La
profanidad y amargura de sus sentimientos sobre el tema se pueden colegir del
último párrafo de la carta:
“Con estos pensamientos ante mí, me pregunto todo el
tiempo si no debo hacer público mis sentimientos; pero todo lo que hago es
rezar a esos grandes doctores antiguos de la Iglesia, cuya intercesión –Agustín
y los demás - va a evitar una calamidad tan grande. Si es la Voluntad de
Dios que se defina la infalibilidad Papal, entonces es su santísima Voluntad
apurar “los tiempos y momentos” del triunfo que ha destinado para su Reino;
siento que no tendré más que inclinar mi cabeza ante su adorable e inescrutable
Providencia[1]”.
Obviamente,
la carta de Newman al Obispo Ullathorne fue considerada sensacional. El 14 de marzo,
The Standard, un diario inglés,
publicó una noticia diciendo que Newman había escrito a su Obispo
“Estigmatizando a los Promotores de la Infalibilidad
Papal como una facción insolente y agresiva”[2].
Aparentemente Newman guardó
solamente una copia muy imperfecta de su carta y tenía la impresión que las
palabras que se le atribuían no formaban parte de ella. Obrando en
consecuencia, escribió a The Standard
al día siguiente negando el uso de las palabras que se le atribuían. Sin embargo, aprovechó la oportunidad para hacer
la siguiente afirmación:
“Deploro profundamente la política, el espíritu, las
medidas de varias personas, laicas y eclesiásticas, que urgen la definición de
esa opinión teológica que no tengo ni la intención ni el deseo de negar, muy
por el contrario. Pero, por otra parte, tengo la firme creencia, y siempre la
he tenido, que un Poder más Grande que el de cualquier hombre o grupo de
hombres va a dominar las deliberaciones del Concilio para determinar la verdad
Católica y Apostólica, y que lo que los Padres proclamen eventualmente con una
voz va a ser la Palabra de Dios”[3].
Dos
días más tarde, el periodista que había hecho la afirmación que atribuía a
Newman la frase “una agresiva facción insolente” reapareció y reafirmó su
creencia de que las palabras habían sido realmente pronunciadas. El 22 de
Marzo, Newman escribió de nuevo a The
Standard reconociendo que su periodista había estado correcto en su
afirmación. Esta vez insistió que cuando había hablado de la facción:
“No se había referido ni al gran cuerpo de los
Obispos que se cree estar a favor de la definición, ni a ninguna orden
eclesiástica o sociedad externa al Concilio”.
Aparentemente,
basándose todavía la mala copia, y olvidando que habían sido clasificados,
junto con los Redentoristas y conversos, como constitutivos de una camarilla
comprometida con adular al Santo Padre, Newman anunció solemnemente:
“En cuanto a los jesuitas, quiero declarar
claramente que los he separado todo el tiempo, en mi mente, como cuerpo, de los
movimientos que tanto deploro”.
La “facción” resultó ser:
“Un grupo de personas sacadas de diversos rangos y
condiciones en la Iglesia”[4].
Más
tarde Newman dio a conocer la mayor parte de su carta a The Standard. Fue publicada en el diario el 6 de abril.
En su conjunto, Newman
parecía extrañamente contento sobre todo con esta situación. Escribiendo a Sir John Simeon el 27 de marzo se
alegró de haberse equivocado con respecto al contenido de su propia carta. El
error le había dado la oportunidad de publicar dos veces su parecer, una al
corregir lo que creyó ser el error de otra persona, y la otra al reconocer el
suyo[5].
Su único miedo parecía ser que alguien aprovechara la ocasión de su
comunicación como una contra demostración en favor de la definición. Newman
escribió a su amigo De Lisle:
“Va a ser muy triste si se toma como una contra
demostración”[6].
En
más de una ocasión, afirmó que creía que la definición era imposible. Se
alegraba de saber por parte de Simeon que una protesta en contra de la
definición sería firmada por muchos, y expresó su deseo a De Lisle por
semejante movimiento laico.
La
condena de los líderes que luchaban por la definición se volvió más virulenta
que nunca.
“Nada puede ser peor, escribe, que la conducta de
muchos dentro y fuera del Concilio que están del lado que probablemente
prevalecerá”[7].
Esto
líderes
“Han tomado el asunto con mucha injusticia e
intriga silenciosa por un tiempo considerable”[8].
Incluso los despreciables
escritos de alguien como Acton pueden ser explicados por Newman como
“La consecuencia retributiva de la tiranía”[9].
Escribiendo
sobre el tema de la definición a David Moriarty, Obispo de Kerry, al igual que
el Obispo Clifford un íntimo amigo de Newman y un vigoroso oponente de la
política de la Mayoría, declara que
“No soporta pensar en la tiranía y crueldad de
sus defensores, pues tiranía y crueldad serán aunque tengan éxito”[10].
Uno de los elementos más
sorprendentes en la oposición de Newman a la definición durante el Concilio era
su repetida convicción de que tanto él como sus seguidores debían actuar en
este debate como si ellos mismos tuvieran el don de la infalibilidad. Expresa este sentimiento una vez en su carta a De
Lisle y otra en una carta al P. Whitty. Se expresa así en esta última carta:
“Uno no puede ir más que con la mejor luz propia. Si
alguien es infalible, no soy yo, pero estoy obligado a razonar sobre el tema
como si lo fuera hasta que el Concilio decida; y luego, si la infalibilidad
de Dios está en contra mía, someterme inmediatamente, pero aun así sin
arrepentirme de haberme decidido por la parte que creí que era la correcta, de
la misma manera que un abogado en el tribunal no se debe arrepentir de creer en
una causa y defender un punto de la ley que el banquillo de los jueces falla en
finalmente en su contra”[11].
En este caso tenemos o
una inepta analogía o un índice cierto de una actitud errónea por parte de
Newman. Un abogado puede defender un caso ante el máximo
tribunal y en caso que se decida en su contra, ciertamente está obligado a
aceptar la decisión pero de ninguna manera está obligado a creer que el
tribunal decidió correctamente. Puede estar convencido que su postura era la
correcta y puede esperar legítimamente que en el futuro, el tribunal se incline
hacia los puntos de vista que ha defendido. No existe una similitud legítima
entre este caso y el de aquel que tomó una postura en contra de la cual se
emitió una decisión dogmática infalible por parte de la Iglesia Católica. Es
desafortunado que Newman creyó que semejante analogía era válida.
En
la carta al P. Whitty, Newman estableció lo que parecen haber sido las razones
más fuertes en contra del procedimiento de la Mayoría en el Concilio. Básicamente
argumentaba en contra de lo que consideraba un inapropiado apresuramiento en
la formación de la decisión. Afirmaba que:
“Es suficiente que un Papa haya pasado una
doctrina (sobre la Inmaculada Concepción) a la lista de dogmas”.
Pasando a lo que considera
razones específicas en contra de la definición de la infalibilidad papal por
parte del Concilio, Newman aduce cuatro puntos.
El primero es
simplemente uno de los principios cardinales del antiguo galicanismo. Los defensores de la definición son amonestados a
que:
“No deben despreciar e insultar la tradición
que existe en los países”.
Niega que las
tradiciones de Irlanda e Inglaterra estén del lado de la infalibilidad papal e
insiste en que lo que llama opiniones ultramontanas son, en comparación, más
recientes tanto en esos dos países como en Francia y Alemania. Al expresar esta
opinión Newman manifestó, como tal vez en ninguna otra parte, la tremenda
debilidad intelectual de su causa. Recurre a lo que es cuanto mucho un
principio teológico extremadamente sospechoso y al caracterizar las opiniones
“ultramontanas” como “recientes” mostró poco conocimiento de la historia de la
teología escolástica.
El segundo
punto alegado en esta carta consiste en un retoque del antiguo ataque en
contra de los promotores de la definición. Esta vez la acusación particular
es que no le habían dado a conocer a los otros miembros del Concilio su
intención de trabajar para la definición.
“Declaro que debería estar muy enojado si no fuera
porque estoy demasiado viejo para enojarme”.
Trae
una afirmación atribuida al pobre Mons. Talbot en el sentido de lo que hizo la
definición de la Inmaculada Concepción tan aceptable fue el hecho de que abrió
el camino para la definición de la infalibilidad del Santo Padre. Newman se
confesaba sorprendido al respecto y, meditando “sobre caminos tan torcidos”, se
volvió hacia la consideración de la advertencia de Nuestro Señor con respecto
al escándalo. Ni siquiera una sola vez se le pasó por la cabeza de que
existía una leve posibilidad que su propia conducta en este tema podría haber causado
escándalo.
El tercer
punto es interesante. Newman afirmaba que el intenso estudio teológico que
había precedido a la Ineffabilis Deus
“Llevó a las escuelas Católicas a la unión sobre el
tema, al mismo tiempo que aseguró la precisión de cada una”.
Creía que ambas escuelas de
pensamiento que previamente habían existido sobre el tema de la Inmaculada
Concepción de Nuestra Señora
“Habían visto eliminados sus puntos extremos y
pasaron a ser uno, porque la verdad a la que llegaron, era una”.
Newman parecía afirmar que la única manera de
progreso doctrinal era algo parecido a la tesis-antítesis-síntesis hegeliana.
Se imaginó aparentemente que cuando dos grupos se oponen sobre algún tema, la
última definición solamente puede venir a través de una especie de compromiso,
en el cual se abandonan los puntos “extremos” de ambas teorías opuestas
mientras todos los contendientes se unen en una adhesión a un término medio.
Parece no haber considerado la posibilidad de una situación en la cual dos
partes puedan debatir, y que una resulte haber defendido la verdad que la otra
parte atacaba.
El
argumento final aducido en la carta al P. Whitty toma la forma de una protesta
contra la definición basado en que sería “anticuado”, en el sentido de que
apoyaría el Syllabus. Además, le parece que no es oportuno para Inglaterra,
dado que la mera posibilidad demostró ser preocupante para el ultra pontifical
Sr. Gladstone, a un cierto político desagradable llamado Newdegate[12].
[1] Cf. ibid., pp. 58 sig.
[2] Collectio Lacensis, VII,
col. 1514 n.
[3] Ibid. Col. 1514.
[4] Ibid. Col. 1515.
[5] Cf. Ward, op. cit. II,
291 sig.
[6] Ibid. p. 293.
[7] Ibid. p. 283.
[8] Ibid. p. 284.
[9] Ibid. p. 285.
[10] Ibid. p. 283.
[11] Ibid. p. 295.
[12] Ibid. pp. 295 ss. Por supuesto que las observaciones sobre la carta
al P. Whitty no describen la apreciada enseñanza de Newman sobre el desarrollo
doctrinal, tal como está expresado en el Essay.