hombres y
mujeres modernos están inclinados a rebajar como imaginario e irreal y, por lo
tanto, básicamente como sin importancia, cualquier tema que se les presente
predominantemente en términos metafóricos.
El hecho de no
apreciar la completa realidad de la presencia de Nuestro Señor en la Iglesia
Católica es responsable de un fenómeno desafortunado e incluso peligroso en los
escritos religiosos modernos. Es el hábito de colocar a la verdadera Iglesia de
Jesucristo, si no al mismo nivel que las otras sociedades religiosas, al menos
en la misma clase que ellas. En algunos casos la tendencia se reduce a la
táctica esencialmente protestante de imaginar la existencia de una Iglesia
invisible, una agrupación de hombres y mujeres de buena voluntad pertenecientes
a todas las religiones, que se supone constituye el verdadero Cuerpo Místico de
Jesucristo[4].
De la misma manera, el
olvido del hecho que Cristo vive y actúa realmente en la Iglesia Católica
conduce a la errónea opinión, pero desafortunadamente muy común, de que la
diferencia esencial entre la Iglesia Católica y otras sociedades religiosas se
encuentra en el hecho de que la Iglesia Católica enseña toda la verdad
religiosa mientras que estas otras organizaciones presentan solamente una
porción de ella. Tal diferencia de hecho existe, pero bajo ningún aspecto es la
diferencia última y esencial. A fin de cuentas, la verdadera razón por la que
la Iglesia Católica es algo distinto y superior a todas las organizaciones
religiosas en el mundo, se encuentra en el hecho de que Nuestro Señor habita
realmente dentro de esta Iglesia Católica y solamente dentro de ella. Dentro de esta sociedad, y de ninguna otra manera,
encontramos la comunidad de Cristo, nuestro Dios y Redentor.
[1] Acta Apostolicae Sedis, XXXV (1943), 237.
[2] Ibid., 238.
[3] Nota del Blog: ¿Qué diría hoy en
día?
[4] Nota del Blog: Cualquier parecido
con la realidad no es mera
coincidencia.