VIII
SE SENTARA EN EL TRONO DE SU GLORIA
Mt. XXV, 31
El profeta Daniel
contempló el tiempo en que el Señor Jesús tomaría posesión de su trono personal
para reinar sobre la tierra y los cielos.
"Y he aquí que vino sobre las nubes del cielo Uno parecido a un hijo de
hombre, el cual llegó al Anciano de días, y le presentaron delante de Él. Y le
fue dado el señorío, la gloria y el reino, y todos los pueblos y naciones y
lenguas le sirvieron. Su señorío es un señorío eterno que jamás acabará, y su
reino nunca será destruido" (Dan. VII, 13-14).
El apóstol Juan en sus
visiones de Patmos vió también esta hora magnífica: "Y el séptimo ángel tocó la
trompeta y se hicieron grandes voces en el cielo que decían: “Se hizo EL REINO
DEL MUNDO de Nuestro Señor y de su Cristo y reinará por los siglos de los
siglos” (Apoc. XI, 15).
Y en otro lugar, en medio
del ruido de las grandes aguas y de los truenos, resonó: “¡Aleluya! Porque ha
comenzado a reinar Yahvé, el Dios nuestro, el Todopoderoso. Regocijémonos y
exultemos y le daremos la gloria, porque han llegado las Bodas del Cordero"
(Apoc. XIX, 7).
En fin, veamos cómo el
mismo Jesús anunciaba su vuelta para establecer su reino y juzgar a las
naciones.
“Pero
cuando venga el Hijo de Hombre en su gloria y todos los ángeles con Él, entonces
se sentará sobre su trono de gloria, Y se congregarán delante de Él todas las
naciones y los (a los hombres)
separará unos de otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Y
estará de pie: las ovejas a su derecha; los cabritos, a la izquierda. Entonces dirá el REY a los de su derecha:
“Venid, los benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros
desde (la) fundación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve
sed y me disteis de beber; forastero era y me congregasteis; desnudo y me
vestisteis; enfermé y me visitasteis; en prisión estuve y vinisteis a mí”.
Entonces le responderán los justos, diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento
y sustentamos o sediento y dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero y congregamos
o desnudo y vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en prisión y vinimos a tí?”. Y
respondiendo el Rey les dirá: “En verdad, os digo: en cuanto hicisteis a uno de
éstos, de mis hermanos, los más
pequeños, a Mí hicisteis”[1]. Entonces dirá también a
los de la izquierda: “Alejaos de Mí, malditos, al fuego, al eterno, el
preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de
comer; tuve sed y no me disteis de beber; forastero era y no me congregasteis;
desnudo y no me vestisteis; enfermo y en prisión y no vinisteis a mí”. Entonces
responderán también ellos, diciendo: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o
sediento o forastero o desnudo o enfermo o en prisión y no te servimos?”.
Entonces les responderá diciendo: “En verdad, os digo: en cuanto no hicisteis a
uno de éstos, de los más pequeños, tampoco a Mí hicisteis”. E irán éstos al
castigo eterno, pero los justos a la vida eterna”
(Mat. XXV, 31-46).
El reino es pues, ofrecido a los justos, siempre que hayan sabido
reconocer a Jesús en "el más pequeño"
de sus hermanos. Su recompensa será eterna por haber sabido encontrar durante
su vida terrestre "la carne de Jesús" escondida en su prójimo.