viernes, 30 de noviembre de 2018

El Acto del Cuerpo Místico, por Mons. Fenton (II de V)


Hay un acto que es fundamental y principalmente la operación propia de Jesucristo. El acto mismo de Redención es el motivo de la Encarnación, de forma tal que, en el presente orden de la providencia, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad no hubiera asumido una naturaleza humana si Adán, el padre de la raza humana, no hubiera pecado[1]. El fin de la Encarnación se cumplió en la pasión y muerte de Cristo, en un acto que fue, al mismo tiempo, satisfactorio, sacrificial, redentor, y por lo tanto eficazmente la causa de nuestra salvación[2]. Desde el mismo momento de Su concepción Cristo mereció la salvación eterna para nosotros en cualquier acto que realizó y en toda adversidad que sufrió. Pero, en los misericordiosos decretos de la divina providencia, había sido establecido que todos estos otros méritos de Cristo debían ser ordenados a y tener sus efectos de y a través de la pasión[3].

La vida de Cristo en este mundo se centró en realidad sobre la pasión. Nuestro Señor podía y de hecho vio Su exaltación en la cruz como el logro más importante de Su vida sobre la tierra. El sacrificio del Calvario era el acto hacia el cual estaba ordenada cualquier otra acción de Su vida, y a la cual esperó con impaciente anticipación.

“Un bautismo tengo para bautizarme, ¡y cómo estoy en angustias hasta que sea cumplido!”[4].

El sacrificio del Calvario es el acto y perfección propios de Cristo de forma que el Apóstol de los Gentiles podía hablar de su obra evangelizadora en términos de:

“Predicamos a Cristo crucificado”[5].

Y estando en medio de la gloria eterna del cielo, San Juan lo describe como

“Un Cordero, como degollado”[6].

El Cuerpo Místico de Cristo es la organización de aquellos a quienes Dios acordó el notable favor de estar unidos a Cristo de tal forma que Su acto se vuelve suyos. La operación de una cosa constituye su propia perfección y, en última instancia, algo es uno en cuanto obra como uno. El acto propio del Cuerpo Místico no es diferente del acto propio del mismo Cristo. El acto de la Cabeza es el acto del cuerpo. Nuestra unión con Cristo no es meramente un tema de posición. No es inactiva sino dinámica. El Cuerpo Místico, como organización, tiene una tarea central, un asunto esencial, que constituye la preocupación fundamental y propia de todos sus miembros. Esa operación no es otra más que el gran acto sacrificial de Cristo.

martes, 27 de noviembre de 2018

Ezequiel, por Ramos García (XII de XXI)


II. EXAMEN DE OTROS TEXTOS PROFÉTICOS Y CONCLUSIONES

Como ilustración de nuestra tesis sobre el alcance escatológico de los vaticinios de Ezequiel acerca de la restauración de Israel en el reino messiano y lugar que ocupa esta restauración en la serie de los acontecimientos novísimos, vamos a hacer un breve recuento de los antiguos y nuevos vaticinios sobre el reino, en la dimensión que a ese pueblo se refiere, pues sólo confrontando unos con otros, y completando con unos lo que en otros falta, se puede llegar a una visión de conjunto del oscuro porvenir. El que a algún vidente no se le revelen más que alguna o algunas facetas del futuro, no quiere decir que no existan otras, indicadas tal vez, por otro en sus anuncios.

Ante el hecho harto frecuente, el método a seguir es bien sencillo y consiste en tratar los documentos proféticos a la manera de documentos históricos más o menos deficientes. Comparados unos con otro se completan, y teniéndolos todos a la vista, y no de otra manera, es como llega el historiador a formarse una idea más o menos exacta de lo que sucedió. Así nos la formaremos también nosotros de lo que sucederá, si tenemos a la vista y comparamos entre sí los varios anuncios sobre el misterioso porvenir de ese pueblo excepcional.

No participamos la opinión de los que piensan que nada concreto y particular se anuncia en las profecías. Los Apóstoles y sus discípulos no pensaban así en la aplicación que tantas veces hacen de las antiguas profecías. La posterior idea derrotista, frente a la profecía bíblica, es uno de los frutos más legítimos del alegorismo alejandrino, que en su afán de verlo todo ya cumplido, y no acertando luego a salvar la distancia que media entre la profecía y la historia, ante las apremiantes exigencias de la letra, echa mano de los conocidos subterfugios, que suelen cristalizar en frases como ésta: “Así dice el texto, pero ya se sabe lo que esto significa”.

Para nosotros el texto profético dice lo que dice, unas veces en lenguaje llano y otras en lenguaje figurado, tal vez alegórico, pero la existencia de la alegoría debe probarse y no sacarla luego de quicio, haciéndola decir lo que no dice y no dejándola decir lo que dice. Propio o figurado, el lenguaje ha de tomarse normalmente en su sentido obvio y usual. Obrar de otra manera es abrir la puerta a todas las arbitrariedades no sin menoscabo de la palabra profética que, a fuerza de hacérselo decir todo se la acomoda a cualquier cosa, y se acaba luego por no hacerla decir nada en concreto. Es la última conclusión a que nos va llevando fatalmente el alegorismo alejandrino.

En este alarde alegaremos preferentemente los anuncios relativos a la reintegración futura de Israel.


1. Oseas.

sábado, 24 de noviembre de 2018

El Acto del Cuerpo Místico, por Mons. Fenton (I de V)


Nota del Blog: Interesantísimo trabajo de Mons. Fenton publicado en American Ecclesiastical Review, vol. C (1939), pp. 397-408 y vol. CII (1940), pp. 317-320.

Este estudio de Fenton recibió una respuesta, a la cual replicó a su vez y de ahí los dos trabajos que vamos a presentar en esta oportunidad. No damos la versión española de la objeción porque no vale gran cosa y además porque en la réplica se responden las principales.

El texto original, junto con las objeciones, puede verse AQUI.

Diez años después insistió sobre el mismo tema en un trabajo que ya le habíamos publicado AQUI.-

***

La parte de la teología que trata sobre el Cuerpo Místico de Cristo ha sido muy bien estudiada durante los últimos años. En Alemania, el P. Juergensmeier, del seminario de Paderborn, escribió un magnífico libro sobre la aplicación de esta enseñanza a la teología espiritual[1], mientras en Francia el Dr. Anger de Rennes mostró la influencia vivificante de la misma enseñanza sobre el dogma[2]. El Padre Mersch en una obra verdaderamente magistral mostró el desarrollo histórico de esta doctrina desde su fuente en la Sagrada Escritura, a través de los escritos de los Padres y teólogos[3]. El Padre Mura ha hecho una valiosa contribución a la ciencia de la teología al clasificar los datos del Cuerpo Místico bajo en encabezado de las cuatro causas, delineando así la plenitud de la vida de Cristo, en la Cabeza y en los miembros[4]. El Padre Clerissac escribió magistralmente sobre el carácter esencialmente sobrenatural de la Iglesia[5]. Nuestros teólogos americanos han hecho su propia y muy valiosa contribución, tanto en el espléndido libro de Monseñor Sheen[6] y del Padre Gruden[7], y en artículos muy bien escritos, entre los cuales, los del P. McGarry[8] merecen una mención especial. En efecto, la joven “nación” americana en el cuerpo docente de teología de la Iglesia universal ha comenzado a ejercer la influencia que le debería pertenecer especialmente en esta sección de la teología.

Sin embargo, la plenitud misma del tema es tal que se debe progresar más, progreso que debe ser útil a la vida y actividad de la Iglesia. Excepto tanto del campo de estudio como del problema de visualizar otras secciones de la teología a la luz del Cuerpo Místico, parecería que están latentes en la doctrina ciertos elementos que escapan incluso la magistral clasificación del P. Mura.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Ezequiel, por Ramos García (XI de XXI)


18. Una sugestiva fantasía. 

Fué G. H. Darwin el que dijo que, al ser arrancado y lanzado al espacio por la fuerza centrífuga de la Tierra, el bloque de la Luna dejó en la costra terrestre un enorme báratro, donde quedó emplazada la cuenca del Pacífico.

Como era natural, la hondonada prodigiosa, negativa del bloque lunar, tendió a cerrarse, por el corrimiento automático de los continentes, hacia ella, produciéndose como efecto, por un lado, la formación de las cuencas del Ganges y el Indo, del Tigris y el Éufrates, del Caspio y sus afluentes, y por el otro, el desprendimiento del continente americano y la Groenlandia de frente al viejo continente, con el que formaron antiguamente un bloque. Prueba, la correspondencia de perfiles costeros en el mapa mundi a uno y otro lado de la rasgadura atlántica. Así varios geólogos hoy día.

El bloque lunar, antes de desprenderse, era como la clave del arco terrestre. Soltóse hacia fuera la dovela principal y las partes todas del arco se aflojaron.

Ahora bien, como la tierra es redonda, el arco viene a cerrarse en círculo perfecto, que podemos figurarnos integrado por dos arcos en oposición, el oriental y el occidental, los cuales mutuamente se sostienen, haciendo de estribo el uno para el otro. Al aflojarse, pues, los bloques constitutivos del arco oriental en el Pacífico, aflojáronsele los estribos al occidental y éste hubo de rajarse por mitad a lo largo del meridiano palestino, amenazando separarse en dos, con un movimiento contrario al del oriental.

Así se explicaría sin dificultad la hendidura de todo punto extraordinaria, que constituye el lecho del Jordán y se prolonga por el mar Rojo y la Somalia hasta más allá de las fuentes de Nilo. Prescindiendo del desprendimiento lunar, ésa es, si mal no recuerdo, la explicación que de esa hendidura portentosa se dio hace años en Revue Biblique, no sé en qué número: un aflojamiento de los estribos del arco palestino.

Como quiera que sea, con desprendimiento del bloque lunar o sin él, hoy se tiene por averiguado el corrimiento del continente americano hacia Occidente, y como efecto de ese aflojamiento, nada más natural que se iniciara a su vez el corrimiento de África y aun de Europa en la misma dirección, formándose, en consecuencia, la dicha hendidura del meridiano palestino, que podría ensancharse más aún, en un segundo desprendimiento efectivo de la parte occidental del viejo continente.

Y yo me doy a pensar que eso ha de suceder algún día, cuando, al descender el Señor sobre el Olivete (Zac. XIV, 4; cf. Jl. III, 12), desde donde ascendió (Act. I, 12) y poner de nuevo los pies en el monte para dar el triunfo a su Ungido en el juicio universal (Sal. II; Hab. III; Jl. loc. cit.; Ap. XI, 15 ss.), se produzca en la tierra la sacudida más espantosa que vieron los siglos y que, después de Is. XXIV, 18-20, registró San Juan en su sismógrafo, al abrir del sexto sello (Ap. VI, 12 ss), sonar de la séptima trompeta (Ap. XI, 15-10) y derramar de la séptima copa (Ap. XVI, 17-21).

Como efecto del terrible seísmo, la Transjordania quedaría separada de la Cisjordania, por una anchurosa lengua de mar, prolongación y ensanchamiento del cuerno oriental del mar Rojo, y la tierra prometida, reducida a sus términos precisos, que son los de la promesa (Gen. XIII, 14 ss.), entre el Jordán (o mar Oriental) y el mar Occidental o Mediterráneo. Y esta sería la razón, por qué a Ezequiel se le manda distribuir entre las doce tribus sólo la tierra comprendida en esos límites (Ez. XLVII, 13 ss.), dejando fuera del plan la Transjordania.

“Se non é vero é ben trovato”. ¿No habría por ahí algún poeta que lo cantara en verso?

domingo, 18 de noviembre de 2018

El Evangelio y los Últimos Tiempos (II de II)


   Demos el texto ya no sólo de San Mateo sino también de los otros sinópticos, concordantes con el primer Evangelio.
  

Mateo XII

   24 Pero los fariseos, oyendo, dijeron: «Este no lanza los demonios sino en Beelzebub, príncipe de los demonios». 25 Y conociendo los sentimientos de ellos, díjoles: «Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no estará de pie. 26 Si Satanás a Satanás lanza, contra sí mismo está dividido: ¿Cómo, pues, estará de pie su reino? 27 Y, si yo en Beelzebub lanzo los demonios, vuestros hijos ¿en quién le lanzan? Por esto ellos jueces serán vuestros. 28 Pero si en el Espíritu de Dios yo lanzo los demonios, por cierto, ha llegado a vosotros el reino de Dios. 29 ¿O cómo puede alguno entrar en la casa del fuerte, y arrebatar sus enseres si primero no atare al fuerte; y entonces saqueará su casa? 30 El que no es conmigo, contra mí es, y el que no recoge conmigo, desparrama. 43 «Y cuando el inmundo espíritu ha salido del hombre, va al través de inacuosos lugares buscando reposo, y no halla. 44 Entonces dice: «A mi casa volveré de donde salí»; y, viniendo, hállala reposando y barrida y adornada: 45 Entonces va y toma consigo siete otros espíritus peores que él y entrando habitan allí; y se hace lo postrero de aquel hombre peor que lo primero. Así sucederá también a esta generación, la mala.»


Marcos III

   22 Y los escribas, los de Jerusalén descendidos, decían: que «a Beelzebub tiene»; y que, «en el príncipe de los demonios lanza los demonios». 23 Y llamándoles a sí, en parábolas hablóles: «¿Cómo puede satanás a satanás lanzar? 24 Y, si un reino contra sí mismo se dividiere; no podrá estar de pie aquel reino. 25 Y, si una casa contra sí misma se dividiere, no podrá aquella casa estar de pie. 26 Y si Satanás se alzare contra sí mismo y se dividiere, no puede estar de pie, sino que fin tiene. 27 Empero, no puede nadie, en la casa del fuerte entrando, sus enseres saquear, si primero al fuerte no atare; y entonces su casa saqueará.



Lucas XI

   15 Mas algunos de entre ellos dijeron: «En Beelzebub, el príncipe de los demonios, lanza los demonios»; 16 y otros, tentando, señal desde cielo buscaban de él. 17 Y él, sabiendo sus pensamientos, díjoles: «Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado, y casa sobre casa cae. 18 Y si también Satanás contra sí mismo está dividido ¿cómo estará de pie su reino? porque decís que en Beelzebub lanzo yo los demonios. 19 Y, si yo en Beelzebub lanzo los demonios, vuestros hijos ¿en quién lanzan? Por esto ellos vuestros jueces serán. 20 Pero, si, en dedo de Dios, lanzo los demonios, por cierto ha llegado a vosotros el reino de Dios. 21 Cuando el fuerte armado guardare su atrio, en paz está, lo que posee; 22 pero, tan pronto como uno más poderoso que él, sobreviniendo, le venciere, toda su armadura alza, en la que fiado estaba, y sus despojos reparte. 23 El que no es conmigo, contra mí es; y el que no recoge conmigo, desparrama. 24 Cuando el inmundo espíritu saliere del hombre, atraviesa, por inacuosos lugares, buscando reposo, y no hallando dice: «Retornaré a mi casa de donde salí»; 25 y viniendo, halla barrida y adornada. 26 Entonces va y toma consigo otros espíritus peores que él: siete, y entrando, establécense allí; y hácese lo postrero de aquel hombre peor que lo primero».


   El Reino que Satanás le promete a Cristo lo aceptará, sin dudas, el Anticristo.

miércoles, 14 de noviembre de 2018

Ezequiel, por Ramos García (X de XXI)


17. El nuevo templo, etc.

Hemos llegado al punto más crítico de todo el profetismo, al nuevo templo de Ezequiel.

El templo de Ezequiel es una encrucijada en que el alegorista nos espera, con la sonrisa maliciosa en los labios, seguro de vengarse de cuantas posiciones poco airosas le hemos tal vez hecho tomar en otros sectores de este estudio. El nuevo templo, según él es el triunfo del alegorismo. Podríase tal vez dudar de la existencia de la alegoría o de su interpretación en otros anuncios proféticos, pero aquí resulta clara y evidente su existencia, y su interpretación cierta en líneas generales, y desde este ángulo se iluminan tantas cosas.

Hemos de agradecer al autor que en este particular nos dé las razones que están por la alegoría (págs. 293, 294). Las traemos aquí resumidas, junto con nuestra respuesta:

1a. El texto. El objeto de esta profecía (cc. XL-XLVIII) no es tanto el edificio material, ni los actos externos del culto, ni la repartición de la Palestina entre las doce tribus, cuanto el espíritu nuevo (¡?) que ha de animar en los repatriados religiosa, moral y socialmente, y cita en confirmación unos cuantos textos (Ez. XLIII, 10 ss.; XLIV, 6; 9 ss.).

Respuesta: Pero ¿qué hacer de los demás? ¿Son acaso los pocos exclusivos de los muchos? Porque en el legado se encuentren tres o cuatro piezas de oro, ¿hase de desdeñar el resto del capital compuesto de billetes de banco?

2a. El contexto próximo (Ez. XLIII, 1-7, y cc. XLVII-XLVIII) y el remoto (cc. I, X y XXXVII), que todos interpretan alegóricamente.

Resp. Ninguna dificultad en admitir la figuración alegórica en esas visiones misteriosas, ultraterrenas de la gloria de Dios y de los querubines (cc. I, X y XLIII, 1-7), así como en esotra visión macabra, de todo punto artificiosa y extraordinaria, de los huesos áridos etc. (c. XXXVII). Llevan en su misma estampa, cuando no en términos expresos (Ib.), su carácter alegórico. No pueden ser sino alegorías. Pero la visión del templo, con sus dependencias meticulosamente mensuradas y la del río de aguas saludables con sus peces y pescadores en acción, y la del reparto de la tierra entre las tribus de un pueblo repatriado, a quien le estaba prometida para siempre, ¿por qué han de ser necesariamente alegoría? ¿Es que no pueden ser tales cosas, como suenan, objeto digno de profecía y de promesas?  Y, si tales cosas pueden profetizarse y prometerse, ¿con qué otras palabras se las había de anunciar?

domingo, 11 de noviembre de 2018

El Evangelio y los Últimos Tiempos (I de II)


  Cuando leemos la opinión de los autores con respecto a lo que se encuentra en el Evangelio referido a los últimos tiempos[1] es común ver reducido todo, ¡y a veces ni eso!, a Mt. XXIV-XXV, Mc. XIII y Lc. XXI, mientras que otros por ahí agregan alguna que otra cita como Lc. XVIII, 8, o algunas de las parábolas del Reino de Mt. XIII, pero no mucho más que eso.

  Sin embargo, nos parece que una lectura un poco más atenta nos mostrará que apenas si hay un solo capítulo en todo el Evangelio que no hable, o al menos tenga una referencia implícita, de los últimos tiempos y veremos algo así como una constante en la predicación de Nuestro Señor sobre todos esos sucesos.

  Así creemos que se iluminarán algunos pasajes bíblicos y se realzará, de esta manera, el sentido literal, tan encomendado por los Papas a la hora de interpretar las Escrituras.

  Para que no se nos acuse que pre-juzgamos el tema, citaremos simplemente el testimonio de uno de los Padres más reconocidos tanto por su antigüedad como por su doctrina: San Ireneo.

  Daremos primero la cita y luego ampliaremos el análisis con un detalle un poco más minucioso del texto evangélico, sobre todo desde el punto de vista del vocabulario.

  En su reconocida obra Contra las herejías comenta[2]:

“Más claramente significó San Juan, discípulo del Señor, en el Apocalipsis, sobre los últimos tiempos y los diez reyes entre los que se dividirá el imperio que reina actualmente, explicando cuáles eran los diez cuernos que Daniel había visto, diciendo que así se le había dicho (XVII, 12-14):

“Y los diez cuernos que viste, diez reyes son, que reino aún no han tomado, mas autoridad, como reyes, por una hora reciben con la Bestia. Estos un propósito tienen y su poder y autoridad a la Bestia dan. Estos contra el Cordero guerrearán y el Cordero los vencerá (porque Señor de señores es y Rey de reyes)”.

Es claro, pues, que el que ha de venir matará a tres de éstos, y los demás se le someterán y que él será el octavo entre ellos; y destruirán Babilonia y la quemarán con fuego, y darán su reino a la bestia y perseguirán a la Iglesia; después de lo cual serán destruidos por el advenimiento de Nuestro Señor.

Que el reino, pues, deba ser dividido y así perecer, el Señor lo dijo (Mt. XII, 25):

“Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no subsistirá”.

El reino, y la ciudad y la casa deben ser divididos en diez y de esta forma ya prefigura la partición y división”.

  Esta exégesis de San Ireneo es interesante porque nos muestra, por un lado, que las parábolas miran cosas concretas y no meras abstracciones y por el otro, que hay una coincidencia con lo que Daniel dice al interpretar el cuarto reino de la estatua de Nabucodonosor en Dan. II, 43:

“El reino estará dividido”.

  División que vemos insinuada también en su misma composición en Dan. VII, y que luego retomará San Juan: cabeza de león, patas de oso y cuerpo de pantera.



[1] Tomamos este término para significar, básicamente, la 70° Semana de Daniel y lo que sucederá después (juicio de las Naciones, Parusía, rapto de la Iglesia y, por supuesto, el Milenio o juicio de vivos); uno verbo, el día del Señor.

[2] Libro V, 26.1

jueves, 8 de noviembre de 2018

Sin Bastón ni Calzado, por R. Thibaut


Nota del Blog: Artículo del P. R. Thibaut aparecido en la Nouvelle Revue Théologique 58 (1931), p. 54-56.

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Mc. VI, 8 s. concede al viajero apostólico el bastón y el calzado que le rechazan, parece, Mt. X, 10 y Lc. IX, 3 (cf. Lc. X, 4 y XXII, 35). En vano, a fin de llevar la excepción de Mc. a la regla de Mt. y Lc., se ha supuesto un error en la versión griega del arameo (Wellhausen) o dado a εἰ μὴ (sino) el sentido de sed neque (pero tampoco) (Méchineau, Études, t. 69, p. 303). Para reducir la contradicción es necesario o bien deslizar una distinción en el objeto permitido y prohibido al mismo tiempo, o bien no hacer ninguna, para este objeto, entre prohibición y permisión.

Los comentadores inventaron naturalmente una cantidad de distinciones una más sutil que la otra. En otro tiempo, muchos hubieran recurrido al simbolismo: hay que tomar o dejar el objeto material según el sentido místico que uno le fije. Con el tiempo, las distinciones pasaron a ser más realistas: permiso para conservar, prohibición de adquirir; permiso para poseer un bastón, un par de calzado, prohibición de tener de recarga; permiso para apoyarse sobre un bastón, para usar sandalias, prohibición de armarse de un garrote, de llevar calzado para montar.

Maldonado, disgustado con estas distinciones gratuitas, creyó desterrarlas para siempre, descubriendo que, prácticamente, desde el punto de vista de la pobreza, prohibir o permitir semejantes objetos mínimos tendrían aquí el mismo valor. Cuando se prescribe dejar todo hasta el bastón, no importa mucho que se especifique inclusivamente (Mt., Lc.) o exclusivamente (Mc.). Las dos fórmulas: ni siquiera un bastón, nada más que un bastón, significan realmente la misma cosa, representan la misma pobreza. Así, agrega Maldonado, para expresar la misma idea de pobre equipamiento, uno dice equivalentemente: “caminar a pie sin lanza” o “caminar a pie con un bastón en la mano” (in Mt. X, 10).

La explicación de Maldonado no es menos ingeniosa que las distinciones de las que nos quiere desembarazar; desafortunadamente es gratuita. En Mt. y Lc. el bastón es citado entre otros objetos prohibidos, sin que nada lo presente como menos para dejar que el resto, o lo prepara de lejos para la excepción formal, del que beneficia a Mc. junto con el calzado.

Releamos el pasaje y si hay una distinción, saquémosla del texto, en lugar de inventar, como se hacho a menudo hasta aquí.

“No tengáis ni oro, ni plata, ni cobre en vuestros cintos; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón (Mt. X, 9 s.)”.

“No toméis nada para el camino, ni bastón, ni bolsa, ni pan, ni dinero, ni tengáis dos túnicas” (Lc. IX, 3).

“No llevar nada para el camino, sino sólo un bastón; ni pan, ni alforja, ni dinero en el cinto, sino que fuesen calzados de sandalias, y no se pusieran dos túnicas” (Mc. VI, 8 s.).


Así, pues, dos clases de objetos: oro, plata, cobre, alforja, pan, segunda túnica prohibidos sin distinción; bastón, calzado, prohibidos (Mt.-Lc.) o permitidos (Mc.) según el caso. Pero Mc. nota expresamente el caso en que el calzado está permitido: hay que tenerlo en los pies, es decir, usarlo actualmente. Llevado de otra manera (βαστάζειν en Lc. X, 4), entran en la categoría de objetos prohibidos sin distinción, y pasan a ser por ocasión lo que los otros objetos son por naturaleza, a saber, equipajes. El bastón está permitido evidentemente en el mismo caso que el calzado, si facilita actualmente el andar como lo hacen él, si está sin nada, sin carga alguna (nada más que un bastón, nota Mc.). Si sirve, por el contrario, para llevar el menor equipaje, por ejemplo, el calzado, el ῥάβδος (bastón) de βακτηρία pasa a ser άνάφορον, y he ahí entonces prohibido por la misma razón que el objeto que ayuda a portar (Mt.: ni calzado ni bastón; Lc.: ni bastón ni alforja).

Las autorizaciones particulares de Mc. no mitigan en manera alguna la prohibición general de Mt. y Lc. Solamente precisan la razón. No se trata que los apóstoles se priven de lo necesario: se les asegura que nada les faltará (Lc. XXII, 35 s.). Se trata únicamente de tener confianza en Dios (Mt. VI, 25 s.). Esta es la idea esencial de este pasaje. La confianza no debe tener límites: no se debe tomar nada para el futuro, ni siquiera esas cosas indispensables para el viajante, como un bastón o calzado (Mt., Lc.); pero el uso actual no está prohibido (Mc.).

Los tres evangelistas están perfectamente de acuerdo con el programa que Maldonado ha formulado felizmente en estos términos: “no tengan nada excepto aquellas cosas que sean necesarias para el uso actual”.

lunes, 5 de noviembre de 2018

Ezequiel, por Ramos García (IX de XXI)


15. El día del Señor.

A propósito de la invasión de Egipto por Nabucodonosor (Ez. XXX), se define arriba el día del Señor por “aquél en que manifiesta Él su justicia, castigando a los impíos” (pág. 229 col. 2º). La definición es verdadera, pero incompleta, porque no se expresa en ella más que el género, falta la diferencia específica, que es el carácter colectivo o social de ese castigo; y esto es de suma importancia para la inteligencia del día del Señor por antonomasia, que es el de la parusía o juicio universal de las naciones.

Según la manera de hablar de los profetas, este juicio universal no sólo es público, sino social y colectivo, es decir, entablado directamente, no contra los individuos, sino contra las naciones como tales. Juicio, pues, de vivos, no de muertos o resucitados, directamente por lo menos. El hacer directamente el juicio de muertos se aplaza para otro tiempo. La distinción viene ya expresada en la fórmula dogmática: y de nuevo ha de volver a juzgar a vivos y muertos, varias veces consignada en la Escritura (Act. X, 42; II Tim. IV, 1; I Pet. IV, 5).

Ahora bien, así como hay dos maneras de juicio de muertos, que son el particular y el universal, así hay dos maneras de juicios de vivos, que son asimismo el particular y el universal, según que el Señor haga residencia de una sola nación (día del Señor contra Egipto, —contra Jerusalén—, contra Babilonia, etc.) o bien de todas a la vez (día del Señor contra todas las gentes o naciones).

La división cuatriforme del juicio divino puede expresarse esquemáticamente en esta clave:

jueves, 1 de noviembre de 2018

El contenido de la predicación de Elías (IV de IV)


¿Nos llamará la atención, acaso, que el término Palabra sea usado casi siempre en el mismo sentido que vimos más arriba?

Ya al comenzar, nos dice San Juan que es bienaventurado “el que lee y los que oyen las palabras de la profecía y guardan las cosas escritas en ella” (I, 3. Ver XXII, 7) y nos da el motivo: “porque el tiempo está cerca”.

Esto parece ser un eco de lo que Jesús les dijo a los Apóstoles, y en ellos a todos los cristianos, en la última Cena:

Jn. XV, 20-27: “Acordaos de esta palabra que os dije: No es el siervo más grande que su Señor. Si me persiguieron a Mí, también os perseguirán a vosotros; si observaron mi palabra, observarán también la vuestra. Pero os harán todo esto a causa de mi nombre, porque no conocen al que me envió. Si Yo hubiera venido sin hacerles oír mi palabra, no tendrían pecado, pero ahora no tienen excusa por su pecado. Quien me odia a Mí odia también a mi Padre. Si Yo no hubiera hecho en medio de ellos las obras que nadie ha hecho, no tendrían pecado, mas ahora han visto, y me han odiado, lo mismo que a mi Padre. Pero es para que se cumpla la palabra escrita en su Ley: “Me odiaron sin causa”. Cuando venga el Intercesor, que os enviaré desde el Padre, el Espíritu de verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de Mí. Y vosotros también dad testimonio, pues desde el principio estáis conmigo”.

Las concordancias bíblicas de este pasaje se agolpan una tras otra.