Nota del
Blog: El siguiente texto del
P. Thibaut S.J., está tomado de la Nouvelle
Revue Théologique, Tomo 49 (1922), p. 555 sig.
Lamentablemente pasa lo que vemos siempre: quitado el Milenio de la
exégesis, todo se vuelve oscuro, complicado, forzado.
Cuando los Padres hablaban ora del reino de la gracia, ora del reino de
la gloria, estaban en lo cierto porque esta petición incluye ambos aspectos, es decir, cuando pedimos
que venga el reino de Dios, pedimos que venga a la tierra y no que nosotros vayamos al cielo, con lo cual es un
reino de gracia, pero a su vez ese
reino absoluto y universal de la gracia, sólo puede venir por medio de la Vuelta
gloriosa de Nuestro Señor (Mt. XIX, 28; XXV, 31, etc.) que estará acompañado de
los santos, de los ángeles, y de los raptados, y entonces será, para éstos, un
reino de gloria. El mismo sentido
vemos en las otras dos peticiones: santificado
sea tu Nombre… en la tierra (Is. XXIX, 23 sobre Israel y Ez. XXXVI, 23
para los gentiles; y en el cielo: Is. VI, 3; Apoc. IV, 8) y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, el
cual no necesita mayores comentarios.
Texto hebreo del Padre nuestro representado en la Iglesia del Pater Noster en el Monte de los Olivos |
I.-
Venga tu Reino (Mt. VI, 10: Lc. XI, 2).
Los Padres latinos, salvo San
Ambrosio, vieron en el reino del Pater
el reino final de la gloria, y los Padres griegos, salvo San Juan Crisóstomo,
el reino previo de la gracia. Por esta razón la enseñanza usual adopta la
pluralidad de sentidos[1].
Suárez,
que toma parte también por el sentido múltiple, no ve ningún inconveniente en
ello[2].
Sin embargo, sentido múltiple[3], sentido prácticamente
confuso. Ahora bien, la voluntad solamente tiende decididamente a un
término bien definido. Sin dudas que uno permanece libre de precisar el reino
que pide actualmente, pero, dado que se trata de una oración común, ¿es
conveniente que la precisión no se obtenga sino fuera de la unidad? ¿No
habrá propuesto Nuestro Señor, a fin de salvaguardar ambos, un reino en
particular, evidentemente el principal, al cual tienden en primer lugar
nuestros deseos, dejando que se construyan sobre él los secundarios?
Jerarquizar
nuestros deseos no significa empobrecerlos, muy por el contrario. Por otra
parte, al poner en evidencia un solo reino, imitaremos al mismo tiempo a los
Padres griegos y latinos que ciertamente difieren sobre el reino a elegir, pero
concuerdan en elegir uno.
Desde
el momento en que hay que elegir, es la gloria lo que hay que escoger; pues
uno toma la gracia al mismo tiempo, pero en su rango: es decir, implícita y
secundariamente. En efecto, ésta está encerrada en aquella como en comienzo en
el fin; y el deseo tiende naturalmente primero a la obra maestra por la cual el
boceto deviene, a su vez, deseable.
Máxime
si el contexto, como lo mostró Maldonado (in Mt. VI, 10), impone la misma
conclusión. El tuum caracteriza
manifiestamente las tres primeras demandas, así como el nostrum especifica las siguientes. El sentido del adveniat regnum tuum no es, pues, que
Dios reine especialmente en nosotros por la gracia, ni siquiera que nosotros
reinemos con Él en la gloria, sino que el sentido formal y principal es que
Dios reine universal y absolutamente. Así pedimos que su Nombre sea
santificado y su Voluntad acatada no solo por nosotros sino por todos
indistintamente[4].
Este reino, universal y absoluto, es el reino final, el único además digno de
Aquel a quien se lo deseamos, Nuestro
Padre que está en los cielos.
El
mismo San Pablo nos enseña que el reino del Padre va a llegar al fin de los
tiempos, cuando la Iglesia haya concluido, el infierno totalmente vencido, el
pecado destruido hasta en la muerte:
“Después
el fin, cuando Él entregue el reino al Dios y Padre, cuando anulare todo
principado, y toda potestad y virtud… El último enemigo destruido será la
muerte… Y cuando le hayan sido sometidas todas las cosas, entonces el mismo
Hijo también se someterá al que le sometió todas las cosas, para que Dios sea
todo en todo”. (I Cor. XV, 24-28)[5].
Y,
en primer lugar, el reino se acabará. La Iglesia, en efecto, sin cesar de
combatir hasta el fin y hasta el fin sobrecargada también y afeada por nuestros
pecados, de repente, desde que tenga consigo a los justos el día de venganza y
liberación, desde que el juicio haya quitado los miembros pútridos, la Iglesia
victoriosa por siempre como su Esposo aparecerá al fin digna de Él: “sin mancha, ni arruga, ni nada semejante,
sino santa e inmaculada” (Ef. V, 27).
Luego,
la derrota de Satanás será consumada. El foco de la rebelión, dejado en el
mundo, como la concupiscencia en el cuerpo, para darnos ocasión de lucha y
triunfo (Ef. VI, 11-12), una vez terminada la prueba, será expulsado al abismo
(Apoc. XX, 9)[6].
Finalmente,
la misma muerte será destruida, ese último resto del pecado (I Cor. XV, 26).
Victoria suprema que las tres Iglesias concuerdan en desear: la Iglesia del
cielo que quisiera contemplar su Cabeza con los ojos del cuerpo, como María ya
lo hace; la Iglesia del purgatorio que suspira por la restauración universal de
la cual la resurrección de la carne será el signo, y la Iglesia de la tierra
que con gusto se vería transfigurada sin pasar por el sepulcro (II Cor. V, 4).
Entonces[7],
cuando se celebren las bodas del Cordero, cuando se haya restablecido el orden
en todas partes, Dios será todo en todos
(I Cor. XV, 28) ¿No es la fórmula ideal del Reino de Nuestro Padre?
Conclusión: La
venida de la cual se trata formalmente en la segunda petición de la Oración
dominical es el retorno glorioso del Salvador tanto amado por la Iglesia
primitiva y por los Padres latinos.
[1] Ver la mayoría de los Catecismos, en particular
el de Trento, 4º parte, ch. XI, l. II.
[2] De oratione vocali, cap. VIII, nº 11.
[3] Nota del Blog: Más que sentido múltiple preferimos ver en los Padres un sentido parcial, pues creemos, como dijimos en
la nota inicial, que se trata de ambos aspectos y que los Padres se enfocaron
en una parte del sentido.
[4] Nota del Blog: Acatada en
la tierra, ergo, se trata de viadores también.
[5] Nota del Blog: Omite el ilustrísimo autor el v. 23:
“Pero cada uno por su orden: como primicia Cristo; luego los de Cristo en su Parusía; después al fin… etc.”.
[6] Nota del Blog: De nuevo: se fuerzan los textos a más no poder.
La expulsión de Satanás en el Abismo tiene el carácter de una prisión temporaria como lo dice explícitamente el texto, ver Apoc. XX, 3.7,
con lo cual, mal puede ser ese acto el último.
[7] Nota del Blog: Entonces… al fin del Milenio. No queda otra
opción, pues en San Pablo vemos una sucesión de eventos y no mera
simultaneidad.