Nota del Blog: Esta poesía la trae Arintero en su “Grados de oración”, edit. Fides,
1950, pag. 225-226 precedidas por las siguientes palabras: Estado de un alma, incapacitada y reducida a un solo afecto de amor
doliente.
Jerusalén. Imagen del Rey David a metros de su tumba. |
¿Me bastará una
cuerda?
¿Sólo una nota?
Un arpa yo tenía
Bella y sonora;
¡Y qué alegre cantaba
A cada hora!...
Mas, al pulsarla un
día
Manos divinas...
Rompiéronle una a una
Sus cuerdas finas.
Rompiéronle ¡ay! sus
cuerdas,
¡Y yacen rotas!...
¿Cómo podrán dar
bellas
Variadas notas?
Un ¡ay! o algún
gemido
Tal vez exhalan.
¡Ah! ¡no! las cuerdas
rotas,
Las cuerdas callan.
El arpa silenciosa
No canta ahora;
Sus cuerdas ya no
vibran,
¡El arpa llora!...
¿Cómo cantar podría
Si se ve ausente
Del Amador divino,
Si no le siente?
En vano al temor
santo
Arpegiar quiero;
Esta cuerda no vibra;
Cantar no puedo.
En vano al cielo
miro,
Que no le veo:
y a cantar no me
invita
Hoy su deseo.
Sólo queda una
cuerda,
La del dolor:
Si la pulsan responde
Tan sólo: Amor...
Que el Amador que un
día
¡Ay! Me robó
Y rompió el arpa mía,
Y me llagó,
Sólo, sólo una cuerda
Dejó vibrante
Que canta… solo a
impulsos
De un Dios amante
Ni temor ni esperanza
Vibrante queda...
Ya no me queda nada
En que asir pueda.
Las cuerdas de mi
arpa
¡Ay! se han quebrado,
Que las quebró la
mano
Qué me ha llagado!...
Para dar bellos
sones:
Al arpa rota,
¿Le bastará una
cuerda?
¿Sólo una nota?
Que una cuerda me
queda,
La del dolor;
Canta sólo una nota:
¡Amor, amor!...