lunes, 28 de enero de 2019

Notas a algunos estudios de Mons. Fenton sobre la membresía en la Iglesia (VI de IX)


2) Parte Pasiva (por quiénes se ofrece):

a) Recibe, Padre Santo, Dios todopoderoso y eterno, esta hostia inmaculada, que yo, indigno siervo tuyo, te ofrezco a Ti, Dios mío, vivo y verdadero, por mis innumerables pecados, ofensas y negligencias; y por todos los circunstantes; y también por todos los fieles cristianos, vivos y difuntos; a fin de que a mí y a ellos aproveche para la salvación y vida eterna. Amén[1].

b) Ofrecémoste, Señor, el cáliz de salvación… por nuestra salvación y la de todo el mundo. Amén”[2].

c)Recibe, ¡oh Santa Trinidad!, esta oblación que te ofrecemos… para que redunde… en nuestra salvación[3].

d) Reciba el Señor… este Sacrificio… para provecho nuestro y de toda su santa Iglesia[4].

e) “A Ti, ¡Padre clementísimo!, por Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, humildemente rogamos y pedimos que aceptes y bendigas estos dones, estas ofrendas, estos santos y puros sacrificios; los cuales te ofrecemos primeramente, por tu Santa Iglesia católica, para que te dignes pacificarla, protegerla, mantenerla unida y gobernarla por toda la redondez de la tierra, juntamente con tu siervo nuestro Papa N., nuestro Obispo N., y todos los que profesan íntegramente la fe católica y apostólica[5].

f)Séate agradable, ¡oh Santa Trinidad!, el homenaje de tu siervo, y este sacrificio que yo, indigno, he ofrecido a los ojos de tu Majestad, te sea aceptable, y a mí y a todos aquellos por quienes lo he ofrecido sea, por tu piedad, propiciatorio. Por Cristo Nuestro Señor. Amén[6].

I) Concilio de Trento.


Desearía ciertamente el sacrosanto Concilio que en cada una de las Misas comulgaran los fieles asistentes, no sólo por espiritual afecto, sino también por la recepción sacramental de la Eucaristía, a fin de que llegara más abundante a ellos el fruto de este sacrificio; sin embargo, si no siempre eso sucede, tampoco condena como privadas e ilícitas las Misas en que sólo el sacerdote comulga sacramentalmente [Can. 8], sino que las aprueba y hasta las recomienda, como quiera que también esas Misas deben ser consideradas como verdaderamente públicas, parte porque en ellas comulga el pueblo espiritualmente, y parte porque se celebran por público ministro de la Iglesia, no sólo para sí, sino para todos los fieles que pertenecen al Cuerpo de Cristo[7].

II) P. Nicolás Gihr.

“Ofrecemos el cáliz por nuestra salud y la del mundo entero. La Misa es ante todo e inmediatamente un medio de salvación para los hijos de la Iglesia; es a ellos a quienes llegan los frutos más abundantes del sacrificio. Pero aquellos que están fuera de su comunión, no están totalmente excluidos de estos beneficios; la Iglesia ruega y ofrece el sacrificio a fin que arriben al conocimiento de la verdad (I Tim. II, 1-4)…”[8].

III) San Roberto Belarmino.[9]

“Capítulo VI. El sacrificio de la Misa aprovecha a todas las personas vivas.

Síguese la tercera cuestión: por quiénes se debe o puede ofrecer el sacrificio de la Misa.

Hay seis clases de hombres de los que podría dudarse. Algunos todavía están vivos y los otros muertos. De los que viven algunos son miembros vivos de la Iglesia, otros son miembros muertos y otros no son miembros en modo alguno, es decir que o son justos, o pecadores pero fieles o, por último impíos e infieles[10]. De los muertos algunos están en el purgatorio, otros ya están en el cielo y otros sufren los eternos suplicios en el infierno.

De aquellos que están vivos y dentro de la Iglesia como así también de los que están en el infierno, es decir de los primeros y de los últimos, no se discute. Pues todos los católicos enseñan que la Misa puede ofrecerse por todos aquellos que están dentro de la Iglesia[11], sean justos o pecadores, como de hecho se ofrece todos los días, ya que decimos en el Canon que ofrecemos “pro omnibus orthodoxis, atque catholicae et Apostolicae fidei cultoribus” (“todos los que profesan íntegramente la fe católica y apostólica”)[12]. Los herejes no tienen nada peculiar que decir aquí.

Es cierto que no se puede ofrecer el sacrificio por aquellos que están en el inferno -y esto es afirmado tanto por los herejes como por los católicos- pues tanto la pena como la culpa son irremisibles. Por lo cual San Agustín explícitamente enseña, lib. I De origine animae, cap. IX, y XI, que el sacrificio no puede ofrecerse por los párvulos muertos sin bautismo y en el Enchiridion, cap. CIX y CX dice que de nada les aprovecha el sacrificio a los condenados. Pero sobre ésto ya hablamos en el II lib. De Purgatorio cap. ultimo.[13]

Con respecto a los que viven, y están fuera de la Iglesia[14], la cosa se puede explicar fácilmente. Pues en primer lugar consta que por lo menos indirectamente les aprovecha el sacrificio y que indirectamente se puede ofrecer en su favor. Mientras ofrecemos el sacrificio por la propagación, unión, purificación de la Iglesia, lo cual ciertamente es lícito, al mismo tiempo ofrecemos, indirectamente, por la conversión de los infieles y de los herejes. Además, en nuestros Misales existe la Misa propia “ad tollendum schisma” en la cual, aunque se ofrezca por la paz de la Iglesia, sin embargo, implícitamente se ofrece por la conversión de los cismáticos. Finalmente, en la oblación del cáliz, al rezar por la salud de todo el mundo, ciertamente rezamos también por los infieles de alguna manera.

Además, es cierto que, por su naturaleza misma, si no hay prohibición alguna por parte de la Iglesia, es lícito ofrecer por todos los hombres pues, así como el sacrificio de la cruz fue ofrecido por todos los hombres ¿por qué no se puede ofrecer también por ellos la Misa? Además, en la antigüedad se ofrecía por los príncipes y reyes los cuales eran todos infieles; lo que el Apóstol dice en I Tim. II: Exhorto ante todo a que se hagan súplicas, oraciones, etc., los Padres comúnmente lo entendieron de las oraciones en el sacrificio (…)

(Siguen citas del Crisóstomo, Tertuliano, S. Clemente, las liturgias de Santiago, S. Crisóstomo, S. Basilio y la romana) y luego continúa:

Nada de esto repugna a lo que dice S. Agustín, lib. I De Orig. Animae, cap. IX: “¿por quién puede ofrecerse el sacrificio del cuerpo de Cristo sino por aquellos que son miembros de Cristo?” pues como atinadamente responde S. Tomás en IV distinct. XII. quaest. II, art. II. quaest. II ad IV a esta objeción, esto debe entenderse de aquellos que son miembros de Cristo, en acto o en potencia, pues también se ofrece el sacrificio por los miembros de Cristo cuando se ofrece para que sean miembros de Cristo. Además, aquí S. Agustín está hablando de los difuntos y puesto que los difuntos o son miembros en acto o no lo son, entonces puede afirmarse sin problemas que el sacrificio no puede ofrecerse por los difuntos a menos que sean miembros de Cristo.”

Capítulo XXI. Sobre la verdad de la primera oración del Canon.

La primera oración del Canon que empieza “A Ti, ¡Padre clementísimo!” (Te igitur, clementissime Pater) se extiende hasta, “Esta ofrenda (Hanc igitur oblationem); aquello de “Acuérdate Señor”, (Memento Domine) y “Unidos por la comunión y venerando la memoria” (Communicantes et memoriam venerantes), no son diversas oraciones sino partes de la primera como puede constatarse tanto por la conclusión “Per eundem Dominum nostrum”, que va al final de todas estas oraciones, como también por el hecho de que “Communicantes” no tendría ningún sentido a menos que sea la continuación de las palabras precedentes. Así pues, la primera oración del Canon contiene el nombre de aquellos por los cuales, y en cuyo honor se ofrece el sacrificio, a saber, los mortales que están en la Iglesia militante y también los Santos que reinan con Cristo en el cielo. En primer lugar, se nombra la Iglesia; en segundo lugar, el Papa, luego el Obispo del lugar; cuarto el rey, en algunas diócesis; quinto todos los ortodoxos; sexto algunas personas en particular, pero en secreto y séptimo y último los Santos Apóstoles y Mártires.

Debe observarse que la oración por la Iglesia existe en todas las liturgias (…) al igual que la oración por el obispo del lugar.

(…) Por todos los ortodoxos (omnes orthodoxos) entendemos aquí, como expone San Buenaventura no a todos los fieles por completo, ya que entonces esta parte sería superflua ya que sería lo mismo ofrecer por toda la Iglesia y por todos los ortodoxos, sino que debe entenderse de todos los otros excepto el Papa, el Obispo del lugar y, en algunos lugares, el rey; como si dijéramos: ofrecemos en primer lugar por toda la Iglesia universal, luego en particular por el Papa, por el Obispo, por el rey y por todos los demás fieles…”.


IV) Santo Tomás.

III Pars q. 83

Articulo 4: ¿Están debidamente establecidas las palabras que acompañan a este sacramento?

3 Objeción: todos los demás sacramentos están destinados a la salvación de todos los fieles. Pero en la celebración de los demás sacramentos no se hace una oración común por la salvación de todos los fieles vivos y difuntos.  Luego parece que tampoco deba hacerse en este sacramento.

3. A la tercera hay que decir: La eucaristía es el sacramento de la unidad de toda la Iglesia. Y, por eso, en este sacramento más que en otros debe hacerse mención de todo lo que pertenece a la salvación de toda la Iglesia.”

“5 Objeción. Más aún: los sacramentos requieren la devoción de los fieles. Luego no hay motivo para estimularla más en este sacramento que en los otros con las alabanzas y requerimientos, como cuando se dice levantemos el corazón.

5. A la quinta hay que decir. Este sacramento requiere una devoción mayor que los otros sacramentos por contener a Cristo en su totalidad, y una devoción más extensa por requerir la devoción de todo el pueblo, por el que se ofrece este sacrificio, y no solamente de los que le reciben, como sucede con los otros sacramentos.  Por eso, como dice San Cipriano, el sacerdote con el prefacio prepara el ánimo de los hermanos diciendo: “levantemos el corazón”, para que con la respuesta: “lo tenemos levantado hacia el Señor”, el pueblo se dé cuenta de que no debe pensar en otra cosa más que en Dios.

In coprore: Posteriormente, el sacerdote recuerda secretamente en primer lugar a aquellos por quienes se ofrece este sacrificio, o sea: la Iglesia universal, a los que están constituidos en autoridad (I Tim. II, 2), y especialmente a quienes ofrecen o por quienes se ofrece este sacrificio.”



[1]Suscipe, sancte Pater, omnipotens aeterne Deus, hanc immaculatam Hostiam, quam ego indignus famulus tuus offero tibi Deo meo vivo, et vero, pro innumerabilibus peccatis et offensionibus et negligentiis meis, et pro omnibus circumstantibus, sed et pro omnibus fidelibus christianis vivis atque defunctis: ut mihi et illis proficiat ad salutem in vitam aeternam. Amen”.

[2]Offerimus tibi Domine, Calicem salutaris… pro nostra et totius mundi salute.

[3] “Suscipe sancta Trinitas, hanc oblationem quam tibi offerimusut nobis autem (proficiat) ad salutem.

[4] Suscipiat Dominus sacrificium… ad utilitatem quoque nostram totiusque Ecclesiae suae Sanctae”.

[5]Te igitur, clementissime Pater, per Jesum Christum Filium tuum Dominum nostrum, supplices rogamus ac petimus, uti accepta habeas, et benedicas, haec dona, haec munera, haec sancta sacrificia illibata, in primis, quae tibi offerimus pro Ecclesia tua sancta catholica: quam pacificare, custodire, adunare, et regere digneris toto orbe terrarum: una cum famulo tuo Papa nostro N. et Antistite nostro N. et omnibus orthodoxis, atque cattholicae et Apostolicae fidei cultoribus.

[6] “Placeat tibi, sancta Trinitas, obsequium servitutis meae: et praesta; ut sacrificium, quod oculis tuae maiestatis indignus obtuli, tibi sit acceptabile, mihique et omnibus, pro quibus illud obtuli, sit, te miserante, propitiabile. Per Christum Dominum nostrum. Amen.

[7] Dz. 944.

[8] Pag. 178 y s.

[9] Lib. II De Sacrificio Missae.

[10] Parecería, ni fallimur, que la clasificación no es completa pues falta agregar aquellos que no son miembros, pero están en gracia de Dios, es decir aquellos que están dentro de la Iglesia sin ser sus miembros. Para esta distinción cfr. Suprema haec Sacra y Fenton en su “The Catholic Church and Salvation.

[11] Accuratius :  qui sunt membra Ecclesiae, sive iusti, sive peccatores sint, etc”.

[12] Más adelante en el capítulo XXI, San Roberto dice que aquí el término todos los que profesan íntegramente la fe católica y apostólica no se refiere a todos los miembros de la Iglesia sino a todos los fieles, exceptuando al Papa y al Obispo, por los cuales se rezó antes. De todas formas, el argumento sigue valiendo pues la misma oración comienza: primeramente, por tu Santa Iglesia católica…”.

[13] En realidad, no es el último sino el anteúltimo, es decir el XVIII “a quiénes aprovechan los sufragios”. El último se titula “De funere”.

[14] Accuratius: “et non sunt membra, etc.”.