jueves, 20 de noviembre de 2025

El Milenarismo y el Magisterio Eclesiástico (II de V)

 II) Análisis del Milenarismo de los Padres

y autores ortodoxos

 

Lo primero y principal que hay que tener en cuenta a la hora de entender lo que sucederá durante esos mil años es que va a haber dos grupos de personas:

 a) En primer lugar, están los santos resucitados en la resurrección primera, que van a estar con Cristo en la Jerusalén Celeste, la cual, a su vez, va a estar sobre la Jerusalén terrestre.

En substancia, la idea es que, durante el Milenio, la Jerusalén terrestre va a ser el centro espiritual y político de la humanidad, y que sobre ella va a estar la Jerusalén Celeste iluminándola.

 

Is. LX, 1-3.19-20: “Álzate y resplandece, porque viene tu lumbrera, y la gloria de Yahvé brilla sobre ti. Pues mientras las tinieblas cubren la tierra, y densa oscuridad a las naciones, se levanta sobre ti Yahvé, y se deja ver sobre ti su gloria. Los gentiles vendrán hacia tu luz… No será ya el sol tu luz durante el día, ni te alumbrará la luz de la luna; porque Yahvé será para ti eterna lumbrera, y tu esplendor el Dios tuyo. No se pondrá más tu sol, ni faltará tu luna; porque tu luz eterna será Yahvé, y los días de tu llanto se habrán acabado”.

 

Voy a volver sobre esto enseguida.

 b) El segundo grupo está constituido por lo que se conoce con el nombre técnico de “viadores”, o sea “los que están en vía o en camino” hacia la patria celestial. Dicho de otra manera, los simples mortales como nosotros.

Estos viadores van a poblar la tierra, y van a ser como nosotros hoy en día: capaces de mérito y de pecado, van a procrear, morir, etc.

Pero, y esto es muy importante, no todo va a ser como es ahora.

Lacunza y otros autores enumeran varios medios extraordinarios que van a facilitar enormemente la práctica de la virtud en aquellos tiempos:

 1) En primer lugar, de los tres enemigos que tiene el hombre: el demonio, el mundo y la carne, los dos primeros, que son los enemigos externos del hombre, van a estar sometidos.

El demonio, como hemos leído, va a estar en una prisión llamada abismo, mientras que el “mundo”, o sea, la contra-iglesia, la ciudad del hombre –que tan hermosamente describió San Agustín– con todas sus herejías, leyes inicuas, escándalos, etc. no va a existir, porque todas las naciones van a reconocer al verdadero Dios.

 

Dan. II, 44-45: “En los días de aquellos reyes el Dios del cielo suscitará un reino que nunca jamás será destruido, y que no pasará a otro pueblo; quebrantará y destruirá todos aquellos reinos, en tanto que él mismo subsistirá para siempre, conforme viste que de la montaña se desprendió una piedra —no por mano alguna—, que desmenuzó el hierro, el bronce, el barro, la plata y el oro”.

 

Es cierto que va a quedar la carne, o sea las consecuencias del pecado original, con su concupiscencia, malas inclinaciones, debilidades, etc., pero no es menos cierto que van a ser ayudados enormemente por la sociedad y, por lo tanto, la práctica de la virtud va a ser mucho más fácil de lo que es ahora, e incluso de lo que fue alguna vez. 

2) Paz universal. Paz que fue rota ya desde los primeros días cuando Caín mató a Abel, y desde entonces se han sucedido las guerras unas después de otras (Salmos XLV, LXXV, LXXXIV, Is. II, 4, etc., etc.).

 

Sal. XLV, 9-11: “Venid y ved las obras de Yahvé, las maravillas que ha hecho sobre la tierra. Cómo hace cesar las guerras hasta los confines del orbe, cómo quiebra el arco y hace trizas la lanza, y echa los escudos al fuego. “Basta ya; sabed que Yo soy Dios, sublime entre las naciones, excelso sobre la tierra”.

 

3) Uniformidad de lenguas, perdida desde la torre de Babel, y de la cual Pentecostés fue una sombra.

 

Sof. III, 9: “Entonces volveré a dar a los pueblos labios puros, para que todos invoquen el Nombre de Yahvé, y le sirvan de común acuerdo”.

 

4) Todas las Naciones enviarán embajadores a Jerusalén para adorar a Dios, y desde allí recibirán las leyes, que tendrán que llevar a sus respectivos países (Is. II, Miq. IV; Sal. LXIV, LXXI y LXXV, etc.).

 

Miq. IV, 1-2: “Sucederá al fin de los días que el monte de la Casa de Yahvé tendrá su fundamento en la cima de los montes, y se elevará sobre las alturas. Afluirán a él los pueblos, y vendrán numerosas naciones, que dirán: “¡Venid, y subamos al monte de Yahvé, y a la casa del Dios de Jacob! Él nos enseñará sus caminos, y andaremos por sus senderos.” Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra de Yahvé”.

 

Zacarías (cap. XIV) dice que el país que no envíe a sus embajadores, no recibirá la bendición de la lluvia, y esto nos ayuda a entender la rebelión de Gog-Magog al final del Milenio, pues parece que, con el correr del tiempo, algunas naciones dejarán de enviar sus embajadores, y así comenzarán a relajarse poco a poco, pues no recibirán leyes para aplicar en sus pueblos, y entonces, cuando salga el demonio de su prisión, va a encontrar algunas naciones entibiadas y las va a poder seducir para que ataquen Jerusalén.

 5) Los que vayan a Jerusalén verán el infierno, lo cual los llenará de un santo temor de Dios, y luego narrarán todo lo visto en sus respectivos países.

 

Is. LXVI, 23-24: “Y de neomenia en neomenia, y de sábado en sábado, vendrá toda carne para postrarse delante de Mí, dice Yahvé. Y saldrán, y verán los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra Mí; cuyo gusano nunca morirá, y cuyo fuego nunca se apagará; y serán objeto de horror para todos los hombres”.

 

6) Cielos nuevos y tierra nueva: Así como los cielos actuales difieren mucho de los que había antes de Noé, durante el Milenio se van a volver (y mejorados) a los cielos y tierra primeros. Lo cual va a hacer que el aire sea más puro, no van a existir las estaciones, y así las personas van a vivir muchos más años, como antes del diluvio. Por eso no es exagerado pensar que haya personas que han de estar vivas al comienzo y al fin del milenio.

De hecho, lo da a entender claramente Isaías cuando dice (LXV, 20):

 

“No habrá allí en adelante niño (nacido) para (pocos) días, ni anciano que no haya cumplido sus días, pues morir niño será morir a los cien años, y el pecador de cien años será maldito”.

 

Hoy en día, un niño muere a los 8 o 10 años, así que, si sacamos la proporción con lo que viven las personas hoy en día, vamos a llegar tranquilamente a los 800 o incluso 1000 años de vida.

 7) La tierra va a participar de la bendición de Dios dando frutos abundantísimos (Sal. CVI, Is. XXXV, testimonio de Papías, etc.).

 

Am. IX, 13: “He aquí que vienen días, dice Yahvé, en que al arador le seguirá el segador, y al que pisa las uvas el que esparce la semilla; los montes destilarán mosto, y todas las colinas abundarán de fruto”.

 

8) Tal vez los continentes se vuelvan a unir, tal como estaban antes del Diluvio, por lo que parece insinuar Gén. X, 25 y Apoc. XXI, 1.

 

***

 

Bueno, hasta acá un breve repaso de las principales características de esta época. Lo esencial es que el Reino Milenario coincide con el “vendrá a juzgar a los vivos” del Credo.

“Juzgar”, en sentido bíblico, las más de las veces es lo mismo que gobernar, ya que en la Biblia no existe, como en la actualidad, división de poderes, pues el rey es también el juez supremo; pero también tiene el significado de emitir un juicio, las más de las veces en el sentido peyorativo de “condena”.

Será un tiempo de paz donde las Naciones, con Israel a la cabeza, reconocerán y adorarán al verdadero Dios.

Teniendo en cuenta las características que acabo de nombrar, será más fácil entender los otros milenarismos heréticos.

 1) Milenarismo Carnal: es el que propugnaba el hereje Cerinto y que consiste básicamente en decir que los Santos van a gozar de delicias carnales, sobre todo el de la procreación, con el otro grupo, el de los viadores.

Por supuesto que esto contradice terminantemente las palabras del Evangelio donde Nuestro Señor dice:

 

“Los hijos de este siglo toman mujer, y las mujeres son dadas en matrimonio; mas los que hayan sido juzgados dignos de alcanzar el siglo aquel y la resurrección de entre los muertos, no tomarán mujer, y (las mujeres) no serán dadas en matrimonio, porque no pueden ya morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección” (Lc. XX, 34-36).

 

Y es por eso que los Padres, unánimemente, rechazaron como herético y blasfemo esta clase de Milenarismo. Y con razón.

 2) Milenarismo Judaizante: este es un poco más sutil que el anterior.

Básicamente, lo que dice es que, en los tiempos del reino del Mesías, van a existir todas las ceremonias y ritos del Antiguo Testamento, los cuales van a tener valor en sí mismos y van a ser necesarios para la salvación.

Claro está que esto es, ni más ni menos, lo mismo contra lo que luchó la Iglesia ya en el Concilio de Jerusalén y que vemos en varias epístolas de San Pablo.

Existe, incluso entre los autores milenaristas, algunas diferencias sobre este tema, pues algunos defienden la existencia de algunas ceremonias, pero solamente como imagen de las realidades de las que eran figura.