3. y clamó
con voz grande, como león que ruge y cuando clamó hablaron los siete truenos
sus voces.
Comentario:
Straubinger: “Los truenos,
que según la Biblia indican la voz de Dios (Sal. XXVIII, 1 ss; Jn. XII, 28 s.),
suenan como para ratificar la autoridad del ángel, que tal vez se dirigió a
ellos, pero además expresan algo inteligible, puesto que Juan se disponía a
escribirlo (v. 4), según se le ordenó al principio (I, 11 y 19).
La prohibición de hacerlo esta vez, cosa excepcional en todo el Apocalipsis
(cfr. I, 3; XXII, 10; Dan. XII, 4 y 9), no le es dada por la
misma voz de los truenos ni por la del ángel, sino por una voz del cielo, la
misma del v. 8. “¿Qué misterio encierra esta reserva absoluta,
inesperada para los desaprensivos?”.
Gelin: "Esta última
expresión supone una concepción muy conocida de los lectores (cfr. XII, 4: el
águila grande). Los truenos son la voz
de Dios (Sal. XXIX) y Jn. XII, 28-30 parece ofrecer un excelente paralelo de
este pasaje".
Allo: “αἱ (los)…
debe ser conservado antes de βρονταὶ (truenos) y este artículo
muestra que se trata de una entidad conocida, tradicional”.
Scío: “Las voces de los
siete truenos, son las predicaciones terribles y espantosas de lo que debe
suceder a los enemigos de la Iglesia. San Juan tuvo orden de no escribirlas y
de guardarlas en su pecho hasta que Dios se sirviese revelarlas”.
Vigoroux: “Como cuando ruge un
león: símbolo de las amenazas que iba a proferir y de los castigos que
anunciaba”.
Caballero Sánchez: “¿De qué naturaleza son
estos siete Truenos?
- Son “personas”, puesto que
“hablan voces” perceptibles que pueden ser escritas.
- Son personas conocidas,
no sólo de la Tradición, sino en el mismo Apocalipsis[1],
puesto que Juan les antepone el artículo (…)
“Textos hay en la Escritura que
se refieren al misterio de los siete Truenos. “El Trueno, dícese en Job
(XXXVI, 33), anuncia acumulación de ira sobre el que se eleva… Y en ese
mismo lugar, a continuación, se anuncia el “estruendo de la voz” del león rugiente,
seguido por el trueno divino:
“Después de bramado el rugido,
truena Él con la voz de su magnificencia. Y aunque sea oída su Voz, no los
detiene… Truena Dios maravillosamente con su Voz: Él hace grandes cosas
que nosotros no entendemos (Job XXXVII, 3-5)”[2].
“En ese pasaje de Job, como en el texto apocalíptico, se
distinguen: a) el rugido del León que viene como relámpago del Oriente
al Occidente… b) el trueno de Dios que amenaza “al que se eleva” y a sus
secuaces, sin lograr detenerlos… c) el designio de Dios de que no se
comprendan exactamente sus conminaciones. Los “sabios” no quieren ver en este pasaje de Job más que una descripción poética de la tempestad física. Pero,
hay en él, como en todo el libro, detalles que obligan a entenderlo como un marchal
de alcance escatológico y apocalíptico.
En ese mismo horizonte
escatológico, David también oyó
los siete truenos. Voces de Dios que braman sobre las muchas aguas, y que los
sabios reducen también a simple descripción poética de la tempestad (Sal.
XXIX) (…)”.
“Estas “Voces” de los Truenos
son voces de amenazas contra los enemigos del Señor, y voces de esperanza
confortante para sus amigos… Juan las comprendió perfectamente pues nos dice: “cuando
hubieron hablado los siete Truenos, yo iba a escribir”. No escribió, sin
embargo, las cosas que había oído, porque una voz del cielo se lo
prohibió: “Sella las cosas que los siete truenos han hablado y no las
escribas”. La Voz que habla desde el cielo es la Voz del Padre a quien
pertenecen los truenos. Cuando Jesús pidió a su Padre que le glorificara, fue
también “voz del cielo” la que le respondió, voz que la muchedumbre tomó por un
“trueno”.
“La
prohibición tiene dos aspectos: primero, “sellar” las cosas oídas, esto es, no
divulgarlas, ni siquiera en familiar conversación con los “ancianos del Asia”;
segundo “no escribirlas” en el libro, aún cuando revistieran formas enigmáticas…”.
Alápide: “En sus Revelaciones, lib. VI, cap. X, Santa
Brígida refiere que al rogarle por el significado de los siete truenos que Juan
dice que escuchó en Apoc. X, respondió que supo por divina revelación que los
siete truenos eran amenazas para los perseguidores de la Iglesia de parte del
cielo”.
Iglesias: “Los siete truenos profieren un mensaje (dieron: lit. hablaron)”.
4. Y cuando
hablaron los siete truenos, iba a escribir y oí una voz del cielo diciendo: “Sella
lo que hablaron los siete truenos y no lo escribas”.
Comentario:
Wikenhauser: “La figura de los siete
truenos viene quizá del Salmo XXVIII, que describe la manifestación de
la gloria de Dios como una tempestad, donde por siete veces se habla de “la voz
de Yahvé (que retumba)”. Cuál haya sido el contenido de los truenos, y por
qué el vidente recibe orden de mantenerlo sellado, es decir, secreto, no
podemos precisarlo; sólo es dado suponer que la voz de los truenos haya
revelado algún secreto destinado sólo a la persona del vidente. Para algunos
comentaristas los siete truenos serían comienzo de otras tantas plagas, como en
el caso de los sellos y de las trompetas, pero, por ser terriblemente
graves, no debían darse a conocer, para no llenar de espanto a los hombres
antes de tiempo. Contra esta opinión se puede objetar que al vidente le quedan
aún por contemplar y describir siete plagas mucho más espantosas que las
descritas hasta aquí (cap. XVI). Por eso en la actualidad ha venido
cobrando fuerza la opinión de que los juicios de Dios simbolizados en los siete
truenos deben mantenerse “sellados” porque ya no llegarán a realizarse, puesto
que la historia ha sido acortada (cfr. Apoc. X, 6-7; Mt. XXIV, 22; Mc. XIII,
20)”.
Esta última explicación no convence
puesto que, de ser así, ¿para qué se le hace oír estas voces y se narra toda
esta sección?
Parecería, pues, que lo que hablan
los siete truenos se refiere a otras tantas plagas que tendrán lugar entra la
sexta y séptima trompeta y que o se conocerán recién a su debido tiempo o, por
razones que Dios sabe, han de permanecer ignoradas por todos.
San
Andrés de Cesarea: “Por medio de estas palabras se
nos indica también que hay ahora cosas ocultas que han de ser interpretadas a
través de la experiencia misma y del resultado de los acontecimientos, de
los cuales, por medio de una voz del cielo, el evangelista aprendió que las
voces de los truenos han de entenderse con la mente humana, pero que la comprensión completa y la
inteligencia de los mismos está reservada a los últimos tiempos”.
[1] Nota del Blog: Que estén en el Apocalipsis no consta
necesariamente como así tampoco constan las dos águilas con las cuales
la Mujer huye al desierto. Basta que conste o en la Tradición o en otra parte
de las Escrituras.
[2] Straubinger in loco:
“Figura usada por Jesús en Mt. XXIV, 27 para indicarnos cómo será su Retorno.
Cfr. Sal. XVIII, 7”.