La primogenitura de Jacob y la cuestión moral, por el P. L. Caron
Nota del Blog: El siguiente texto está tomado del hermoso libro del P. Caron: Jesucristo, el verdadero Isaac, vol. II, pp. 375-380.
También hemos publicado algo del otro libro del mismo autor, que trata sobre las similitudes entre José, hijo de Jacob, y Nuestro Señor Jesucristo (ver AQUÍ y AQUÍ para conseguir el libro).
Isaac bendice a Jacob, por Doré. |
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Cualquiera que esté familiarizado con la historia bíblica de los Patriarcas, seguramente sabrá que la respuesta de Jacob a su padre adjudicándose la primogenitura a fin de obtener la bendición, es uno de los tantos textos discutidos por los exégetas.
Creemos que la interpretación del P. Caron no deja nada que desear.
Este es el texto:
Gén. XXVII, 18-19: “Heme aquí”; “¿quién eres, hijo mío?”. “Yo soy tu primogénito Esaú”, dijo Jacob a su padre”.
Y el P. Caron comenta:
Esta
respuesta de Jacob ha sido objeto de muchas discusiones entre los intérpretes
antiguos y modernos de la Escritura.
Muchos
han pensado que Jacob fue culpable de haber mentido y pecado en esta
circunstancia, y que es un esfuerzo inútil tratar de excusarlo.
Hay
quienes han tratado de justificar a Jacob, argumentando que a veces está
permitido mentir, ya sea para evitar un gran mal, o para obtener
un gran bien, o para humillarse. Casiano lo permite en estos tres casos; y
antes que él, Orígenes, San Jerónimo y San Crisóstomo eran del mismo parecer.
Pero
San Agustín, seguido por todos los teólogos, lo combatió y rechazó con razón en
su libro Sobre la mentira y en su epístola a San Jerónimo. La mentira
es tan mala por su propia naturaleza que no es lícita en ningún caso, aunque se
trate de preservar la vida del prójimo; y esto es lo que el Papa Inocencio III
asegura que está de acuerdo con la Escritura.
Otros
excusan el pecado de Jacob alegando la ignorancia que
le hizo creer la mentira permitida para obtener la confirmación del derecho que
Dios le había transmitido. La verdad contraria, dicen, no es tan obvia como
para que Jacob y Rebeca no hayan podido ignorarla invenciblemente, ya que
tantos grandes hombres, incluso en medio de la ilustración del cristianismo,
han creído que la mentira es permisible en ciertos casos.
Otros,
finalmente, recurren al misterio y exoneran a Jacob de mentira o pecado,
suponiendo que actuaba por inspiración de Dios, o que lo que hacía contenía
grandes misterios; pero la primera solución hace que Dios sea el
autor de la mentira, a menos que se demuestre primero que la acción no es
censurable; y la segunda, no responde a la dificultad, ya que no es imposible
que Dios permita un pecado y que lo utilice para significar algún misterio.
Para nosotros, es evidente que Jacob no mintió; y así es como lo demostramos:
Un
mismo nombre puede designar a varias personas, ser adecuado para algunas en un
sentido y para otras, en otro; por ejemplo, la palabra judío
designa dos clases de personas: los hijos de Abraham según la carne, y sus
hijos según el espíritu; es decir, los judíos y los cristianos. Por lo tanto,
tanto el judío como el cristiano pueden tomar verdaderamente el nombre judío,
siempre que se lo atribuyan sólo en el aspecto que les es propio; el judío
puede decir: soy judío según la carne; el cristiano puede decir: soy
judío según el espíritu. Pero el judío y el cristiano no pueden, sin
mentir, atribuirse este nombre de manera que les sea ajena; el cristiano no
puede decir: soy judío según la carne, y el judío no puede decir: soy
judío según el espíritu. Por eso nuestro Señor dice de los judíos
incrédulos: Se llaman a sí mismos judíos, y no lo son; son mentirosos, y la
Sinagoga de Satanás.
Ahora
bien, estas reflexiones son igualmente aplicables a Jacob y a Esaú.
La
palabra Esaú, que denotaba al hijo mayor de Isaac, era adecuada para
Esaú, el primogénito según la naturaleza, y para Jacob, el primogénito según el
espíritu. Por lo tanto, ambos podían tomar el nombre Esaú con verdad, siempre
que se lo atribuyeran a sí mismos en el sentido que les era propio. Y esto es
lo que hace Jacob cuando viene a reclamar la bendición que le corresponde bajo
el nombre Esaú, pues toma este nombre sólo en sentido espiritual, ya que la
bendición de Isaac pertenecía, no a Esaú según la carne, sino a Esaú según el
espíritu. Por lo tanto, Jacob no ofende a la verdad. Por el contrario, Esaú,
que ha renunciado a la primogenitura, es culpable de mentir cuando le dice a
Isaac, para obtener una bendición a la que no tiene derecho: Yo soy Esaú, tu
primogénito, porque se atribuye este nombre de una manera que no le
conviene, y quiere hacer creer a su padre que es Esaú según el espíritu, a
quien sólo se debía la bendición.
Pero,
se dirá, ¿no tuvo Jacob, al tomar el nombre Esaú, la intención de engañar a
Isaac, y no lo engañó de hecho?
Respondo
que, lejos de engañar a Isaac, Jacob impidió que lo engañaran. Porque Isaac
tenía la intención de bendecir a aquel de sus hijos que era a los ojos del
Señor el verdadero Esaú, el verdadero heredero de las promesas; y fue a éste a
quien bendijo. Sólo quería bendecir al Esaú de la carne porque creía
erróneamente que era el Esaú del espíritu. Por eso, pocos instantes después de
que se le descubriera el secreto de Dios, ratificó sin vacilar la bendición que
había dado a Jacob, lo que nunca habría hecho si, en el momento en que pensó
que bendecía a Esaú, no hubiera tenido una sincera disposición en su corazón
para seguir la voluntad divina. Por lo tanto, no fue engañado de ninguna
manera, sino que fue iluminado un poco más tarde que su esposa e hijo, y
aprendió del evento lo que ellos ya habían sabido por revelación.
Ahora
el lector puede determinar por sí mismo una controversia que ha dividido a los
más grandes espíritus.
Nada para agregar.