IV. Los que Guardan los Mandamientos de Dios
y Mantienen el Testimonio de Jesús
Este
grupo de personas, parecido al anterior, posee sin embargo características propias.
Difieren en sus cualidades y en el tiempo en que aparece.
Antes
de analizar este grupo, pasemos, como de costumbre, primero a los textos:
Apoc.
XII, 17: “Y se airó el Dragón contra
la Mujer y se fue a hacer guerra contra los restos de su simiente, los que
guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”.
Apoc.
XIII, 9-10: “Si alguno tiene oído, oiga:
si alguno a cautiverio, a cautiverio va; si alguno a cuchilla ha de ser muerto,
a cuchilla ha de ser muerto. Aquí está la perseverancia y la fe de los
santos.
Apoc.
XIV, 12-13: “Aquí la perseverancia de
los Santos está, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
Y oí una voz del cielo diciendo: “Escribe: ¡Bienaventurados los muertos, los
que en Señor mueren, desde ahora!”.
***
Dos
pequeñas notas antes de desarrollar este tema:
a) Por un lado, en XIV, 12 “Los que guardan,
etc.” es una aposición a “los Santos”.
b) Por el otro, por la relación entre XIII, 9-10
y XIV, 12-13 se ve q los Santos son los Mártires del Anticristo.
Empecemos
por el tiempo al cual todo esto hace referencia. Por el primer pasaje
sabemos que el demonio les hace la guerra después de perseguir, sin éxito, a la
Mujer que huye al desierto y el texto agrega que este grupo es el linaje
de ella.
Para
entender bien el capítulo XII del Apocalipsis nada mejor que el extenso
comentario, versículo por versículo, que le dedicó el mismo Lacunza en
su Fenómeno VIII, a lo cual nos remitimos, pues daremos aquí sólo sus
principales ideas.
Lacunza, apartándose de la mayoría de los exégetas ve en la
Mujer, y con razón, a Israel[1],
el cual dará a luz a Jesucristo espiritualmente por la fe, y que, a todas luces,
parece coincidir con los 144.000 sellados del capítulo VII. Ahora bien,
es esta Mujer la que será perseguida por el Demonio (y no por el Anticristo)
el cual primero intentará evitar esa pública profesión de fe y luego al no poder
impedirla, buscará eliminar a la Mujer por medio de la persecución. Al ver
frustrada esta nueva tentativa es cuando tiene lugar el v. 17 que
citamos más arriba, es decir que, al no poder destruir a la Mujer, el Demonio,
enfurecido, perseguirá a “su linaje” para lo cual llamará en su ayuda a las
Bestias del Mar y de la Tierra.
Con
esto ya tenemos el tiempo al cual todo esto se refiere: el comienzo
del reinado del Anticristo.
En segundo
lugar, debemos responder otra pregunta: ¿Por quiénes está formado
este grupo?
El linaje
de la Mujer no parece estar formado por judíos (o por lo menos no solamente
por ellos) sino que serían Católicos de todo el mundo, puesto que este
grupo sería el mismo que ve San Juan en el capítulo VII:
9. Después de esto vi y he aquí una multitud copiosa
que numerarla nadie podía, de toda nación y tribus y pueblos y lenguas…
13. Y se dirigió uno de los Ancianos, diciéndome:
“Estos, los vestidos de túnicas, las blancas, ¿quiénes son y de dónde han
venido?”.
14. Y le dije: “Señor mío, tú sabes”. Y me dijo: “Estos
son los que vienen de la tribulación, la grande…”.
No
debemos olvidar que el término “la gran tribulación” es una palabra técnica para
designar el período de tres años y medio del reinado del Anticristo como ya nos
lo dijo Nuestro Señor en el discurso Parusíaco:
Mateo XXIV:
15. "Cuando, pues, viereis “la abominación de
la desolación”, de la que habló Daniel,
el profeta, estando de pie en lugar santo -el que lee,
entienda-,
16. entonces, los que estén en la Judea, huyan a las
montañas;
17. el que (esté)
en la azotea, no baje a alzar las cosas de su casa;
18. y el que (esté)
en el campo, no vuelva a alzar su manto.
19. Pero ¡Ay de las preñadas y de las lactantes en los
días aquellos!
20. Y rogad que vuestra huida no suceda en invierno ni en sábado.
21. Habrá, en efecto, entonces, tribulación
grande, cual no ha sucedido desde el principio del mundo hasta ahora ni
sucederá más.
La segunda cita, tomada del capítulo XIII, no
quiere decir, como bien lo nota Straubinger, que “quien a hierro mata a
hierro muere”, como lo dan a entender algunas versiones, sino que las
persecuciones tendrán efectivamente lugar, y es por eso que se les encarece la
fe y la paciencia; que este grupo sea el mismo del capítulo XII se ve
claro por la cita del capítulo XIV, donde se dice que la paciencia de
los santos, es decir, de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús,
está en no recibir la marca de la Bestia (XIV, 9 ss) y en aceptar
pacientemente la muerte a manos del Anticristo, y de aquí que el capítulo
XIV continúe con una de las siete bienaventuranzas que encontramos en el
Apocalipsis:
“¡Bienaventurados
los muertos, los que en Señor mueren, desde ahora!”
¿Por qué desde ahora? Por la sencilla razón
que estos serán los muertos por el Anticristo, acaso los más grandes santos de
toda la historia de la Iglesia.
De este mismo grupo vuelve a hablar San Juan
en el capítulo XX, 4 cuando dice:
“Y ví tronos y se sentaron sobre ellos y
juicio se les dio, y (vi) las
almas de los que habían sido decapitados a causa de “el Testimonio de Jesús”
y a causa de “la Palabra de Dios”, y los que no adoraron a la Bestia ni a su
imagen y no recibieron la marca sobre su frente y sobre su diestra; y vivieron
y reinaron con el Cristo mil años”.
[1] A decir
verdad, esto no es nada nuevo, ya que algunos santos Padres como Hipólito,
Victorino, Agustín, Beda y el Beato de Liébana ven
aquí a Israel. Entre los modernos podría citarse a Straubinger y Van
Rixtel.