domingo, 5 de noviembre de 2023

Algunas notas a Apocalipsis XV, 8

 8. Y se llenó el santuario del humo de la gloria de Dios y de su poder y nadie podía entrar en el santuario hasta que se consumaron las siete plagas de los siete ángeles. 

Concordancias: 

ἐγεμίσθη (llenó): cfr. Apoc. VIII, 5. 

ναὸς (santuario): cfr. Apoc. III, 12; VII, 15; XI, 19; XIV, 15.17; XV, 5-6; XVI, 1.17; XXI, 22. Ver Apoc. XI, 1-2. 

καπνοῦ (el humo): cfr. Hech. II, 19. Apoc. VIII, 4; IX, 2-3.17-18; XIV, 11; XVIII, 9.18; XIX, 3. 

Δόξης (gloria): cfr. Mt. XVI, 27; XIX, 28; XXIV, 30; XXV, 31; Mc. VIII, 38; X, 37; XIII, 26; Lc. IX, 26.31-32; XII, 27; XXI, 27; XXIV, 26; I, 14; XI, 40; XII, 41; XVII, 5.22.24; Hech. VII, 2.55; Col. III, 4; I Tes. II, 12; II Tes. I, 9; II, 14; Tit. II, 13; I Ped. I, 11; IV, 13; V, 1; Apoc. I, 6; IV, 9.11; V, 12-13; VII, 12; XI, 13; XIV, 7; XVIII, 1; XIX, 1.7; XXI, 11.23-24.26. Ver Apoc. XVI, 9. Ver Apoc. XV, 4; XVIII, 7. 

Δυνάμεως (poder): cfr. Mt. XXIV, 30; XXVI, 64; Mc. IX, 1; XIII, 26; XIV, 62; Lc. XXI, 27; XXII, 69; II Tes. I, 7; Apoc. I, 16; IV, 11; V, 12; VII, 12; XI, 17; XII, 10; XIX, 1. Ver II Tes. II, 9; Apoc. III, 8; XIII, 2; XVII, 13; XVIII, 3. 

Δόξης - δυνάμεως (gloria - poder): cfr. Apoc. IV, 11; V, 12; VII, 12; XIX, 1. 

Οὐδεὶς (nadie): cfr. Apoc. II, 17; III, 7-8.17; V, 3-4; VII, 9; XIV, 3; XVIII, 11; XIX, 11. 

ἐδύνατο (podía): cfr. Apoc. II, 2; III, 8; V, 3; VI, 17; VII, 9; IX, 20; XIII, 4.17; XIV, 3. 

Εἰσελθεῖν (entrar): cfr. Mt. V, 20; VII, 13.21; XII, 29; XVIII, 3.8-9; XIX, 17.23-24; XXI, 10.12; XXII, 11-12; XXIII, 13; XXIV, 38; XXV, 10.21.23; Mc. III, 27; IX, 43.45.47; X, 15.23-25; XI, 11.15; Lc. IX, 34; XI, 52; XIII, 24; XIV, 23; XVII, 27 ; XVIII, 17.25; Lc. XXIV, 26; Jn. III, 5; Rom. XI, 25; Heb. III, 11.18-19; IV, 1.3.5-6.10-11; VI, 19.20; Apoc. III, 20; XI, 11; XXI, 27; XXII, 14. 

τελεσθῶσιν (se consumaron): cfr. Mt. VII, 28; X, 23; XI, 1; XIII 53; XIX, 1; XXVI, 1; Lc. XII, 50; XVIII, 31; XXII, 37; Jn. XIX, 28.30; Hech. XIII, 29; II Tim. IV, 7; Apoc. X, 7; XI, 7; XV, 1; XVII, 17; XX, 3.5.7. 

πληγαὶ (plagas): cfr. Lc. X, 30; XII, 48; Apoc. IX, 18.20; XI, 6; XIII, 3.12.14; XV, 1.6; XVI, 9.21; XVIII, 4.8; XXI, 9; XXII, 18. 

Ἀγγέλων (ángeles): cfr. Mt. XI, 10; Mc. I, 2; Lc. VII, 27 (San Juan Bautista); Lc. VII, 24; IX, 52 (mensajeros); Sant. II, 25 (dos mensajeros de Josué); Apoc. I, 1; V, 2; VII, 2; VIII, 3-5; X, 1.5.8-10; XIV, 6.8-9.15.18; XVIII, 1.21; XIX, 17; XXII, 16 (San Gabriel); VIII, 2.6.8.10.12-13; IX, 1.13-14; X, 7; XI, 15 (7 Arcángeles que tocan las siete trompetas); I, 20; II, 1.8.12.18; III, 1.7.14 (Jerarquía); III, 5; V, 11; VII, 1.2.11; XIV, 10 (ángeles); IX, 11 (ángel del abismo); IX, 14-15 (ángeles malos de la sexta Trompeta); XII, 7 (ángeles de San Miguel); XII, 7.9 (ángeles de Satanás); XIV, 17.19 (un ángel con la hoz afilada); XV, 1.6-7; XVI, 1; XVII, 1.7; XXI, 9; XXII, 8 (ángeles de las siete Copas); XVI, 5 (ángel de las aguas); XX, 1 (San Miguel); XXI, 12 (12 Apóstoles); XXII, 6 (¿Cristo?). 

 

Citas Bíblicas: 

Ex. XL, 34-35: “Entonces la nube cubrió el Tabernáculo de la Reunión y la gloria de Jehová llenó la Morada, de modo que Moisés no pudo entrar en el Tabernáculo de la Reunión, pues la nube descansaba sobre éste, y la gloria de Jehová llenaba la Morada”. 

Is. VI, 4: “Y los fundamentos de los umbrales se conmovieron a la voz del que clamaba; y la Casa se llenó de humo”. 

 

Comentario: 

Straubinger: “El humo significa la nube en que está Dios (Ex. XL, 32 ss; III Rey. VIII 10 s; Is. VI, 4; Ez. X, 4). El templo lleno de humo para que nadie pueda entrar hasta que las órdenes de Dios se cumplan, indica que sus juicios son ya irrevocables, pues que todo acceso y apelación ante Él quedan cerrados”. 

Zerwick: “δόξης (gloria), sekina”. 

Allo: “ἐκ τῆς δόξης (de la gloria): significa que el resplandor de la Gloria es la causa de este humo, cfr. Ex. XIX, 18; Is. VI, 4; Ez. XLIV, 2”.           

Allo: “Nadie podía entrar: cfr. Ex. XL, 34 s; III Rey. VIII, 10-11”. 

Biblia de Jerusalén: “Según II Mac. II, 4-8, la aparición del Tabernáculo del desierto y la manifestación de la gloria de Dios, como en los tiempos de Moisés (Ex. XL, 34 s) y Salomón (III Rey. VIII, 10) debía marcar la venida de los tiempos mesiánicos y la restauración del Pueblo elegido. La “gloria” (cfr. Ex. XXIV, 16 ss) es un signo de la presencia divina (cfr. el “silencio” de VIII, 1 y la aparición del arca de la Alianza, en XI, 19)”. 

Bartina: “Se hace sensible la presencia de Dios en el santuario por un humo que se forma (καπνοῦ). No se trata propiamente del humo que sale del incensario (Is. VI, 4; Ex. XIX, 18), sino de la niebla, que es signo sensible de la presencia gloriosa del Dios potentísimo (Ex. XL, 34-35). Gloria y potencia son epítetos de dignidad y respeto que se aplican a Dios. Nadie podía entrar en el templo hasta que se terminaran las copas-plagas, sea porque el humo impidiera el acceso al lugar santo, por reverencia a la presencia divina (III Rey. VIII, 10-11), sea porque –como creen algunos– nadie con oraciones y súplicas impetrará de Dios que las plagas no caigan sobre la tierra. Todo está preparado para la actuación de los siete ángeles”. 

Wikenhauser: “Mientras en Is. VI, 4, el humo que llena la morada de Dios en el cielo sube del altar de los perfumes (Is. VI, 6), aquí, en cambio, viene de Dios mismo, y es, por lo tanto, un símbolo de la gloria del poder de Dios, que se revela en los justos castigos de las siete plagas (cf. Éx. XIX, 18). Durante el tiempo que duren estas plagas, a nadie le está permitido entrar en el templo (cf. Éx. XL, 34 s; III Rey. VIII, 10), lo que significa que será inútil tratar de alejar este castigo de la tierra con oraciones y súplicas”. 

Alápide: “Alude a la dedicación tanto del templo como del tabernáculo; pues a ambos cubrió entonces Dios con niebla y nube, como se ve en Éx. XL, 32 y III Rey. VIII, 10”. 

S. Andrés de Cesarea: “Hasta que los impíos no reciban la sentencia de condenación, en la cual cayeron por sus culpas, no se les dará habitación a los santos en la superna metrópoli”. 

Swete: “El humo es un símbolo del A.T. de la presencia divina cuando se insiste sobre la terrible majestad de Dios (Ex. XIX, 18; Sal. XVII, 9; Is. VI, 5; LXV, 5)”. 

Nácar-Colunga: “Como en la inauguración del templo salomónico, donde la gloria de Dios, que lo llenaba, impedia a los sacerdotes ejercer sus funciones (Éx. XL, 32 ss.; I Reg. VIII, 10-11)”. 

Calmet: “Así como cuando Salomón hizo la dedicación, una densa nube llenó el lugar Santo, de forma que los Sacerdotes no osaban entrar allí, persuadidos que la nube era el símbolo de la gloria del Señor; así como, en el desierto, la columna de nuebe que aparecía sobre el Tabernáculo era la señal y prenda de la presencia del Señor. En Is. VI, 4, cuando el Señor apareció en su Templo sentado sobre su trono, la Casa o Templo se llenó de humo, o de una espesa nube: la Casa se llenó de humo. Este humo se expandió no sólo en el Santuario y en el Santo, sino aparentemente también en todo el atrio de los Sacerdotes. O bien no llenó sino el fondo del Templo, el Santo y el Santuario, más o menos como cuando el Sumo Sacerdote entraba en el Santuario, y el Sacerdote semanal al Santo, y llevaban una gran cantidad de incieso quemado, lo que llenaba esos lugares sagrados de una obscuridad y humo que imedían a los sacerdotes considerar con mucha atención todas las partes y ornamentos y que daba a esas habitaciones sagradas un aire de majestad, a las cuales uno no se acercaba sino con temor”. 

Torres Amat: “El humo es símbolo de la divina presencia, según se vio en la dedicación del Tabernáculo (Ex. XL, 32) y del Templo (III Rey. VIII, 10). – II Par. V, 13”. 

Shea: “Estas dos escenas del santuario (XI, 19 y XV, 8) forman una inclusio alrededor de esta sección central del Apocalipsis (XII-XIV). Al principio de esta sección se ve el Arca cuando se abre el santuario, y al final de esta sección, y al principio de la siguiente, ocurre lo contrario: el santuario de los Diez Mandamientos, el testimonio en el Arca, se cierra para ministrar hasta que hayan pasado las plagas. En un caso, ese lugar se abre para una obra especial, y en el otro caso ese lugar especial se cierra después de que esa obra haya terminado. Los fenómenos de teofanía que acompañan esa apertura y los acontecimientos que siguen a su cierre indican que esta obra especial implica un juicio”.