miércoles, 28 de febrero de 2024

Magdalena Chasles, HE AQUÍ QUE VENGO (Reseña)

    Magdalena Chasles, HE AQUÍ QUE VENGO, CJ Traducciones, 2024, p. 314.



 Hermoso libro de la autora francesa ya conocida por el Blog, fruto de muchos años de estudio de las Sagradas Escrituras. Escrito más de diez años después de “El que vuelve” (ver ACÁ), uno nota un mayor manejo y soltura en el uso de las Escrituras.

El libro se remonta al comienzo de la historia bíblica y desde allí va recorriendo a las dos descendencias bíblicas, las de la serpiente y la de la Mujer, en su lucha implacable, lucha que ha de terminar con la segunda Venida de Nuestro Señor y su reino milenario.

La traducción ha sido retocada en no pocos pasajes, de la que habíamos publicado en su momento.

De lectura agradable y sencilla, pero no por ello menos profunda, no podemos menos que recomendar vivamente este libro.

Por ahora está solamente disponible en Amazon (ver ACÁ), a la espera de la publicación en papel en Argentina.

lunes, 26 de febrero de 2024

Introducción al Libro de lo justo, por L. B. Drach, rabino converso (IX de XII)

   13. Es cierto que sostengo que los libros de Josué y Samuel, tal como los tenemos, fueron escritos después de la muerte de estos profetas. Teodoreto insiste en este hecho en cuatro lugares de su comentario a Josué y Reyes. He transcrito sus propias palabras. Procopio dice lo mismo en su comentario sobre Josué. Bonfrerio, en sus Praeloquia in Script. S., escribe:

«Hay que decir que estos libros (a saber, los de Samuel) fueron escritos por diversas personas en diversos momentos». 

El P. Torniel, general de la orden de los barnabitas, ilustrado por nombres como Gerdil, Lambruschini, Ungarelli, Vercellone, etc., defiende esta opinión respecto al libro de Josué, y el P. Becan (Martín), jesuita, está lejos de rechazarla. 

«El libro de Josué, dice en su Analogía V. Novique T., fue escrito o por el mismo Josué o por otro, tal como afirma Agustín Torniel en el libro Annal.». 

El P. Veith: 

«El libro de Josué. Es incierto su autor». 

El famoso teólogo Liebermann: 

«A muchos les agrada este término medio: Josué, dicen, dejó escritos comentarios de sus hazañas, que un autor posterior, como Samuel, puso en orden», vol. I, p. 261. Editio IV origin. Mogunt. 

Y en p. 263: 

«Cualquiera sea el autor del libro de los Reyes, que algunos quieren que haya sido escrito por Jeremías, otros por Esdras, es cierto que éste poseía comentarios públicos que los demás carecían, de entre los cuales tal vez clasificó los cuatro libros». 

El Barón Henrion, en su Histoire ecclésiastique, otro grandioso monumento que se levanta en los talleres católicos de Montrouge, admite también la posibilidad de que el libro de Josué haya sido escrito a partir de las memorias de un autor que vivió en la época de este líder hebreo (vol. III, col. 1083). El P. Glaire, que con sus largos trabajos ha prestado un gran servicio a los estudios bíblicos, está de acuerdo con los que hacen de Esdras el autor de Samuel y de los dos libros de los Reyes (Introd., vol. III, p. 185). Podría citar a muchos otros escritores católicos que son de esta opinión. En general, cuando la Iglesia no nos dice a quién dictó el Espíritu Santo tal o cual libro de la Biblia, no sólo es poco importante saber quién fue el escritor, sino que San Gregorio Papa considera que tomarse la molestia de saberlo sería hacer el mismo ridículo que quien, habiendo recibido una carta de un alto personaje, buscara curiosamente saber con qué pluma fue escrita. Nos basta con saber que el autor del libro es el Espíritu Santo (Moral. in Job prœf.). Los que escribieron fueron meros instrumentos, como dice el P. Bonfrerio.

jueves, 22 de febrero de 2024

Introducción al Libro de lo justo, por L. B. Drach, rabino converso (VIII de XII)

   7. Me apresuro en eximir de toda responsabilidad al honorable Eclesiástico cuyo artículo, que he calificado de extraño, lleva, desafortunadamente, su firma. Más de un lector de este artículo se ha asombrado por una singularidad. ¿Cómo conciliar el testimonio de ortodoxia sin sospecha y campeón de la causa católica con la imputación de herejía y racionalismo? ¿Qué hay de común entre la benevolencia que el P. Falcimagne, a quien no tengo el honor de conocer, está dispuesto a mostrarme, entre su tono de corrección y urbanidad francesa que el espíritu revolucionario y republicano, sé lo que digo, ha desterrado del lenguaje y costumbres de nuestra joven generación, y una crítica apasionada cuya deslealtad y perfidia voy a exponer? Este es un verdadero problema. Me he enterado de algo de lo que ya estaba convencido. El artículo que me obliga a tomar la pluma estaría en las mismas condiciones que el Yaschar: constaría de dos elementos diferentes. Una mano oculta se situó detrás del estimado firmante, cuya religión fue sorprendida, y cuya amistad fue fascinada, para lanzarme dardos venenosos. Así es como un niño malo se escabulle detrás de un hombre para hacer travesuras sin ser visto. Sé de lo que es capaz esta mano. La reconocí desde el primer momento cuando vi que ponía un Tratado de Helvidio en lugar del Libro contra Helvidio, y desfiguraba el nombre de Rosenmueller, como en otros lugares ha desfigurado otros nombres famosos. Esta mano, si no me equivoco, pertenece a un hombre que durante muchos años me ha perseguido con un odio mortal. Por más que le dije en una carta, que preferí no hacer pública: 

«Deja tu ofrenda ante el altar, y ve primero a reconciliarte con tu hermano». 

Es, por desgracia, una de esas naturalezas férreas, y aún más implacables porque no pueden perdonarte por haberles prestado un servicio importante. No escatima en dañar tanto mis intereses como mi reputación. Es un adversario que no se cansa de dar vueltas a mi alrededor como un león rugiente, espiando el momento adecuado para devorarme.

8. No ha temido mentir a su propia conciencia imprimiendo que soy un novato que todavía sólo tiene ideas vagas y confusas sobre la religión cristiana, él que sabe, cosa, por otra parte, notoria, que en Roma, por orden del Papa, he estudiado teología bajo la dirección del P. Perrone; que fui uno de los correctores tipográficos de la primera edición de la teología de este gran maestro; que hay notas en esta teología que llevan mi nombre; que ayudé a preparar la edición de la teología de Billuart, publicada por los RR. PP. Pasionistas de Roma, edición en la que también se me nombra. Además, este hombre, que no se arredra ante ninguna afirmación, no ignoraba que era cristiano desde hacía treinta años y que mi catecumenado había sido impartido por el P. Fontanel, de docta y piadosa memoria, profesor de teología en la Sorbona y decano de su Facultad. Se imaginaba que ya no tenía la carta en la que me decía: 

sábado, 17 de febrero de 2024

Introducción al Libro de lo justo, por L. B. Drach, rabino converso (VII de XII)

 DEFENSA

DEL SEPHER HAIYASCHAR,

O LIBRO DE LO JUSTO 

Por el caballero DRACH,

A petición del P. MIGNE,

Editor de la Biblioteca Universal del Clero 

Para su Diccionario de los Apócrifos o Colección de todos los libros apócrifos relacionados con el Antiguo y Nuevo Testamento, en su mayor parte traducidos al francés por primera vez, sobre los textos originales enriquecidos con prólogos, disertaciones críticas, notas históricas, bibliográficas, geográficas y teológicas. 

EN RESPUESTA A UN ARTÍCULO BIBLIOGRÁFICO

Firmado por el P. FALCIMAGNE[1]

 AL EDITOR DE LA VOIX DE LA VÉRITÉ 

ESTIMADO SEÑOR, 

1. En vuestro número del 24 de julio de 1858 ha aparecido un extraño artículo firmado por un estimable y sabio eclesiástico, el P. Falcimagne, artículo que ha sido, para muchos de los que me conocen, una ocasión de pena y asombro, y cuya primera lectura me ha dejado en un estado de estupefacción tal que uno se pregunta si no es el juguete de un sueño. Usted mismo lamenta haberlo admitido en las columnas de vuestro estimable periódico, cuyo título contradice.

2. En primer lugar, no puedo sino expresar mi sincera gratitud por el hecho de que el respetable y pío escritor reconoce la ortodoxia sin sospechas y muy lealmente profesada del Sr. Drach y su persuasión de que sus disidencias con un sabio tan estimable como el Sr. Drach no impedirán a los buenos espíritus que vean en nosotros a los defensores de una misma causa. Este es para mí el punto esencial. Antes que nada, soy católico y defenderé hasta mi último suspiro la fe que me ha sido dada por la gracia de lo alto. También le agradezco los elogios que hace al mérito intrínseco de mi traducción del famoso Yaschar, y de las notas que lo acompañan. La publicación de esta pieza que considera, al igual que otros sabios, como un acontecimiento en la literatura oriental, será, espero, un servicio prestado a los estudios sacros. Pero séame permitido repetir las palabras que el talmud pone en boca de Jon.-ben-Uziel: 

«Tú sabes, Dios mío, que no trabajo para mi gloria, ni para la de mi casa; no trabajo sino para la gloria de tu nombre». 

martes, 13 de febrero de 2024

Introducción al Libro de lo justo, por L. B. Drach, rabino converso (VI de XII)

   34. Esperamos que el lector esté de acuerdo con nosotros en que el Libro de lo Justo, incluso en su estado actual, truncado y lleno de intercalaciones posteriores, merecía ser traducido. Arroja luz sobre un gran número de pasajes del Pentateuco que aún no han sido explicados de manera satisfactoria. Coloca en su justo lugar interesantes tradiciones dispersas en otros monumentos de la antigua Sinagoga.

35. Hemos realizado nuestra traducción teniendo delante tres ediciones diferentes del texto original. Sólo comparándolos hemos podido rectificar los numerosos errores tipográficos que abundan en ellas. La versión hebreo-germánica, a la que nos referiremos en las notas como a la versión judaica, también nos ayudó a encontrar las lecciones desfiguradas por la negligencia de los correctores judíos. La ausencia de vocales (sabemos que todos los libros rabínicos carecen de ellas) presentaba otra dificultad, la de traducir los nombres propios extranjeros, sobre todo porque los antiguos rabinos, en su ignorancia de los nombres históricos de cualquier nación que no fuera la suya, no representaban con precisión las consonantes. Sólo gracias a la investigación hemos podido recuperar estos nombres.

36. El prefacio que encabeza el Libro de lo Justo por parte del primer editor nos cuenta cómo se encontró este libro. Es un cuento hecho por placer. Demos algunos extractos.

 

«El presente libro, llamado Libro de lo Justo, ha sido encontrado y está ahora en nuestras manos. Cuando la ciudad santa de Jerusalén fue devastada por Tito, todos los oficiales militares se apresuraron a saquearla. Uno de los generales, llamado Sidro, al llegar a una casa grande y espaciosa, entró en ella y se apoderó de todo lo que había. A punto de retirarse, vio un muro que, en su sagacidad, sospechó que debía esconder tesoros. Inmediatamente lo derribó y encontró ante sí una tonelada de libros. Contenía el Pentateuco, los Profetas y los Hagiógrafos, historias de los reyes del pueblo israelita y de los reyes de otras naciones, así como muchos otros libros relativos a Israel. También había un depósito para los libros de la Mischna, puestos en orden[1], y muchos pergaminos. Además, había todo tipo de alimentos y mucho vino. Para su sorpresa, vio a un anciano sentado estudiando los libros. Le dijo al anciano: “¿Cómo es que estás aquí sin ninguna alma cerca?”. El anciano respondió: “Hace muchos años que sé que Jerusalén debía ser destruida por segunda vez, así que construí esta casa y me hice un refugio secreto, donde he traído libros para mis estudios y provisiones para mantenerme. Tal vez, pensé, salvaría mi vida de esta manera”. Ahora bien, Dios quiso que el anciano inspirara sentimientos de benevolencia y piedad al general, que lo retiró de aquel lugar, junto con sus libros, dándole grandes testimonios de consideración. Se hizo acompañar de ciudad en ciudad y de país en país hasta Sevilla. Cuando el general reconoció que el anciano era muy versado en todas las ciencias, lo mantuvo cerca suyo, le mostró todo tipo de respeto y se hizo su discípulo. Se construyeron una casa muy alta fuera de la ciudad, donde colocaron todos los libros ya mencionados. Y esta casa sigue existiendo al día de hoy en Sevilla. Cuando los reyes de Edom[2] nos obligaron, por permisión de Dios, a emigrar de país en país en medio de una gran miseria, este libro, llamado Generación de Adán, junto con otros muchos de la casa de Sevilla, fue a parar a nuestras manos en nuestra ciudad de Nápoles, que está bajo el dominio del rey de España (¡su gloria sea exaltada!). Habiendo observado que estos libros tratan de diversas ciencias, nos hemos formado de buena gana el proyecto de reproducirlos mediante la impresión.

El presente libro es superior en excelencia a todos los demás. Han llegado hasta nosotros doce ejemplares, los hemos examinado y hemos comprobado que son tan coherentes que ninguno de ellos tiene una letra de más o de menos que los demás. Y está escrito que este libro es el llamado[3] Libro de lo Justo. Parece que se llama así porque todo se relaciona en ella según el orden de los acontecimientos sin ninguna intervención. Este es su título principal; pero el público se ha acostumbrado a llamarlo Libro de la Generación de Adán».

martes, 6 de febrero de 2024

Introducción al Libro de lo justo, por L. B. Drach, rabino converso (V de XII)

   27. Este sentimiento sobre el Libro de lo Justo, mencionado en Josué y Samuel, es seguido por los más estimados exégetas modernos: Dom Calmet, Ferrarius, Drusio, Sanctius, Bonfrerio, y luego Huet, Bartolocci, etc. El primero dice que es la opinión más defendible. Creemos que la paráfrasis que Josefo, en sus Antigüedades, hace del versículo del Libro de Josué nos autoriza a decir que esta opinión es indiscutible a los ojos de cualquier crítico de buena fe y sano juicio.

28. Todo lo anterior no es más que una preparación para llegar a la cuestión principal, la que se refiere al libro cuya traducción damos aquí. ¿Es nuestro Libro de lo Justo, הישר ספר, el mencionado en Josué y Samuel? Confesamos que ninguno de los modernos, cuyas disertaciones sobre este tema hemos visto, piensa así. Las principales razones en las que se basan son que:

a. En nuestro libro encontramos nombres de naciones, países, ciudades y hombres modernos en comparación con la época en que se escribió la Biblia, como los lombardos, Germania, Anglia, e incluso Benevento.

b. No existe el himno del que el libro de Josué ha conservado un fragmento, ni la elegía de David sobre la muerte de Saúl y Jonatán, que leemos en nuestra Biblia.

c. Nuestro Libro de lo Justo reenvía a los libros escritos por Moisés y Josué.

d. Abicht encuentra el hebreo de nuestro libro puro y sin mezclas, y por ello no duda en fecharlo en el siglo XIII, y atribuirlo a uno de los rabinos de la Península Ibérica que entonces revivió la pureza de la lengua sagrada.

29. Antes de responder a estas dificultades, pedimos permiso para exponer nuestra íntima convicción sobre el Libro de lo Justo en su forma actual. El estilo de este libro varía continuamente. Pasajes admirables, cuyo hebreo es puro, sencillo y natural como el del texto original del Antiguo Testamento se intercalan con frecuencia con otros pasajes escritos en el mal estilo rabínico que un erudito israelita de Berlín ha descrito justamente como el bajo hebraísmo de la Edad Media. El presente Libro de lo Justo contiene dos elementos distintos. Se compone de fragmentos del antiguo y verdadero Libro de lo Justo, el último de los cuales se detiene en el Libro de los Jueces. Una mano audaz ha unido estos fragmentos por las tradiciones difundidas en las antiguas colecciones conservadas en la Sinagoga, el Talmud, los Midrashim, las diversas paráfrasis caldeas, etc. Lo que nos confirma en este pensamiento, además del estilo de ciertos pasajes, digno de la antigüedad, es un hecho que ha permanecido inadvertido hasta ahora. Un famoso rabino, Rabí Simeón, apodado el Príncipe de los Predicadores, dio, en una obra titulada Yalkut Simeoni, extractos de todos los libros de la antigüedad hebrea en forma de Cadena de los Padres sobre el conjunto del Antiguo Testamento. En él recogió las principales exposiciones de la Sifré, el Sifrá, la Mekhiltha, los Capítulos de R. Eliezer, el Midrash Rabba, el Midrash Thankhuma y otros Midrashim, el Talmud y otros libros antiguos[1]. Ahora bien, entre estos libros antiguos está precisamente el Libro de lo Justo, bajo el título, הימים דברי, Verba dierum, Crónica, y הארוך דה׳י, Crónica larga, dando a entender que דה׳י, Libro de los Paralipómenos de la Biblia no es más que un resumen de la misma. El autor del Yalkut transcribe varios pasajes del mismo, que se encuentran literalmente, salvo algunas variantes de poca importancia[2], en el presente Yaschar, y que probablemente pertenecen a los fragmentos de los que hemos hablado.

viernes, 2 de febrero de 2024

Introducción al Libro de lo justo, por L. B. Drach, rabino converso (IV de XII)

    20. A este principio hay que atribuir las numerosas lagunas que un lector atento de la Biblia no puede dejar de percibir. Nos limitaremos a citar algunos ejemplos en el Pentateuco.

Gén. XXII, 19, Abraham vuelve de la tierra de Moriah a Bersabee, y tiene allí su morada. 7 versículos más adelante, su esposa Sara muere en Cariath-Arbé o ciudad de Arbee, más tarde llamada Hebrón. «Y Abraham, continúa el texto, fue allí, a llorar y lamentarse por ella», etc. ¿Cómo es que Sara muere a ocho leguas de su casa?

Gén. XXVIII, 5, Jacob abandona Bersabee, donde vivían sus padres, a toda prisa para escapar de la venganza de su hermano mayor. Sale sin más equipaje que su persona y su bastón, pues él mismo dice más adelante, XXXII, 10: Pasé este río Jordán llevando sólo mi bastón. Talmud Caldeo de Onkelós: Porque solo he pasado este Jordán. En el cap. XXXV regresa de Mesopotamia, y mientras va de vuelta a su padre, a la ciudad de Arbee, he aquí que Débora muere en su campamento, y se ve obligado a enterrarla bajo una encina en el monte de Betel, donde se encontraba en ese momento. No nos sorprende poco ver que le sigue la nodriza de su madre, a la que no había llevado consigo cuando huyó de la casa de su padre.

Gén. XXXVII, 25 ss., los hijos de Jacob ven venir una caravana de ismaelitas y Judá ofrece vender a José a los ismaelitas. Versículo inmediatamente posterior: «Y habiendo acudido a ellos los mercaderes madianitas, sacaron a José de la cisterna y lo vendieron a los ismaelitas». Finalmente, en el v. 36 dice que los madianitas lo vendieron de vuelta a Egipto. Es evidente que falta algo en el texto, pues no puede haber confundido a los ismaelitas, descendientes de Ismael, con los madianitas, descendientes de Cetura.

Gén. XLVIII, 22, Jacob dijo a José: «Te doy a ti y a tus hermanos la parte de la tierra que he conquistado a los amorreos con mi espada y mi arco». El texto sagrado no nos muestra en ninguna parte a Jacob desenvainando la espada o tensando el arco contra un enemigo.

Éx. IV, 18 y ss., por orden de Jehová, Moisés abandona su retiro de Madián y se dirige a Egipto con su mujer y sus hijos. En una posada de su camino, Seforá, su esposa, se apresuró a circuncidar a su hijo para proteger a su marido del efecto de la indignación de Jehová. Moisés llega a Egipto, libera a los hijos de Israel y los conduce al desierto tras el cruce milagroso del Mar Rojo. Cuando Jetró, suegro de Moisés, se enteró de estas cosas en Madián, tomó, según leemos en el cap. XVIII, a Seforá mujer de Moisés, a quien había despedido, y a sus dos hijos. Ahora bien, no encontramos en todo lo que precede en el texto, ni cuándo, ni por qué, ni cómo Moisés había enviado de vuelta a Madián a su mujer y a sus hijos.

En II Tim. III, 8, el erudito discípulo de Gamaliel cita, como asunto de conocimiento común entre los hebreos, la resistencia que Jannes y Mambres hicieron a Moisés en Egipto. El texto del Éxodo no dice absolutamente nada sobre estos dos magos.