viernes, 29 de abril de 2022

Instrucción sobre el Talmud, por P. Drach, Rabino converso (X de XIV)

 § VI 

DOCTORES LLAMADOS ÉMORAIM. ORIGEN DE LA GUEMARÁ 

Pocos años después de la muerte de Rabí Judá y sus seguidores inmediatos, comenzó una nueva serie de maestros de la Ley Mosaica, conocidos como émoraïm (narradores, disputadores). Explicaban y desarrollaban, en lecciones públicas, todos los pasajes de la Misná que lo necesitaban. Sus enseñanzas están registradas en la Guemará, al igual que las de los tanaítas fueron registradas en la Misná. 

GUEMARÁ DE JERUSALÉN 

La primera colección de este tipo fue el Talmud (o más bien la Guemará) de Jerusalén, una compilación debida a R. Yohhanan, hijo de Elizer, que la terminó, según el cálculo más probable, en el 279 d.C., en el año de su muerte, después de haber sido durante ochenta años rector de la academia de Tierra Santa. En su juventud había oído las lecciones de R. Judá el Nâci. 

Esta Guemará se llama jerosolimitana, porque fue escrita en Judea, especialmente para el uso de los judíos que vivían en tierra santa. Su dialecto es el siro-jerosolimitano, más avanzado y moderno que el del Zohar. 

La Guemará de Jerusalén sólo explica los siguientes tratados de la Misná; al menos esta es la parte que ha llegado hasta nosotros. 

1. Del primer orden, los tratados Berahhot, Peâ, Demaï, Kilaïm, Schebiit, Therumot, Maaserot, Maaser-Schêni, Ehalla, Orla, Biccurim. 

2. Del segundo orden, los tratados Schabbat, Erubin, Pesahhim, Hhaghiga, Bêtza, Moèd-Katon, Rosch-Hasschana, Yoma, Succa, Thaanit, Schekalim, Meghilla. 

3. Del tercer orden, todos los tratados. 

4. Del cuarto orden, los tratados Baba-Kamma, Baba-Metzia, Baba-Batra, Sanedrín, Maccot, Schebuot, Abboda-Zara, Horiot. 

5. De quinto orden, ningún tratado. 

6. Del sexto orden, el único tratado Nidda. Normalmente se imprime junto con los tratados de cuarto orden. 

La Guemará de Jerusalén, desde su aparición hasta la actualidad, nunca ha tenido gran éxito entre los judíos. No se ha difundido mucho, tanto por su insuficiencia como por ser demasiado obscura y estar escrita en una lengua difícil, casi ininteligible para los judíos que en aquella época estaban establecidos fuera de la tierra santa y que formaban la gran mayoría de la nación. Incluso hoy en día, los ejemplares son raros. Sólo conocemos dos ediciones completas, cada una de ellas en un solo volumen in-fol.; la de Daniel Bomberg de Venecia, de mediados del siglo XVI, y la de Cracovia, de principios del siglo siguiente. En Italia y Alemania también se imprimieron órdenes o, al menos, tratados separados. 

Los rabinos profesan un gran respeto por el Talmud de Jerusalén, pero rara vez lo consultan. 

GUEMARÁ DE BABILONIA

domingo, 24 de abril de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, Mas en cuanto al día aquel y a la hora... (II de III)

a) Mi Maestro se demora en venir… 

En las Parábolas de la demora, Jesús opone dos actitudes contradictorias: la de la fidelidad en la vigilancia y la de la ruindad en la negligencia. 

“Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas. Y sed semejantes a hombres que aguardan a su amo (o su señor) a su regreso de las bodas, a fin de que, cuando Él llegue y golpee, le abran en seguida. ¡Felices esos servidores, que el amo, cuando llegue, hallará velando! En verdad, os lo digo, él se ceñirá, los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirles. Y si llega a la segunda vela, o a la tercera, y así los hallare, ¡felices de ellos!... 

Pero si ese servidor se dice a sí mismo: “Mi amo tarda en regresar”, y se pone a maltratar a los servidores y a las sirvientas, a comer, a beber, y a embriagarse, el amo de este servidor vendrá en día que no espera y en hora que no sabe, lo partirá por medio, y le asignará su suerte con los que no creyeron” (Lc. XII, 35-38; 45-46). 

En san Marcos, Jesús insiste aún más sobre la incertidumbre del tiempo de su retorno: 

“Velad, pues, porque no sabéis cuándo volverá el señor de la casa, si en la tarde, o a la medianoche, o al canto del gallo, o en la mañana, no sea que, volviendo de improviso, os encuentre dormidos. 

Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!” (Mc. XII, 35-37). 

Dejar de esperar, dormirse, abandonar las vigilias, golpear a los humildes siervos, merece el castigo al mal siervo, el rechazo e incluso la muerte terrible: 

“Lo partirá en dos”. 

Creemos que el cuidado por ser hallado en vela, al Retorno del Maestro que “tarda en venir”, es, al menos en gran medida, el origen de la santificación por medio de la oración nocturna, de los “nocturnos” o “vigilias” que en la Iglesia Romana llamamos “Maitines”. Los monasterios perpetúan esta tradición. 

La noche romana estaba formada por cuatro vigilias de tres horas; de ellas habló el Señor. 

El Maestro puede venir: 

o a la noche: de 18 hs. a 21 hs.;

o a medianoche: de 21 hs. a 24 hs.;

o al canto del gallo: de 24 hs a 3 hs.;

o a la mañana: de 3 hs a 6 hs. 

Cualquiera sea el tiempo, la orden es absoluta: ¡Vigilad! 

jueves, 21 de abril de 2022

Instrucción sobre el Talmud, por P. Drach, Rabino converso (IX de XIV)

 § V 

PLAN Y DIVISIÓN DE LA MISNÁ 

La Misná se divide en seis sedarim, סדרים (plural de seder, סדר), órdenes. Cada seder se divide en varios masihhthot, םסכתות (plural de masihhtha, םסכתא), tratados; cada masihhtha, en perakim, ףרקים (plural de pérek, ףרק), capítulos, a los que se suele dar como título una, dos o tres de las palabras con las que comienzan. Es sabido que la Iglesia designa del mismo modo las bulas de los Soberanos Pontífices. Cada pérek se subdivide en párrafos llamados misnás, por sinécdoque. 

La división de la ley oral en seis sedarim u órdenes es muy antigua, por lo que es anterior a los escritos de R. Judá. Las paráfrasis caldeas, que se remontan a antes del advenimiento de Nuestro Señor, ya mencionan estos seis sedarim. Ver el Targum de Jonathan-ben-Huziel, en Éx. XXVI, 9 y la Paráfrasis Caldea, atribuida al mismo, sobre Cant. I, 2 y V, 10. 

TÍTULOS DE LOS SEIS ÓRDENES (SÉDARIM), ASÍ COMO DE LOS TRATADOS DE LOS QUE SE COMPONE CADA UNO 

I. Seder zeraïm, Orden de las semillas. Trata de todo lo relacionado con la agricultura, junto con las bendiciones, oraciones y acciones de gracias que deben dirigirse a Dios para agradecerle los productos de la tierra y todos sus otros favores. 

Este orden contiene once tratados: 1. Berahhot; 2. Pêa; 3. Demaï; 4. Kil-aïm; 5. Shebiit; 6. Therumot; 7. Maaserot; 8. Maaser Sheeni; 9. Hhalla; 10. Orla; 11. Biccurim. 

El Talmud adjunta al final del texto mísnico de este orden un capítulo titulado Androghénos (del Andrógino o Hermafrodita), que es una Baraita, extravagante. 

II. Seder Moèd, Orden de las Fiestas. Trata de todo lo que debe observarse para la celebración de las fiestas y de todo lo que se relaciona con los ayunos.

Este orden contiene doce tratados: 1. Shabat; 2. Erubin; 3. Pesahhim; 4. Shekalim; 5. Yoma; 6. Succah; 7. Betza o Yom-Tob; 8. Rosh-Hashanah; 9. Thàanit; 10. Meghilla; 11. Moses-Katon; 12. Hhaghiga. 

III. Seder Nasehim, Orden de las Mujeres. Trata todo lo relacionado con el matrimonio y sus consecuencias, el divorcio, el levirato, etc. También habla de los votos por devoción. 

lunes, 18 de abril de 2022

El Vulnerario de Cristo, por Louis Charbonneau-Lassay (ed. argentina)

 

El Vulnerario de Cristo, por Louis Charbonneau-Lassay

(ed. argentina)

 

El Vulnerario de Cristo, la misteriosa emblemática de las llagas del cuerpo y del corazón de Jesucristo, por Louis Charbonneau-Lassay, publicado por Gauthier Pierozak Éditeur, X+438 pág.


 

Tal y como lo prometíamos al final de la reseña de este libro (ver AQUÍ), damos oportunamente cuenta de la flamante edición argentina del monumental libro de Charbonneau-Lassay, tan apropiado para estos tiempos de Pascua.

 

La edición, impecable una vez más, es obra en conjunto de Lectio y Alfa Ediciones.

 

El libro puede conseguirse escribiendo a librerialectio@arnet.com.ar o al teléfono 3516 576114  y también está disponible en Amazon, para quienes se encuentren fuera de Argentina (ver AQUÍ).


jueves, 14 de abril de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, Mas en cuanto al día aquel y a la hora... (I de III)

    14. Mas en cuanto al día aquel y a la hora... 

El martes que precedió a su muerte, sobre el monte de los Olivos, frente al Templo y la ciudad de Jerusalén, Jesús enseñó a sus Apóstoles. Parecía apremiado para decirles cosas importantes. Lo que no expresó entonces, lo reservó para una última conversación. Su partida tan próxima, seguida del descendimiento del Espíritu, pero también de su vuelta –Yo volveré–, fueron el objeto de la última intimidad a corazón abierto (Jn. XIV-XVII). 

 La seguridad de su retorno está sellada por la suprema promesa: “Volveré”. ¿Pero cuándo? 

Cuando los discípulos piensan que está cerca el momento en que los va a dejar, durante los cuarenta días que transcurren entre la Resurrección y la Ascensión, Jesús les habla “de las cosas del Reino de Dios” (Hech. I, 3). Y entonces preguntan: 

“Señor, ¿es éste el tiempo en que restableces el Reino para Israel?”. 

Jesús no dice que ese Reino no será establecido, sino solamente: 

“No os corresponde conocer tiempos y ocasiones que el Padre ha fijado con su propia autoridad. Recibiréis, sí, potestad, cuando venga sobre vosotros el Espíritu Santo; y seréis mis testigos” (Hech. I, 7-8). 

Lo que está ciertamente próximo es la venida del Espíritu. La del Reino de Dios podrá tardar. En el eterno presente del Padre, el momento está fijo, pero los Apóstoles lo ignoran. Sin embargo, en tiempo de los Hechos, resuena de nuevo el llamado a la penitencia, y los milagros, signos próximos de la proximidad del Reino, estallan, como al comienzo de la predicación de Jesús, pero la nación judía no cumple con la condición necesaria: el arrepentimiento; los corazones se endurecen, y Pablo deberá dirigirse a los gentiles. La Iglesia se forma y va a crecer “gloriosa, sin mancha, ni arruga” (Ef. V, 27) para su Señor [1]. 

Desde entonces, algunos comprenden que el Reino de Dios, para la “restauración de todas las cosas”, no ha venido, que la creación suspira y padece dolores de parto, sin ninguna liberación; que Satanás conserva el gobierno del mundo, que tiene una poderosa descendencia, y que las tinieblas, manifestación de su reino, cubren nuestra tierra que espera e invoca a su Salvador y Rey. ¡Pero cuántos más son los que creen, incluso hoy en día, que el Reino ha venido en la Iglesia y viven sin esperar nada más que un vago “juicio final”! 

sábado, 9 de abril de 2022

Instrucción sobre el Talmud, por P. Drach, Rabino converso (VIII de XIV)

SUPLEMENTOS DE LA MISNÁ

La Misná, escrita, como hemos dicho, en un estilo conciso y sentencioso, no estaba al alcance del lector común. El rabino Judá pasó el resto de su vida explicándolo oralmente. Posteriormente, varios de sus discípulos, que cerraron la serie de tanaítas, escribieron libros para rellenar las lagunas que dejaba la obra de su maestro y desarrollar lo que no había expresado con suficiente claridad. Así: 

1. Rabí Hishia escribió el Thosephtha, תוספִתא (adición, suplemento), para aclarar lo que hay de obscuro y embarazoso en la Misná. Algunos le dan como colaboradores a R. Hoschaïya u Oschaïya, R. Nehemías, Bar-Kappara. De ahí que los escritores hebreos atribuyan los Thosephthot, תוספתות (plural de Thosephtha), a veces a uno, a veces a otro de estos cuatro tanaítas. 

Buxtorf, en su Lexicon talmudicum, cae en un error que resulta sorprendente para un erudito tan versado como él en la literatura rabínica. En el artículo יסף confunde nuestros Thosephthot con los Thosephot, anotaciones marginales del Talmud, cuyos autores, llamados Baalè Thosephot, בעלי תוספות, hombres de los Thosephot, en gran parte del sur de Francia, vivieron todos en el siglo XIII de nuestra era. De ellos se han extraído los Piskè-Thosephot, תוספות פסקי es decir, las decisiones doctrinales resultantes. Estas dos obras, el Thosephthot y el Thosephot, separadas por no menos de mil años, llevan títulos diferentes tanto en singular como en plural, como acabamos de ver. Un suplemento se llama Thosephtha, y una anotación, Thosephet. 

Es fácil creer que este malentendido de Buxtorf ha sido repetido hasta la saciedad por esa muchedumbre de sabios que sólo son sabios del saber, así como de los errores de otro. Se ha reproducido por derecho propio en la Teoría del Judaísmo de un profesor de lenguas y antigüedades orientales que, hace una docena de años, anunció pomposamente a Europa una traducción completa del Talmud, proyecto irrealizable del que diremos una palabra más adelante. 

2. Tenemos de R. Hoschaïya otra obra de la misma naturaleza que el Thosephtha, bajo el título de Béreshit-Rabbá, que no debe confundirse con otra obra del mismo título, también llamada Midrash-Rabbá, compuesta por Rabbá-bar-Nahmeni, de la que hablaremos más adelante, en el n. 4. 

miércoles, 6 de abril de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, ¿No era preciso que Cristo sufriera? (IV de IV)

   c) Resurrección y Ascensión 

La Resurrección de Cristo había sido anunciada por figuras: Isaac, José, pero sobre todo Jonás. Todavía no hemos hablado del Profeta enviado a los ninivitas para invitarlos al arrepentimiento. ¿Puede haber alguna duda al respecto? Es el mismo Jesús el que responde a la generación “mala y adúltera” que quiere un signo, una señal, y 

“No le será dada otra que la del profeta Jonás. Pues, así como Jonás estuvo en el vientre del pez tres días y tres noches, así también el Hijo del hombre estará en el seno de la tierra tres días y tres noches” (Mt. XII, 39-40). 

El “signo de Jonás” se debe considerar atentamente. El milagro que concierne al profeta en fuga, lejos de Nínive, es extremadamente importante. No nos sorprendamos si la contradicción se levanta alrededor de él, pues “el signo de Jonás” es la llave que abre las vías de las glorias del Mesías, esas glorias que son tan mal comprendidas[1]. 

La resurrección es un paso, el paso de Cristo, de la muerte a la vida, de la humillación al poder y la gloria. Ahora bien, el “signo de Jonás” es como el puente entre los dos ríos que nos permite atravesar lo infranqueable, según el parecer humano: de pasar de la muerte de un Dios a la resurrección de un hombre, de la corona de espinas del crucificado a la corona de oro del Rey. 

David había predicho que el Ungido del Eterno no vería la corrupción en el sepulcro y ciertamente Cristo hablaba por él cuando se expresaba así: 

“Por eso se alegra mi corazón y se regocija mi alma,

y aun mi carne descansará segura;

pues Tú no dejarás a mi alma en el sepulcro,

ni permitirás que tu santo experimente corrupción.

Tú me harás conocer la senda de la vida,

la plenitud del gozo a la vista de tu rostro” (Sal. XV, 9-11). 

sábado, 2 de abril de 2022

Instrucción sobre el Talmud, por P. Drach, Rabino converso (VII de XIV)

 § IV 

REDACCIÓN DE LA MISCHNÁ, COMÚNMENTE CONOCIDA COMO MISNÁ 

Preocupado por el deplorable estado de los estudios sagrados de su nación, que se había dispersado definitivamente desde su sangrienta derrota tras su revuelta bajo las banderas del falso Mesías Bar Kojba, en el reinado del emperador Adriano, que desterró a los judíos para siempre del territorio de Judea; considerando, además, que los doctores de la ley, muchos de los cuales habían perecido recientemente bajo el hierro de los soldados romanos, eran cada vez más escasos e incluso apenas bastaban para preservar en la nación el conocimiento de la ley oral, Rabí Judá determinó, a pesar de la prohibición expresa de esa misma ley, escribir toda la tradición. Se basó en la interpretación rabínica del Salmo CXIX, v. 126 (según el hebreo), según la cual es mejor abrogar un artículo de la ley sagrada que dejar que se olvide toda la ley. 

Para ello buscó con gran diligencia todos los apuntes que, en diversas épocas, se habían tomado por escrito en las academias públicas, así como todas las partes de la enseñanza oral difundida entre los doctores, a los que convocó a su alrededor en la medida de lo posible. 

Esta colección, que recibió el nombre de Misná[1], fue acogida con aplausos por todo Israel y en poco tiempo se copió en infinidad de ejemplares. Lamentablemente, además de las buenas tradiciones, que no están todas, se admitieron muchas tradiciones falsas o alteradas de los fariseos. Algunas de estas supuestas tradiciones estaban dirigidas contra el cristianismo. El progreso milagroso del culto al Nazareno no hizo sino irritar aún más a sus ciegos enemigos, que no temían utilizar el fraude y la mentira para alejar de él a los judíos. 

La redacción de la Misná, según la opinión más probable, data de un poco antes del final del siglo II, hacia el año 190 de la era cristiana. Está escrito en un hebreo puro y fácil de entender, aunque diferente del hebreo de la Biblia; se llama estilo o lengua de la Misná. Sin embargo, ya encontramos allí palabras prestadas de otras lenguas, especialmente del griego[2]. La Misná nos proporciona un sinfín de términos hebreos que se buscarían en vano en el texto del Antiguo Testamento; pero su estilo sentencioso, en forma de tesis, breve y que se presta a varios significados, a menudo avergonzaría al lector ordinario[3] si Rabí Hhiya, por medio de su Thocephtha (תוספתא, adición), no le hubiera dado más desarrollo (ver Maimónides, Puerta de Moisés, escrito en árabe y traducido al latín por Pocock, pp. 78-79). La glosa de Rabí Salomón Yarhhi, impresa en el margen del Talmud, así como los comentarios de R. Abdías de Bartenora y Maimónides, son de gran ayuda para la comprensión de la Misná. Se sabe que el protestante Surenhusius ha dado una versión latina de la Misná, así como de sus principales comentarios. Los errores de traducción que contiene esta gran obra, que hemos examinado escrupulosamente comparándola con el original, son realmente innumerables; es una pena que no se ofrezca una edición corregida. 

ELEMENTOS QUE COMPONEN LA MISNÁ