miércoles, 27 de febrero de 2019

Algunas Notas a Apocalipsis VI, 2


2. Y vi y he aquí un caballo blanco y el sentado sobre él tenía un arco y se le dio una corona y salió venciendo y para vencer.

Notas Lingüísticas:

Zerwick: “στέφανος: corona (del vencedor)”.

Zorell: “στέφανος: corona, guirnalda Mt. XXVII, 29; como signo de victoria y alegría festiva I Cor. IX, 25; Apoc. VI, 2. Metafóricamente: premio…”.
          
Zorell: “διαδήματα”: carácter distintivo de la cabeza regia”. 

No confundir, pues, ambas coronas.

Allo: "καὶ ἵνα νικήσῃ (y para vencer): no es una repetición ociosa pues se trata de un nuevo desarrollo de la victoria, cfr. Jn. X, 38: "ἵνα γνῶτε καὶ γινώσκητε: "para que reconozcáis y sigáis reconociendo…" Abbott, Joh. Gram. 2511".

Comentario:

Straubinger: “Este primer jinete sería, en la opinión antigua, el mismo Cristo. Según Allo, si no es el Verbo mismo, como en XIX, 11 ss, es, por lo menos, el curso victorioso del evangelio a través del mundo (…) pero si así fuera ¿cómo conciliar ese triunfo del Evangelio con todo el cuadro catastrófico de la escatología apocalíptica y las palabras de Jesús en Mt. XXIV, 9 ss; Lc. XVIII, 8; Jn. XV, 20 s; 16, 2 s. etc? Buzy y otros ven aquí al ángel de la guerra, en tanto que Fillion hace notar que, faltando todavía muchas calamidades antes de la Venida de Cristo en el cap. XIX (cf. II Tes. II, 3 ss), este guerrero cuyo caballo blanco imita al de Jesús en XIX, 11, “personifica la ambición y el espíritu de conquista que ocasionan tantos dolores”. Adherimos a esta opinión que hoy parece ser comprobada en lo espiritual y aún en lo temporal por la historia contemporánea (…) Los cuatro caballos recuerdan la visión de Zac. I, 8; VI, 1 ss donde, como bien dice Pirot, simbolizan calamidades contra los enemigos del pueblo de Israel y no es verosímil que en los tres septenarios -sellos, trompetas, copas (cfr. V, 1 y nota)- sólo un elemento sea heterogéneo. ¿No hemos de ver, pues, con varios modernos, en este jefe conquistador semejante al de Daniel (Dn. VII, 21.25; IX, 26s. etc.), al mismo Anticristo del cap. XIII?
Los colores de los caballos señalan en la terminología de los apocalípticos, los cuatro rumbos o partes del mundo: blanco, el oriente; bermejo el norte; negro el sur; pálido el oeste; y al mismo tiempo simbolizan los grandes acontecimientos y plagas que provocan sus jinetes. El caballo color de fuego significa la guerra; el negro el hambre; en el pálido el nombre de la muerte representa la peste (Fillion, Buzy, Gelin), mientras el Hades o Scheol, personificado como en XX, 4, sigue detrás para recoger las víctimas”.

domingo, 24 de febrero de 2019

Papa dudoso ¿Papa nulo o cierto? (IV de IV)


VI. Objeciones y Respuestas. -

Con lo dicho anteriormente es fácil responder a las siguientes afirmaciones:[1]

“IV. Objeción: ¿qué se debe hacer si uno duda acerca del papado de Ratzinger?[2]

En primer lugar, respondo diciendo que la duda existe sólo en la mente y nunca en el mundo real. En la realidad Ratzinger es o no es papa.

¿Podemos permanecer moralmente en la duda?

No. Como he explicado antes la identidad del romano Pontífice constituye esencialmente la identidad de la Iglesia Católica Romana y es el fundamento de su unidad. Estando obligados a profesar la verdadera Fe y a pertenecer a la verdadera Iglesia, y no ser indiferentes, así pues, estamos también obligados a resolver nuestra duda con respecto a la identidad del romano Pontífice. Permanecer en la duda acerca de él es permanecer en la duda acerca de la identidad misma de la Iglesia. Además, estamos obligados a obedecerle bajo pena de pecado. No podemos quedarnos satisfechos con la duda acerca de su identidad.

La teología moral nos exige que resolvamos la duda por medio de una diligente indagación. En la mayoría de los casos la indagación va a resolver la duda a favor del sedevacantismo. Pues si uno duda acerca de él es porque ya ha sido movido por los horrores del Vaticano II a cuestionarse la ortodoxia de quienes lo promovieron. Una investigación exhaustiva revelará que nuestras sospechas están más que confirmadas y la duda claudicará rápidamente ante la certeza.

 Si, por alguna razón legítima, la indagación no nos conduce a la evidencia en contra de Ratzinger, entonces debemos resolver la duda a través de los principios reflejos, es decir, por medio de ciertos principios generales de moralidad y de ley que nos dan la certeza cuando no podemos resolver la duda por nuestra cuenta. La teología moral haría que la duda se vuelva en favor del papado de Ratzinger por el hecho de gozar, al menos aparentemente, de una elección válida y de la aceptación general de lo que comúnmente es conocido como la Iglesia Católica.

Así, pues, el sedevacantista puede serlo sólo si está seguro del no-papado de Ratzinger, ya que una duda irresoluble lo pondría inevitablemente en el campo del sedeplenismo.

De aquí que el sedevacantista no puede considerar la posición del sedeplenista como una opinión teológicamente sostenible, como si se tratara de una cuestión dudosa”.

Hasta aquí el texto, ahora pasemos a responder parte por parte:

jueves, 21 de febrero de 2019

Algunas Notas a Apocalipsis VI, 1


Capítulo VI

1. Y ví cuando abrió el Cordero uno de los siete sellos y oí uno de los cuatro Vivientes que decía, como con voz de trueno: “Ven”.

Notas Lingüísticas:

Abel: "En lugar de ὅτι (que, porque) se emplea a veces ὅτε (cuando) como para llamar la atención más sobre el momento de la acción que sobre la acción misma".

Zerwick: “μίαν: aquí = primero. Cfr. Mt. XXVIII, 1 que en efecto es seguido por τὴν δευτέραν en el v. 3”.


Comentario:

Zerwick: "Ἔρχου (ven): parecería referirse no al vate sino al evento, pues se repite cuatro veces".

El primer Viviente es el León, según IV, 7.

Lo mismo dicen la mayoría de los intérpretes.

Straubinger: “Vi cuando el Cordero abrió: así se dice también en la apertura del sexto sello, a diferencia de los demás (cfr. v. 12 y nota). Charles ha mostrado que la sucesión de los sellos corresponde a las de las señales del fin en el pequeño apocalipsis sinóptico de Mc. XIII, Mt. XXIV y Lc. XXI”.
                
Straubinger: “Ven: este llamado, que en el original no está seguido por las palabras: y verás (como en la Vulgata), no se dirige a Juan sino al primero de los cuatro jinetes, como una orden de ponerse en marcha, del mismo modo que en los vv. 3, 5 y 7”.

San Victorino, después de explicar el primer sello como la predicación triunfante del Evangelio, dice: “los tres jinetes restantes: guerras, hambre y pestes significan claramente lo profetizado por Nuestro Señor en el Evangelio”.

Wikenhauser: “Las cuatro primeras visiones (…) representan un grupo homogéneo de plagas. El modelo de los cuatro caballos, de colores diferentes, se halla en las visiones nocturnas de Zacarías (I, 18 ss; VI, 1 ss). Sin embargo, el contenido de las visiones de Juan tiene poco que ver con las del profeta. Los cuatro jinetes desencadenan sobre los habitantes de la tierra plagas espantosas, las mismas que Jesús, en el discurso escatológico, designa como “el comienzo de los dolores” (Mt. XXIV, 8): la guerra, el hambre, la peste, que son los azotes principales en los tiempos de calamidad y fueron en otro tiempo objeto de las amenazas de los profetas (espada, hambre y peste)[1]”.

Gelin: “… Es cierto que Allo y Loisy, ven en el primer jinete “un hecho feliz, el hecho cristiano”, “el curso victorioso del Evangelio a través del mundo”. Beda ha incluso identificado este jinete con el Verbo de XIX, 11 ss. Pero parece inverosímil que, en los tres septenarios del libro, un solo elemento sea heterogéneo. Además, los cuatro jinetes dependen de los cuatro carros de Zacarías VI, que simbolizan plagas. Mucho mejor ha mostrado Charles que la sucesión de los sellos corresponde a los signos del fin en el pequeño apocalipsis sinóptico”.

Fillion: “Como con voz de trueno. La voz de los otros tres probablemente no fue menos estridente, aunque no se repite en ellos este detalle”.

Fillion: "Los cuatro primeros sellos constituyen un grupo aparte, como lo muestran ciertas fórmulas idénticas del recitado, el rol especial que los Vivientes desempeñan en este pasaje, y diversas personificaciones que no encontraremos en los otros tres últimos sellos".



[1] Ez. VI, 11 s; VII, 15; XII, 16; Jer. XIV, 12; XV, 2; XXI, 7.9, etc.

Notar que en Jer. XIV, 10 ss, XXVII, 8 ss y XXIX, 15 ss se habla incluso de los falsos profetas.

lunes, 18 de febrero de 2019

Papa dudoso ¿Papa nulo o cierto? (III de IV)


Artículo I[1].

La Conciencia con duda negativa.

84. Tesis: La duda negativa en cuanto es vana y está basada tan sólo en un fundamento leve o en ninguno, no impide la certeza prudencial, sino que es ineficaz para producir una nueva obligación o para extinguirla, y por lo tanto no debe prestársele atención y debe ser tenida por nada y desechada. Lo cual se resume en el siguiente axioma: Melior est conditio possidentis (es mejor la condición del que posee).

 Prueba: Obraría imprudentemente aquel que por razones leves o nulas creyera estar obligado a realizar u omitir un acto. Por lo tanto, hay que obrar como si la duda no hubiera surgido, lo cual puede expresarse en el axioma: “in dubio melior est conditio possidentis”, sea la ley o la libertad; es decir que debe estarse por aquella parte que antes de la duda (negativa) tenía la certeza práctica.

La ley y la libertad pueden considerarse como dos posesores del derecho: la ley posee la fuerza de obligar y la libertad la facultad de obrar a su gusto y de disponer de sí y de sus actos, lo cual implica un verdadero dominio. Posee en efecto lo que es primero. Por lo tanto cuando la ley o la obligación es (negativamente) dudosa entonces permanece la misma libertad que tenía el hombre anteriormente y por el contrario, si la ley o la obligación es cierta va a permanecer mientras la liberación de esta ley u obligación sea completamente dudosa.[2]

85. Formación de la conciencia cierta en caso de duda negativa. La conciencia negativamente dudosa puede deponerse en razón del principio reflejo por el cual se forma la conciencia indirectamente cierta, por ejemplo, de esta manera:

viernes, 15 de febrero de 2019

Notas a algunos estudios de Mons. Fenton sobre la membresía en la Iglesia (IX de IX)


Hasta aquí el testimonio de los teólogos. Para terminar es muy interesante observar esta verdad reflejada en el simbolismo de la fracción de la hostia.[1]

“Según el rito romano, el pan consagrado siempre se ha dividido en tres partes: según la práctica actual, a todas las consume el sacerdote, las dos más grandes juntas y la más pequeña junto con la preciosa sangre en la cual fue puesta. En los primeros siglos la costumbre era otra. Como las hostias eran mucho más grandes, cada una de estas partes estaba subdividida en muchas otras y se empleaban de diversa manera: se distribuían a los asistentes, eran llevadas a los ausentes[2], o bien conservadas para el sacrificio siguiente. La participación en la misma hostia era mirada como una marca excelente y un signo de comunión eclesiástica; para conservarla o como prueba de la comunión, el Papa y los Obispos enviaban a otros Obispos e incluso a sacerdotes, pequeñas partes de hostias consagradas; y los que la recibían las ponían en el cáliz y así las consumían.

El simbolismo de la división de la hostia en tres partes se interpreta diversamente (…) la más de las veces (se la relaciona) con su Cuerpo Místico, representado por su cuerpo verdadero, a saber: la Iglesia Militante, Sufriente y Triunfante. Aquí también se encuentran divergencias en la interpretación”.[3]


Santo Tomás, III, q. 83.

Artículo 5: ¿Son oportunas las ceremonias que se hacen en la celebración de este sacramento?

martes, 12 de febrero de 2019

Papa dudoso ¿Papa nulo o cierto? (II de IV)


IV. Probabilismo[1].

Es el sistema moral según el cual siempre que se trate de una ley pura o principalmente preceptiva y por lo tanto de la mera licitud de algún acto, es lícito seguir la opinión menos probable que favorece la libertad, con tal que sea real y sólidamente probable, aunque la contraria sea igual o incluso más probable, que favorece la ley humana o divina.

Extensión: Es completamente universal, vale tanto para la ley natural como con la positiva, sea divina o humana; en duda tanto sobre la existencia como sobre su cesación o aplicación al caso concreto cuando se trata de la licitud o ilicitud de la acción.

Principio General: En las leyes moralmente preceptivas, sean divinas o humanas, cuando se trate de la licitud o ilicitud de una conducta y siempre que haya una duda invencible de hecho o de derecho, es lícito seguir la opinión verdadera y sólidamente probable[2] en favor de la libertad, en lugar de otras que sean igual o más probable y que favorecen la ley.

Prueba:

Según el conocido adagio y principio universal reflejo “la ley dudosa no obliga”, o dicho más exactamente “la obligación objetivamente dudosa es una obligación subjetivamente nula”. Este principio debería ser aceptado por todos a fin de no caer en el tuciorismo. La razón es la siguiente: la ley contra cuya existencia milita una probabilidad verdadera y sólida, es objetivamente incierta. Pero la ley objetivamente incierta no obliga subjetivamente. Ergo, la ley contra la cual milita una probabilidad verdadera y sólida no obliga subjetivamente.

Prueba de la Mayor: La probabilidad verdadera y sólida contra la existencia de la ley genera una duda prudente y vuelve a la ley incierta y por lo tanto no es apta para exigir la adhesión firme de la voluntad.

Prueba de la Menor: Para que una ley exista objetivamente y obligue subjetivamente debe ser impuesta indeclinablemente; no inmediatamente y por sí misma, sino que debe ser conocida por el intelecto y de esta forma obligar a la voluntad, lo cual enseña Santo Tomás:

“Nadie puede ser obligado por medio de un precepto a menos que sea conocido”.

Y en otra parte:

“Aquello que hace obligatorio al precepto es lo mismo que obliga a la conciencia. Pero la promulgación es necesaria para que la ley obligue”. (De Veritate q. 17 a. 3; I-II, q. 90 a. 4) Ergo.

sábado, 9 de febrero de 2019

Notas a algunos estudios de Mons. Fenton sobre la membresía en la Iglesia (VIII de IX)


Iglesia Triunfante

1) Recibe, ¡oh Santa Trinidad!, esta oblación que te ofrecemos en memoria de la Pasión, Resurrección y Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo; y a honra de la bienaventurada siempre Virgen María, y de San Juan Bautista, y de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, y de estos Santos, y de todos los Santos; para que redunde en honra de ellos, y en nuestra salvación; y para que se dignen interceder por nosotros en el cielo aquellos cuya memoria veneramos en la tierra. Por el mismo Jesucristo, Nuestro Señor”[1].

2) Unidos por la comunión y venerando primeramente la memoria de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de nuestro Dios y Señor Jesucristo, y también la del Bienaventurado José, Esposo de la misma Virgen, y la de tus Santos Apóstoles y Mártires Pedro y Pablo, Andrés, Santiago, Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo; Lino, Cleto, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián, y de todos tus Santos; por cuyos méritos y ruegos concédenos que en todo seamos fortalecidos con el auxilio de tu protección. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén[2].

I) Concilio de Trento.[3]

Y si bien es cierto que la Iglesia a veces acostumbra celebrar algunas Misas en honor y memoria de los Santos; sin embargo, no enseña que a ellos se ofrezca el sacrificio, sino a Dios solo que los ha coronado [Can. 5]. De ahí que tampoco el sacerdote suele decir: “Te ofrezco a ti el sacrificio, Pedro y Pablo”, sino que, dando gracias a Dios por las victorias de ellos, implora su patrocinio, para que aquellos se dignen interceder por nosotros en el cielo, cuya memoria celebramos en la tierra”

II) P. N. Gihr.[4]

miércoles, 6 de febrero de 2019

Papa dudoso ¿Papa nulo o cierto? (I de IV)

Nota del Blog: Escrito este pequeño ensayo hace ya varios años, nos pareció una buena idea publicarlo, con leves retoques.


***

¿Qué se debe pensar del famoso axioma “Papa dubius, Papa nullus”? (Papa dudoso, Papa nulo) ¿Cómo se debe entender y aplicar? Antes que nada, para poder responder a estas preguntas es preciso tener en cuenta las siguientes nociones y distinciones:

I. Ley: es definida por Santo Tomás como:

“Una ordenación de la razón para el bien común promulgada por aquel que tiene el cuidado de la comunidad”[1].


II. Conciencia: Es el juicio del entendimiento práctico acerca de la moralidad del acto que vamos a realizar o hemos realizado ya, según los principios morales. Es la norma próxima para actuar, así como la ley es la regla remota.

La conciencia puede ser:

a) Cierta: es aquella por la cual la mente juzga firmemente sin temor a equivocarse que la acción es buena y lícita o mala e ilícita.

b) Dudosa: estrictamente es aquella en la que la mente suspende el juicio, y en sentido lato, es la que afirma, pero con temor a equivocarse (equiparable a la opinión).

Se divide en:

1) Positiva y Negativa. Es positiva cuando hay una razón grave para asentir dejando, sin embargo, la posibilidad de error; mientras que es negativa cuando no hay razón para dudar o es muy leve. La duda positiva se refiere mas bien a la opinión que a la duda estrictamente tal.

2) Especulativa y Práctica: La primera versa sobre la doctrina en sí misma o sobre la acción práctica, siempre y cuando no se trate de la acción que debo realizar aquí y ahora, por ejemplo, si pregunto si es lícito pintar o cazar el domingo. La duda práctica se da cuando aquel que está por realizar una acción duda de su honestidad, por ejemplo, si se pregunta a sí mismo en día domingo si puede cazar ese día.

3) De Derecho y de Hecho: La primera es aquella que versa inmediatamente sobre la existencia de la ley o sobre su extensión a un caso determinado, por ejemplo si se duda si hay que ayunar todos los viernes. La segunda versa sobre hechos particulares de los que depende la aplicación de la ley, por ejemplo si se duda si es día jueves o viernes.[2]


III. Certeza.

domingo, 3 de febrero de 2019

Notas a algunos estudios de Mons. Fenton sobre la membresía en la Iglesia (VII de IX)


Iglesia Sufriente

1) Recibe, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, esta hostia inmaculada, que yo, indigno siervo tuyo, te ofrezco a Ti, Dios mío, vivo y verdadero, por mis innumerables pecados, ofensas y negligencias; y por todos los circunstantes; y también por todos los fieles cristianos, vivos y difuntos; a fin de que a mí y a ellos aproveche para la salvación y vida eterna. Amén[1].

2) “Acuérdate también, Señor, de tus siervos y siervas N. y N., que nos precedieron con la señal de la fe, y duermen el sueño de la paz. A éstos, Señor, y a todos los que descansan en Cristo, rogámoste les concedas el lugar de refrigerio, de luz y de paz. Por el mismo Cristo Nuestro Señor. Amén”[2].

3) Séate agradable, ¡oh Santa Trinidad!, el homenaje de tu siervo, y este sacrificio que yo, indigno, he ofrecido a los ojos de tu Majestad, te sea aceptable, y a mí y a todos aquellos por quienes lo he ofrecido sea, por tu piedad, propiciatorio. Por Cristo Nuestro Señor. Amén[3].

I) Concilio de Trento.

“Profeso igualmente que en la Misa se ofrece a Dios un sacrificio verdadero, propio y propiciatorio por los vivos y por los difuntos…”[4].


II) P. N. Gihr.