miércoles, 17 de agosto de 2016

Apocalipsis XIX y la Parusía (IV de VI)

4) EN QUÉ VIENE

Por si fuera poco tenemos otra circunstancia no menos evidente donde podemos apreciar una diferencia esencial.

Al describir a Jesucristo, el capítulo XIX lo introduce viniendo en un caballo:

11. “Y vi el cielo abierto y he aquí un caballo blanco y el sedente sobre él llamado “Fiel y Verdadero” y con justicia juzga y guerrea”.

Pero, por el contrario, cuando en el Nuevo Testamento se describe la Parusía se habla siempre de la nube y nunca de un caballo.

Mateo XXIV, 30: “Y entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo, y entonces harán luto todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gloria mucha”.

Mateo XXVI, 64: “Jesús le respondió: “Tú lo has dicho. Y Yo os digo: desde este momento veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y viniendo sobre las nubes del cielo”.

Ver también los lugares paralelos: Mc. XIII, 26; XIV, 62 y Lc. XXI, 27.

Hech. I, 9-11: “Dicho esto, fue elevado, viéndolo ellos, y una nube lo recibió (quitándolo) de sus ojos. Y como ellos fijaron sus miradas en el cielo, mientras Él se alejaba, he aquí que dos varones, vestidos de blanco, se les habían puesto al lado, los cuales les dijeron: “Varones de Galilea, ¿por qué quedáis aquí mirando al cielo? Este Jesús que de en medio de vosotros ha sido recogido en el cielo, vendrá de la misma manera que lo habéis visto ir al cielo”.

A lo cual Straubinger comenta:


Vendrá de la mismo manera, es decir, sobre las nubes, según Él mismo lo anunció”[1].

Y también:

Apoc. I, 7: “He aquí, viene con las nubes y le verá todo ojo y los que le traspasaron y harán luto por Él todas las tribus de la tierra. Sí, Amén”.

Apoc. XIV, 14-20: “Y vi y he aquí una nube blanca y sobre la nube uno sentado, semejante a Hijo de hombre que tenía en su cabeza una corona de oro y en su mano una hoz afilada. Y otro ángel salió del templo, clamando con gran voz al sedente sobre la nube: “Envía tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de segar, porque se ha secado la siega de la tierra”. Y arrojó el sedente sobre la nube su hoz sobre la tierra y fue segada la tierra. Y otro ángel salió del templo, del que está en el cielo, teniendo también él una hoz afilada. Y otro ángel salió del altar, el que tiene autoridad sobre el fuego y llamó con gran voz al que tenía la hoz, la afilada, diciendo: “Envía tu hoz, la afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque han madurado sus uvas”. Y arrojó el ángel su hoz sobre la tierra y vendimió la viña de la tierra, y arrojó (la vendimia) en el lagar del furor de Dios, el grande. Y fue pisado el lagar fuera de la ciudad y salió sangre del lagar hasta los frenos de los caballos, desde estadios mil seiscientos”.

A estos concluyentes textos se les podrían relacionar otros dos:

I Tes. IV, 17: “Después, nosotros los vivientes que quedemos, seremos arrebatados juntamente con ellos en nubes hacia el aire al encuentro del Señor; y así estaremos siempre con el Señor”.

Apoc. XI, 11-12: “Y después de los tres días y medio, un espíritu de vida de parte de Dios entró en ellos y se pusieron sobre sus pies y un gran temor cayó sobre quienes los contemplaban. Y oyeron una gran voz del cielo diciéndoles: “Subid acá”. Y subieron al cielo en la nube y los contemplaron sus enemigos”.


En conclusión: estas son las principales diferencias que hemos notado entre ambos acontecimientos, pero antes de pasar a la principal objeción contra nuestra opinión, será bueno cerrar nuestra argumentación con una última observación que impediría ver en la batalla del capítulo XIX la segunda Venida de Nuestro Señor.

Se trata de un argumento de carácter doctrinal que curiosamente ha sido pasado por alto por los exégetas: si la batalla del cap. XIX se identifica con la Parusía, entonces sería factible conocer, no la hora, pero sí el día de la Parusía, contrariamente a la terminante afirmación de Nuestro Señor en el Discurso Parusíaco; esto es así ya que sabemos que el reinado del Anticristo va a durar tres años y medio, cuarenta y dos meses o mil doscientos sesenta días, que es todo lo mismo (Dan. VII, 25; Apoc. XIII, 5). Ahora bien, para conocer el día de la Parusía bastaría esperar que el Anticristo haga su aparición, dando muerte a los dos Testigos y profanando el Templo, y a ese día sumarle otros mil doscientos sesenta[2].




[1] Este “de la misma manera” también puede incluir lo que dijimos en el punto 3 al hablar del lugar de donde ha de volver, pues así como ascendió hacia el oriente, si viene de la misma manera, cabría pensar que lo hará desde allí y no desde el sur.

[2] O incluso antes. Bastará esperar que venga Elías y entonces sumar 2520 días (los siete años proféticos que corresponden a la septuagésima Semana de Daniel).