2. El cual testificó la Palabra de Dios y el
Testimonio de Jesucristo, todo lo cual ha visto.
Este versículo es mucho más sencillo que el
anterior, aunque por lo general los autores lo interpretan en un sentido muy
diverso al que vamos a dar.
I) El cual testificó
Este pronombre relativo hace referencia a “el siervo suyo, Juan”
de quien termina hablando el versículo 1. Hasta aquí no hay nada más que
comentar. Todos concuerdan, por otra parte.
II) la Palabra de Dios y el Testimonio de Jesucristo
He aquí el objeto del testimonio de San Juan: la Palabra de Dios y el Testimonio de Jesucristo.
Este testimonio coincide, claro está, con lo
que se le muestra (v. 1).
Aquí es donde comienzan las diferencias, ya que
por lo general toman los términos diciendo que San
Juan habla sobre el testimonio que dio Jesucristo, o
lo refieren al cuarto Evangelio, etc.
Por lo general (Allo es una de las excepciones) los autores no se toman ni siquiera la
molestia de buscar estos términos en el resto del Apocalipsis, lo cual les
hubiera ayudado a entender su significado.
Los lugares en los cuales aparecen son los
siguientes:
1) La Palabra de Dios:
I, 9: “Yo Juan, hermano vuestro y copartícipe
en la tribulación y el reino y la paciencia en Jesús, fui
en la isla llamada Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del
Testimonio de Jesús”.
VI, 9: “Y cuando abrió el quinto sello,
vi debajo del altar las almas de los degollados por la causa de la Palabra de Dios y a causa del testimonio que tenían…”.
XX, 4: “Y vi tronos; y sentáronse en ellos, y les fue dado juzgar, y (vi) a las almas de los que
habían sido degollados a causa del testimonio de Jesús y a causa de la
Palabra de Dios y a los que no
habían adorado a la bestia, ni a su estatua, ni habían aceptado la marca en sus
frentes ni en sus manos”.
2) El testimonio de Jesucristo:
I, 9: “Yo Juan, hermano vuestro y copartícipe
en la tribulación y el reino y la paciencia en Jesús, fui
en la isla llamada Patmos, a causa de la Palabra de Dios y del Testimonio de Jesús”.
XII, 17: “Y se enfureció el dragón contra la Mujer, y se fue a hacer guerra contra
el resto del linaje de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y
mantienen el testimonio de Jesús”.
XIX, 10: “Caí entonces a sus pies para postrarme ante él. Más él me dijo: “Guárdate
de hacerlo. Yo
soy consiervo tuyo y de tus hermanos, los que tienen el testimonio de Jesús. Póstrate ante Dios. El
testimonio de Jesús es el espíritu de profecía”.
XX, 4: “Y vi tronos; y sentáronse en ellos, y les fue dado juzgar, y (vi) a
las almas de los que habían sido degollados a
causa del testimonio de Jesús y a causa de la Palabra de
Dios y a los que no habían adorado
a la bestia, ni a su estatua, ni habían aceptado la marca en sus frentes ni en
sus manos”.
A
través de nuestros artículos hemos afirmado una y otra vez que el Apocalipsis
está dirigido casi en su totalidad a desarrollar la Septuagésima semana
daniélica (IX, 27), la cual se divide en dos partes iguales. El suceso
que marca la división no es sino la Abominación de la desolación en el Templo.
Ahora bien, la primera mitad corresponde a la predicación de Elías y la
segunda mitad al reinado del Anticristo. En ambos períodos hay mártires,
y es a ellos a los cuales se refieren los textos que acabamos de citar.
a) Lo que hemos dado en llamar “los
Mártires del quinto Sello” son aquellos que tendrán por misión la
predicación del evangelio (i.e. de la buena nueva del inminente reinado de
facto de Jesucristo) en todo el mundo. El capítulo VI, no
deja lugar a dudas sobre su identidad. Por último en el capítulo XX San
Juan se ve el premio que reciben.
b) Por otra parte los que mantienen
el testimonio de Jesucristo son obviamente los Mártires del
Anticristo como puede verse en el capítulo XII donde se dice que la
Bestia se va a hacer la guerra contra el linaje de la Mujer. Además estos Mártires
son nombrados en el capítulo XIX alegrándose
por la destrucción de Babilonia, tal como lo dejamos dicho AQUI y no hay para
qué extendernos sobre el tema.
Desta
forma podemos ver que el objeto del testimonio de San Juan coincide
con lo que ya dejamos dicho en el versículo 1, es decir con la Septuagésima
semana de Daniel.
Este
versículo no es más que una aclaración o desarrollo del anterior.
Antes
de cerrar esta sección será bueno decir algunas palabras sobre el texto del capítulo
I, v. 9:
I, 9: “Yo Juan, hermano vuestro y copartícipe
en la tribulación y el reino y la paciencia en Jesús, fui
en la isla llamada Patmos, a causa de la Palabra de Dios y
del Testimonio de Jesús”.
Es interesante notar que el texto no dice que San Juan simplemente estaba en la isla de Patmos,
aunque así lo interpreten muchos, sino que dice que fue llevado allí. Es
muy ilustrativa a este respecto la nota que trae Caballero Sánchez al versículo 10 cuando dice:
“Los “críticos” habituados a desmenuzar los textos
para amputarlos según su propio gusto, notan que se acaba de poner la
expresión: “fui a la isla…”, y que ahora se repite la misma locución:
“fui en espíritu al Día dominical”. Sospechan que aquel primer “fui” es un
duplicado del segundo, y por lo tanto debe suprimirse como interpolación que
vuelve el estilo torpe.
Como no existe absolutamente ningún derecho para
semejante amputación “crítica”, nosotros, deseosos de comprender el motivo de
la repetición de “fui”, pensamos que así está puesto para hacernos entender de
qué Día dominical se habla…
Si
antes aquel “fui” conservaba toda su fuerza griega de “vine a encontrarme en
la isla por fuerza superior”, ¿por qué aquí no se le dará el mismo sentido:
“vine a encontrarme situado por la fuerza del Espíritu en el DIA DEL SEÑOR”?
¿No será que los “sabios”, con ese miedo instintivo que sienten para la Parusía,
quieren borrar aquí también la idea de ella, y quedarse tranquilos traduciendo
inocentemente: caí en éxtasis un día domingo…”?
Traducción inaceptable, primero porque suprime el
paralelismo de expresión y de sentido entre el primer “fui” con su complemento
“en la isla”, y el segundo “fui” con su propio complemento “en el día del
Señor”, solo que en el primer inciso Juan no dice de qué modo “vino a
estar” en la isla; mientras que en el segundo señala en único vehículo que
explica cómo pudo “venir a estar” en el Día del Señor: una moción carismática
del Espíritu. Inaceptable también porque, en segundo lugar, considera como
inútil el artículo que lleva Día. Si para los “sabios” un artículo más o menos
no tiene ninguna importancia, sí la tiene para Juan que
sabe lo que dice. Y suponiendo que la celebración de los domingos fuese ya
institución oficial en la
Iglesia del año 64[1], y que Juan,
habiendo tenido toda la serie de sus Visiones en un solo domingo, quería
determinar ese día, debía haber escrito: “el domingo tal…” y si no quería
determinarlo, debía haberse contentado con poner: “un domingo…”. Pero tales
suposiciones son inútiles. El texto es diáfano: “por soplo del Espíritu vine
a estar en el DIA DEL SEÑOR”.
Según esto ἐγενόμην no
debe traducirse por “estaba” sino por “fui”. Caballero Sánchez cree
que aquellos que llevan a San Juan, uno a
Patmos y otro a “el día del Señor”, son dos personas distintas (el emperador y
el Espíritu Santo), y así lo creíamos también, pero ahora nos parece que la
explicación es otra.
Cuando el versículo 9 dice
que Juan fue llevado a Patmos “a causa de la Palabra de
Dios y del Testimonio de Jesús”, no afirma necesariamente que haya sido llevado
allá por el emperador como castigo y a causa de su testimonio y
predicación. No vamos a negar que San Juan pueda
haber sido exiliado a Patmos, e incluso no tenemos problemas en aceptar que
haya sido como consecuencia de un castigo de Diocleciano por su
predicación del Evangelio. Sin embargo esto es indiferente para nuestro punto
en cuestión. Primero porque hay que probar que San Juan haya
estado hablando de eso en estos versículos, y segundo porque los lugares
paralelos, a los que ya hemos aludido, dan un significado muy preciso a “la
Palabra de Dios” y a “el Testimonio de Jesucristo” que impiden entender estos
versículos de su prédica.
Así, pues, según nuestro parecer, el sentido del
versículo sería: fui llevado a la Isla de Patmos para recibir la revelación
tocante a “la Palabra de Dios” y a “el Testimonio de Jesucristo”, pero sin
aclarar nada al respecto. Sin determinar ni por quién fue llevado ni a qué
tiempos se refiere esa revelación. Sin embargo el versículo siguiente sirve de
explicación del versículo anterior cuando dice:
“Fui en Espíritu en el día del
Señor[2]…”.
Y aquí se explica todo: San Juan fue
llevado a Patmos por el Espíritu (sea valiéndose del Emperador o no) a fin de
ver todo lo relacionado con los dos grandes grupos de mártires de la última
semana daniélica, es decir a los sucesos anteriores a la Parusía, a “el día del
Señor”.
III) Todo lo cual ha visto.
No hay mucho por decir aquí sino tan sólo
contestar a una posible objeción que podría ver en estas palabras una
contradicción con la respuesta que dimos AQUI a una dificultad.
Allí decíamos que no había que confundir lo
que San Juan ve, con lo que a San Juan se le muestra, y afirmábamos que al Evangelista se le muestra
la septuagésima semana, pero que ve además otras cosas.
Pero, podría objetar alguien, aquí se dice que
San Juan ve la septuagésima semana, y no que se le muestra.
La respuesta es fácil:
Jesucristo le ordenó a San Juan escribir todo lo que había visto y entre las cosas que ve, está lo que
se le muestra (septuagésima semana), es decir, que entre lo que San Juan ve y lo que
se le muestra hay una diferencia de género a especie: Juan ve todo lo que se le muestra pero no se le
muestra todo lo que ve.
Terminabitur.
[1] El autor cree erróneamente que el Apocalipsis fue escrito en ese año.