jueves, 19 de marzo de 2020

Sobre algunos grupos de personas en el Apocalipsis (II edición) (VIII de XV)


IV. Los que Guardan los Mandamientos de Dios
y Mantienen el Testimonio de Jesús

Este grupo de personas, parecido al anterior, posee sin embargo características propias. Difieren en sus cualidades y en el tiempo en que aparece.

Antes de analizar este grupo, pasemos, como de costumbre, primero a los textos:

Apoc. XII, 17: “Y se airó el Dragón contra la Mujer y se fue a hacer guerra contra los restos de su simiente, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesús”.

Apoc. XIII, 9-10: “Si alguno tiene oído, oiga: si alguno a cautiverio, a cautiverio va; si alguno a cuchilla ha de ser muerto, a cuchilla ha de ser muerto. Aquí está la perseverancia y la fe de los santos.

Apoc. XIV, 12-13: “Aquí la perseverancia de los Santos está, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús. Y oí una voz del cielo diciendo: “Escribe: ¡Bienaventurados los muertos, los que en Señor mueren, desde ahora!”.


***

Dos pequeñas notas antes de desarrollar este tema:

a) Por un lado, en XIV, 12 “Los que guardan, etc.” es una aposición a “los Santos”.

b) Por el otro, por la relación entre XIII, 9-10 y XIV, 12-13 se ve q los Santos son los Mártires del Anticristo.

Empecemos por el tiempo al cual todo esto hace referencia. Por el primer pasaje sabemos que el demonio les hace la guerra después de perseguir, sin éxito, a la Mujer que huye al desierto y el texto agrega que este grupo es el linaje de ella.

Para entender bien el capítulo XII del Apocalipsis nada mejor que el extenso comentario, versículo por versículo, que le dedicó el mismo Lacunza en su Fenómeno VIII, a lo cual nos remitimos, pues daremos aquí sólo sus principales ideas.


Lacunza, apartándose de la mayoría de los exégetas ve en la Mujer, y con razón, a Israel[1], el cual dará a luz a Jesucristo espiritualmente por la fe, y que, a todas luces, parece coincidir con los 144.000 sellados del capítulo VII. Ahora bien, es esta Mujer la que será perseguida por el Demonio (y no por el Anticristo) el cual primero intentará evitar esa pública profesión de fe y luego al no poder impedirla, buscará eliminar a la Mujer por medio de la persecución. Al ver frustrada esta nueva tentativa es cuando tiene lugar el v. 17 que citamos más arriba, es decir que, al no poder destruir a la Mujer, el Demonio, enfurecido, perseguirá a “su linaje” para lo cual llamará en su ayuda a las Bestias del Mar y de la Tierra.

Con esto ya tenemos el tiempo al cual todo esto se refiere: el comienzo del reinado del Anticristo.

En segundo lugar, debemos responder otra pregunta: ¿Por quiénes está formado este grupo?

El linaje de la Mujer no parece estar formado por judíos (o por lo menos no solamente por ellos) sino que serían Católicos de todo el mundo, puesto que este grupo sería el mismo que ve San Juan en el capítulo VII:

9. Después de esto vi y he aquí una multitud copiosa que numerarla nadie podía, de toda nación y tribus y pueblos y lenguas
13. Y se dirigió uno de los Ancianos, diciéndome: “Estos, los vestidos de túnicas, las blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?”.
14. Y le dije: “Señor mío, tú sabes”. Y me dijo: “Estos son los que vienen de la tribulación, la grande…”.

No debemos olvidar que el término “la gran tribulación” es una palabra técnica para designar el período de tres años y medio del reinado del Anticristo como ya nos lo dijo Nuestro Señor en el discurso Parusíaco:

Mateo XXIV:

15. "Cuando, pues, viereis “la abominación de la desolación”, de la que habló Daniel, el profeta, estando de pie en lugar santo -el que lee, entienda-,
16. entonces, los que estén en la Judea, huyan a las montañas;
17. el que (esté) en la azotea, no baje a alzar las cosas de su casa;
18. y el que (esté) en el campo, no vuelva a alzar su manto.
19. Pero ¡Ay de las preñadas y de las lactantes en los días aquellos!
20. Y rogad que vuestra huida no suceda en invierno ni en sábado.
21. Habrá, en efecto, entonces, tribulación grande, cual no ha sucedido desde el principio del mundo hasta ahora ni sucederá más.

La segunda cita, tomada del capítulo XIII, no quiere decir, como bien lo nota Straubinger, que “quien a hierro mata a hierro muere”, como lo dan a entender algunas versiones, sino que las persecuciones tendrán efectivamente lugar, y es por eso que se les encarece la fe y la paciencia; que este grupo sea el mismo del capítulo XII se ve claro por la cita del capítulo XIV, donde se dice que la paciencia de los santos, es decir, de los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús, está en no recibir la marca de la Bestia (XIV, 9 ss) y en aceptar pacientemente la muerte a manos del Anticristo, y de aquí que el capítulo XIV continúe con una de las siete bienaventuranzas que encontramos en el Apocalipsis:

¡Bienaventurados los muertos, los que en Señor mueren, desde ahora!”

¿Por qué desde ahora? Por la sencilla razón que estos serán los muertos por el Anticristo, acaso los más grandes santos de toda la historia de la Iglesia.

De este mismo grupo vuelve a hablar San Juan en el capítulo XX, 4 cuando dice:

“Y ví tronos y se sentaron sobre ellos y juicio se les dio, y (vi) las almas de los que habían sido decapitados a causa de “el Testimonio de Jesús” y a causa de “la Palabra de Dios”, y los que no adoraron a la Bestia ni a su imagen y no recibieron la marca sobre su frente y sobre su diestra; y vivieron y reinaron con el Cristo mil años”.



[1] A decir verdad, esto no es nada nuevo, ya que algunos santos Padres como Hipólito, Victorino, Agustín, Beda y el Beato de Liébana ven aquí a Israel. Entre los modernos podría citarse a Straubinger y Van Rixtel.