sábado, 7 de marzo de 2020

Sobre algunos grupos de personas en el Apocalipsis (II edición) (VI de XV)


III. Los que guardan la Palabra de Dios
y los que no han negado su Nombre

Este grupo parece ser clave para la recta interpretación del Apocalipsis puesto que, a diferencia de los demás, lo encontramos en una de las siete Iglesias, es decir, sabemos que este grupo aparece en una época determinada.

Parecería ser, además, un grupo muy importante en los últimos tiempos y es muy probable que a ellos se haya referido Nuestro Señor en su famoso discurso Parusíaco.

Para entrar de lleno en el tema, nada mejor que introducir este grupo según lo que nos dice el mismo Texto sobre ellos.

Apoc. I, 2: “El cual testificó “la Palabra de Dios” y “el Testimonio de Jesucristo”, cuanto ha visto.

Apoc. I, 3: “Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de la profecía y guardan las cosas escritas en ella; en efecto, el tiempo (está) cerca”.

Apoc. I, 9: “Yo Juan, el hermano vuestro y copartícipe en la tribulación y reino y perseverancia en Jesús, fui a la isla, la llamada Patmos, a causa de “la Palabra de Dios” y de “el Testimonio de Jesús”.

Apoc. III, 8: “Sé tus obras: he aquí que he puesto (lit. te he dado) delante de ti una puerta abierta, que nadie puede cerrarla, porque tienes poco poder y has guardado mi palabra y no has negado mi Nombre”.

Apoc. III, 10: “Porque has guardado la palabra de mi perseverancia, Yo también te guardaré de la hora de la tentación, la que ha de venir sobre todo el mundo habitado, para tentar a los que habitan sobre la tierra”.

Apoc. VI, 9: “Y cuando abrió el quinto sello, vi bajo el altar las almas de los degollados a causa de "la Palabra de Dios" y a causa de "el testimonio que tenían".

Apoc. XX, 4: “Y ví tronos y se sentaron sobre ellos y juicio se les dio, y (vi) las almas de los que habían sido decapitados a causa de “el Testimonio de Jesús” y a causa de “la Palabra de Dios”, y los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen y no recibieron la marca sobre su frente y sobre su diestra; y vivieron y reinaron con el Cristo mil años”.

Apoc. XXII, 7.9: “Y he aquí vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía del libro este… Y díceme: “Mira, no. Consiervo tuyo soy y de tus hermanos, los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Ante Dios póstrate”.


***

Bien, estos son los lugares del Apocalipsis en los cuales encontramos este grupo. Tenemos varias cosas por decir y es preciso ir de a poco.

Comencemos por el tiempo al cual hacen referencia estos sucesos.


Por el cap. VI sabemos que este grupo ha sido el encargado de predicar la Palabra de Dios, que dieron Testimonio y que San Juan vio sus almas cuando se abrió el quinto sello, con lo cual el Testimonio fue dado antes de abrirse ese sello. Por otra parte, sabemos que este grupo pertenece a la sexta Iglesia, es decir a la Iglesia en la cual se convierten muchos judíos, como es claro por el v. 9, y no debemos perder de vista que la conversión de los judíos es obra del gran Profeta Elías, con lo cual todo esto es, pues, futuro para nosotros.

En la Sexta Iglesia vemos dos grupos bien diferenciados, conforme a los dos títulos de Nuestro Señor:

1) El primer grupo se identifica con el que da Testimonio de Jesús y corresponde al título “santo y verdadero”, y de aquí que los mártires del quinto sello llamen a Jesús desta forma cuando piden venganza por su sangre derramada:

“¿Hasta cuándo Soberano, santo y verdadero, no juzgas y (¿esto es?) vengas nuestra sangre de los que habitan sobre la tierra?”[1].

2) El segundo grupo se trata de los judíos conversos y corresponde al título “el que tiene la llave de David[2], el que abre y nadie cerrará, y que cierra y nadie abre”, el cual no es sino una cita de Is. XXII, 22, pasaje sumamente misterioso que trataría sobre la restauración[3] del Trono de David por medio de la institución de un rey en Israel: Eliaquím[4].

De este grupo de judíos conversos saldrán los 144.000 sellados, es decir, la Mujer del capítulo XII que huye al desierto.

Sabiendo que todos estos acontecimientos se refieren a la época de Elías, tratemos de avanzar un paso más y veamos en qué consiste la prédica.

Cuando Nuestro Señor respondió las preguntas relativas a su Parusía, la dividió exactamente de la misma manera que Dan. IX, 27, versículo que iba a desarrollar, y lo hizo claramente en dos grandes períodos: antes y después de la señal, es decir de la abominación de la desolación. Entre los sucesos anteriores, Jesús profetizó lo siguiente:

Marcos XIII

9. Y ved a vosotros mismos: os entregarán a sanedrines y en sinagogas seréis golpeados y ante gobernadores y reyes estaréis de pie, a causa mía, en testimonio para ellos.
10. Y a todas las naciones primero debe proclamarse el Evangelio[5].
11. Y cuando os lleven, entregando, no os preocupéis de antemano qué hablaréis; sino lo que os sea dado en la hora aquella, esto hablad; en efecto, no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu Santo.
12. Y entregará hermano a hermano a muerte y padre a hijo y se levantarán hijos contra padres y los matarán.
13. Y seréis odiados por todos a causa de mi nombre; pero el perseverante hasta el fin, éste será salvo.

Bien, nos parece que por aquí ya se empieza a ver claro de qué se trata todo esto. El v. 14 pasa a hablar de la abominación de la desolación en el Templo, suceso que coincide con el comienzo de los tres años y medio del reinado del Anticristo, con lo cual todo lo dicho hasta aquí sucede antes de su venida[6]. Nuestro Señor habla de este grupo diciendo que será odiado a causa de su Nombre y que dará Testimonio ante los perseguidores, las mismas cualidades que vimos en Apoc. III, 8 y VI, 9 respectivamente. Ahora bien, como ya dijimos, este grupo será el encargado de predicar la Palabra de Dios, lo cual se identifica con lo dicho en el v. 10: “Y a todas las naciones primero debe proclamarse el Evangelio” con lo cual ya sabemos ahora cuál es la misión de este grupo: la predicación del Evangelio, es decir de la Buena Nueva del Reino.



[1] Cfr. AQUI lo que hemos dicho al tratar sobre “los habitantes de la tierra”.

[2] La identificación de las llaves de David con las llaves del Reino de Dios es, así lo creemos, un grave error exegético. Ver AQUI lo que dijimos en su momento.

[3] Creemos que la venida de Elías, “el que ha de restaurarlo todo”, implica no sólo la conversión (parcial) de los judíos sino también otros dos grandes sucesos de importancia capital: la reedificación del Templo de Salomón y la restauración del Trono de David.

[4] Sobre esto buscar en el Índice Escriturístico: “La Restauración de Israel”, del P. Ramos García.

[5] No afirmamos, bajo ningún concepto, ni siquiera la mera posibilidad de una restauración de la Iglesia tal como sueñan muchos a la espera del “Papa Angélico” y del “Rey Santo” encargados de convertir a Europa y a medio mundo antes del Anticristo, sino que creemos más bien que se trata de la prédica del Evangelio del Reino en todo el mundo, es decir, el anuncio de la proximidad del Reinado de Jesucristo y en ningún lado se dice, ni siquiera se insinúa, la conversión de las naciones, sino sólo la predicación “en testimonio a todos los pueblos”.

[6] Tener en cuenta que la prédica de Elías y el reinado del Anticristo no son contemporáneos, sino que juntos suman siete años, es decir, la septuagésima Semana de Daniel (IX, 27).