Además de lo dicho hasta aquí, no estará de más
señalar que esta teoría tiene una ventaja no despreciable.
Esta nueva exégesis nos permite observar la maravillosa
unidad y perfecta identidad de la predicación de San Pablo y la de Nuestro
Señor en el Discurso Parusíaco[1]
cuando, al ser interrogado sobre los signos de la Parusía, se contentó con dar
dos[2],
uno remoto: la Abominación de la
Desolación en el Lugar Santo; y otro próximo:
la conversión total de Israel. Es decir, Nuestro Señor habló de dos sucesos
que habían de tener lugar antes de su
segunda y gloriosa Venida, uno de los cuales es el que aquí repite el Apóstol:
la aparición del Anticristo; con lo cual ambos están enseñando lo mismo, a
saber, que la Parusía no tendrá lugar antes que se manifieste el principal
enemigo de Cristo.
Ahora bien, teniendo en cuenta que la Abominación de la Desolación en el Lugar
Santo es el Anticristo profanando el Santuario de Jerusalén reconstruido[3],
entonces lo que vemos claramente en esta nueva interpretación es la identidad
de prédicas. En otras palabras, San Pablo, al fundar las iglesias y predicarles
a sus neófitos, no hacía más que repetir la enseñanza del Divino Maestro sobre
los signos de su segunda Venida, enseñando que uno de ellos había de ser la
aparición del Anticristo profanando el Santuario, hecho que habrá de
incluir también la supresión del Sacrificio, como sabemos por Dan. IX, 27,
y la muerte de los dos Testigos, tal como lo enseña Apoc. XI, 7.
Y todo esto puede probarse además por la identidad de lenguaje usado por San
Pablo, Nuestro Señor y el Apocalipsis[4], como veremos en una pequeña
paráfrasis a continuación.