martes, 10 de marzo de 2020

John Henry Newman y la Definición por parte del Concilio Vaticano de la Infalibilidad Papal (VII de VIII)


La postura original de Newman en la controversia de la infalibilidad había sido a favor de tratarla como una opinión. Básicamente, sobre este punto atacó verbalmente a sus oponentes antes del Concilio, y fue teniendo esto en cuenta que deploró los intentos de una definición durante el Concilio y rechazó reconocer durante un tiempo el status de fide de la enseñanza, incluso después que el Concilio había hablado. Por último, después que ya no podía haber dudas sobre el juicio del gran cuerpo de los fieles, encontró una manera para restablecer la esfera de la opinión sobre este tema. El instrumento que empleó fue su amada doctrina de “minimización”. Newman afirmó que la Iglesia

“Siempre mostró el mayor cuidado en contraer, en cuanto fuera posible, el rango de verdades y el sentido de las proposiciones sobre las que exige esta absoluta recepción [de fe divina]”[1].

En cuanto a los pronunciamientos de la Iglesia, según la teoría de Newman:

Habla solamente cuando es necesario hablar; pero apenas ha expresado magisterialmente algún principio general, cuando deja a los teólogos el trabajo de explicar su significado concreto, por medio de la estricta interpretación de sus palabras, por la ilustración de sus circunstancias, y por el reconocimiento de las excepciones, a fin de hacerla lo más tolerable posible y que sea lo menos tentador posible para las mentes obstinadas, independientes o con deficiente educación[2].

Los pronunciamientos dogmáticos sobre los que se aplica la minimización son de dos clases. Unos son afirmaciones positivas de la doctrina y otros en forma negativa, presentados como condenas de enseñanzas juzgadas por la Iglesia como inaceptables. Para todos los fines prácticos, el significado de cualquier proposición en cualquiera de los casos debe ser determinado por los teólogos, cuyas decisiones pueden ser precisas, pero ciertamente nunca obligan.

Los juicios negativos de la Iglesia, que califican algunas proposiciones como heréticas, erróneas o algo parecido son, antes que nada, mandatos promulgados para que los Católicos eviten estas proposiciones al enseñar. El juicio sobre el significado de la doctrina condenada corresponde al teólogo y por lo tanto, según el minimalismo de Newman, al campo de la opinión. Las proposiciones afirmativas, por otra parte, excepto las que tratan directamente sobre la deidad, Nuestra Señora y los Santos,

No son sino generales, y hasta cierto punto, en consecuencia, admite excepciones en su aplicación concreta, las cuales están determinadas sea por otras afirmaciones autoritativas o por la vigilancia, precisión y sutileza escudriñadora de la Schola Theologorum[3].

Tal era la doctrina descripta por Newman en la famosa Carta al Duque de Norfolk. Desafortunadamente, el rencor que siempre había sentido para con los líderes del movimiento a favor de la definición, se manifiesta de tal manera en la Carta de forma que hace muy tediosa su lectura. Newman nunca pierde la oportunidad para una expresión de amargura para con el grupo que, después de todo, incluía a los prelados principales de la Cristiandad. Solamente tiene palabras de cortesía para con el inepto político que se atrevió a atacar a la Iglesia de Dios. Solamente tiene palabras de simpatía para con aquellos oponentes a la definición que habían dejado la Iglesia. Sus severas palabras están reservadas para un grupo que incluía hombres como los Arzobispos Spalding y Manning. En 1872 no había dicho una sola palabra de retractación sobre la violenta carta que había enviado al Obispo Ullathorne[4]. En la Carta al Duque de Norfolk se retracta este lamentable documento solamente en cuanto afirma que no había sido escrito para el público[5]. En efecto, la Carta al Duque de Norfolk parece haber sido considerada por el mismo Newman como un ataque al Arzobispo Manning al igual que una defensa del grupo Católico en contra de los libelos de Gladstone[6]. Se puede apreciar la característica de las relaciones de los dos grandes eclesiásticos ingleses cuando el Cardenal Prefecto de la Propaganda, el Cardenal Franchi, escribió al Arzobispo Manning sobre algunas proposiciones censurables en la Carta al Duque de Norfolk, y Manning se apresuró a responderle pidiéndole que no se tomase ninguna medida pública contra el P. Newman dando como su primera y principal razón que:

“El corazón del Reverendo P. Newman es tan sano y Católico como es posible serlo”.



[1] Ibid. p. 320.

[2] Ibid. p. 321.


[3] Ibid. p. 334.

[4] Cf. Ward, op. cit. II, 559.

[5] Difficulties of Anglicans, II, 301.

[6] Cf. Ward, op. cit. II, 402.