II) Tiene relación con lo que
antecede.
Pongamos
el texto añadiéndole al final el versículo de que tratamos.
Mateo
XXVII
62. Al otro día, siguiente, de la Preparación,
los sumos sacerdotes y los fariseos se reunieron y fueron a Pilatos.
63. A decirle: Señor, recordamos que aquel
impostor dijo cuando vivía: “A los tres días resucitaré”.
64. Manda, pues, que el sepulcro sea guardado hasta
el tercer día, no sea que los discípulos vengan a robarlo y digan al pueblo:
“ha resucitado de entre los muertos” y la última impostura sea peor que la
primera.
65. Pilatos les dijo: “Tenéis guardia. Id y
guardadlo como sabéis.”
66. Ellos, pues, fueron y aseguraron el sepulcro con
la guardia, después de haber sellado la piedra.
67. Mas, en la tarde del sábado que luce en el
primer día de la semana vino María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro.
Es decir, vinieron a visitar
el sepulcro por piedad, pero también para ver si había alguna novedad. Habían
llegado a las mujeres los rumores de que se pondría una guardia y se alarmaron.
Pues claro está que, en ese caso, de haber allí una guardia de soldados, no
podían cumplir, al día siguiente por lo menos, el piadoso designio que tenían
de ir a embalsamar el cuerpo de Jesús.
Por
ello es que María Magdalena va como en comisión y en nombre de todas a visitar
el sepulcro. Basta para ello que una la acompañe, por decoro. Fueron, pues,
vieron el sepulcro y no hallaron guardia, porque fueron antes que los judíos la
pusieran. Ellas fueron en la tarde del sábado. Los judíos no iban a
quebrantar el sábado, y un sábado tan grande como aquel que caía en la
Pascua, llevando soldados, levantando la piedra, asegurándola y ponerle el
sello, etc. Además no tenía objeto. Porque la cuestión era al tercer
día. Si al ir al tercer día hallaran que el cuerpo no estaba, el robo
quedaba manifiesto.
Ya
se ve, pues que este versículo de la visita de las dos mujeres forma parte de
lo que antecede, lo explica y lo completa.
Para
confirmar esto mismo servirá grandemente ahora probar que la traducción literal
del versículo antedicho y que dimos anteriormente es la propia y ajustada.
“Vespere
autem sabbati”.
Nadie
negará que estas palabras significan la tarde del sábado, lo mismo que su
equivalente en el texto griego. Y que traducidas por “pasado el sábado” o
“transcurrido el sábado” es forzar el sentido. Desde la primera página del
Génesis hallamos que “vespere” significa la tarde: “factumque est vespere et mane, dies unus” (Gen I, 5). Cualquier diccionario nos dirá lo
mismo. Aún hoy en nuestra lengua, víspera significa tarde y aún el día anterior.
Así la víspera del sábado es el viernes y la del domingo es el sábado. Este
traslado del sentido se pudo introducir y desarrollar porque entre nosotros el
día no tiene más que una tarde a causa de que comienza y termina con la
medianoche. Eso no podía suceder entre los judíos, porque para ellos el día
comenzaba y terminaba con la puesta del sol, y por consiguiente, tendía dos
tardes, una por la cual comenzaba y otra por la que terminaba. De modo que para
entenderse tenían que acompañar la palabra vespere con algún
aditamento para saber de cuál tarde se trataba, si de la primera o de la
segunda.
Así
San Mateo expresa que se trataba de la segunda tarde del sábado, y por eso
agrega “quae lucesict in prima sabbati”, así como San Lucas, para indicar que hablaba de
la primera, empleó el verbo “illucescebat” (XXIII, 54) y que Mons. Straubinger traduce muy
acertadamente “y comenzaba ya el sábado”. Y en la nota explica:
“El Evangelista quiere expresar que ya estaba por
comenzar el sábado, el cual, como es sabido, empezaba al caer la tarde, y no
con el día natural. El griego usa un verbo semejante a alborear; pero cuyo
sentido es simplemente comenzar”.
También
los diccionarios griegos nos dicen que el verbo en cuestión tiene el
significado de comenzar, comenzar el día, que entre los judíos era
la tarde, la puesta del sol y no la media noche o la madrugada.
“In prima sabbati”.
Esto es, “in prima die sabbati”.
Los judíos denominaban los siete días de la semana de esta forma: prima
sabbati, secunda sabbati, tertia sabbati, quarta sabbati, quinta sabbati,
parasceve, sabbatum.
Prima o una sabbati o sabbatorum igual a nuestro domingo.
Secunda sabbati o sabbatorum igual a nuestro lunes.
Tertia sabbati o sabbatorum igual a nuestro martes.
Quarta sabbati o sabbatorum igual a nuestro miércoles.
Quinta sabbati o sabbatorum igual a nuestro juseves.
Parasceve igual a nuestro viernes.
Sabbatum igual a nuestro sábado.
He
aquí pues la traducción justa del versículo:
“Mas, en la tarde del sábado que cae en (o sobre)
el primer día de la semana vino María Magdalena y la otra María a ver (o visitar)
el sepulcro”.
Este término de ver o visitar
el sepulcro expresa claramente la razón que las llevaba al sepulcro en aquel
momento. No iban a embalsamar el cuerpo de N. Señor porque no era día para
ello, sino a ver, a visitar, a inspeccionar, a informarse
de visu para luego informar a sus compañeras.
III) No es un hecho suelto.
Se
me podrá decir: eso de los rumores que llegaron a las mujeres sobre la guardia
que iban a poner los judíos y lo que se añade que María Magdalena y su
compañera fueron a ver, inspeccionar en nombre de todas, no pasa de ser una
suposición personal. El texto santo nada dice de esas cosas. Y en cuanto a la
explicación que se nos da del versículo, igual se puede sostener o admitir sin
moverlo de su sitio.
Decimos
que las suposiciones no se hallan, es verdad, en el sagrado texto, pero que nos
parecen muy razonables. Los ministros del Poder Ejecutivo en Buenos Aires no
pueden reunirse con el presidente, sin que la mayor parte de los habitantes de
la capital se enteren. Capital y gran capital religiosa era en aquel entonces
Jerusalén:
“Se reunieron, dice San Mateo, los
sumos sacerdotes y los fariseos”.
Los ciudadanos de Jerusalén
se preguntan enseguida cuál o cuáles habrán sido los motivos de la reunión. Y
de una u otra forma se llega a saber algo por lo menos de lo que se ha tratado.
“Se reunieron” y “fueron a Pilatos”. Podemos admitir que los reunidos
mantuvieron el secreto de lo tratado. Mas cuando luego se presentaron a Pilatos
para reclamar que pusiera guardia en el sepulcro, imposible fue ya mantener el
secreto.
En
cuanto al lugar que ocupa el versículo, ello tiene, a nuestro juicio, cierta
importancia. El primer Evangelio que suele leerse es el de San Mateo. Después
de leer las escenas de la Pasión llega uno aquí con el ánimo
angustiado. Ve los títulos del capítulo siguiente: “Resurrección de Jesús”, “Se
aparece a las mujeres”, etc. Lee y esta primera impresión es la que le queda
profundamente grabada en su ánimo. Ya no se le borra más. Lee después los otros
Evangelios y todo su empeño es concertar los textos, con el presupuesto de que
los otros Evangelios han dicho o tienen que haber dicho cosas y hechos
concordantes con lo que en ese versículo se afirma.
Se
me dirá, en fin, que separado ese versículo, queda el relato de San Mateo en el
aire. El Ángel habla a unas mujeres y no se sabe cuáles son. A esto se contesta
que cuando San Mateo escribió su Evangelio, vivían todos o casi todos los
testigos de lo que había pasado con Jesús. Amigos y enemigos conocían a esas
mujeres. En las reuniones de los cristianos y aún en las sinagogas se narraba y
comentaba lo sucedido, la vida, pasión y muerte de Jesucristo, así como su
gloriosa resurrección. No tenía por esto necesidad San Mateo, o el Espíritu
Santo de nombrarlas[1].
Se
habían de escribir todavía tres Evangelios.
Si
no se desliga ese versículo de lo que le sigue, la dificultad de conciliar los
textos que de suyo es ya grande, se vuelve casi inextricable. Porque no se sabe
cómo ni en qué forma puede haber sucedido todo lo que nos dice San Juan
referente a la Magdalena.
Por
supuesto no se trata de imponer nuestra opinión. Opinión es y opinión queda.
Los entendidos en estas materias dirán lo que puedan valer, si es que algo
vale.
J.
A. Carballo.
Nota de la dirección
de la Revista: A nuestro parecer
el trabajo que acabamos de publicar, pasa de ser una simple hipótesis. Es más
bien fruto de largo y profundo estudio del texto sagrado y contribuye al esclarecimiento
de un problema que los intérpretes de las Sagradas Escrituras, por lo menos
hasta ahora, no han logrado solucionar a satisfacción: la sucesión de las
visitas de las santas mujeres al sepulcro y el orden cronológico de las
apariciones de Jesús. Separado el vers. 1 del cap. XXVIII de San Mateo de lo
que sigue se gana una nueva luz, y la visita de María Magdalena con la otra
María para “ver el sepulcro” se coloca definitivamente en la tarde del sábado,
sin estorbar las visitas que María Magdalena y también las otras mujeres
hicieron en la mañana del domingo. Además, contribuye a evitar la creencia
confusa de que el Señor pudo resucitar cuando esa primera visita a Magdalena,
en cuyo caso la resurrección se habría realizado no el tercer día sino el
segundo.
[1] Nota del
Blog: Hay otra
respuesta más sencilla todavía y que no contradice a la que da el autor, y es
que San Mateo no cuida nunca de colocar los hechos en su lugar propio, como así
tampoco en nombrar las personas que intervienen sino que tiende a utilizar las
generalizaciones: cfr. Mt. XXI, 20 y Mc. XI, 21; Mt. XXIV, 3 y Mc. XIII, 3,
etc.