4 Objeción:
Jesús es visto de pie por san
Esteban y, por lo tanto, o el cap. IV
del Apocalipsis comenzó a cumplirse ya en época de los Apóstoles o la imagen de
Jesús sentado o de pie no sirve para nada a la hora de interpretar el
Apocalipsis. En cualquier caso, la tesis central del artículo es errónea.
Prueba
de lo dicho.
Hech.
VII, 54-56: “Como oyesen esto, se
enfurecieron en sus corazones y crujían los dientes contra él. Mas, lleno del
Espíritu Santo y clavando los ojos en el cielo, vio la gloria de Dios y a
Jesús de pie a la diestra de Dios, y exclamó: “He aquí que veo los
cielos abiertos, y al Hijo del hombre que está de pie a la diestra de Dios”.
Esta
objeción va de la mano con otra no menos clara.
Mt.
XXVI, 62-64: “Entonces, el sumo sacerdote
se levantó y le dijo: “¿Nada respondes? ¿Qué es eso que éstos atestiguan contra
Ti?” Pero Jesús callaba. Le dijo el sumo sacerdote: “Yo te conjuro por el Dios
vivo a que nos digas si Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios.” Jesús le
respondió: “Tú lo has dicho. Y Yo os digo: desde este momento veréis
al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder y viniendo sobre las nubes
del cielo”.
Lc.
XXIII, 69: “Desde ahora el
Hijo del hombre estará sentado a la diestra del poder de Dios”.
Donde
vemos que el Hijo del hombre se iba a sentar inmediatamente en el trono de
gloria, con lo cual, tenemos que ambos tronos significan lo mismo.
Respuesta:
Esta
objeción parece ser concluyente contra nuestra tesis, con lo cual, debemos ir
de a poco.
Tal
vez será mejor comenzar por la segunda.
Famosa
escena que le valió la condena a muerte a Nuestro Señor y que presenta algunos
rasgos difíciles: la partícula “desde ahora” ha dado mucho que hablar y hay dos
escuelas divididas: la de quienes ven en esta escena una visión escatológica y
los que creen se trata de un tiempo mucho más largo[1]. La primera es básicamente la
de los Padres y exégetas hasta el siglo XIX, mientras la segunda cobró fuerza
en el siglo XIX y se hizo bastante general en el XX.
El P.
Segarra combate esta última y con razón.
El
texto claramente presenta sus dificultades, pues, ¿cómo es que desde ahora los jueces inicuos de
Nuestro Señor lo iban a ver sentado a la diestra de Dios?
Afirma
y prueba el P. Segarra que el sentido de la frase es:
“Desde entonces ya nunca jamás le habían de ver en
estado de humillación, sino que, cuando le verían, como certísimamente le
habían de ver, le verían entre los esplendores de la gloria más excelsa y
soberana”[2].
Es
decir, es como si les dijera (paráfrasis nuestra): “la próxima vez que me veáis
ya no será en humillación y sometido a vosotros como sucede ahora, sino en gloria
y poder y soy Yo quien os juzgará a vosotros”.
En
una palabra, quienes juzgaron a Jesús lo verán venir en Gloria y Majestad para ser juzgados por Él[3].
Otro
argumento terminará de convencernos que se habla aquí exclusivamente de la
Parusía:
San Lucas dice:
“Desde ahora el Hijo del hombre estará sentado a la
diestra del poder de Dios”.
Es
curioso que en ninguna de las citas que dimos más arriba al hablar de Jesús
“sentado a la diestra de Dios”, se dice que lo está del poder de Dios, sino que, por el contrario, este término es usado
inequívocamente en varios pasajes exclusivamente parusíacos:
Mt.
XXIV, 30: “Entonces aparecerá en el
cielo la señal del Hijo del Hombre, y entonces se lamentarán todas las tribus
de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo
con poder y gloria grande”. Ver Mc.
XIII, 26 y Lc. XXI, 27.
Mc.
IX, 1: “Y les dijo: “En verdad, os
digo, entre los que están aquí, algunos no gustarán la muerte sin que hayan
visto el reino de Dios venido con poder…”[4].
II
Tes. I, 5-8: “Esta es una señal del justo
juicio de Dios, para que seáis hechos dignos del reino de Dios por el cual,
padecéis, si es que Dios encuentra justo dar en retorno tribulación a los que
os atribulan, y a vosotros, los atribulados, descanso, juntamente con nosotros,
en la revelación del Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder en llamas de fuego, tomando
venganza en los que no conocen a Dios y en los que no obedecen al Evangelio de
nuestro Señor Jesucristo…”.
II
Ped. I, 16-18: “Porque no os hemos
dado a conocer el poder y la Parusía[5] de
nuestro Señor Jesucristo según fábulas inventadas, sino como testigos oculares
que fuimos de su majestad. Pues Él recibió de Dios Padre honor y gloria
cuando de la Gloria majestuosísima le fue enviada aquella voz: “Éste es mi Hijo
amado en quien Yo me complazco”; y esta voz enviada del cielo la oímos
nosotros, estando con Él en el monte santo”.
A
lo cual pueden sumarse aquellos pasajes del Apocalipsis donde el Cordero recibe
el poder:
Apoc.
IV, 11: “Digno eres Señor y Dios
nuestro, de recibir la gloria y el honor y el poder, porque Tú
creaste todas las cosas y por tu voluntad eran y fueron creadas”.
Apoc.
V, 12: “Digno es el Cordero,
el degollado, de recibir el poder y riqueza y sabiduría y fuerza y honor
y gloria y bendición”.
Apoc.
VII, 12: “La bendición y la gloria y
la sabiduría y la acción de gracias y el honor y el poder y la fuerza a
nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén”.
Apoc.
XI, 17: “Te agradecemos, Yahvé Dios,
el Todopoderoso, el que es y el que era, porque has tomado tu poder, el
grande y has reinado”.
Apoc.
XII, 10: “Ahora hecha ha sido la salud
y el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo,
porque ha sido arrojado el acusador de nuestros hermanos, el que los acusa ante
nuestro Dios día y noche”.
Apoc.
XIX, 1-2: “¡Aleluya! La salud y la gloria y el poder de
nuestro Dios; porque verdaderos y
justos (son) sus juicios…”.
Pasemos
ahora al primer texto, acaso el más difícil de todos.
La
objeción es clara: San Esteban ve a Jesús de
pie al momento en que va a sufrir el martirio, con lo cual o ya estaba de
pie, o era indistinto estar de pie o sentado y esas no son más que meras
imágenes sin ningún significado preciso, o al menos, de nada sirve a la hora de
interpretar el Apocalipsis.
Contra
esto hay varias cosas para decir:
Lo
primero es, ¿de dónde se saca que la visión que tuvo san Esteban indicaba lo
que estaba sucediendo en ese momento?
O dicho de otra manera ¿qué impide ver en esa visión, una visión de los
últimos tiempos?
Notemos
que el Protomártir ve dos cosas: la
gloria de Dios y al Hijo del Hombre
de pie.
Ambas
características las vemos retratadas en dos famosas visiones del Antiguo
Testamento:
Is.
VI: “En el año en que murió el
rey Ocias, vi al Señor sentado en un trono alto y excelso y las faldas de su
vestido llenaban el Templo. Encima de Él había serafines, cada uno de los
cuales tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro, con dos los pies, y
con dos volaban. Y clamaban unos a otros, diciendo: “Santo, santo, santo es
Yahvé de los ejércitos, llena está toda la tierra de su gloria.” Y los
fundamentos de los umbrales se conmovieron a la voz del que clamaba; y la Casa
se llenó de humo. Entonces dije: “¡Ay de mí, que estoy perdido! Pues soy hombre
de labios impuros, y habito en un pueblo de labios impuros, y mis ojos han
visto al Rey, Señor de los ejércitos.” Y voló hacia mí uno de los serafines,
que tenía en su mano una brasa ardiente, la cual con las tenazas había tomado
de encima del altar. Con ella tocó mi boca y dijo: “Mira, esto ha tocado tus
labios; quitada está tu iniquidad, y expiado tu pecado.” Y oí la voz del Señor
que decía: “¿A quién enviaré, y quién irá por nosotros?” Respondí: “Heme aquí;
envíame a mí.” Y dijo Él: “Ve y di a este pueblo: Oíd, y no entendáis; ved,
y no conozcáis. Embota el corazón de este pueblo, y haz que sean sordos sus
oídos y ciegos sus ojos; no sea que vea con sus ojos, y oiga con sus oídos, y
con su corazón entienda, y se convierta y encuentre salud.” Yo pregunté: “¿Hasta
cuándo, Señor?”. Y respondió: “Hasta que las ciudades queden devastadas
y sin moradores, y las casas sin habitantes, y la tierra convertida en ruina
completa; hasta que Yahvé arroje lejos a los hombres, y la desolación abunde en
medio de la tierra. Y si quedare de ellos sólo la décima parte, volverán a ser
destruidos. Mas como del terebinto y de la encina, aun talados, queda el
tronco, así el tronco de (Israel) será semilla santa”.
Magnífico
capítulo del más grande de los profetas hebreos interpretado por el mismo San
Juan:
Jn.
XII, 37-41: “Pero a pesar de los milagros
tan grandes que Él había hecho delante de ellos, no creían en Él. Para que se
cumpliese la palabra del profeta Isaías que dijo: “Señor, ¿quién ha creído a lo
que oímos (de Ti) y el brazo del Señor, ¿a quién ha sido manifestado?” Ellos no
podían creer, porque Isaías también dijo: “Él ha cegado sus ojos y endurecido
sus corazones, para que no vean con sus ojos, ni entiendan con su corazón, ni
se conviertan, ni Yo los sane.” Isaías dijo esto cuando vio su gloria, y de
Él habló”.
La
relación de todo este pasaje de Isaías con los últimos tiempos salta a la vista
con sólo considerar que se habla allí claramente de la conversión de los judíos
después de un gran castigo.
Hasta
aquí la gloria.
Por
su parte Daniel, el profeta amado, nos hablará a su vez del Hijo del hombre
en una muy famosa visión:
Dan. VII,
13-14: “Seguía yo mirando en la
visión nocturna, y he aquí que vino sobre las nubes del cielo Uno parecido a
un hijo de hombre, el cual llegó al Anciano de días, y le presentaron
delante de Él. Y le fue dado el señorío, la gloria y el reino y todos los
pueblos y naciones y lenguas le sirvieron. Su señorío es un señorío eterno que
jamás acabará, y su reino nunca será destruido”.
El
Hijo del hombre[6], a
quien se le da la gloria. Ambos profetas ven lo relativo a los últimos tiempos.
Por
otra parte ¿por qué no podemos creer que Jesús quiso recompensar a su primer Mártir,
en el momento supremo, con una visión relativa a su reyecía, a su segunda
Venida?
Last but not least, si Jesús había amenazado a sus jueces y verdugos
con juzgarlos, ¿por qué no pensar que la visión de san Esteban se trata de un recordatorio de la antigua amenaza?
Instabis:
Las
dos imágenes son contradictorias: en un caso Jesús está sentado y en el otro
está de pie; por lo tanto, se trata de meras imágenes sin un significado
preciso.
Respuesta:
Se
trataría de una contradicción si ambas imágenes miraran los mismos tiempos,
pero no es el caso. La visión de San Esteban mira a Jesús de pie durante los
tiempos que narra el Apocalipsis, es decir, durante la septuagésima Semana de
Daniel, mientras las palabras de Jesús a sus jueces hablan directamente de la
Parusía, y por eso es que en un caso está de pie y en el otro sentado (en
el trono de gloria, como ya queda
dicho).
[1] El que quiera profundizar esta exégesis puede
consultar con fruto el excelente estudio del P. Segarra: “Algunas observaciones sobre los principales textos
escatológicos de Nuestro Señor”, Estudios Eclesiásticos, 14 (1935), pp. 464-504
y 15 (1936), pp. 47-66.
[2] E.E.: 15 (1936), p. 62
[4] Se ve por el contexto que Jesús está hablando de
lo que sigue en la narración: la Transfiguración, que traen inmediatamente
después los tres Sinópticos. San Pedro nos dirá luego que aquí vieron la
Parusía, tal como citamos a continuación, y a ella parece aludir
inequívocamente también san Juan en I, 14.
Una vez más, Segarra nos trae un completísimo
análisis de este texto: op. cit., 10
(1931), pp. 475-499, 11 (1932), pp. 83-94 y 12 (1932), pp. 345-367.
[5] Como se vé, ambos términos van juntos: poder y Parusía.
[6] Mucho se ha hablado sobre el tan misterioso
significado del título “el Hijo del hombre” tantas veces usado por Nuestro
Señor, pero queremos llamar la atención sobre una interpretación que se ajusta
perfectamente con la tesis central de este estudio.
Gianfranco Nolli, en su minucioso análisis gramatical de los cuatro Evangelios, al
desarrollar el término “hijo del hombre”, dice:
“Hijo del hombre: esta expresión griega traduce dos
expresiones hebreo-arameas, diversas en significado entre sí: la primera (bar adam) indica al hombre en cuanto
creatura, débil; la segunda (bar nash) indica al príncipe heredero
y a aquel que es ciudadano de pleno derecho, libre (en oposición al esclavo). Esta
última expresión (bar nash) pasó a
indicar con Daniel al jefe del pueblo de Dios, pasando a ser así un título
específico mesiánico. La expresión griega puede pues, asumir un
significado que va desde aquel altísimo de príncipe heredero a aquel humilde y
familiar que sirve para designar quien habla en primera persona, ocupando el
lugar del pronombre personal de primera persona: yo”.
Ver Evangelo secondo Matteo, 1988, Libreria
editrice Vaticana, in Mt. XXIV, 27.