miércoles, 28 de diciembre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Apéndice I, Las Profecías, II Parte

1) ANUNCIOS Y REALIZACIONES DE LAS PROFECIAS
DE LA PRIMERA VENIDA


I) Origen e infancia del Mesías


1) De la raza de Abraham

Gén. XXII, 18

Mt. I, 17-17; Lc. III, 23-24; Hech. III, 25

2) De la tribu de Judá

Gén. XLIX, 10

Mt. I, 2; Lc. III, 23-30

3) De la familia de David

II Sam. VII, 12

Mt. I, 1-17; IX, 27; XXI, 9.15; XXII, 45; Lc. III, 23-31; Rom. I, 3

4) Nacerá de una Virgen

Is. VII, 14

Mt. I, 22-23

5) Nacerá en Belén

Miq. V, 1

Mt. II, 6

6) Tendrá que huir al Egipto y volver de allí

Os. XI, 1

Mt. II, 15

7) Los niños de Belén serán masacrados

Jer. XXXI, 15

Mt. II, 17

8) Jesús volverá a Nazaret y será llamado Nazareno

Is. XI, 1
(Netzer, en hebreo)


Mt. II, 23; Jn. I, 45

viernes, 23 de diciembre de 2016

Reseña de Ramos García al Comentario a Daniel de San Hipólito


Nota del Blog: la siguiente reseña, obra del reconocido exégeta español, puede leerse en Estudios Bíblicos, vol. VIII, 1949, pag. 276 ss.

Nótese que la misma es posterior en cinco años al famoso segundo decreto sobre el Milenarismo, y que aún así, Ramos García lo sigue defendiendo.

***

HIPPOLYTE: Commentaire sur Daniel. Introduction de Gustave BARDY, Texte établi et traduit par Maurice LEFÉVRE. Editions du Cerf, 29. Bd de la Tiur Maubourg. París, 1947. Formato 13 x 20 cm. Páginas 239.

Desaparecida de hace siglos la obra en griego del mártir S. Hipólito, íbasela re-construyendo penosamente con los varios fragmentos y citas que de ella se encontraban. Recientemente se encontró una versión completa en paleoslavo, de la que hizo Bonwetsch su versión alemana, y ahora Lefévre la presente traducción francesa, que sigue, no obstante, al griego hasta donde puede.

Con esto se llena un vacío en la exégesis bíblica de la antigüedad cristiana que ha de contribuir no poco a realzar la simpática figura de su autor, casi desconocido hasta hace poco.

Escribe Hipólito en un ambiente de controversia entre los que vivían inquietos en la expectación del próximo fin del mundo, muy viva a principios del siglo II merced a la predicación montanista, y los que bien o mal avenidos con el cotidiano vivir, no querían oír hablar de semejantes temas. Equilibrado, como buen romano, esfuérzase por iluminar y pacificar los espíritus, respondiendo según su saber bíblico, harto maduro, a las cuestiones apremiantes de los fieles, siguiendo la línea trazada poco antes en su otra obra Sobre Cristo y el Anticristo. Pero su principal preocupación en ésta es la de fortificar a los fieles en la persecución de Septimio Severo, exhortándolos a soportar el martirio, si Dios los llamare a tanta gloria, para lo cual se presta admirablemente el libro de Daniel, como historia y como profecía.

Pese a la Crónica, que es otra de sus obras, Hipólito no se distingue por su ciencia histórica, que transciende poco los datos de la Biblia, pero tiene en cambio muy en su mente claro y distinto el esquema profético de las cosas novísimas, y que es el mismo de la doctrina milenaria dominante en la Iglesia antigua, hasta San Agustín (su primer modo), quien lo sustituyó luego por el sistema corriente (su segundo modo), que es el systema receptum de los teólogos posteriores.

sábado, 17 de diciembre de 2016

León Bloy, EN TINIEBLAS (Reseña)



León Bloy, EN TINIEBLAS. Alfa Ediciones. Córdoba, Argentina, 2016. 107 páginas. alfa.editorial@gmail.com

La novísima editorial Alfa ha dado a luz su segundo libro y ha escogido entre su selección una hermosa obra de León Bloy, autor amado y despreciado con pasión, sobre el cual ya estarán habituados los lectores de este blog.

En Tinieblas forma parte del selecto grupo de libros póstumos publicados por su maravillosa esposa Jeanne Molbech; se trata, tal vez, de uno de los libros menos conocidos del autor, pero no por ello menos importantes, entre otras razones porque tenemos al escritor, no sólo en toda su madurez sino también en su senectud, cuando ya las luchas de esta vida habían pasado y donde todo hombre puede repetir como Bloy en la primera de sus Méditations d´un Solitaire: Je suis seul.

La edición, prolija y cuidada, consta de una presentación, seguida del prólogo original de Jeanne Molbech y los veintiún capítulos, el último de los cuales fue agregado por su esposa a modo de conclusión de los tres que quedaron por escribir.

No podemos menos que felicitar al editor por la excelente idea de publicar, en estos tiempos tenebrosos, un autor más actual que nunca, una verdadera gloria de las letras francesas y, sobre todo, un Católico ejemplar.


Con la esperanza (y promesa) que éste no ha de ser el único libro que publiquen de Bloy, hacemos votos por el éxito de esta primera edición que seguramente ha de ser seguida por otras.

miércoles, 14 de diciembre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Apéndice I, Las Profecías, I Parte

APENDICES

I

LAS PROFECIAS

¡Está cumplido!    Hasta que El venga    ¡Hechas están!
Jn. XIX, 30                I Cor. XI, 26              Apoc. XXI, 6.


Al frente del libro está escrito de mí

Sal. XL, 8.

Supongamos que tenemos en nuestras manos uno de esos rollos que se usan hoy día en las sinagogas. Tal como lo hizo Jesús en Nazaret (Lc. IV, 17), desenrollemos el pergamino y leamos.

Jesús dijo al morir: Está cumplido!”.

Enseguida desenrollemos la otra parte del rollo y leamos las PROFECIAS SOBRE LA SEGUNDA VENIDA. Al final del último libro de la Biblia, en el Apocalipsis, oiremos a Jesús — para quien el futuro es ya presente — afirmar la plena realización: "Hechas están".

Entre las dos partes del rollo hay un espacio en blanco…, es nuestro tiempo, es el tiempo de la Iglesia, el tiempo de la espera… "hasta que El venga".

¿CREEMOS realmente en el cumplimiento de las profecías, de las que se realizaron con la primera venida de Jesús?

¿Esperamos realmente el cumplimiento de las profecías, de aquellas en que se realiza la vuelta de Jesús?

Coloquémonos por lo menos una vez en nuestra vida frente a las fuentes maravillosas que nos ofrece la Iglesia, — por medio de la Biblia — para desarrollar nuestra fe y nuestra esperanza.

¿Hemos bebido en esas fuentes?

Reflexionemos sobre este pasaje del Evangelio:

Cuando María llevaba a Jesús en su seno, — y sin verlo todavía, — Isabel le dice: " Y bienaventurada la que creyó, porque tendrá cumplimiento lo que se le dijo de parte del Señor (Lc. I, 45).

Del mismo modo se cumplirán un día todas las cosas dichas de parte del Señor, por los profetas y los Apóstoles relativas al Retorno y al Reino de Jesucristo, nuestro Salvador.

Entonces, felices aquellos que, al ver todas estas cosas, podrán decir, como San Mateo al fin de su Evangelio: "Todo esto ha sucedido para que se cumpla lo que escribieron los profetas" (Mt. XXVI, 56).


viernes, 9 de diciembre de 2016

Retractatio IV: Algunos grupos del Apocalipsis VIII: Diversos Grupos.

Nota del Blog: mucho tiempo ha pasado desde la última retractatio y la verdad que ya es hora de poner algunas cosas en su lugar.

Al hablar del VIII de los grupos del Apocalipsis (ver AQUI y también la nota 2 AQUI) distinguíamos dos batallas y, consiguientemente, dos tiempos y dos grupos diversos.

Decíamos que lo que se narra tras la apertura del sexto Sello correspondía al Juicio de las Naciones (VI, 12-17) mientras lo que vemos en el capítulo XIX, 11-21 es un suceso anterior, donde se describe la batalla del Harmagedón, pero ¿será ésto así?

Tal vez hemos pecado de demasiadas sutilezas y distinciones.

Veamos:

Que en el capítulo VI se describe el comienzo del Juicio de las Naciones y se narran las conmociones en el sol, la luna, las estrellas y el cielo, y que a este Juicio lo vemos profetizado en Is. XIII, 9-10; XXXIV, 4; Jl, II, 10.30; III, 4.15; Mt. XXIV, 29; Mc. XIII, 24; Lc. XXI, 25 no parece haber demasiados problemas en admitirlo. La dificultad estaría más bien en el capítulo XIX.

Repasemos primero el texto y luego lo sometamos a un breve análisis:

11. Y vi el cielo abierto y he aquí un caballo blanco y el sedente sobre él es llamado Fiel y Veraz, y juzga con justicia y guerrea.
12. Sus ojos llamas de fuego y en su cabeza muchas diademas, tiene un nombre escrito que nadie conoce sino Él mismo.
13. Y vestido con un vestido empapado de sangre, y el Nombre de Él es llamado el Verbo de Dios.
14. Y los ejércitos que están en el cielo lo siguen en caballos blancos y vestidos de finísimo lino blanco y puro.
15. Y de su boca sale una espada aguda, para que hiera con ella a las naciones. Y Él las destruirá con vara de hierro y Él pisa el lagar del vino del furor de la ira de Dios, el Todopoderoso.
16. Y tiene sobre su vestido y sobre su muslo escrito un nombre: Rey de reyes y Señor de señores.
17. Y vi un ángel de pie en el sol y clamó con gran voz, diciendo a todas las aves que volaban por medio del cielo: “Venid, congregaos para el banquete, el grande, de Dios,
18. a comer carnes de reyes y carnes de quiliarcas y carnes de fuertes y carnes de caballos y de los que montan en ellos y carnes de todos, de libres y de esclavos y de pequeños y de grandes”.
19. Y vi la bestia y los reyes de la tierra y sus ejércitos, congregados para hacer la guerra contra Aquel que monta el caballo y contra su ejército.
20. Y la Bestia fue presa y con ella el Falso Profeta, el que delante de ella había hecho los signos, con los cuales había engañado a los que recibieron la marca de la Bestia y a los que se postraron ante su imagen. Los dos fueron arrojados vivos al lago de fuego ardiendo con azufre.
21. Y los demás fueron muertos con la espada del que montaba el caballo, la que salía de su boca y todas las aves se hartaron de las carnes de ellos.

viernes, 2 de diciembre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Conclusión

CONCLUSION

"Ahora, pues, hijitos, permaneced en Él,
para que cuando se manifestare
tengamos confianza y no seamos avergonzados
delante de Él en su Parusía".

I Jn. II, 28

"PONED TODA VUESTRA ESPERANZA EN LA
GRACIA QUE SE OS TRAERÁ
CUANDO APAREZCA JESUCRISTO"

I Ped. I, 13

"Has de saber que en los últimos días sobrevendrán tiempos difíciles. Porque los hombres serán amadores de sí mismos y del dinero, jactanciosos, soberbios, maldicientes, desobedientes a sus padres, ingratos, impíos, inhumanos, desleales, calumniadores, incontinentes, despiadados, enemigos de todo lo bueno, traidores, temerarios, hinchados, amadores de los placeres más que de Dios. Tendrán ciertamente apariencia de piedad, mas negando lo que es su fuerza. A esos apártalos de ti” (II Tim. III, 1-5).

¡Cualquiera dice al leer tan sombría descripción que el Apóstol hablaba de tiempos como los nuestros! ¡Si, al fin de los tiempos!

Pues bien, nada elevará una barrera más fuerte contra el amor de nosotros mismos, contra el amor al oro, la insubordinación, las formas exteriores de una piedad que reniega de lo que haría su fuerza, que el desarrollo en nosotros de la esperanza de la vuelta de Cristo.

Debemos volver toda nuestra esperanza hacia esta gracia que nos será dada el día de la manifestación de Jesucristo (I Ped. I, 13) para que vivamos desde ahora en paz y alegría del alma.

Nuestra sociedad sufre de un profundo egoísmo, de una sed insaciable de dinero y goces materiales y de su falta de sumisión a la ley de Dios.

¿En dónde está el remedio?

Para aprender a olvidarnos de nosotros mismos se nos proponen diversos medios. Los métodos ascéticos son numerosos, pero nuestro aborrecible yo es un monstruo que, como la hidra de Lemá, debe ser extirpado en sus siete cabezas a la vez. Nada corta más radicalmente los tentáculos del yo que la espera de la manifestación de Cristo que puede producirse de un momento a otro. Nada domina mejor nuestro yo que la lectura de las Santas Escrituras; ellas nos recuerdan sin cesar los misterios que han de suceder. Un día Ángela de Foligno oyó una voz que le decía: "La inteligencia de las Escrituras contiene tales delicias, que el hombre que las posea olvidaría el mundo… No sólo olvidaría el mundo aquel que goce del gozo inefable de la inteligencia evangélica, se olvidaría de sí mismo"[1].

domingo, 27 de noviembre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (X de X)

2. Como se sabe, la Epifanía era primitivamente, la fiesta del nacimiento del Señor. Pues bien, lo propio de una "epifanía" es ser una aparición pública, una manifestación gloriosa. Por lo tanto, está claro que si la Iglesia celebra como tal la entrada de su Señor en el mundo, es porque tiene en vista algo distinto del hecho preciso del nacimiento de Cristo; hecho en el cual casi nada deja traslucir esta gloria real. ¡En realidad, es la totalidad del misterio "epifánico" lo que la Iglesia celebra y en ese conjunto, la primera venida del Señor en la humildad de la carne, nos aparece revestida de todo el esplendor de su venida en gloria y majestad! Y justamente, lo que da a esta fiesta una profundidad sin igual es que celebra, bajo forma sacramental, la manifestación final de Cristo que será, el coronamiento de la Redención.

La celebración presente es testimonio de la realidad futura. Testimonio tan cierto para nosotros, como lo fuera para los contemporáneos de Jesús, aquellos acontecimientos de su vida que nosotros celebramos hoy. Porque no uno sino "tres prodigios han señalado este día que honramos. Hoy, la estrella guió a los magos hasta el Pesebre; hoy, el agua se hizo vino, en la fiesta nupcial; hoy día, Cristo quiso ser bautizado por Juan en el Jordán, para salvarnos. Alleluia" (Antífona del Magnificat, 2° Vísperas).

¿Qué hay de común entre estos tres sucesos? Que en cada uno de ellos se manifiesta la gloria del Señor. Manifestación evidente en la adoración de los Magos; testimonio del Padre en el Bautismo de este hombre que acaba de contarse a sí mismo entre los pecadores. En las bodas de Caná, el mismo evangelista es quien se encarga de dar la evidencia: "Este fué el primer milagro que hizo Jesús en Caná de Galilea; y manifestó su gloria, y creyeron en El sus discípulos" (Jn. II, 11).

martes, 22 de noviembre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Tercera Parte: Las Señales (VII de VII)

VII

YO LOS PLANTARE EN SU PROPIO SUELO

Am. IX, 15

La extensión del Sionismo o reagrupamiento de Israel data del fin de la guerra mundial. La Palestina fué entonces colocada, por los tratados de paz, bajo el mandato británico.

El iniciador del movimiento fué un judío de Budapest, Teodoro Herzl, y el primer Congreso sionista fué realizado en Basilea en 1897; los resultados fueron limitados. Pero en 1917, el 2 de Noviembre, Lord Balfour abría ampliamente la Tierra Santa a los Judíos, favoreciéndolo las grandes firmas americanas, que sostenían entonces con sus poderosos capitales, antes de la baja del dólar, el restablecimiento de su tierra.

De todas maneras, es el gesto abominable de Hitler que expulsa a los judíos de Alemania y confisca sus bienes lo que debía acelerar su reagrupamiento.

Si el gesto fué irritante, sirvió para el cumplimiento de las profecías. Actualmente la gran reunión de "Israel de Dios" sobre su tierra, que debe preceder la vuelta de Cristo, progresa rápidamente.

Aquí las cifras oficiales que son significativas:

En 1920 se contaban 58.000 Judíos en Palestina

En 1930, 175.000

En 1933, 227.000

En 1934, 307.000

En 1935, 370.000[1]

Únicamente durante el año 1935 llegó a Palestina un contingente de emigrantes siete veces superior a aquel de los cautivos que volvieron de Babilonia, después del decreto de Ciro hace 2470 años.

Esta concentración de los judíos es tan rápida que los árabes se han alarmado vivamente. El 13 de Octubre de 1933 hubo en Jerusalén manifestaciones violentas dirigidas contra los judíos y renovadas, quince días después, en Jaffa, puerto de desembarque.

jueves, 17 de noviembre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (IX de X)

III LA EPIFANIA

La Epifanía encierra verdaderamente toda la plenitud de salvación que comporta la venida de Cristo. Su solo nombre lo indica ya. Epifanía significa aparición, manifestación. Es el término técnico usado en la antigüedad para designar la visita del Emperador. Cuando el emperador romano visitaba sus provincias, se le hacía gran recibimiento y brillantes fiestas, que él correspondía concediendo grandes favores y privilegios a la ciudad y sus habitantes. El privilegio más estimado era el título de ciudadano romano que otorgaba el emperador.

1. Es muy significativo ver con qué orgullo la primitiva Iglesia, que no tenía todavía poder político o cultural, designaba la venida de su Cristo con el nombre de "Epifanía". Siempre ha visto en El al Rey del imperio eterno, que honra con su visita al mundo y en particular a la ciudad de Jerusalén, para colmarla con la plenitud de su gloria.

Apenas si habrá otra Misa que contenga mayor brillo y más intensa luz que la Misa de la aparición del Señor.

"He aquí que viene el Señor Dominador: el poder está en su mano, la potencia y el imperio, (Introito).

Levántate, ilumínate, oh Jerusalén, porque viene tu luz, y se ha levantado sobre ti la gloria del Señor. Porque las tinieblas cubrirán la tierra y la obscuridad a los pueblos; más sobre tí se levantará el Señor y en tí se verá su gloria. A tu luz caminarán las naciones y los reyes al resplandor de tu aurora" (Epístola).

sábado, 12 de noviembre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Tercera Parte: Las Señales (VI de VII)

VI

SEREIS RECOGIDOS UNO POR UNO ¡OH HIJOS DE ISRAEL!

Is. XXVII, 12

Acabamos de nombrar al Apóstol Pablo. Sobre su enseñanza vamos a apoyarnos para probar que la reunión milagrosa de Israel, que comienza a nuestra vista, ha sido anunciada por los profetas.

Asistiremos tal vez al restablecimiento completo de Israel sobre la tierra prometida, a la proclamación de su independencia como verdadera nación políticamente reconstituida, y nuestros hijos, ¿verán un día la conversión en masa de los judíos al Evangelio de Cristo?

La manera que el Apóstol Pablo habla de la reagrupación judía prueba que los profetas del Antiguo Testamento la tenían ciertamente en vista. Ellos veían en primer plano la restauración parcial de Jerusalén, después de la cautividad de Babilonia, pero franqueando los siglos sus anuncios proféticos se extienden más lejos, hasta tiempos como los nuestros.

Estas profecías han resonado en tiempos que deben preceder a aquellos que San Pedro llama "los tiempos de la restauración de todas las cosas, de las que Dios ha hablado desde antiguo por boca de sus santos profetas" (Hech. III, 21).

Pues bien, en la época de San Pablo y San Pedro ya no se trataba de la restauración de Israel después de las cautividades, sino del tiempo que seguiría a la gran dispersión, aquél en el cual nosotros entramos. "Jerusalén será pisoteada por (las) naciones hasta que se cumplan (los) tiempos de (las) naciones" (Lc. XXI, 24)[1].

sábado, 5 de noviembre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (VIII de X)

5. Por consiguiente, para celebrar en toda su amplitud la fiesta de Navidad, es necesario pasar más allá de las circunstancias exteriores del nacimiento del Salvador, y coger aquello que constituye la realidad permanente de este misterio. El hecho histórico nos ha revelado que: "el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros; que hemos visto su gloria, la gloria del Hijo del Padre, lleno de gracia y de verdad".

La unión del Verbo a la carne, que se llevó a efecto en la Encarnación es, por lo tanto, substancial e indisoluble. Es decir, que la plenitud de la vida penetra en la naturaleza humana, a través del cuerpo de Jesús, y la une así para siempre a la Segunda Persona de la Trinidad Santa. Esto es lo que con fuerza y concisión expresa el Martirologio Romano al decir: que "Jesucristo quiso consagrar el mundo por su misericordioso advenimiento".

En este sentido, consagración significa la comunicación que hace Dios de su vida divina a las cosas o personas de este mundo. Comunicación de una virtud divina, de la gracia divina. En este sentido también, la Encarnación es la consagración fundamental por la cual el mundo, salido de la mano de Dios, recibe una nueva santificación, es decir, una nueva participación a la propia vida del Creador tal como se encuentra en la Segunda Persona Divina. Toda la liturgia de Navidad está construida sobre esta idea de la "consecratio mundi". Durante el Adviento se anunció ya este reflorecimiento. Navidad habla de él como de algo ya realizado:

"Que los cielos se regocijen y que la tierra se alegre ante la faz del Señor, pues he aquí que viene".

"Todos los confines de la tierra verán la salvación de nuestro Dios. Hoy nos ha iluminado un día santo porque la luz ha descendido sobre la tierra. Dios ha establecido el Universo y no temblará".

martes, 1 de noviembre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Tercera Parte: Las Señales (V de VII)

Cementerio Judío. Monte de los Olivos.
V

NO QUEDARA PIEDRA SOBRE PIEDRA

Lc. XXI, 6

Las más antiguas profecías que anuncian la dispersión de los judíos se remontan a una alta antigüedad; las leemos en el libro del Deuteronomio, escrito por Moisés, allá por el año 1.400 antes de Cristo.

Su realización es fácil de verificar: se trata da hechos históricos.

Se cuenta que un día Federico el Grande, el amigo de Voltaire, de quien compartía las ideas filosóficas, deseando poner en apuros a uno de sus capellanes, le dijo: "Quisiera que Ud. me diera en una palabra la prueba de la veracidad de la Biblia". El capellán, sin vacilar, contestó al rey: "¡Israel, señor!".

La historia de Israel es, en efecto, LA PRUEBA RACIONAL MAS CONVINCENTE DEL CUMPLIMIENTO DE LAS PROFECIAS.

Los hechos históricos son incontestables y su estudio nos revela, como a Federico el Grande, la veracidad de la Palabra de Dios. El pueblo judío ha quedado como una señal, como Isaías lo anunciaba. Después de su destrucción quedará como "mástil en la cumbre de un monte y como bandera sobre una colina", si, verdaderamente, "Dios vela sobre su palabra para cumplirla" (Jer. I, 12).

Recordemos primero dos hechos: el cautiverio de Babilonia en el siglo VI antes de Cristo y la toma de Jerusalén por Tito, que provocó la dispersión de Israel el año 70 después de Cristo.

Moisés desde el año 1.400, anunciaba este futuro lejano con precisión. Si el pueblo fuere infiel a Dios desobedeciéndole caerá sobre él la maldición:

"Yahvé te transportará a ti y al rey que pongas sobre ti[1], a un pueblo desconocido de ti y de tus padres; y allá servirás a otros dioses, a leño y piedra (de que son hechos). Y vendrás a ser un objeto de espanto, de proverbio y de befa entre todos los pueblos adonde Yahvé te llevará (…) servirás a tus enemigos que Yahvé enviará contra ti, en hambre, en sed, en desnudez y todo género de miserias. Él pondrá sobre tu cuello un yugo de hierro, hasta aniquilarte”.[2] (Deut. XXVIII, 36-37 y 48).

martes, 25 de octubre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (VII de X)

3. La misma liturgia de Navidad nos lo enseña en forma inequívoca. En las tres Misas, el hecho histórico se destaca únicamente en los Evangelios, y aún así, hay que hacer la debida reserva en lo que se refiere al Evangelio de la tercera, que es el prólogo de San Juan y el cual desborda, en forma absoluta, todo marco temporal. Los demás textos celebran el misterio de la Parusía, de la aparición de Cristo — preparada ya durante el Adviento, —o también, la generación de la Segunda Persona divina en el seno de la Santísima Trinidad. El Introito de la Misa del día: "Un Niño nos ha nacido" contradice sólo en apariencia esta afirmación porque aquí también es el caso de la visión escatológica del imperio de Dios sobre el mundo.

Lo mismo puede decirse del Oficio. De las cinco antífonas de las primeras Vísperas las dos primeras, o sea aquéllas que parecen expresar los primeros sentimientos que experimenta la Iglesia por este suceso, hablan del esplendor que corresponde de derecho al Rey de Paz.

1. "El Rey de Paz ha manifestado su gloria; Aquél cuyo rostro ansía ver toda la tierra".

2. "El Rey de Paz ha hecho brillar su magnificencia, más que todos los reyes de la tierra".

Si la tercera Antífona alude al nacimiento en Belén, la cuarta y la quinta amplían la perspectiva en un sentido nuevo y saludan en este nacimiento la llegada del Reino de Dios y de la Redención.

En los Salmos y Antífonas de Maitines no se hace referencia al hecho histórico como tal. Ciertamente algunos de los responsorios señalan los detalles y la forma en que se realizó, pero constantemente, en la mayor parte de estas fórmulas la manera de enunciarlas excede al punto de vista puramente histórico. Expresan con la mayor claridad el esplendor y el poder de este recién nacido. Además, hay que hacer aquí la misma observación que se hizo respecto de la liturgia de Adviento y que se refiere al papel que corresponde a la Virgen-Madre y al futuro nacimiento de su hijo; este papel es el de anunciar el rol que debe ser propio de la Iglesia. Este pensamiento está admirablemente desarrollado en una oración de la liturgia Mozárabe en el día de Navidad:

martes, 18 de octubre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Tercera Parte: Las Señales (IV de VII)

IV

EL ISRAEL DE DIOS

Gál. VI, 16

Entre las señales que nos anuncian la proximidad de la vuelta de Cristo, no hay nada más convincente, más claro, más fácil de verificar que la reunión de los judíos en Palestina.

Me permitiré relatar tres recuerdos que se escalonan en un espacio de 35 años.

El más antiguo se remonta a los años 1900 a 1903.

Hacía yo mis estudios en el Sagrado Corazón de Montfleury, cerca de Grenoble. En el curso de instrucción religiosa, se nos enseñó que un signo evidente del fin próximo de nuestro mundo actual sería la reunión de los judíos en la tierra de Israel.

¡Cuánto hubiera deseado ver este acontecimiento extraño que nada, absolutamente nada, hacía prever!

Treinta años han pasado y vemos… vemos el "milagro judío".

Cuando fuí a Palestina, el año 1928, consideré por cierto con gran interés el esfuerzo sionista. El sionismo no estaba sino en sus comienzos y, en lo que pude apreciar, se notaba más, en este agrupamiento, la voluntad determinada de millonarios americanos que la de todo un pueblo deseoso de volver a entrar en su tierra, para "rehacerla".

Pude cerciorarme que los hermanos Tharaud tenían un vasto campo de experiencias que explotar, para sus futuras novelas. Sin embargo, qué sonrisa tan escéptica sentía yo deslizarse por mis labios pensando en la felicitación tradicional que se dirigían anualmente los judíos unos a otros: "El año que viene en Jerusalén".

Entre tanto, ¿cuál ha sido después la marcha de los acontecimientos?

En Mayo de 1935 asistí a la ceremonia conmemorativa del décimo aniversario de la fundación de la Universidad de Jerusalén. Los siete oradores de origen judío o cristiano, que en esa circunstancia tomaron la palabra estuvieron obligados, sin que todos conocieran las profecías, a proclamar que es preciso esperar de este pueblo una efusión de nuevos valores espirituales sobre el mundo, tiempos de justicia, de paz y de verdad.

No recuerdo el nombre de estos oradores, pero la incredulidad notoria de muchos daba, sin que ellos lo quisieran, el más brillante testimonio de la veracidad de la Palabra de Dios. El viejo espíritu racionalista de estos universitarios estaba amortiguado, casi vencido, al contacto de la potente transformación de la tierra de Israel y casi todos se sirvieron de esta expresión "el milagro judío", para caracterizar la repentina restauración del "Erest-Israel"[1].

¡El milagro! ¡Los racionalistas creen, pues, en milagros en estas circunstancias! Y nosotros, los cristianos vivimos viendo "este milagro", y ni comprendemos su significado, ni siquiera nos preocupamos de él.

He relatado estos tres recuerdos, pues ellos ilustran la evolución de un alma sincera, escéptica primero, después convencida. Sincera en su esperanza de niño; escéptica sobre el éxito del Sionismo, en fin, convencida por la evidencia del renacimiento de Israel en su tierra: "el milagro judío".


***

La reunión de Israel merece, por sus relaciones estrechas con nuestro objeto, un estudio más detenido. Sucesivamente vamos a considerar:


I.- PROFECIAS QUE ANUNCIAN LA DISPERSION DEL PUEBLO DE DIOS;

II.- LAS PROFECIAS QUE ANUNCIAN SU REAGRUPAMIENTO;

III.- LAS TRANSFORMACIONES MATERIA LES DE LA TIERRA DE ISRAEL.




[1] Es interesante considerar la importancia que se le concede en los medios israelitas al nuevo nombre de la Palestina: "Erest-Israel", la tierra de Israel. Este nombre conviene mejor a la tierra judía que el de Palestina, que quiere decir tierra de filisteos. Por otra parte, las promesas de Dios son formales: "Los restablecerá en su tierra" (Is. XIV, 1). "Habitarán en su país" (Jer. XXIII, 8). "Os colocaré en vuestro suelo (Ez. XXXVII, 12).

martes, 11 de octubre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (VI de X)

II.- NAVIDAD

El examen atento de los textos litúrgicos del Adviento nos ha permitido constatar que el objeto primero y, por decirlo así, exclusivo de este período es prepararnos con la Iglesia a la venida final de Cristo en "poder y majestad". La evocación de esta segunda venida — que es coronamiento y consumación de la venida de Cristo a nuestra carne en Belén — se hace aún más insistente y actual durante las fiestas de Navidad y Epifanía.

1. Sin embargo, a primera vista, parece que esta fiesta de Navidad se apartara un poco de esta visión escatológica. Su nombre mismo, "nativitas Domini" se refiere a un hecho histórico del pasado. En cambio, el nombre de las otras dos solemnidades "Adventus Domini", "Epiphania Domini" atrae la atención al acontecimiento final del último día. Aún más, estas palabras han llegado a ser los términos técnicos con que se designa la Parusía. El hecho es que toda la liturgia de Navidad insiste siempre en el carácter histórico de esta fiesta.

Para empezar, el anuncio mismo de la fiesta en el martirologio romano, sitúa el acontecimiento dentro de la historia de la Humanidad.

"Después de la creación del mundo, cuando al principio Dios sacó de la nada el cielo y la tierra, en el año cinco mil ciento noventa y nueve; después del diluvio, en el año dos mil novecientos cincuenta y siete; después del nacimiento de Abraham, etc..., en el año setecientos cincuenta y dos de la fundación de Roma y cuarenta y dos del Imperio de Octaviano Augusto, gozando de paz el universo; en la sexta edad del mundo, Jesucristo, Dios eterno e Hijo del Padre eterno, queriendo consagrar el mundo por su misericordioso advenimiento, habiendo sido concebido del Espíritu Santo, nace en Belén de Judá, hecho hombre de la Virgen María".

miércoles, 5 de octubre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Tercera Parte: Las Señales (III de VII)

III

¿POR QUÉ SE AMOTINAN LAS GENTES?

Sal. II, 1

Estudiando la significación de la estatua que vió en sueños Nabucodonosor, dijimos que el profeta Daniel, interpretándola, había contemplado toda la historia del mundo hasta la vuelta de Cristo. Es él, Nuestro Señor, quien, bajo el símbolo de una "Piedra" golpeará al coloso para reducirlo a polvo y convertirlo en ligero tamo del trigo que se lleva la brisa en el verano; Juan la verá en Patmos bajo el símbolo DEL CORDERO, "y el Cordero los vencerá (porque Señor de señores es y Rey de reyes)" (Apoc. XVII, 14).

El verdadero dictador será Cristo, porque se habrá revestido "de su gran poder" y estará reinando (véase Apoc. XI, 17). Pero, antes de su vuelta, no nos sorprendamos de esta fuerza dictatorial que subyuga a todos los países, unos después de otros… Tampoco nos maravillaremos de la crisis económica mundial, tan claramente anunciada en el Apocalipsis.


***

El tiempo de los dictadores.

Desde hace veinte años todos los países de Europa han sido sacudidos por crisis políticas de una magnitud más o menos considerable, pero todas estas revoluciones tienden hacia un mismo fin: establecer dictaduras, ora fascistas, ora comunistas. Si más tarde vemos renacer monarquías, éstas tendrán un carácter semejante de fuerza y de poderío.

Todos los países claman por "un jefe", un Stalin, un Mussolini o un Hitler.

Este consentimiento mundial representa la gran aspiración del corazón humano hacia un libertador: ha llegado el momento "para destruir a los que destruyen la tierra" (Apoc. XI, 18).

Si los dictadores, como veremos, transforman el país donde se instalan, ellos llevan consigo gérmenes de muerte y de destrucción, pues su principio de autoridad no hunde sus raíces en Dios.

sábado, 1 de octubre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (V de X)

7. Podemos decir lo mismo de las fiestas de Navidad y Epifanía. Ellas también encierran la idea de una verdadera venida de Cristo para la cual nos prepara el Adviento. El carácter preparatorio de este período no se manifiesta sólo de un modo directo en el hecho de que las promesas de Adviento aparecen cumplidas en Pascua y Epifanía, como lo veremos más adelante; sino también en este otro hecho: muy a menudo, en la liturgia de Adviento, el sacrificio eucarístico mismo tiene claramente un carácter de preparación. Esto es de suma importancia, pues de aquí se sigue que una misa no es exactamente como otra. Ciertamente, considerado en sí mismo, cada sacrificio de la misa representa el mismo misterio de Redención, sin embargo, las palabras sagradas, tanto las del breviario como las del Misal, que preparan el sacrificio o le siguen, con-tribuyen realmente a dar a cada sacrificio su carácter particular. Solamente esta concepción explica que una Misa pueda ser celebrada como preparación a otra y serle así subordinada, en cierto modo.

"Recibamos, Señor, tu misericordia en medio de tu templo; para que preparemos, con los debidos honores la solemnidad venidera de nuestra Redención" (Postcomunión del I Domingo de Adviento).

"Imploramos Señor, tu clemencia para que estos divinos auxilios, al purificarnos de los vicios, nos dispongan para las fiestas venideras" (Postcomunión del III Domingo de Adviento).

(Traducción sacada del Misal Lefebvre).

miércoles, 28 de septiembre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Tercera Parte: Las Señales (II de VII)

II

ES PRECISO QUE VENGA LA APOSTASIA PRIMERO

II Tes. II, 3

Entre los signos del orden moral que anuncian la venida de Cristo, hay uno que tiene un doble aspecto. Por una parte es preciso que "el Evangelio del reino sea predicado en el mundo entero", y por otra, el Maestro ha anunciado para estos días el enfriamiento de la caridad y la falta de fe sobre la tierra. "Pero el Hijo del hombre, cuando vuelva, ¿hallará por ventura la fe sobre la tierra?" (Lc. XVIII, 8).


LA DIFUSION DEL EVANGELIO

Cuando San Cirilo de Jerusalén en el siglo IV dijo que el Evangelio había sido predicado en el mundo entero seguía la opinión corriente, pero errónea. Hace sólo poco tiempo que nuestra tierra habitada es completamente conocida. Hacia la mitad del siglo XIX, el centro del África, del Asia y de la América eran todavía en parte inexploradas.

Ahora sabemos que toda la tierra ha sido visitada, y sabemos también que, por las Misiones Católicas y protestantes[1], el Evangelio es difundido en forma sorprendente desde hace 50 años.

Las obras bíblicas han hecho un prodigioso esfuerzo para hacer conocer a Jesucristo y la salvación de la Redención. En Febrero de 1933, el Nuevo Testamento estaba traducido en 869 lenguas y cada año que venga se ofrecerá la Palabra de Dios en algunos nuevos dialectos.

Podemos decir sin equivocarnos que el Evangelio es repartido hasta los extremos de la tierra. No hay una isla ni un territorio donde la Biblia no haya sido llevada. Pues Jesús ha dicho: "Y se proclamará este Evangelio del Reino en todo el mundo habitado, en testimonio a todas las naciones. Y entonces vendrá el fin" (Mt. XXIV, 14).

sábado, 24 de septiembre de 2016

La Venida del Señor en la Liturgia, por J. Pinsk (IV de X)

5. Por el hecho de esta conexión se abren infinitas perspectivas sobre el sentido de la Oblación y de la Sagrada Cena (precisamente el Ofertorio y la Comunión nos proporcionan estos textos), en la liturgia de Adviento. Desgraciadamente no puedo detenerme en este punto.

Algo, sin embargo, debe ser aclarado aquí: es la participación del universo entero en el advenimiento del Señor. Esta bienaventurada venida no concierne solamente a la humanidad, todo el conjunto de la creación aspira a ella, como dice San Pablo: "con la esperanza de ser librada de la servidumbre de la corrupción y para tomar parte también de la libertad gloriosa de los hijos de Dios" (Rom. VIII, 21). Lo que se dice en el Apocalipsis de "cielos nuevos y tierra nueva" y cuya aparición está ligada también a la venida del Señor, el Adviento lo presenta con imágenes de una belleza sorprendente.

“En aquel día las montañas destilarán mansedumbre y los collados derramarán leche y miel. Que los cielos se regocijen y que la tierra exulte. Montañas, haced resonar vuestras alabanzas… Montañas de Israel, extended vuestros ramos, floreced y producid frutos. Que las montañas hagan estallar la alegría y los collados la justicia porque el Señor, luz del mundo, viene con poder. Las montañas y collados cantarán ante Dios alabanzas y los árboles del bosque batirán las palmas, porque el Señor vendrá como Dominador para reinar eternamente. Los campos solitarios de Israel han producido un germen de agradable olor: porque he aquí que nuestro Dios vendrá con poder y su esplendor estará con El. Se revelará la gloria del Señor y toda carne verá la salvación de nuestro Dios. La tierra desierta y sin caminos se regocijará y la soledad exultará y florecerá como la azucena. Germinando, germinará y se regocijará llena de alegría cantando alabanzas. La gloria del Líbano le ha sido dada, la belleza del Carmelo y de Sarón; ellos mismos verán la gloria del Señor y la majestad de nuestro Dios… Aguas han manado en el desierto y torrentes en la soledad y la tierra que era árida será como un pantano y la que era seca será como un surtidor de agua. En las guaridas en que habitaban entre los dragones crecerá el verdor de la caña y el junco. Y allí habrá un sendero y una vía, ella será, llamada vía santa".

miércoles, 21 de septiembre de 2016

El que ha de Volver, por M. Chasles. Tercera Parte: Las Señales (I de VII)

TERCERA PARTE

LAS SEÑALES

"Estad atentos, ved que os lo he anunciado
todo con antelación" (Mc. XIII, 23).

" Pero al comenzar estas cosas a suceder,
erguíos y levantad vuestra cabeza
porque se acerca vuestra redención" (Lc. XXI, 28).


I

¿CUAL SERA LA SEÑAL DE TU PARUSIA?

Mt. XXIV, 3

"¿Cuál será la señal de tu parusía?". Tal fué la pregunta que los apóstoles pusieron a su Maestro, algunos días antes de su pasión, mientras contemplaba Jerusalén y las grandes construcciones del templo.

En respuesta, el Señor les indica los signos precursores de su vuelta, y agrega, después de haberles enseñado detenidamente: "Ved que os he predicho todo" (Mc. XIII, 23).

Tratemos de recordar las señales dadas por Jesús y demostrar que hay algunas muy importantes que tienen actualmente un principio cierto de realización.

Su valor es incontestable y su sentido es manifiesto. Ellas nos conducirán a decir, para apropiarnos las grandes palabras de Cristo: "Pero al comenzar estas cosas a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza porque se acerca vuestra redención" (Lc.XXI, 28).

"Estad atentos a todo lo que vamos a decir, pues no es una historia de cosas ya sucedidas, es una profecía de cosas que van a venir y que sucederán ciertamente. No es que nos erijamos en profetas, no somos dignos ni de este honor ni de esta función, no haremos más que recordar lo que está escrito tocante a las señales que precederán a la segunda venida". "Conservad, pues, el recuerdo, tratad de enseñarlo a los otros, sobre todo instruid a vuestros niños".

Así se expresaba en el siglo IV San Cirilo de Jerusalén en su XV catequesis.