lunes, 8 de enero de 2018

Las Genealogías Genesíacas y la Cronología, por Ramos García (III de IX)

Hemos apuntado la analogía entre la función de Cainán en estas genealogías y la de Ticio, Cayo o Sempronio en los casos jurídicos y morales y esto nos lleva a estudiar, si quiera brevemente, la morfología de ese nombre singular, por si tiene acaso algo que ver su significado con la función propuesta; y desde luego podemos adelantar que aun en esto es singular, pues ni es simple como Adán, Set, Enós, etc., ni compuesto como Malaleel Matuselah sino derivado de nombre conocido, el único nombre derivado de la larga lista.

El nombre de Cainán, contraído Kénán, consta del nombre sustantivo Cain y el sufijo -an.

Cain, pronunciado vulgarmente Caín, es el nombre del primogénito de Adán y Eva. Como interpretación de ese nombre están las palabras de la madre: “he adquirido (qaniti) —ganado o procreado— un hijo con la ayuda de Dios” (Gen. IV,1). El verbo semítico qaná equivale así al gené del indo-europeo, de donde el latín gigno, genus, gens, genius, natus (= gnatus), alto alemán kind, etc. Caín, según su nombre es, pues, un hijo, un kind de Adán y Eva, ni más ni menos que su hermano Abel, cuyo nombre así mismo significa hijo. Ambos nombres se explican perfectamente por el asirio.

El sufijo -an es uno de los sufijos primitivos, a juzgar por lo extendido que se halla en lenguas las más distantes en el espacio y en el tiempo, desde la antiquísima lengua drávida, donde lo ha reconocido el P. Heras, hasta el latín y lenguas neolatinas. Expresa relación de procedencia o de pertenencia: Román (de Roma), Gaitán (de Gaeta), Froilán (de Fruela), etc., etc. La misma forma se halla en el hebreo. Así tenemos Arán (de har “monte”) Montano, nombre del hermano de Abraham (Gen. XI, 26), Enan (de 'ain “fuente”) Fontán (Num. I, 15), Zetan (de zait “aceituno”) Oliverio (I Cron. VII, 10), Zimran (de zemer “caprea”) Capreolo (Gen. XXV, 2), Yitran (de yeter, “sobra”) Abundio (Gen. XXXVI, 26), Salman (de selem “paz") Pacífico (Os. X, 14). Y con mimación, que no altera el significado: Malkham (de melekh “rey”) Basilio (I Cron. VIII, 9), Pir'am (de pere´ “asno salvaje”) Onagrio (Jos. X, 3), para no citar más que unos cuantos nombres propios.

Entre estos nombres propios hay bastantes que se presentan en las dos formas, la primitiva y la derivada, por el estilo de los nombres latinos Ticio Ticiano, Julio Juliano, Félix Feliciano. Y así tenemos en hebreo Lot y Lotan (Gen. XXXVI, 20), On (Num. XVI, 1) y Unan (Gen. XXXVIII, 4) u Onam (Gen. XXXXVI, 23), Er (Gen. XXXVIII, 3) y Eran (Num. XXVI, 36), Cus y Cusan (Jud. III, 8; Hab. III, 7) y aun Husam (Gen. XXXVI, 34), Nasam (I Cron. IV, 15) y Na'aman, Oren (I Cron. II, 25) y Ornan (II Cron. III, 1), Bela' (Gen. XXXVI, 32) y Bil'am, el célebre Balaám. Y de esa misma hechura son Cain y Cainan.


Omito, por no alargar, otros detalles, como el poner ejemplos de nombres con el sufijo en -on u om, sucedáneos de -an y -am. Basten, como muestra, los binomios: Melkhom // Melkham, Gersom // Gerson, Nahas // Nahason.

 La conclusión que de estas elucubraciones morfológicas se desprende es que así como Cain significa el hijo, así Cainán significa el nieto, hijo de hijo, descendiente en general, y a tenor del significado del nombre, Cainán no sería un individuo determinado, hijo de Enós o de Arfaxad, sino un descendiente suyo cualquiera, innominado, un peloni álmoni (signatus et non nominatus), que se dirá en el hebreo posterior (Rut IV, 1), un fulano que decimos nosotros, homo quidam, ὁ δεῖνα.

Así, pues, Enós o bien Arfaxad, teniendo tantos años de edad, engendró a un fulano, y éste, sin más determinación de fecha, engendró a su vez a Malaleel y a Selah, respectivamente, el cual lo mismo pudiera ser hijo que nieto, biznieto, tataranieto, decinieto o centinieto del dicho fulano, Ticio, Cayo o Cainán.

Si se quiere no obstante considerar el nombre de Cainán, no como un nombre representativo, sino como el nombre propio del hijo de Enós o de Arfaxad, no hay mayor inconveniente en ello, siempre que se le despoje de lo que no es suyo, y que tiene de prestado, esto es su atuendo cronológico de tantos años + tantos = tantos años de vida.


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Según esta exposición, cada una de las dos tablas genealógicas consta de dos retazos discontinuos, con las comisuras harto flojas en Cainán. Mas como el segundo retazo de la primera tabla se une sin solución de continuidad con el primero de la segunda, de las dos genealogías gemelas fórmanse tres islotes histórico-cronológicos con sus cimas respectivas, que son Adán, Noé y Abraham.

Como ascendencia de Adán están todos los grados de la creación, que en él se concentran y subliman; de su descendencia hácese memoria hasta la tercera generación. En la ascendencia de Noé, el hombre del Diluvio, recuérdase hasta el quinto grado, que es Malaleel; de su descendencia hácese memoria hasta la tercera generación lo mismo que en la de Adán, señalada, en ambos con el nombre de Cainán. De la ascendencia de Abraham llégase a recordar hasta el séptimo grado, que es Selah; su descendencia continúa todavía desde hace unos cuatro mil años.

Y aquí una observación interesante, cuya importancia no escapará a ninguno: la prevalencia manifiesta que en estas memorias genesíacas tiene la ascendencia de esos tres grandes hombres sobre su descendencia, supone a todo mi entender que ellos fueron los principales archivos de tales memorias antiquísimas.

Prosigamos.

Con lo dicho se comprende toda la transcendencia de las dos genealogías que venimos estudiando, pues son el puente tendido por el historiador sagrado, entre el primero y el segundo islote la primera, y entre el segundo y el tercero la segunda. Y comparadas las generaciones a los arcos, no se conocen ni se nombran más que los primeros y los últimos de cada puente. En representación de los arcos preteridos, a un punto dado de entrambas genealogías, pónese el nombre de Cainán.

La estructura de las dos tablas genealógicas, obra del redactor del Pentateuco, es, pues, algo estudiadamente artificioso; y si bajo este aspecto las genealogías son muy útiles para darnos una idea esquemática de la historia antigua, son menos a propósito para la cronología, por no poderse entroncar los 1.340 años del primer bloque (el de Adán) y los 1.955 del segundo (el de Noé) con la serie cronológica universal. El tercer bloque histórico-cronológico (el de Abrahám) ya entronca o puede entroncar con la universal cronología; y poniendo el nacimiento de Abraham hacia el 2000 a.C., en el 130 de su padre Terah, ascendemos con su séptimo ascendiente hasta el 2865 antes de la humana redención, que es aproximadamente el comienzo del imperio chino.

Las dinastías mesopotámicas, contando las 20 que precedieron a la primera dinastía Babilónica que es la de Hammurabi, contemporáneo de Abraham, remontarse a unos 3.300 años a.C., con la primera dinastía de Uruk, primera que se presenta con algunos visos de historicidad[1]. Del nombre de su fundador Enmekar, perdido el alef prostético, se originó a todo mi parecer el nombre del célebre Nemrod, hijo de Cus, “el que comenzó a hacerse poderoso en la tierra” (Gen. X, 8), y cuyo tercer sucesor es el no menos célebre Ghilgames. Nemrod-Enmekar vivió según esto a unos 53 siglos de nosotros. Es una lumbrarada de luz histórica, que recoge la tradición bíblica y la babilónica.

Más cortas quizá se quedan las dinastías egipcias, si nos limitamos a las llamadas dinastías históricas, comenzando por Menes de This. Mas a las 30 dinastías históricas habría que anteponer, al menos, cuatro dinastías más, que según el Cronicón de Eusebio son, una de semidioses en 1.255 años, otra de reyes en 1.817, una tercera de 30 reyes menfitas en 1.790, y una cuarta de 10 reyes thinitas en 350 años; los cuales, juntos, cubren un lapso de tiempo de 5.219 años, con lo cual se asciende a buena altura en la cronología del Egipto predinástico.

Más allá de estas fechas, el caos histórico y cronológico que la tradición profana intenta llenar con leyendas varias y la tradición bíblica llena con una sola palabra, Cainán, discretamente entreverada por dos veces en la serie cronológica.






[1] Podrá parecer muy baja la cifra de 3.000 años a.C. para el comienzo de la primera dinastía de Uruk, pero en un estudio personal del Prisma de Oxford y otros documentos paralelos, creemos haber llegado a averiguar que las tres dinastías de Kis, de la II a la IV, son rigurosamente sincrónicas a las restantes 10 dinastías desde la I de Uruk (din. I) hasta la III de ídem (din. XIII), y ya sólo con esto se eliminan cerca de 3.800 años en la cuenta de las dinastías mesopotámicas. Estamos dispuestos a exhibir la prueba.