Pero la Crítica no se contenta con esa
comparación directa. Se da la pena de buscar vías indirectas y comparaciones
laterales que refuercen su conclusión, y dice: «Si los capítulos de Daniel VII,
VIII, XI, XII, se aplican a Antíoco, con mayor razón el capítulo de las
semanas. Pero se impone el antecedente...».
Examinemos de cerca aquellos capítulos
aludidos. Ese examen nos lleva al siguiente resultado: de los cuatro pasajes en
cuestión, dos, VIII, 9 ss., y XI, 30 ss., pueden aplicarse con algún
esfuerzo a Antíoco: pero los dos otros, VII, 23 ss, XII, 1 ss., son extraños a
Antíoco y tocan los sucesos de la 70° semana.
Pongamos frente a frente, en el orden
indicado, los cuatro pasajes:
VIII, 9 ss: "... Salió un cuerno pequeño, que
creció mucho hacia el mediodía y el oriente y hacia la tierra gloriosa. Engrandecióse
hasta llegar al ejército de los cielos y echó al suelo estrellas y las holló. Aún
contra el príncipe del ejército se irguió y le quitó el sacrificio perpetuo y
destruyó su santuario. Convocó impíamente ejércitos contra el sacrificio
perpetuo, echó por tierra la verdad, hizo con buen éxito lo que quiso. Entonces
oí hablar a uno de los Santos respondiendo a otro de los Santos que le preguntaba:
¿Hasta cuándo va a durar esa visión del sacrificio perpetuo y de la asoladora
prevaricación de llamar tropas y del santuario y del ejército de los cielos
quebrantado?». Entonces dijo: "Hasta 2.300 tarde y mañana". Luego
será restablecido el gran santuario... El macho cabrío es el rey de Jayán, y el
gran cuerno, el rey primero. El romperse y salir en su lugar otros cuernos, 4
reyes que se alzarán en la nación. Más no de tanta fuerza como aquél. Al final
de su dominación, cuando se completen las prevaricaciones, levantaráse un rey
imprudente e intrigante...".
XI, 30 ss: "... Furioso contra la Alianza santa,
no se quedará inactivo, y volverá a concertarse con los que abandonaron la
Alianza Santa. A su orden se presentarán tropas que profanarán el santuario y
la fortaleza, y harán cesar el sacrificio perpetuo y alzarán la abominación
desoladora. Seducirá con sus halagos a loa traidores a la Alianza santa; pero
el pueblo que conoce a su Dios, obrará con firmeza. Y los sabios entre ellos,
instruirán a las muchedumbres. Caerán de entre ellos por un tiempo, a la espada,
al fuego, al cautiverio, al pillaje. Y mientras sucumben tendrán poco socorro y
muchos se unirán a ellos hipócritamente. Sucumbirán también algunos de los
prudentes para que sean depurados, purificados y blanqueados, hasta que llegue
el fin, que no llegará sino al tiempo determinado. El rey hará lo que quiera,
se ensoberbecerá y se gloriará por encima de todos los dioses y dirá cosas
increíbles contra el Dios de los dioses. Prosperará hasta que llegue la ira a
su consumación, porque la que está decretada se cumplirá…".
VII, 22 ss: "Díjome así: "La 4° Bestia es un
4° reino sobre la tierra, que se distinguirá de todos los otros reinos y
devorará la tierra toda, la hollará y la triturará. Los 10 cuernos son 10 reyes
que en aquel reino se alzarán, y tras ellos se alzará otro que diferirá de los
primeros y derribará a 3 de estos reyes. Hablará palabras arrogantes contra el
Altísimo, y quebrantará a los Santos del Altísimo y pretenderá mudar los tiempos y la ley. Aquellos serán entregados a
su poder por un tiempo, tiempos y medio tiempo. Pero se sentará el tribunal y
le arrebatará el dominio, hasta destruirle y arruinarle del todo, dándole el
reino, el dominio y la majestad de todos los reinos de debajo del cielo al Pueblo
de los Santos del Altísimo, cuyo reino será eterno y le servirán y le obedecerán
todos los señoríos...".
XII, 1 ss: "Entonces se alzará Miguel, el gran
príncipe, el defensor de los hijos de tu pueblo, y será un tiempo de angustia,
tal como no lo hubo desde que existen las naciones hasta ese día. Entonces se
salvarán los que de tu pueblo estén escritos en el libró. (Muchos) de los que
duermen en el polvo de la tierra se despertarán unos para eterna vida, otros
para eterna vergüenza y confusión. Los que fueron inteligentes brillarán con
esplendor de cielo y los que enseñaron la justicia a la muchedumbre resplandecerán
por siempre eternamente como las estrellas… ¿Cuándo será el fin y sucederán
esas promesas?... Y El respondió: Anda, Daniel, que esas cosas están cerradas y
selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán purificados, emblanquecidos y
depurados; los impíos seguirán al mal... Después del tiempo de la cesación del
sacrificio perpetuo y del altar la abominación desoladora, habrá 1290 días...
Bienaventurado el que espere y llegue a 1135 días.
(Traducción Nácar-Colunga.)
1) Obsérvese ahora cómo, en los dos primeros
pasajes, tanto la perspectiva histórica como los sucesos narrados, parecen
identificarse sin estorbo mutuo, completándose en algunos detalles.
Asimismo, en ambos pasajes, casi todo parece
poder aplicarse a Antíoco Epífanes.
La perspectiva histórica nos lleva a los reinos
y reyes sucesores de Alejandro y de su imperio, hasta Siria y Antíoco, por un
salto rápido en VIII, 9, por un recorrido circunstanciado en XI, 2-21. Esto es
como evidente en el capítulo XI. Lo es también en el capítulo VIII, si se
considera su explicación auténtica en los vv. 21-23.
Y si comparamos los hechos aquí profetizados
con la narración de los libros de los-Macabeos, encontramos no sólo analogías
exteriores, sino bastante identidad de fondo. Antíoco, rey altivo, entendido en
dudas, se fortalece contra el pueblo judío, no con fuerza propia (VIII, 23.24),
sino que piensa en los desertores de la Alianza, y pónense brazos en su favor
(XI, 30-31). Con habilidad hace prosperar el engaño (VIII, 25), pues, con lisonjas
hace paganos a los violadores de la alianza (XI, 32). Se atreve, insensato y
orgulloso, a lanzarse contra el pueblo fiel a Dios, martiriza a los doctos, huella
las estrellas, quita el holocausto perpetuo y lo reemplaza con la abominación
de un culto sacrílego (VIII, 10-13; 24; XI, 31-36). Pero le aguarda, al fin, un
decreto de la Vindicta divina y muere quebrantado sin que nadie le auxilie
(VIII, 25; XI, 36[1]).
En un detalle parece que la profecía discrepa
de la historia: la duración de la profanación del Templo. Daniel nos dice
(VIII, 14) que aquella duración fue de 2.300 tardes y mañanas (1.150 días) y
los libros de los Macabeos calculan que duró desde el 15 de Kislev 168 al 25 de
Kislev 165 (1.105 días). Pero es muy posible que en aquel entonces, además de los «Veadares» ordinarios, hubiese algún año
estirado para conformarse en algo con las pretensiones de los sirios que
querían introducir su calendario y sus costumbres. De modo que sólo para
nuestra ignorancia habría en los textos apariencia de contradicción[2].
El hecho de que estos dos capítulo se
apliquen en primer plano a Antíoco no estorba el que puedan
aplicarse también, en plano superior, respecto de la actuación antijudía
del rey impío, al Jefe del pueblo antimesiánico del Tiempo del Fin. Indicios
hay en Daniel VIII, 17-19 y XI, 40-45 que así deben entenderse. Pues Antíoco es
personaje «machal» tipo del perseguidor final del pueblo de Dios[3].
2) A la inversa, la perspectiva histórica y
los hechos relatados en los dos otros capítulos, VII y XII, entrañan, respecto
de su aplicación a Antíoco, disonancias profundas que precisamente constituyen
notas de identidad con la visión de la 70° semana.
Aquí, en efecto, la perspectiva histórica no
es ya la del Imperio griego ni sus engendros.
En el capítulo XII no hay otra perspectiva
que la final. En el VII, ídem. Pues, aunque no lo consienta el P. Buzy
con toda la moderna Crítica, las cuatro Bestias de Daniel son, leído el texto sin
anteojos, simultáneas y contemporáneas del Hijo del Hombre y Pueblo de los
Santos (Emmanuel escatológico) a quienes es dador «el dominio, el reino y la majestad
de todos los reines de la tierra»[4].
Tocante a los sucesos principales anunciados en
estos capítulos, destácase la obra de la cuarta bestia, que corresponde exactamente
a la que realiza «el pueblo de un jefe que vendrá» guerra trituradora de «la
tierra»; gran Tribulación en el pueblo de los santos tal como no la hubo desde
que existen las naciones; duración de la gran crisis, por tres años y medio;
ruina definitiva de la bestia cuarta -pueblo agresor—, plenitud mesiánica en
Israel[5].
En XII, 2, hay un detalle que suena para
muchos a equívoco. Dícese que "muchos de los que duermen en el
polvo de la tierra serán despertados, unos para la vida y otros para vergüenza y
confusión perpetua". Imaginan los intérpretes que aquí se trata de la resurrección
universal con el fin del mundo; y para adaptar el texto a su juicio traducen «las
muchedumbres de los muertos...». Nosotros sospechamos que no hay
necesidad de añadir nada al texto. San Pablo, a los Romanos dice: «si el lanzamiento
de los Judíos es reconciliación del mundo, ¿cuál será el reingreso de ellos
sino un revivir de entre los muertos?» Sabido es también que la Escritura
insinúa y profesa una «primera resurrección»; «las almas de los descabezados
por el testimonio de Jesús... vivieron. Los restantes de los muertos no
vivieron... Esta es la resurrección primera» (Apoc. XX. 4-5). Claro está que la
Crítica se escandaliza de semejante maravilla, y con su habitual finura de
entendimiento la relega al mundo do los fantasmas, reteniendo tan sólo de las
palabras de San Pablo y de San Juan una semejanza simbólica de reviviscencia
espiritual...
A nosotros nos parece que Daniel habla de esa
misma resurrección «primera» y parcial. Sólo que la contempla obrándose en el
polvo de «la tierra» (judía), que así se entiende ordinariamente la palabra
«tierra» en el lenguaje profético. Y la ve no sólo en la élite de los santos
israelitas resucitados en gloria, sino también en la élite de pecadores
israelitas despertados en su ignominia. Pues el Ungido-Jefe, lo decía Simeón desde
el principio, «está puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel».
Batallón de la Vida y batallón de la Muerte[6].
Hay otro detalle que ofrece una pequeña
dificultad en cuanto a la exacta convergencia de los capítulos VII y XII con la
visión de las semanas. El tiempo que dura la supresión del sacrificio.
En VII, 25, se lee que la tribulación de los
santos dura «un tiempo, tiempos y la mitad de un tiempo», fórmula que todos entienden
como que señala tres años y medio. En XII, 11 se nos dice que «a la abominación
de la desolación siguen 1290 días» y que «bienaventurado aquel que llegue a los
1335 días...».
No es muy grave la dificultad. Pensamos que
coexisten exactamente por media semana de años la Gran Tribulación y la prepotencia
de la Ramera ebria de la sangre de los mártires. El mes que sigue, deshecha la
Desolación abominable, reúnense «las águilas en torno al cadáver» pues habían sido
dispersadas a los cuatro vientos (1260+30 días).
La selección de los que deben quedar en el
Banquete del Reino y el rechazo de los Intrusos sería obra de los 45 días
siguientes. ¡Bienaventurado el que coma pan en la resurrección de los Justos!
¡Bienaventurado el que llegue a los 1335 días! ¡Ay del intruso no vestido con la
vestidura de Bodas![7]
Tal vez se resuelva de otro modo esa
dificultad[8]. En todo caso, subsiste la
identidad fundamental de los dos pasajes de Daniel, VII, XII, con la Visión de
las Semanas y la imposibilidad de aplicarlos, sin desvirtuarlos, a Antíoco.
Luego, el "paralelismo" de
los pasajes mencionados, lejos de favorecer la posición de la Crítica, es un arma
que se vuelve contra ella.
[1] La referencia a XI, 36 parece estar mal y debería ser XI, 45. Pero es
casi seguro que los vv. 40-45 se aplican al Anticristo (y probablemente ya a
partir del v. 36).
[2] Los 45 días de diferencia bien podrían explicarse por otra vía más
natural que por la adición de un mes y medio al calendario; basta con pensar
que ese fue el lapso que transcurrió entre el edicto de Antíoco (I Mac. I, 43)
hasta la efectiva profanación del Templo (vv. 57 ss).
[3] Negamos, una vez más, que así sea como
funcione la figura del Tipo-Antitipo. Los vv. 40 ss no pueden aplicarse en modo
alguno a Antíoco, por varias razones; tomemos como ejemplo la expedición del v.
40, que es desconocida por la historia, como todos lo reconocen, y además
contraria al mismo texto ya que en el v. 29 se habla de la segunda y última
expedición de Antíoco a Egipto.
[4] Bien. Buen punto de Caballero Sánchez contra Lacunza: las cuatro
Bestias con que se abre el capítulo VII de Daniel, son todavía futuras
para nosotros y se deben encuadrar en la última Semana Daniélica.
[5] Ya hemos mostrado nuestras diferencias con el autor en este punto.
[6] Perfecto. Solo resta notar que este libro fue publicado, con su
correspondiente imprimatur, en Madrid en 1946, dos años después del tan
famoso decreto contra la visibilidad de Nuestro Señor durante su Reino
Milenario.
[7] Esa bienaventuranza no parece ir dirigida a la Iglesia sino a los
Gentiles o a Israel.
[8] ¡Ciertamente! Bastaba recordar la magistral explicación de Lacunza a
este difícil pasaje, sobre lo cual ya hablamos, oportunamente, AQUI.