A continuación, el mismo Knabenbauer, consciente tal
vez de la debilidad de su argumento, afirma:
“Aunque este o aquel lector pueda tal vez
considerar que esta interpretación no necesita ser desechada a primera vista,
un gran obstáculo (para su aceptación) radica en la manera misma de hablar que
debe esperarse en este pasaje II, 1-10”.
Y luego desarrolla su pensamiento:
“Cuando se habla del Señor se dice adviento, presente está el día del Señor, manifestación
de su Parusía (vv. 1-2.8); en cambio del Anticristo se dice: revelare el hombre de iniquidad v. 3, y entonces se revelará el inicuo, v. 8.
Si ahora leemos en el v. 6 para que él se
revele, según el modo de hablar, el que
se revele en el v. 6 no puede referirse más que a aquel de quien se afirma
en el v. 3 y 8 que se revelará. En esta parte, del Señor se dice parusía, el día está presente, etc., y no que se revelará; y no sirve recurrir a I, 7, donde se habla de la
revelación del Señor, pues II, 6 debe explicarse por su contexto y esto nuevo
de que se trata en el capítulo II se debe explicar por el modo de hablar que
trae este lugar, que claramente uno es de Nuestro Señor y otro del Anticristo”.
Es muy difícil entender esta objeción cuando en
realidad no sólo no pone dificultad alguna seria, sino que, muy por el
contrario, mirada de cerca, no hace más que confirmarla.
Tenemos aquí la dificultad y la respuesta a una
posible objeción.
Es curioso que la objeción del autor ignore por
completo toda la estructura de este capítulo donde San Pablo no hace más que
poner en antagonismo a Cristo con el Anticristo, como hemos visto más
arriba.
Citemos de nuevo la mayoría de los textos: