domingo, 15 de junio de 2014

Consagración a la Trinidad

  Nota del Blog: tomado del hermoso librito "La Trinidad en mi vida" del P. Philipon, O.P
  Mantenemos el énfasis del original.

Sancta Trinitas

Por las manos de María,
en unión con el Verbo Encarnado,
me ofrezco como Hostia de la Trinidad.


He aquí, por fin, el ACTO DE CONSAGRACION A LA TRINIDAD, razón de ser y punto de convergencia de todas las páginas de este opúsculo, cuyo fin ha sido ayudar a las almas a consagrarse ellas mismas a la Trinidad, en la plena conciencia de su bautismo. Cada uno, según sus propias aspiraciones y sus propias necesidades, debe recitar esta ofrenda a la Trinidad, la que, vivida, cada día, debiera encaminarla hacia la florescencia de su gracia bautismal, es decir hacia la más alta santidad.
Esta consagración como HOSTIA DE LA TRINIDAD debe quedar EN LA MAS PURA LINEA DEL BAUTISMO. Aquí está lo capital. El día más oportuno para esta consagración es el aniversario del propio bautismo. Interesa  sin embargo renovarla frecuentemente, no sólo en la fiesta de la Santísima Trinidad, sino cada vez que se asiste a la Santa Misa, cuando, al Ofertorio, el Sacerdote murmura: "Suscipe Sancta Trinitas", y, mejor aún, en la Consagración, cuando la Iglesia eleva silenciosamente hacia Dios al Crucificado realmente presente, SACERDOTE y HOSTIA DE LA TRINIDAD.
Se observará en ella la preocupación primordial de hacer pasar la más sublime vida mística por el eje necesario de las virtudes cristianas: fe, esperanza, caridad, prudencia, justicia, fortaleza y templanza.
La santidad cristiana no es más que el heroísmo de las virtudes.


Acto de consagración a la Trinidad

Oh silenciosa y beatificante Trinidad, suprema fuente de luz, de amor y de inmutable paz, todo está ordenado a la alabanza de vuestro nombre, en el cielo, sobre la tierra y hasta en los infiernos. PARA UNIRME A LA INCESANTE ALABANZA DEL VERBO, QUE SUBE A VOS DESDE LAS PROFUNDIDADES DEL ALMA DE CRISTO, ME OFREZCO A TRAVES DE EL, CON EL, Y EN EL, A IMITACION DE LA VIRGEN DE LA ENCARNACION Y POR SUS MANOS PURISIMAS. COMO HOSTIA DE LA TRINIDAD.

PADRE AMADISIMO, la gracia del bautismo me ha convertido en hijo vuestro. Cobijadme. Que ninguna falta voluntaria venga a ensombrecer, ni ligeramente siquiera, la pureza de mi alma;  sino que mi vida se eleve a Vos, cada día más y más fiel, en el abandono filial y sin límites del hijo que se sabe amado por la ternura de un Padre todopoderoso.

Oh VERBO, pensamiento Eterno de mi Dios, Figura de su Substancia y Esplendor de su gloria, no quiero más luz que Vos. Iluminad con vuestra Luz de vida mis tinieblas. Que yo marche, firme en la fe, cada vez más dócil a las iluminaciones de vuestra sabiduría, de vuestra inteligencia y de vuestra ciencia, en espera del día en que toda otra luz se desvanecerá ante la fulgurante claridad de vuestro rostro divino.

ESPIRITU SANTO, que unís al Padre y al Hijo en una felicidad sin fin, enseñadme a vivir todos los instantes y a través de todas las cosas en la intimidad de mi Dios, consumada más y más en la unidad de la Trinidad. Sí, por encima de todo, dadme vuestro Espíritu de amor para animar con vuestra santidad hasta los menores actos de vida, a fin de que yo sea en verdad en vuestra Iglesia, para la redención de las almas y la gloria del Padre, UNA HOSTIA DE AMOR EN ALABANZA DE LA TRINIDAD.

PADRE, HIJO Y ESPIRITU SANTO, Trinidad ardiente y creadora, que conducís a todos los seres del universo con fuerza y suavidad hacia los eternos destinos, asociadme a la fecundidad de vuestra acción. Dadme un alma de Cristo Redentor.
Que mi vida se desarrolle enteramente EN EL PLAN DE LA REDENCION con la conciencia plena de que a través de los más minúsculos detalles de una existencia humana se realizan vuestros eternos designios. Que a la luz de vuestras inspiraciones y con el apoyo de vuestra gracia, yo escoja ser, en el lugar en que Vos me habéis colocado, redentor con Cristo, colaborador con El en la acción maravillosamente fecunda de vuestra Trinidad en el mundo.
Que todos mis actos estén impregnados de vuestra JUSTICIA que salvaguarda, ante todo, los derechos de Dios, para que sea El, el "primero servido", en todas las circunstancias. Que todos mis actos estén animados de ese sentimiento fraternal para con todos los hombres que da a cada uno lo que le es debido, mas con la sonrisa de la caridad, como conviene a hijos de un Padre común que a todos nos espera en los cielos.
Dadme una invencible FORTALEZA de alma. Que mi amor a Vos sea más fuerte que la muerte. Que jamás vacile mi voluntad ante el deber. Que nada enfríe mi ardor en vuestro servicio. Inspiradme la audacia de las grandes empresas y dadme la fuerza de realizarlas, si es necesario, hasta el martirio, para la mayor gloria de vuestro nombre.
Os pido un ALMA CON LIMPIEZA DE CRISTAL, digna de ser un templo vivo de la Trinidad. Dios santo, guarda mi alma junto a Cristo, en la unidad, con todo su poder de amar, ávida de comulgar sin cesar con vuestra infinita pureza. Que mi alma atraviese este mundo corrompido, santa e inmaculada en el amor, en vuestra sola presencia, bajo vuestra sola mirada, sin la menor mancha que venga a ensombrecer en ella el brillo de vuestra dicha.
Y Vos, OH VIRGEN PURISIMA, Madre de Dios y del Cristo total, que cada día tenéis la misión esencial de entregar a Jesús al mundo, PLASMAD EN MI UN ALMA DE CRISTO. Que yo pueda, asociado como Vos a todos los sentimientos del Verbo encarnado, expresar a Cristo en cada uno de mis actos ante los ojos del Padre.
Como Vos, yo quiero ser hostia por la Iglesia, amándola hasta dar mi vida por Ella, amándola con el mismo amor que Cristo.
Hija del Padre, Madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo, unidme en la medida en que sea capaz mi alma, al misterio de vuestra propia vida identificada con la de Cristo. Sois el modelo de toda santidad, después de Cristo; el ideal de todas las almas que quieren ser en la Iglesia, para la redención del mundo y la mayor gloria de Dios, hostias de la Trinidad.

Después de este mundo que pasa, cuando se hayan desvanecido para mí las sombras de esta tierra, que mi vida de eternidad transcurra en la faz de la Trinidad, en la incesante alabanza de gloria de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.