b) Misterio del Tiempo
La inmigración judía que se apodera de la Palestina, y la hubiera poblado antes si los árabes y las naciones opositoras no la contuvieran, no es propulsada por un sentimiento religioso.
El movimiento sionista es francamente agnóstico, opuesto a la fe ortodoxa de los ancestros e incluso, bajo la influencia soviética, tiene un tinte de marxismo.
Semejante actitud, opuesta a Dios, parecería probar que el comienzo de la congregación no tendrá futuro y que el misterio que esconde el tiempo en el cual Israel se va a convertir es más grueso que nunca.
Sin embargo, existe una maravillosa profecía de Ezequiel que nos puede esclarecer. Tiende a probar que la congregación se hará, efectivamente, sin Dios, al menos al comienzo; luego el Espíritu transformará a Israel y, por último, la terrible purificación lo refinará, como el oro en el crisol.
Ezequiel fue transportado, en espíritu, en medio de un valle lleno de huesos secos, completamente secos:
“Y me dijo: Hijo de hombre, ¿acaso volverán a tener vida estos huesos?
Yo respondí: Jehová, Señor, Tú lo sabes.
Entonces
me dijo: Profetiza sobre estos huesos, y diles: ¡Huesos secos, oíd la palabra
de Jehová!... He aquí que os infundiré espíritu y viviréis (con un espíritu de vida, puramente natural).
Os recubriré de nervios, haré crecer carne sobre vosotros, os revestiré de piel
y os infundiré espíritu para que viváis; y conoceréis que Yo soy Jehová.
Se juntaron los huesos, cada hueso con su hueso (correspondiente). Y miré y he aquí que crecieron sobre ellos nervios y carnes y por encima los cubrió piel; pero no había en ellos espíritu”.
Israel, completamente desecado, separado, disperso, comienza a reunirse bajo el plano nacional; los huesos se juntaron, pero el espíritu está todavía ausente. Dios está lejos de su corazón.
¿Cuánto tiempo durará? ¡Misterio del tiempo! No lo sabemos.
Sin embargo, un día clamará una voz, como la del profeta, de parte del Señor:
“Ven,
oh espíritu –el Espíritu de verdadera
vida– de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos –espirituales– y vivirán.
Entonces
me dijo: Hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. Mira cómo
dicen: Se han secado nuestros huesos y ha perecido nuestra esperanza; estamos
completamente perdidos.
Por eso profetiza, y diles: Así dice Jehová, el Señor: He aquí que abriré vuestros sepulcros y os sacaré de vuestras tumbas, oh pueblo mío, y os llevaré a la tierra de Israel –un tiempo de gracia– Y al abrir Yo vuestros sepulcros y al sacaros de vuestras tumbas, conoceréis, oh pueblo mío, que Yo soy Jehová. E infundiré en vosotros mi espíritu y viviréis, y os daré reposo en vuestra tierra –otro tiempo de gracia-; y conoceréis que Yo, Jehová, lo he dicho, y Yo lo hago, dice Jehová” (Ez. XXXVII, 1-14).
En la actualidad, Israel se junta como los huesos; es un hecho tangible.
Como los huesos, incluso si se forman nervios y músculos, Israel no tiene el espíritu de Dios, no es movido más que por una fuerza materialista, y no puede ser elevado espiritualmente de la tierra.
Sin embargo, el Espíritu divino soplará sobre los muertos y se levantarán. Sí, se levantarán, pero para conocer antes que nada la gran expiación, la que los profetas anunciaron en términos tan claros como las promesas del restablecimiento.
“Es el tiempo de angustia para Jacob” (Jer. XXX, 7);
“Vendrá tiempo de angustia cual nunca ha habido desde que existen naciones hasta ese tiempo” (Dan. XII, 1).
Un gigantesco Yôm Kippur los lavará de todas sus faltas,
infidelidades y rechazos pasados.