Sin embargo, antes de pasar a las objeciones, es del
todo necesario que continuemos con el v. 7.
En efecto (γὰρ), el
misterio ya está obrando de iniquidad; sólo el que detiene ahora, hasta que del
medio surja[1].
Zerwick:
“Μόνον
(solo): Falta el verbo. Tal
vez “hay que esperar”.
Veamos primero algunos comentarios de carácter más
general:
Padovani:
“Por misterio[2]
de iniquidad no hay que entender como hacen algunos el Anticristo
(ya que entonces no había aparecido, cfr. v. 3), ni a Nerón (que entonces no
reinaba), sino con la mayoría “la iniquidad arcana y latente, que
alguna vez (a saber, en el tiempo del Anticristo) se dará a conocer
públicamente y se desencadenará abiertamente (Estio)”.
Rigaux:
“μυστήριον (misterio), una vez en los evangelios, Mc. IV, 11, y en
plural en los paralelos, Mt. XIII, 11; Lc. VIII, 10 y en Apoc. I, 20;
X, 7; XVII, 7. En Pablo 21 veces. Jamás en sentido de misterio griego, o
religión de misterio. El sentido general es una cosa, persona, doctrina
escondida, inaccesible al conocimiento humano, sea porque es el secreto del
plan divino, Rom. XI, 25, o el secreto de un acto divino en la Parusía, I Cor.
XV, 51. La revelación de Cristo supone que ha habido un secreto, el secreto
de Dios: Col. II, 2. Cf. Col. I, 26; II, 2; IV, 3. Los apóstoles son los
reveladores de la economía de los misterios de Dios, I Cor. XV, 1. Lo mismo
la epístola a los Efesios hace uno de sus temas favoritos de la revelación del
misterio de Cristo, III, 4, que es el misterio de la voluntad de Dios,
I, 9, y el misterio del evangelio VI, 19. Uno estaría tentado de
impregnar la palabra misterio del concepto del secreto divino, de hacer de ella
un sinónimo de evangelio. Pero en I Cor. XIV, 2 Pablo dice que los glosolales
dicen misterios, cosas escondidas e incomprensibles. El sentido no está lejos
de I Cor. XV, 51. Además en I Tim. III, 9, habla del misterio de la fe,
genitivo de aposición que es el contenido de la fe, revelado por Jesucristo. Pero
no tenemos ningún paralelo concreto que arroje mucha luz sobre nuestro texto.
El misterio que aquí trabaja, y que está completamente compuesto de ἀνομία (iniquidad), genitivo de aposición, no
puede ser más que la misma ἀνομίας que obra, no en la plena manifestación
reservada a los últimos días al período de la revelación del Anticristo, sino
por caminos que no son comprensibles por los hombres. Así, Dios tiene su misterio,
Satán no está desprovisto del suyo. Su reino en la ἀνομία no surge en el gran
día, sino que se esconde en las vías tenebrosas del mal y de la impiedad”.
“Μόνον ὁ κατέχων ἄρτι (solo el que demora ahora): La frase
nos parece elíptica. Milligan no lo admite. Tenemos una construcción
paulina paralela en Gal. II, 10: μόνον τῶν πτωχῶν ἵνα μνημονεύωμεν, con tal
solamente que nos acordemos de los pobres (…) μόνον (solo), aquí como en Gálatas, tiene el
sentido de únicamente, es la única
condición para que el anomos aparezca”.
[1] No podemos dejar de señalar otra interesante
traducción que nos enviaron tras una consulta, seguida de una atinadísima
observación:
“Y ahora conocéis bien el obstáculo para que Él sea develado en
su oportuno tiempo: en efecto (γὰρ), el misterio de inequidad ya
está operando, solamente el que obstaculiza ahora, hasta que surja de este
medio”.
Esto por lo que hace a la traducción, y luego nos ilustraba:
“Es muy importante darle su verdadero sentido
de enlace lógico a la partícula γὰρ del versículo 7:
ella expresa ya desde Homero (y más aún en Platón, Aristóteles y la
koiné) la adecuación de su oración o proposición (en la que está incluida)
con la oración o proposición anterior. Se refiere con precisión al verbo en
aspecto perfecto - οἴδατε - (tenéis bien conocido), el cual, a
su vez, resume todo lo explicado por San Pablo en los vv. 1 a 5 en cuanto a no
engañarse sobre la inmediatez de la Parusía del Señor. Por todo esto, no es
correcto traducir γὰρ con el sentido causal débil con que es
costumbre hacerlo (pues o entonces)”.
[2] Con respecto al misterio hay que
notar que el único lugar que este
término aparece en los Evangelios se encuentra en las parábolas del reino, con lo cual parecería que hablar de “los misterios del reino de los cielos” (Mt. XIII, 11; Mc. IV, 11; Lc. VIII, 10),
no es necesariamente lo mismo que hablar sobre “el reino de los cielos” sino
solamente sobre una parte, y relacionada más en concreto con los últimos
tiempos. Esto explicaría, tal vez, la famosa cuestión de por qué Jesús les habló
a las turbas en parábolas sin explicarles el contenido, y más importante aún,
por dónde hay que buscar la exégesis de todas esas parábolas.