III.
La solución del Apóstol
¿Cuál
es el sentido que en realidad da S. Pablo a sus expresiones? Muchos
intérpretes, católicos y protestantes, creen que el sentido es el primero y a
esta interpretación les mueven dos razones: el v. 8 y sobre todo el pasaje Gal.
IV, 22-30. Según el v. 8 mediante la partícula “esto es”, el hecho histórico de
la elección divina que recae sobre Isaac con preferencia a Ismael para
continuar los derechos y dignidad vinculados a la semilla de Abrahán, lleva
envuelto otro sentido más alto, el de la elección de los creyentes al tiempo de
la promulgación del Evangelio. Pocos habrán expuesto esta opinión con la
precisión del P. Cornely:
“Las palabras de Gen. XXI, 1 enseñan próxima y
directamente (es decir, en sentido literal) que según la divina disposición la
descendencia y nombre de Abrahám iba a continuar solamente por Isaac, con
exclusión de Ismael; por lo tanto, solamente éste es admitido a la dignidad del
pueblo elegido del patriarca. Supuesto el sentido literal próximo, el Apóstol
quiere que los lectores atiendan sobre
todo al significado más profundo de
las palabras por el cual, por la exclusión de muchos judíos de la salud mesiánica, y la admisión de muchos gentiles, no se crea que las
promesas quedaron sin cumplirse, dado que
no depende de la sangre de Abrahám. En
efecto, agrega al sentido típico de
las palabras de su afirmación: “Esto es, no los hijos de la carne son hijos de Dios, sino que los hijos
de la promesa son los considerados como descendencia” (Rom. IX, 8). En cuya
exposición, la palabra descendencia
al responder a la locución hijos de
Dios, es evidente que significa la posteridad espiritual de Abrahám; el
fundamento de la explicación típica es la diferencia que Pablo enseña
largamente en otra parte (Gal. IV, 22-30) entre la generación de Isaac e
Ismael”[1].
El
fundamento, pues, en que según esta exégesis descansa la solución de S. Pablo
al problema es, no el tenor histórico del pasaje Gen. XXI, 12, sino
su sentido figurativo en la elección de Isaac. Presupuesto como sostén del
tipo, no como término donde hace alto la intención divina, el sentido histórico
del pasaje, Dios habría tenido ulterior y preferentemente en mira su valor
típico, y en la elección de Isaac quiso significar sobre todo la elección de
los futuros creyentes al tiempo de la predicación del Evangelio. Estos, pues,
son los destinados ya entonces como sujeto de la promesa y como usufructuarios
de su ejecución al tiempo de ésta. Ese significado prefigurativo, no el hecho
histórico de la elección de Isaac y exclusión de Ismael, mantiene en pie las
promesas dándoles entero cumplimiento.
Como se ve, toda la
explicación estriba en el supuesto de que la expresión “esto es”, en el v. 8 es
empleada por San Pablo para descubrir el significado típico oculto en la
historia de la elección de Isaac declarando a éste figura de los creyentes en
la época mesiánica y transportando a éstos como a realidad figurada, toda la
fuerza significativa del objeto histórico como sombra prefigurante. En consecuencia, el canon enunciado en el v. 8
rompe todo enlace con la posteridad carnal de Abrahám en el curso de la
historia, para significar solamente los creyentes de la época mesiánica. La
dificultad está en demostrar esa doble aserción; pero en Gal. IV, 22-31 se cree
hallar su demostración patente. S. Pablo, se dice, había ya, años antes,
explanado en ese pasaje la historia de la elección de Isaac y exclusión de
Ismael declarando en términos expresos que “en ella se encierra una alegoría o
tipo de la elección futura de los creyentes gentiles, desechados los incrédulos
judíos”; pues en IV, 28 dice a los gálatas que ellos por razón de su fe, aunque
gentiles, son los hijos de la promesa representados en Isaac, mientras los judíos
lo estuvieron en Ismael. Siendo la fe el motivo determinante de la admisión o
designación de los Gálatas como herederos de las bendiciones mesiánicas, y no
pudiendo en ellos, como gentiles, ir acompañada de la procedencia patriarcal,
es evidente, concluye el P. Cornely[2], que la procedencia
genealógica nada significa en esa posteridad, la cual es en consecuencia,
puramente espiritual. La misma interpretación admite Jülicher:
“Dios, dice, nada había prometido según San Pablo a
la estirpe judía como tal”[3].
El
mismo sentido y en virtud de los mismos argumentos admite Lietzmann[4].
¿Pero
es ese el sentido que da S. Pablo a sus expresiones? Veámoslo analizando
cuidadosamente sus palabras.
El v. 8, como lo expresa la
partícula “esto es” que lo enlaza con 6b-7, no hace más que traducir en forma
de canon general la misma norma que en forma histórica enuncian 6b-7a; y bien ¿cuál
es la norma que 6b-7 enuncian? 6b dice que “no
todos los descendientes de Jacob constituyen el Israel de las promesas”, y
7a añade que “ni por ser posteridad de Abrahán son todos hijos” (en orden a las promesas). Lo que en buena dialéctica
se sigue de no ser todos los descendientes de Jacob y Abrahán llamados a
constituir el Israel de las promesas es que lo son “algunos” en quienes se
cumple otra condición que ulteriormente se requiere además de la procedencia genealógica;
y si, sobre esto, en el miembro siguiente 7b donde esa condición se especifica,
la condición no viene aplicada sino a un personaje que es posteridad carnal de
Abrahán, el carácter de mera limitación dentro de la posteridad patriarcal en
las expresiones 6b-7a no parece pueda ponerse razonablemente en duda. En otros
términos: no es lo mismo decir en 6b-7a: “no
toda la posteridad carnal de los Patriarcas lo es en orden a las promesas,
sino que además se requiere una
decisión singular de Dios”; que decir “no
la procedencia patriarcal, sino sólo
la elección divina constituye a un israelita miembro del Israel de las
promesas”. En el primer caso la proposición no excluye la procedencia carnal en
calidad de condición previa, sino sólo como principio adecuado y total de la
admisión; al contrario, la supone. En el segundo no se reconoce en la
procedencia carnal ni siquiera una condición previa. Si, pues, el v. 8 no es
más que el enunciado en forma diversa de la norma enunciada ya en 6b-7ab,
teniendo esa norma en 6a-7ab el valor de mera limitación dentro de la
posteridad carnal de los Patriarcas, no hay derecho a dar otro valor al v. 8 ni,
en consecuencia, la partícula τοῦτ’ ἔστιν (esto
es) tiene la fuerza de trasladar al orden místico el alcance del hecho
histórico, sino sólo de declarar una ley o procedimiento para casos análogos
sin salir del orden histórico.
Es
cierto que el v. 8, declarando el alcance de la elección de Isaac, va más allá
del hecho mismo histórico y singular de aquella elección y lo eleva a la esfera
de la generalidad, enunciando un canon que debe aplicarse a otros muchos, a una
categoría o clase en cuyos miembros ha de cumplirse una condición análoga;
también es verdad que en el v. 8 desaparece la forma limitativa “no todos”.
Pero la cuestión está en si la categoría está representada en Isaac como en tipo, o sólo como en primer miembro regulador de una serie de
casos homogéneos donde ha de repetirse igualmente la elección divina; y en si
en el v. 8 debe sobreentenderse la limitación expresada en el enunciado de
6b-7a. El hecho de estar enlazado el v. 8 con 6b-7 como simple repetición de la
norma enunciada en estos últimos y el de versar la alternativa de la elección
en el v. 6 entre dos miembros de la posteridad carnal de Abrahán no parecen
autorizar el sentido típico, sino persuadir más bien el inductivo.
Y
en efecto, el análisis de todo el razonamiento 6b-13, por otra parte, de unidad
indiscutible, hace ver que no es típico, sino de inducción, y por lo mismo,
histórico, basado en elementos y principios suministrados por la letra del
texto, no por su valor figurativo.
Después del ejemplo de Isaac
y Ismael viene el de Jacob y Esaú; ¿y con qué carácter? Como un segundo caso de
reclutamiento por elección divina lo mismo que el precedente. “No sólo Sara, sino también Rebeca” escucha
respecto de Jacob un oráculo igual al escuchado por Sara respecto de Isaac. El
enlace de agregación homogénea de este ejemplo al anterior está evidentemente
expresado por la fórmula de transición: οὐ μόνον δέ, ἀλλὰ καὶ (y así sucedió no solamente); y no
menos por la igualdad de procedimiento en la designación mediante un oráculo.
Como por otra parte Esaú y Jacob son, lo mismo que Isaac e Ismael, posteridad
carnal de Abrahán, lo que S. Pablo quiere poner de relieve en ambos casos es
una misma cosa: que la norma seguida durante la historia del Antiguo Testamento
en el reclutamiento del Israel de las promesas es una elección singular, pero
siempre dentro de la posteridad carnal de los Patriarcas: así en Isaac e Ismael,
primer eslabón de la cadena; así luego en Jacob y Esaú en el segundo anillo.
¿Pero
a qué nos esforzarnos en inferir como conclusión derivada lo que en términos
expresos enuncia el Apóstol? Porque, según expresa declaración de S. Pablo,
la designación de Jacob, excluido Esaú, se hizo así “a fin de que permaneciera
en pie el decreto o norma electiva” (11b) establecida ya previamente y
aplicada en el caso de Isaac e Ismael. El Apóstol vuelve a recordar en 11b el
canon establecido en el v. 8, y lo recuerda en calidad de norma que viene
aplicada por igual a los dos casos propuestos y que habrá de seguir aplicándose
igualmente a otros a medida que se vayan presentando. En consecuencia, los
casos análogos han de repetirse y en cada uno de ellos tenemos no ya el
cumplimiento de un tipo que queda agotado con su correspondiente antitipo sino
la aplicación de un canon a nuevos casos homogéneos en número indefinido.
[1] Comm. in Ep. ad Rom. p.
483 s.
“Verba Geneseos XXI, 12, escribe, proxime ac
directe (es decir, en sentido literal) docent, iuxta divinam dispositionem
genus ac nomen Abrahae, excluso Ismael, per solum Isaac continuatum iri; atque
hunc solum ad patriarchae populi electi dignitatem admitti. Quo proximo sensu
litterali supposito, Apostolus lectores ad
altiorem verborum significationem maxime attendere iubet quippe qua multorum Iudaeorum exclusione a salute messiana, ethnicorumque multorum ad
eam admissione, promissiones nequaquam irritas reddi appareat, cum a sanguine abrahamitico non pendeat.
Typicum enim verborum sensum
allegationi suae adiungit: “id est, non qui filii carnis, hi fili Dei, sed qui
filii sunt promissionis, aestimantur in semine”. Qua in expositione nomen seminis, cum locutioni filii Dei respondeat, spiritualem
posteritatem Abrahae significare evidens est; fundamentum autem typicae
explicationis est differentia, quam inter Ismaelis et Isaaci generationem
intercedere Paulus alibi fusius docet (Gal. IV, 22-30)”.
[2] Ibid. P. 484.
[3] Die Schriften des N. T.3
Röm. IX, 6-9 (2,
293).
[4] “El v. 8 sólo es inteligible para quien recuerda
Gal. IV, 21-31”. Handbuch zun N.T. 3, 48.