La
postura original de Newman en la controversia de la infalibilidad había sido a
favor de tratarla como una opinión. Básicamente, sobre este punto atacó
verbalmente a sus oponentes antes del Concilio, y fue teniendo esto en cuenta
que deploró los intentos de una definición durante el Concilio y rechazó
reconocer durante un tiempo el status de
fide de la enseñanza, incluso después que el Concilio había hablado. Por
último, después que ya no podía haber dudas sobre el juicio del gran cuerpo de
los fieles, encontró una manera para restablecer la esfera de la opinión sobre
este tema. El instrumento que empleó fue su amada doctrina de “minimización”.
Newman afirmó que la Iglesia
“Siempre mostró el mayor cuidado en contraer, en
cuanto fuera posible, el rango de verdades y el sentido de las proposiciones
sobre las que exige esta absoluta recepción [de fe divina]”[1].
En
cuanto a los pronunciamientos de la Iglesia, según la teoría de Newman:
“Habla solamente cuando es necesario hablar; pero
apenas ha expresado magisterialmente algún principio general, cuando deja a los
teólogos el trabajo de explicar su significado concreto, por medio de la
estricta interpretación de sus palabras, por la ilustración de sus
circunstancias, y por el reconocimiento de las excepciones, a fin de hacerla lo
más tolerable posible y que sea lo menos tentador posible para las mentes
obstinadas, independientes o con deficiente educación”[2].
Los
pronunciamientos dogmáticos sobre los que se aplica la minimización son de dos
clases. Unos son afirmaciones positivas de la doctrina y otros en forma
negativa, presentados como condenas de enseñanzas juzgadas por la Iglesia como
inaceptables. Para todos los fines prácticos, el significado de cualquier
proposición en cualquiera de los casos debe ser determinado por los teólogos,
cuyas decisiones pueden ser precisas, pero ciertamente nunca obligan.
Los juicios negativos de la
Iglesia, que califican algunas proposiciones como heréticas, erróneas o algo
parecido son, antes que nada, mandatos promulgados para que los Católicos
eviten estas proposiciones al enseñar. El juicio sobre el significado de la
doctrina condenada corresponde al teólogo y por lo tanto, según el minimalismo
de Newman, al campo de la opinión. Las proposiciones afirmativas, por otra
parte, excepto las que tratan directamente sobre la deidad, Nuestra Señora y
los Santos,
“No son sino generales, y hasta cierto punto, en
consecuencia, admite excepciones en su aplicación concreta, las cuales están
determinadas sea por otras afirmaciones autoritativas o por la vigilancia,
precisión y sutileza escudriñadora de la Schola
Theologorum”[3].
Tal
era la doctrina descripta por Newman en la famosa Carta al Duque de Norfolk. Desafortunadamente, el rencor que
siempre había sentido para con los líderes del movimiento a favor de la
definición, se manifiesta de tal manera en la Carta de forma que hace muy tediosa su lectura. Newman nunca pierde
la oportunidad para una expresión de amargura para con el grupo que, después de
todo, incluía a los prelados principales de la Cristiandad. Solamente tiene
palabras de cortesía para con el inepto político que se atrevió a atacar a la
Iglesia de Dios. Solamente tiene palabras de simpatía para con aquellos
oponentes a la definición que habían dejado la Iglesia. Sus severas
palabras están reservadas para un grupo que incluía hombres como los Arzobispos
Spalding y Manning. En 1872 no había dicho una sola palabra de
retractación sobre la violenta carta que había enviado al Obispo Ullathorne[4]. En
la Carta al Duque de Norfolk se
retracta este lamentable documento solamente en cuanto afirma que no había sido
escrito para el público[5].
En efecto, la Carta al Duque de Norfolk
parece haber sido considerada por el mismo Newman como un ataque al Arzobispo
Manning al igual que una defensa del grupo Católico en contra de los libelos de
Gladstone[6]. Se
puede apreciar la característica de las relaciones de los dos grandes
eclesiásticos ingleses cuando el Cardenal Prefecto de la Propaganda, el Cardenal Franchi, escribió al Arzobispo Manning
sobre algunas proposiciones censurables en la Carta al Duque de Norfolk, y Manning se apresuró a responderle
pidiéndole que no se tomase ninguna medida pública contra el P. Newman dando
como su primera y principal razón que:
“El corazón del Reverendo P. Newman es tan sano y
Católico como es posible serlo”.
[1] Ibid. p. 320.
[2] Ibid. p. 321.
[3] Ibid. p. 334.
[4] Cf. Ward, op. cit. II,
559.
[5] Difficulties of Anglicans,
II, 301.
[6] Cf. Ward, op. cit. II, 402.