jueves, 1 de enero de 2015

La Profecía de las 70 Semanas de Daniel y los Destinos del Pueblo Judío, por Caballero Sánchez. Capítulo IX

CAPITULO NOVENO

LA 69 SEMANA DANIÉLICA TERMINA CON LA MUERTE DE JESUCRISTO A 23 DE MARZO DEL AÑO 31

«Desde la salida de una palabra... hasta un Ungido-Príncipe, hay siete semanas y sesenta y dos semanas...»

Fijado en Nisán de 453, año XX de Artajerjes, el punto inicial de los tiempos profetizados por Daniel, la trayectoria de las 69 Semanas nos lleva necesariamente a Nisán del año 31 de nuestra era, al día en que Jesús de Nazareth, en la cumbre de su vida, es proclamado solemnemente «Ungido-Príncipe», Cristo y Rey de los Judíos.
Esa es, efectivamente, la única fecha que debe ser aceptada de todas cuantas se han propuesto sobre la cronología de la Pasión.

Tres caminos nos conducen como por la mano al 23 de marzo del año 31 como fecha de la Muerte de Jesucristo.

El primero, el de la armonía evangélica, sigue las etapas de la vida pública del Salvador, desde el célebre año XV de Tiberio hasta la última Pascua, Pascua de la Crucifixión.

Tenemos por cosa segura:

a) Que el año XV de Tiberio suena en boca de San Lucas, que habla para el mundo greco-romano, como en las historias antiguas do Josefo, Tácito, Suetonio, Dión, Tertuliano, etc., y corresponde, por lo mismo, sin tergiversación alguna, al que corre de fines de agosto 28 a fines de agosto 29 de nuestra Era.

b) Que en ese mismo año XV de Tiberio, después del rápido, pero resonante ministerio de Juan el Precursor, Jesús se manifiesta al pueblo judío, y que, por lo tanto, debe ser fijada la Epifanía del Bautismo del Señor a 6 de enero del año 29.

c) Que la duración de la vida pública de Jesús está contenida en el intervalo de las tres Pascuas señaladas por San Juan al cual debe añadirse el tiempo que transcurrió desde el Bautismo hasta la primera Pascua.


Es, por consiguiente, forzoso detenerse en la Pascua del año 31 como fecha de la Pasión.

La discusión de esos tres puntos capitales para la cronología de los Evangelios es objeto de un estudio especial que publicó la Revista «Estudios Bíblicos», de Madrid, y cuyas conclusiones parece que deben imponerse a todo espíritu objetivo, deseoso de sujetarse a la verdad por encima de los convencionalismos de moda.

El segundo camino que nos lleva al 23 de marzo del año 31 como fecha  de la Pasión es astronómico y busca por los vericuetos del calendario judío la fecha en que coincida un viernes con el 14 de Nisán.
Ahora bien, la cuestión del calendario parecía insoluble y causaba divergencias de todo color entre los exégetas. Pero ya no hay por qué reñir sobre este problema, perfectamente dilucidado por Mr. Chaume desde 1918. (Cfr. Revue Biblique, 1918).
El estudio de Mr. Chaume, modelo de paciente investigación, da como resultado las normas que presidieron a la formación del calendario judío durante el primer siglo antes de Jesucristo hasta los años de la invasión romana y de la diáspora completa del pueblo de Dios. Fruto precioso, de ese trabajo es la determinación exacta de las neomenias celebradas por los judíos en aquella época con anticipación de uno o dos días sobre el novilunio astronómico.
Según ese cómputo, que parece perfectamente establecido, tan sólo dos fechas existen en que un viernes coincide con el 14 de Nisán: el 14 de Nisán del año 31 y el 14 de Nisán del año 35.
Mr. Chaume adopta la segunda. Pero ella ofrece tantos inconvenientes desde el punto de vista histórico y exegético tocante a la edad de Cristo y a la duración de su ministerio, que podemos, sin recelo abandonársela al ilustre cronólogo y abrazarnos con la primera.
La neomenia de Nisán del año 31 cayó el 10 de Marzo, aunque el novilunio astronómico empezara sólo el 12. Por lo tanto, el 14 de aquel Nisán, día de la inmolación de la Pascua judía, correspondió al viernes 23 de Marzo (25 de marzo astronómico).

El tercer camino que nos lleva a Marzo del año 31 como fecha de la Pasión de Jesús es el de la Historia. Se orienta a través del laberinto de los testimonios, hechos y tradiciones posteriores.
Salta, por ejemplo, a la vista que casi toda la antigüedad, a excepción de algunos egipcios originales, abogó por el mes de marzo corno el de la Pasión, aunque muchos autores, por motivos particulares, se equivocaran respecto del día y del año. Y la afirmación, tan generalizada del mes de marzo, aunque de ello no se dieran cuenta los escritores antiguos, implica la del año 31.
Asimismo los datos cronológicos suministrados por San Pablo en la Epístola a los Gálatas (II, 18; II, 1), entrañan como fecha de la Muerte del Señor el año 31. Pues, si es cosa rayana en certidumbre que el viaje que de San Pablo a Jerusalén, a los diecisiete años y pico de convertido, coincidió con la Asamblea de los Apóstoles reseñada en el capítulo XV de los Hechos, no será menos cierto que su conversión sucedió en el año 32, pues todos colocan aquella Asamblea en el 49. Es, efectivamente, la fecha la más natural, porque el martirio de San Esteban y los furores de los sanhedritas perseguidores siguieron de cerca a las numerosas y admirables conversiones obradas por los Apóstoles en Jerusalén, a raíz de la venida del Espíritu Santo. Del año 31 al 32, entre Mayo y Enero inclusive, encajan perfectamente todos esos sucesos.

Pasando por alto muchas otras razones y remitiéndonos al trabajo antes indicado sobre la Cronología de la Vida Pública y Pasión del Señor, podemos afirmar en conclusión: El 14 de Nisán. 23 de Marzo del año 31 de nuestra Era, al agonizar la 69° semana daniélica, agoniza también el Hijo del Hombre ensalzado en la Cruz y proclamado Cristo-Rey de Israel. Quedó realizada la palabra divina con exactitud matemática, 483 años, ni más ni menos. Para este cálculo hay que tener en cuenta la inexistencia del año 0 en el paso de la era precristiana a la era cristiana. De Nisán 453 a.C. a Nisán 31 p.C., cuéntanse 483 años cabales, 69 semanas daniélicas[1].




[1] El problema con todo esto es que está contabilizando los años como si fueran solares.