domingo, 30 de enero de 2022

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (XIV de XVI)

    Lo mismo podemos observar en la epístola que San Ambrosio escribió a los obispos de Emilia sobre la celebración de la Pascua. Y la diferencia esencial que había entre los cuartodecimanos y los otros cristianos era ésta: que éstos celebraban la Pascua el viernes, el sábado y el domingo, culminando esta fiesta por la alegría de la Resurrección, mientras aquéllos no tenían en cuenta estos tres días, sino solamente el catorce de la luna, sin importar en qué día cayera, y que no se servían del nombre de día de Pascua más que para significar el catorce de la luna, uniendo este nombre únicamente a este día. Es lo que San Epifanio dice[1] de los catafrigios cuartodecimanos: 

Celebran la Pascua un día”. 

Y, por el contrario, dice, los católicos hacían esta fiesta durante siete días, es decir, toda la Semana Santa. 

“Excepto éstos (a saber, los seguidores de Sabbatius), dice Sozómeno, como así también los asiáticos llamados cuartodecimanos, todas las otras sectas hacen la Pascua como Roma y Alejandría. Pero con respecto a los Novacianos, observan el domingo de Resurrección, pero siguen, sin embargo, a los judíos y caen en lo mismo que los cuartodecimanos, a menos que el domingo sea el catorce de la luna. 

Los montanistas, continúa, que son llamados pepusitas y frigios, tienen otra manera muy extraordinaria de celebrar la Pascua. Cuentan los días del primer mes destinado por la Escritura para hacer la Pascua; los cuentan a partir del 23 de marzo, día en que creen que fueron creados el sol y la luna, y fijan el catorce el día 5 de abril y siempre hacen la Pascua ese día. Si el catorce cae en domingo, entonces hacen esta fiesta el domingo siguiente, porque dicen que está escrito que la Pascua se hará desde el catorce hasta el veintiuno”. 

El señor Vallois, después de usar el texto de Sozómeno, le hizo aún algunos cambios a este pasaje sin que sea mucho más inteligible. No hacía falta ningún cambio y éste es el pensamiento de Sozómeno. 

jueves, 27 de enero de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, El Hijo de David y el Emmanuel (II de IV)

 Isaías, el más grande de los Profetas, había visto al Mesías como retoño de David: 

Primer período 

Saldrá un retoño del tronco de Isaí (padre de David),

y de sus raíces brotará un renuevo.

Descansará sobre él el Espíritu de Jehová;

Espíritu de sabiduría e inteligencia,

Espíritu de consejo y de fortaleza,

Espíritu de conocimiento y temor de Jehová...

Juzgará a los pobres con justicia

y fallará con rectitud en favor de los humildes de la tierra. 

Segundo período 

En aquel día la raíz de Isaí

se alzará como bandera para los pueblos;

la buscarán los gentiles,

y será gloriosa su morada[1].

En aquel día el Señor extenderá nuevamente su mano,

para rescatar los restos de su pueblo que aún quedaren...

Y reunirá los desterrados de Israel;

y congregará a los dispersos de Judá,

de los cuatro puntos de la tierra (Is. XI, 1-2.4,10-12). 

De esta manera se acercan los dos períodos proféticos.

 

Jeremías nos habla a su vez del germen suscitado a David. 

lunes, 24 de enero de 2022

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (XIII de XVI)

ARTÍCULO VII 

Sobre las costumbres de los Novacianos y de algunas otras sectas

sobre la celebración de la Pascua y Resurrección de Nuestro Señor 

Como el uso de los cuartodecimanos tenía algo de plausible y parecía estar fundado en una buena tradición y en el Evangelio, una parte de la secta de los novacianos juzgó apropiado acomodarse a él. Al recoger cómo narran Sócrates y Sozómeno el tema[1], interpretaré el texto griego a mi modo de ver, y creo que conforme a la verdad; y haré luego algunas reflexiones sobre lo que los demás intérpretes han creído necesario prestar atención. 

Al separarse Novaciano de la Iglesia Romana no dejó de seguir el rito de esta iglesia en la celebración de la Pascua, y sus seguidores lo imitaron hasta el tiempo del emperador Valentiniano I, pues, bajo este emperador, algunos obispos novacianos de Frigia que tuvieron un concilio en un pueblo llamado Pazo hacia el nacimiento del río Sangario, se reunieron y decidieron que había que tener en cuenta el tiempo que los judíos hacían sus ázimos y hacer la Pascua al mismo tiempo que ellos; los obispos que hicieron este decreto eran pocos y no muy considerables. 

Algunos años después, un cierto Sabbatius que de judío se había hecho Cristiano y novaciano, habiendo sido elevado a la dignidad sacerdotal, tuvo deseos de ser obispo. Alguna inclinación que todavía tenía por las ceremonias judaicas unido a su ambición, le hizo pensar en hacer renovar el canon del sínodo de Pazo e hizo peticiones para ello. Habiendo sabido los obispos novacianos sobre sus intenciones reunieron un concilio en Angar en Bitinia y lo hicieron venir. Le preguntaron qué clase de desagrado podía tener contra la iglesia novaciana, y qué pretendía por una especie de facción que parecía querer formar. Respondió que estaba escandalizado por la diversidad que veía entre ellos en lo que respecta a la celebración de la Pascua, que había que hacerla como los judíos y como se había resuelto en el Sínodo de Pazo. 

Los obispos del concilio, que suponían, sin importar lo que dijera, que pretendía el Episcopado, le propusieron hacer un juramento de no aspirar nunca a esta dignidad; él no se animó a rechazar hacer este juramento y lo hizo inmediatamente. Al mismo tiempo, los obispos promulgaron un decreto que llamaron el decreto de la indiferencia, por el que declararon que hacer la fiesta de la Pascua en un tiempo o en otro, era algo indiferente, que esta diversidad no era un motivo suficiente para hacer un cisma en la Iglesia y que cada uno podía, sin perjuicio de la concordia, comportarse como mejor le pareciera. 

viernes, 21 de enero de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, El Hijo de David y el Emmanuel (I de IV)

   11. El hijo de David y el Emanuel 

San Pablo, transportado de admiración al medir la complejidad del misterio de Cristo, decía: 

“Para que seáis capaces de comprender con todos los santos qué cosa sea la anchura y largura y alteza y profundidad, y de conocer el amor de Cristo (por nosotros) que sobrepuja a todo conocimiento” (Ef. III, 18-19). 

Y en otra parte: 

“¡Oh, profundidad de la riqueza, de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán inescrutables son sus juicios, y cuan insondables sus caminos!” (Rom. XI, 33). 

¿Quién narrará la generación eterna del Verbo –de la Palabra–? Los mismos profetas son incapaces de decir su inmensidad, su profundidad; escapa a las miserables palabras humanas. 

¡Es el comienzo de los comienzos! 

“En el principio la Palabra era, y la Palabra era junto a Dios, y la Palabra era Dios” (Jn. 1, 1). 

Tres veces se repite “Palabra” con repetición trinitaria, que nos indica que el sello del Padre, del Hijo, del Espíritu –Espíritu del Padre y del Hijo– selló la Palabra escrita. 

El triple sello no puede ser roto más que por la misma Palabra, Cristo, que revela los esplendores del “Dios invisible” del cual es la “Imagen”, y que abre nuestra inteligencia para “conocer el misterio de Dios”, que es el suyo, “misterio en el cual están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia” (Col. I, 15; II, 2-3). 

¿Deseamos sumergir nuestras miradas en esos tesoros de riqueza, sabiduría y ciencia con humildad y amor? Ya hemos conquistado terreno gracias a los estudios precedentes. 

Las figuras de Cristo, los signos anunciadores del Mesías, en su primera y Segunda Venida, nos condujeron a la época de los reyes. Por etapas, se nos ha revelado su origen, desde el Edén hasta “la casa de David”. 

El Mesías nacerá de la “descendencia de la mujer”, de la raza adámica; no será, pues, un ángel, sino un hombre, a fin de rescatar a los hombres, sus hermanos. Gracias a esta generación en el tiempo y en la carne de pecado, opuesta a la generación eterna, recibirá el derecho de rescate y se servirá de él contra Satanás según la ley del levirato (Lev. XXV, 47-48). 

lunes, 17 de enero de 2022

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (XII de XVI)

 ARTÍCULO VI 

IV Proposición 

Los cuartodecimanos celebraban la Resurrección

el tercer día después del catorce de la luna 

Esta proposición es una conclusión de todo lo que he dicho hasta ahora. Pues según la protesta del obispo Policarpo en nombre de los obispos de Asia, la disciplina de los cuartodecimanos en este tema seguía exactamente el orden de la historia evangélica para las ceremonias del tiempo Pascual y para la celebración de los misterios; pero la Resurrección del Salvador se dio el tercer día después del catorce de la luna, y celebraban, por lo tanto, la Resurrección el tercer día después del catorce; a menos que se diga que no hacían esta fiesta, y es algo de lo que nunca se los acusó y nunca hubieran dejado de ser acusados por eso, considerando que el misterio de la Resurrección fue siempre celebrado en todas partes desde el nacimiento de la Iglesia. 

Pero no pruebo esta conclusión solamente por un razonamiento tan evidente como el que acabo de hacer, sino que tengo aún dos pruebas tomadas de la historia. La primera es lo que dice San Epifanio en el número diez del capítulo de la herejía de los audianos, de la que hablé en el artículo precedente. Dice que las pretendidas Constituciones de los Apóstoles que seguían estos herejes, ordenaban a los cristianos una vigilia hacia la mitad del tiempo de los ázimos. Los cristianos hacían estas vigilias en la Iglesia la noche de las grandes fiestas y se hacen todavía hoy en las Iglesias de Oriente. Todos aquellos antiguos que hablaron de las devociones que practicaban los Cristianos para prepararse para el día de la Resurrección, no dejaron de mencionar ésta; no es necesario traer los testimonios, siendo, como es, algo muy firme. Ahora bien, ¿cuál era esa vigilia que las Constituciones de los Apóstoles ordenaban a los Cristianos hacia la mitad de los ázimos, sino aquella por la cual los Cristianos cuartodecimanos se preparaban para la fiesta de la Resurrección según las ceremonias empleadas para esta ocasión por todos los Cristianos? 

Los ázimos comenzaban el catorce de la luna y terminaban el veintiuno. Esta vigilia de la fiesta de la Resurrección se hacía el tercer día después del catorce, por lo tanto, era la de la Resurrección. 

Mi otra prueba está tomada del decreto que hizo el Papa Víctor con todos los Concilios particulares que se reunieron entonces sobre la celebración de la Pascua, y que después fueron confirmados por el Concilio de Nicea. Eusebio dice[1] que no se solemnizaba la fiesta de la Resurrección en ningún otro día que no sea el domingo. Era preciso, pues, que los cuartodecimanos, contra los que se hacía el decreto, solemnizaran esta fiesta en otro día que no sea domingo. Lo cual sucedía muy a menudo porque hacían depender la fiesta de la Resurrección del día de su Pascua, que variaba todos los años y que caía a veces un lunes, otras un martes, etc. y, por lo tanto, sobre esta base, hacían la fiesta de la Resurrección, a veces el jueves, a veces el viernes, etc. La razón de ese Decreto y de la costumbre de las Iglesias era que Nuestro Señor resucitó el día siguiente al sábado, es decir, el domingo. La razón de los cuartodecimanos y de su costumbre, era que Nuestro Señor resucitó el tercer día después de la Pascua, o sea, después del catorce de la luna. Así, cada uno tenía, en el Evangelio, el fundamento de la tradición y de su costumbre, y eso fue lo que siempre dificultó la concordancia sobre este tema hasta el Concilio de Nicea.


 [1] L. 5, c. 23.

viernes, 14 de enero de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, el Profetismo

   10. El Profetismo 

En Israel, el delegado del único mediador que iba a venir –Cristo– era el sacerdote, colocado entre el pecador y Dios. El rey, investido de la autoridad divina, era el instrumento de la teocracia, a fin de ejercer la justicia y ejecutar la ley. Pero el profeta, depositario de los oráculos divinos, fue el más cercano a Dios; era “la boca de Dios”, unido íntimamente al Altísimo y capaz, en cierto sentido, de atar a Dios a su palabra. 

Si su rol está mucho más extendido que el del sacerdote y el del rey, es también más delicado, más sutil. Exige una gran sensibilidad, y al mismo tiempo un control exacto; el intérprete del pensamiento divino no debe transmitir las palabras humanas, sus visiones personales. 

Al permanecer atento, pendiente, como el centinela sobre la torre de guardia, cumplirá una admirable misión. Será verdaderamente la “boca de Dios”. 

“He aquí que pongo mis palabras en tu boca”, 

dijo el Eterno a Jeremías. Y a fin de no mezclar el oro de la revelación con las escorias de la interpretación individual, permanecerá pasivo en las manos de Dios: instrumento divino. Dios dispone de él; es su cosa, el canal de sus bendiciones, el “martillo” o la “vara” de sus juicios. El Espíritu Santo gobierna al profeta, lo mueve y lo activa, lo despoja de su engorrosa personalidad, de sus conocimientos, de sus concepciones religiosas, políticas o nacionales. 

¿No es la renuncia a su comportamiento natural, a su “yo”, exigido por Él, para no ser más que una “voz que clama”, un centinela que advierte? Objeto de desprecio de parte de los sacerdotes, de burla ante el pueblo y a menudo expuesto a terribles persecuciones de parte de los reyes, tiene amenazas constantes: tal es el profeta. 

Entendemos por qué rechaza de entrada su misión. Moisés objetaba su inconveniente para hablar (Ex. IV, 10); Jeremías su juventud: 

“He aquí que no sé hablar, porque soy un adolescente” (I, 6). 

Daniel muda su rostro, se pone lívido, cae en tierra; solamente la fuerza de Dios puede sostenerlo (Dan. VIII, 17-19; X, 8-12). 

El llamado de Ezequiel está marcado por el mismo terror: 

martes, 11 de enero de 2022

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (XI de XVI)

 ARTÍCULO V 

Objeción y Respuesta 

¿Es posible, dirá alguno, que los cuartodecimanos como Polícrates y los demás de los que se trataba en tiempos del Papa Víctor, que eran cristianos y buenos cristianos, no ayunasen el día que celebraban la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo? Pues, si celebraban la Pasión el catorce de la luna, entonces no ayunaban, dado que Eusebio dice expresamente que los cuartodecimanos terminaban su ayuno el catorce de la luna. 

Respondo que una dificultad de esta naturaleza, aunque no la pueda satisfacer plenamente, no es capaz de destruir la certeza de un hecho del que creo haber aportado pruebas muy convincentes. Teniendo en cuenta lo poco que sabemos de la disciplina de los asiáticos, no sería muy sorprendente que ignorásemos lo que hacían precisamente respecto a este tema el día que celebraban la Pasión. Además, el ayuno y demás extremas austeridades que detalla San Epifanio en su exposición de fe y en otra parte[1], siendo una preparación para la fiesta, no sería muy sorprendente que terminen al comienzo de la fiesta misma. Terminaría el día de la Resurrección para todos los otros cristianos que tenían a la Resurrección como la gran fiesta y su Pascua, y podían terminar para los cuartodecimanos en la Pasión, que tenían también como su gran fiesta, y que era también el día de la Pascua. Seguirían en ésto a los judíos cuyos ayunos terminaban con el festín Pascual. Nosotros ayunamos la vigilia de San Pedro, pero no el día de su pasión o de su martirio. Sin embargo, diré los otros pensamientos que me han venido sobre este tema. 

En primer lugar, aunque los traductores de Eusebio hayan traducido las palabras de su texto como: finem jejuniis imponere (terminar los ayunos), sin embargo, las palabras griegas bien pueden traducirse como solvere jejunia, romper los ayunos o interrumpir los ayunos. De forma que Eusebio se pudo servir de estos términos con respecto a los cuartodecimanos, incluso cuando, después de haber roto sus ayunos por el festín Pascual, hubieran vuelto a ayunar el día de la Pasión que celebraran a continuación. 

Y este comportamiento no sería particular de los cuartodecimanos. El Concilio de Laodicea, celebrado o un poco antes o, más probablemente, después del Concilio de Nicea, prohíbe, por medio de un canon, la costumbre que algunos observaban de romper el ayuno de Cuaresma el jueves anterior al domingo de Pascua: 

“No hay que romper el ayuno el jueves de la última semana de cuaresma” 

sábado, 8 de enero de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, El Misterio de los primeros Reyes (III de III)

    d) David, figura del Mesías 

David será varias veces figura del Mesías; pero, como hemos recordado, lo será sobre todo del Mesías sufriente. 

La revuelta de su hijo Absalón, del cual fue la víctima dolorosa, nos muestra un rey rechazado, desconocido, expulsado de Jerusalén, incluso maldecido por algunos de los suyos. 

David ascendió al monte de los Olivos, al mismo lugar de la agonía de nuestro Salvador, con la cabeza cubierta y llorando. 

“Luego el rey y toda la gente atravesaron el Cedrón... Subía David la cuesta [del Monte] de los Olivos; subía llorando, cubierta la cabeza y caminando descalzo. También toda la gente que le acompañaba tenía cubierta la cabeza, y subían llorando” (II Rey. XV, 23.30). 

A la revuelta de su hijo Absalón se agrega la traición de Aquitófel; el engaño del amigo es particularmente sensible al corazón de David. ¿No tenemos aquí una impresionante imagen de la traición de Judas, cuyo fin será exactamente el mismo que el de Aquitófel? Comprendió su extravío, aparejó su asno y fue a colgarse, “se ahorcó” (II Rey. XVII, 23). ¿No es asombroso? Aquí tenemos uno de esos detalles insospechados que son signos extraordinarios, si es que sabemos considerarlos a la claridad de la luz profética. 

David, cercado por los revoltosos, traicionado por los suyos, estuvo en una angustia y dolor extremos. 

Sin embargo, surgieron contradicciones; incluso aquellos que habían estado con Absalón comenzaron a reflexionar. 

Dos gritos se oyeron: “¿Quién está por Absalón?” - “¿Quién está por el verdadero rey?”. 

Son siempre los mismos gritos que ascienden en su gran lucha entre Satanás y Cristo. 

Algunos se reunían y decían: 

“El rey nos libró del poder de nuestros enemigos, él nos salvó de las manos de los filisteos, y ahora ha huido del país a causa de Absalón. Ahora bien, Absalón, a quien habíamos ungido rey por sobre nosotros [he aquí cómo el mundo hizo rey a Satanás, el usurpador, y cómo hará jefe a la Bestia, el Anticristo] ha muerto en la batalla. ¿Por qué no hacéis nada para traer al rey?”. 

miércoles, 5 de enero de 2022

El Tiempo legítimo de la Inmolación de ambos Corderos: El Típico y el Verdadero, por Fray Luis de León (X de XVI)

 ARTÍCULO IV 

III Proposición

Celebrar la fiesta de la Pascua a la manera de los cuartodecimanos

era celebrar la fiesta de la Pasión de Jesucristo 

El día de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, según el uso de los primeros cristianos, se llamaba, a menudo, el día de Pascua. Este uso duró mucho tiempo. Entre una infinidad de pruebas que podría aportar, me contento con dos o tres. La primera es un pasaje de Tertuliano tomado del libro de la Oración, cap. 18: 

El día de la Pascua, dice, que es como el día del gran ayuno y del ayuno público, no damos el beso de la paz”. 

Es claro que habla del día en que la Iglesia celebraba la Pasión de Nuestro Señor. 

La otra prueba está sacada de un error popular que prueba perfectamente esta verdad, y de la cual habla San Gregorio Nacianceno en la Oración 42 donde dice que muchos se imaginaban que el nombre de Pascua viene del griego πάσχειν (Paschein) que significa sufrir, porque en ese día Nuestro Señor fue crucificado. San Agustín también hace mención de ella en una de sus cartas, que en las antiguas ediciones es la 119, y la 55 en la nueva, y que se encuentra todavía en algunas ediciones de San Jerónimo entre las obras de este Padre bajo el título: De celebratione Paschae: 

“La palabra Pascua, dice San Agustín, no es griega, como se cree comúnmente, sino hebrea, tal como lo dicen los que conocen las dos lenguas, pues no viene de la palabra griega πάσχειν (Paschein), que significa sufrir”. 

Por último, he aquí lo que dice la Crónica de Alejandría: 

La primera fiesta de Pascua que celebraron los santos Apóstoles después de la Ascensión de Nuestro Señor al cielo, la celebraron el viernes catorce de la luna del primer mes, que corresponde al once de abril de los Romanos, y por lo que hace a la fiesta de la Resurrección, la hicieron el trece de abril”. 

Esto, unido a la protesta de los cuartodecimanos de la que he hablado y junto con el pasaje de San Crisóstomo que he citado al fin del artículo precedente, es suficiente para probar mi proposición. He aquí, sin embargo, algo más positivo ahora. 

San Epifanio[1] habla de ciertos cuartodecimanos, o más bien de una cierta especie de cismáticos a los que el nombre de cuartodecimanos no les cabe dado que no se obligaban a celebrar la Pascua el catorce de la luna, pero, sin embargo, se los llamaba así. Dice que se jactaban de tener el Libro de las Actas de Pilatos, donde encontraron que el Salvador había sido crucificado el 24 de marzo, y es por esa razón que querían festejar ese día la fiesta de la Pascua en cualquier día de la semana que cayera el catorce de la luna. Por lo tanto, según esta clase de cuartodecimanos, hacer la fiesta de la Pascua era hacer la fiesta de la Pasión. 

Pero he aquí lo que me parece una prueba decisiva en favor de mi proposición. El emperador Constantino, en la carta que escribió a todas las iglesias cristianas sobre el Concilio de Nicea se expresa así con respecto a las diferencias de la Pascua entre los cuartodecimano y las otras iglesias: 

En primer lugar, dice, ha parecido a todos indigno de seguir en la celebración de esta santísima fiesta la costumbre de los Judíos… es pertinente seguir la manera que hemos seguido hasta ahora desde el día que se celebró por primera vez la Pasión del Salvador”. 

Estas últimas palabras son remarcables, pues si se tratara de la Resurrección, debió haber dicho, desde el día que se celebró por primera vez la Resurrección del Salvador. Por lo tanto, lo que los cuartodecimanos celebraban el día que llamaban su fiesta de la Pascua era la fiesta de la Pasión. 

Lo que sigue algunas líneas más abajo es aún más claro: 

Además de eso, agrega, hay que reflexionar que es contra toda razón no ponerse de acuerdo en un asunto de semejante importancia y en la celebración de una fiesta tan grande. Nuestro Salvador no nos ha dejado más que una fiesta que es el día de nuestra Redención, es decir, de su santísima Pasión. Quiso que no hubiera sino una Iglesia Católica, cuyos miembros, aunque dispersos en diversos lugares, estuvieran animados del mismo espíritu”[2]. 

¿No es evidente que se trata de la fiesta de la Pasión que los cuartodecimanos llamaban el día de Pascua?



 [1] Haer. 50. 

[2] Eusebio, Vida de Constantino, l. 3, cap. 18.

domingo, 2 de enero de 2022

He aquí que vengo, por Magdalena Chasles, Primera Parte, El Misterio de los primeros Reyes (II de III)

   b) El Rey Saúl 

Saúl fue consagrado rey y reconocido por las tribus reunidas, pero se va a imponer un terrible desafío: 

“¿Queréis un rey como las demás naciones, para que os conduzca vuestras guerras? Y bien, que vuestro rey os defienda ahora contra las naciones invasoras”. 

Tal era lenguaje que Dios podía tener para con su pueblo. 

Ahora bien, he aquí que los filisteos retoman las armas. Se prepara un encuentro. Saúl está lleno de ardor. Una primera vez salió victorioso de los amonitas e incluso de una pequeña tropa filistea, pero ahora los filisteos reúnen mil carros y seis mil hombres a caballo. 

Los hombres de Israel se agrupan; esperan la victoria por la intervención de la ofrenda del corderito que mamaba, como ocurría antiguamente. Pero Samuel, que debía venir al séptimo día para ofrecer ese sacrificio al Eterno, no llegaba. 

“El pueblo que estaba con Saúl se iba dispersando. Dijo Saúl: «Traedme el holocausto y las víctimas pacíficas», y él mismo ofreció el holocausto”. 

Cuando Samuel llegó, le dijo a Saúl: 

Has obrado neciamente; no has guardado el mandamiento que te intimó Jehová, Dios tuyo. Jehová estaba ya para establecer tu reino sobre Israel para siempre; pero ahora tu reino no se mantendrá. Jehová ha buscado para sí un hombre conforme a su corazón” (I Rey. XIII, 5-14). 

El castigo no se hizo esperar; la guerra en estado endémico es entonces la condena del gobierno de Saúl. La situación devino incluso muy grave por el hecho del gigante filisteo Goliat, que se presenta para provocar a Israel al combate. 

c) El Rey David