Encontramos
en el Evangelio unas palabras de Nuestro Señor aplicadas a veces a nuestros
tiempos.
Al
responder la pregunta de los Apóstoles sobre los signos de la consumación del
siglo, Jesús dijo (Mt. XXIV, 14):
“Y será proclamado este Evangelio del Reino en todo
el mundo habitado, en testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin”.
Tenemos,
pues, un acontecimiento necesario y previo a la Parusía[1], pero ¿en qué consiste
exactamente?, y más importante aún, ¿es algo pasado o futuro?
Algunos
autores pretenden dar esta profecía como cumplida ya en tiempos de Pío XII,
pero creemos que un pequeño análisis de estos versículos nos obligará a
repensar el asunto.
Primero
veamos los textos en cuestión[2]:
Mt. XXIV, 9-14:
"Entonces os entregarán a tribulación y os
matarán y seréis odiados por todas las naciones a causa de mi nombre. Y
entonces se escandalizarán muchos, y unos a otros se entregarán y se odiarán
unos a otros. Y muchos falsos profetas se levantarán y engañarán a muchos. Y
por multiplicarse la iniquidad, se enfriará la caridad de los muchos. Pero el
perseverante hasta el fin, éste será salvo. Y será proclamado este Evangelio
del Reino en todo el mundo habitado, en testimonio a todas las naciones.
Y entonces vendrá el fin”.
Mt. X, 17-22:
“Y guardaos de los hombres: en efecto, os entregarán
a sanedrines y en sus sinagogas os azotarán, y ante gobernadores y reyes
seréis llevados por mi causa en testimonio para ellos y las naciones. y
cuando os entregaren, no os preocupéis de cómo o qué hablaréis; en efecto, os
será dado en la hora aquella qué hablaréis. En efecto, no sois vosotros los que
habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre el que habla en medio de vosotros. Y
entregará hermano a hermano a muerte y padre a hijo y se levantarán hijos
contra padres y los matarán. Y seréis odiados por todos a causa de mi
nombre; pero el perseverante hasta el fin, éste será salvo”.
Mc. XIII, 9-13:
“Y ved a vosotros mismos: os entregarán a sanedrines
y en sinagogas seréis golpeados y ante gobernadores y reyes estaréis de
pie, a causa mía, en testimonio para ellos. Y a todas las naciones
primero debe proclamarse el Evangelio. Y cuando os lleven, entregando, no os
preocupéis de antemano qué hablaréis; sino lo que se os dé en la hora aquella,
esto hablad; en efecto, no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu
Santo. Y entregará hermano a hermano a muerte y padre a hijo y se levantarán
hijos contra padres y los matarán. Y seréis odiados por todos a causa de mi
nombre; pero el perseverante hasta el fin, éste será salvo”.
De
estos textos podemos sacar en limpio las siguientes conclusiones: