Nota del Blog: Damos comienzo aquí a una corta serie de artículos sobre el Apocalipsis.
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La Jerusalén Celeste, por el Beato de Liébana |
I. El Vencedor
En los capítulos II y III que versan sobre las
siete Iglesias, encontramos, entre otras cosas dignas de estudio, una cláusula
final que se repite en todas ellas:
“Quien tiene oído escuche lo que el Espíritu dice a las
Iglesias: El vencedor… etc.”
El propósito deste artículo será tratar de dilucidar a
quién se refiere el Texto cuando habla de el vencedor.
Lo primero que debemos tener presente es que las siete
Iglesias representan siete épocas de la misma, desde la Primera
hasta la Segunda Venida. Con esto en mente, y sin detenernos por ahora a explicar
a qué época se refiere cada una déllas, ya sabemos que el vencedor tiene
alguna relación especial con la Iglesia. Esto es básico y obvio; avancemos,
pues, un paso más.
El premio prometido al vencedor es muy diferente
en cada una de las Iglesias pero, sin embargo, todos tienen algo en común.
Primero veamos los premios en sí mismos:
II, 7: “Al vencedor le daré a comer del árbol
de la vida que está en el Paraíso de Dios” (Éfeso).
II, 11: “El vencedor no será lastimado por
la segunda muerte (Esmirna).
II, 17: “Al vencedor le daré del maná
oculto; y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita escrito un nombre
nuevo que nadie sabe sino aquel que la recibe” (Pérgamo).
II, 26-28: “Y vencedor… le daré poder sobre
las naciones, y las regirá con vara de hierro, y serán desmenuzados como
vasos de alfarero, como Yo lo recibí de mi Padre; y le daré la estrella
matutina (Tiatira).
III, 5: “El vencedor será vestido así, con
vestiduras blancas, y no borraré su nombre del libro de la vida; y
confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles” (Sardes).
III, 12: “Del vencedor haré una columna en el
Templo de mi Dios, y no saldrá más; y sobre él escribiré el nombre de Dios,
y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la que desciende del
cielo viniendo de mi Dios, y el nombre mío nuevo” (Filadelfia).
III, 21: “Al vencedor le haré sentarse
conmigo en mi trono, así como Yo vencí y me senté con mi Padre en Su trono”
(Laodicea).