domingo, 25 de febrero de 2018

La Respuesta de Nuestro Señor a Pilatos (Jn. XIX, 11)

Nota del Blog: Hermosa y muy natural explicación de un pasaje evangélico un tanto difícil, escrita por el P. R. Thibaut S.J. y publicado por la Nouvelle Revue Théologique, Tomo 54 (1927), p. 208-211.



Los judíos lanzaron finalmente el grito decisivo:

“Nosotros tenemos una Ley y, según esta Ley, debe morir, porque se ha hecho Hijo de Dios.”

Ante estas palabras, remarca San Juan (XIX, 8), Pilatos temió aún más.  Al entrar de nuevo al pretorio, le dijo a Jesús:

“¿De dónde eres Tú?”.

Jesús no le dio respuesta.

“Díjole, entonces, Pilatos: “¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo el poder de librarte y el poder de crucificarte?”.

Esta vez, Jesús responde:

No tendrías sobre Mí ningún poder, si (poder) no te hubiera sido dado de lo alto, por esto quien me entregó a ti, tiene mayor pecado”.

Después de esta respuesta, nota todavía San Juan (XIX, 12), Pilatos busca salvar a Jesús.

En esta breve respuesta de Nuestro Señor, hay al menos cinco elementos que los comentadores han interpretado en forma diversa.


1) El poder reconocido a Pilatos: ¿Es un poder legítimo, privilegio del gobernador romano, o bien una pura licencia de obrar, común a todos los enemigos de Cristo, cuya hora ha venido junto con el poder de las Tinieblas? (Lc. XXII, 53).

2) El origen de ese poder: ¿Es Dios que inviste a Pilatos de una particular autoridad o al menos permitiéndole hacer crucificar a Jesús, o bien Satán cuyo “reino es de una región superior a la nuestra”? (Cfr. Le Camus, Vie de Notre-Seigneur, tomo 3, p. 324, nota 3).

3) El hecho que agrava el pecado del que ha entregado a Jesús: ¿Está sobreentendido (y entonces no queda más el apuro de la elección) o bien es el poder reconocido a Pilatos, o no es más bien el carácter condicional de ese poder? (cfr. Jansenius Gand.).

4) El que ha entregado a Jesús a Pilatos: ¿Es Satanás, Judas, Caifás, los judíos en general o incluso todos los pecadores por cuya salvación Dios sacrificó a su Hijo?

5) El pecado menos grande que sobreentiende el pecado más grande del traidor, sea quien sea: ¿Es, según la opinión recibida, el pecado de Pilatos? ¿No es más bien el pecado del traidor, pero en una hipótesis no realizada? ¿En la hipótesis en que Pilatos no hubiera tenido ninguna clase de poder sobre Jesús (opinión de Loisy descartada por el P. Lagrange), o bien en la hipótesis en que Pilatos hubiera tenido todo poder sobre el acusado, es decir, si este hubiera sido un hombre como otro y no el Hijo de Dios?

Creemos que hay que adoptar esta última hipótesis. El segundo término de la comparación no es el pecado de Pilatos (todavía futuro), sino el del traidor en el estado aparente de las cosas que Pilatos ha formulado en su exabrupto y que Nuestro Señor desmiente en su respuesta. Esta respuesta deviene menos oscura si invertimos el orden de las proposiciones, invirtiendo al mismo tiempo el sentido de su conjunción: el que me ha entregado a ti tiene un pecado más grande[1], porque tú no tendrías sobre mí ningún poder, si no te hubiera sido dado de lo alto, es decir, porque, siendo Hijo de Dios, estoy naturalmente fuera de tu jurisdicción.

Admitido esto, todas las dificultades desaparecen.

1) El poder de Pilatos es un poder precario, condicional, naturalmente irreal, del cual no usará el detentador sino en cuanto se lo permita el mismo acusado. Jansenio el Grande (1596) ya lo había remarcado, pero sin adivinar, parece, por qué la naturaleza débil del poder de Pilatos agravaba la falta de los judíos. Es que el contexto pone allí la afirmación del carácter divino del acusado, y que entregar un Dios (sacrilegio) es más grave que entregar un puro hombre (injusticia).

2) El permiso que hace capaz a Pilatos de hacer bien o mal a Jesús viene evidentemente de Dios.

3) El hecho que agrava el pecado del que entregó a Jesús a Pilatos, es que Pilatos no tendría ningún poder sobre Jesús sin el permiso divino; es toda la primera proposición: “no tendrías… si…”, y no el sobreentendido del irreal: “pero tú has de hecho…”.

4) No importa para nada saber nominalmente quién entregó al Hijo de Dios, porque se trata del hecho de entregarlo, la formalidad misma del que entrega al Hijo de Dios, es eso lo que Nuestro Señor tiene en cuenta aquí y no otra cosa.

5) En cuanto a la falta futura de Pilatos, ella no puede ser vista directamente, como se ha creído generalmente. Sin embargo, está implícita en el mismo juicio dado sobre la falta de los judíos: si es más grave entregar al Hijo de Dios, es más grave aún condenarlo.

La interpretación que proponemos hace más que resolver las dificultades del texto. Relaciona el texto con el contexto y explica la actitud de Nuestro Señor. Al responder al exabrupto de Pilatos, Nuestro Señor responde al mismo tiempo la pregunta precedente: “¿De dónde eres?”. Pues, negar que el juez tenga naturalmente al acusado en su poder, es afirmar que ese acusado es de una condición excepcional, que es verdaderamente lo que los judíos le señalan y que hay en Él ese Dios escondido cuyo presentimiento aumentó la inquietud de Pilatos. El maius peccatum es un eco del magis timuit.

Nuestro Señor es, pues, condescendiente. También es justo. Está muy lejos de decirle al dubitante Pilatos que su pecado eventual será siempre menor que el de los judíos; por el contrario, le declara que el pecado de los judíos es más grave que lo que se imagina y que, por lo tanto, debe pensar dos veces cooperar con él. Y Pilatos comprendió bien la lección. Redobló los esfuerzos para salvar al misterioso desconocido. Pero ¡ay!, el miedo al César acallará finalmente el miedo al Dios escondido.




[1] Nota del Blog: “Tiene un pecado más grande… que el que te imaginas”, como se vé más abajo.