9. Y otro ángel, un tercero, los siguió, diciendo con voz grande: “Si alguno adora a la Bestia y a su imagen y recibe una marca sobre su frente o sobre su mano,
Concordancias:
Ἀγγελος (ángel): cfr. Mt. XI, 10; Mc. I, 2; Lc. VII, 27 (San Juan Bautista); Lc. VII, 24; IX, 52 (mensajeros); Sant. II, 25 (dos mensajeros de Josué); Apoc. I, 1; V, 2; VII, 2; VIII, 3-5.13; X, 1.5.8-10; XIV, 6.8.15.18; XVIII, 1.21; XIX, 17; XXII, 16 (San Gabriel); VIII, 2.6.8.10.12; IX, 1.13-14; X, 7; XI, 15 (7 Arcángeles que tocan las siete trompetas); I, 20; II, 1.8.12.18; III, 1.7.14 (Jerarquía); III, 5; V, 11; VII, 1.2.11; XIV, 10 (ángeles); IX, 11 (ángel del abismo); IX, 14-15 (ángeles malos de la sexta Trompeta); XII, 7 (ángeles de San Miguel); XII, 7.9 (ángeles de Satanás); XIV, 17.19 (un ángel con la hoz afilada); XV, 1.6-8; XVI, 1; XVII, 1.7; XXI, 9; XXII, 8 (ángeles de las siete Copas); XVI, 5 (ángel de las aguas); XX, 1 (San Miguel); XXI, 12 (12 Apóstoles); XXII, 6 (¿Cristo?).
Ἠκολούθησεν (siguió): cfr. Apoc. VI, 8; XIV, 4.8.13; XIX, 14.
Φωνῆ μεγάλη (voz grande): cfr. Apoc. I, 10; V, 2.12; VII, 2; VIII, 13; X, 3; XI, 12; XII, 10; XIV, 7.15.18; XVI, 1.17; XIX, 1.17; XXI, 3. Ver Apoc. I, 12; IV, 1; XI, 15.
Προσκυνεῖ (adora): cfr. Apoc. IX, 20; XIII, 8.12; XIV, 11; XX, 4. (Parecería que siempre en sentido peyorativo de idolatría).
Veneración: Apoc. III, 9; IV, 10; V, 14; VII, 11; XI, 16; XIII, 4.15; XIV, 7; XVI, 2; XIX, 4.10.20; XXII, 8-9.
Duda: Apoc. XI, 1; XV, 4.
Cfr. Apoc. XIX, 10.
θηρίον (Bestia): cfr. Apoc. XI, 7; XIII, 1-4.11-12.14-15.17-18; XIV, 11; XV, 2; XVI, 2.10.13; XVII, 3.7-8.11-13.16-17; XIX, 19-20; XX, 4.10. Ver Apoc. VI, 8; XVIII, 2.
Εἰκόνα (imagen): cfr. Mt. XXII, 20; Mc. XII, 16; Lc. XX, 24 (el César); Rom. I, 23 (los ídolos); Apoc. XIII, 14-15; XIV, 11; XV, 2; XVI, 2; XIX, 20; XX; 4 (la Bestia).
Λαμβάνει (recibe): cfr. Apoc. II, 17; XIV, 11; XIX, 20; XX, 4.
χάραγμα (marca): cfr. Hech. XVII, 29; Apoc. XIII, 16-17; XIV, 11; XVI, 2; XIX, 20; XX, 4.
μετώπου (frentes): Sólo en el Apoc. cfr. Apoc. IX, 4; XIII, 16-17; XIV, 1; XVII, 5; XX, 4; XXII, 4.
χεῖρα (manos): cfr. Apoc. I, 16; VI, 5; VII, 9; VIII, 4; X, 2.8.10; XIII, 16; XIV, 14; XVII, 4; XIX, 2; XX, 1.4.
Comentario:
Straubinger: “La Bestia: el Anticristo (cf. XIII, 15), en lo cual se confirma su carácter escatológico que no permite confundirlo con ningún personaje de la historia antigua (cfr. XIII, 18 y nota). Así lo señalaba ya San Agustín al presentar como cuatro hechos inseparables “la venida de Elías Tesbita, la conversión de los judíos, la persecución del Anticristo y la Parusía de Cristo”. Por donde vemos que en los misterios apocalípticos la parte de Israel es mayor de lo que solemos pensar (cf. v. 19 y nota) y que la inteligencia de lo que de ellos ha quedado escondido no depende tanto de la información sobre las circunstancias históricas en que fue escrita la profecía cuanto de los designios de Dios que, de esta como de las demás, nos dice que estas cosas se entenderán a su tiempo (Jer. XXX, 24). Así será sin duda con las voces de los siete truenos (X, 4 y nota), como con lo que se dijo a Daniel en Dan. XII, 9-10. Entonces “aumentará” el conocimiento (Dan. XII, 4. Cfr. nuestra introducción al Cantar de los Cantares)”.
10. también éste beberá del vino del furor de Dios, del mezclado puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de ángeles santos y delante del Cordero.
Concordancias:
Πίεται (beberá): cfr. Apoc. XVI, 6; XVIII, 3.
Οἴνου (vino): cfr. Apoc. VI, 6; XIV, 8; XVI, 19; XVII, 2; XVIII, 3.13; XIX, 15.
Θυμοῦ (furor): cfr. Apoc. XII, 12; XIV, 8.19; XV, 1.7; XVI, 1.19; XVIII, 3; XIX, 15.
Οἴνου τοῦ θυμοῦ (vino del furor): cfr. Apoc. XIV, 8 (Caída de Babilonia); XIX, 15 (¿Israel?); XV, 1.7; XVI, 1 (siete Copas); XVI, 19 (¿Naciones?). Ver Apoc. XIV, 19.
Θυμοῦ τοῦ Θεοῦ (furor de Dios): cfr. Apoc. XIV, 19; XV, 1.7; XVI, 1.
Κεκερασμένου (mezclado): Sólo en el Apoc. cfr. Apoc. XVIII, 6.
ἀκράτου (puro): Hapax absoluto.
Ποτηρίῳ (caliz): cfr. Sal. LXXIV, 9; Jer. XXV, 15; Is. LI, 17; Apoc. XVI, 19; XVII, 4; XVIII, 6.
Ὀργῆς (ira): cfr. Rom. II, 5; V, 9; IX, 22; XII, 19; Ef. V, 6; Col. III, 6; I Tes. I, 10; V, 9; Heb. III, 11; IV, 3; Apoc. VI, 16-17; XI, 18; XVI, 19; XIX, 15.
Βασανισθήσεται (atormentado): cfr. Mt. VIII, 29; Mc. V, 7; Lc. VIII, 28 (Demonios atormentados); Apoc. IX, 5 (langostas de la quinta trompeta); XI, 10 (Dos Testigos a los habitantes de la tierra); XII, 10 (Mujer vestida de sol); XX, 10 (Adoradores de la Bestia - Habitantes de la tierra en el lago de fuego y azufre). Ver Apoc. XIV, 11; XVIII, 7.10.15 (Babilonia); Mt. VIII, 6; XIV, 24; Mc. VI, 48; II Ped. II, 8.
πυρὶ (fuego): cfr. I Ped. I, 7; Apoc. I, 14; II, 18; III, 18; IV, 5; VIII, 5.7-8; IX, 17-18; X, 1; XI, 5; XIII, 13; XIV, 18; XV, 2; XVI, 8; XVII, 16; XVIII, 8; XIX, 12.20; XX, 9-10.14-15; XXI, 8.
θείῳ (azufre): cfr. Lc. XVII, 29; Apoc. IX, 17-18; XIX, 20; XX, 10; XXI, 8. Ver Apoc. IX, 17a.
Ἐν πυρὶ καὶ θείῳ (con fuego y azufre): Cfr. Apoc. IX, 17-18; XIX, 20; XX, 10; XXI, 8.
ἐνώπιον (delante): cfr. Lc. I, 19; XII, 9; XV, 10; XVI, 15; Hech. II, 25 (?); Apoc. I, 4; III, 2.5; IV, 5-6.10; V, 8; VII, 9.11.15; VIII, 2-4; IX, 13; XI, 4.16; XII, 10; XIV, 3.5; XV, 4; XVI, 19; XX, 12.
Ἀγγέλων (ángeles): cfr. Mt. XI, 10; Mc. I, 2; Lc. VII, 27 (San Juan Bautista); Lc. VII, 24; IX, 52 (mensajeros); Sant. II, 25 (dos mensajeros de Josué); Apoc. I, 1; V, 2; VII, 2; VIII, 3-5; X, 1.5.8-10; XIV, 6.8-9.15.18; XVIII, 1.21; XIX, 17; XXII, 16 (San Gabriel); VIII, 2.6.8.10.12-13; IX, 1.13-14; X, 7; XI, 15 (7 Arcángeles que tocan las siete trompetas); I, 20; II, 1.8.12.18; III, 1.7.14 (Jerarquía); III, 5; V, 11; VII, 1.2.11 (ángeles); IX, 11 (ángel del abismo); IX, 14-15 (ángeles malos de la sexta Trompeta); XII, 7 (ángeles de San Miguel); XII, 7.9 (ángeles de Satanás); XIV, 17.19 (un ángel con la hoz afilada); XV, 1.6-8; XVI, 1; XVII, 1.7; XXI, 9; XXII, 8 (ángeles de las siete Copas); XVI, 5 (ángel de las aguas); XX, 1 (San Miguel); XXI, 12 (12 Apóstoles); XXII, 6 (¿Cristo?).
ἀρνίου (Cordero): cfr. Jn. XXI, 15; Apoc. V, 6.8.12-13; VI, 1.16; VII, 9-10.14.17; XII, 11; XIII, 8.11; XIV, 1.4; XV, 3; XVII 14; XIX, 7.9; XXI, 9.14.22-23.27; XXII, 1.3.
Notas Lingüísticas:
Jünemann: “Mezclado: Preparado”.
Comentario:
Es el día de la ira de Dios contra las Naciones e Israel. La Iglesia, como lo dice San Pablo (I Tes. I, 10; V, 9), no está destinada a este juicio, que es anterior a la Parusía.
Por XIX, 20 parecería que los únicos que serán atormentados con el fuego y el azufre (el infierno) antes del juicio final van a ser la Bestia del Mar y el Falso Profeta, pero por este versículo vemos que los que adoran a la Bestia con culto de latría también recibirán ese castigo.
Notar que tanto los santos como los réprobos estarán compuestos por dos grupos: los muertos que resucitan y los que estén vivos; de los que resucitan, unos participarán del Milenio y otros irán al lago de fuego y azufre, que es el lugar de los réprobos después del juicio final; mientras que, de los que estén vivos, unos serán arrebatados al encuentro del Señor y los otros serán arrojados vivos al estanque de lago y azufre.
El cáliz del que da a beber a las naciones está descrito en Jer. XXV.
Straubinger: “En la presencia: cfr. Is. LXVI, 24 y nota”.
Wikenhauser: “El tercer ángel anuncia el espantoso castigo en que incurrirán los adoradores de la Bestia (…) Empleando una figura del AT, se dice que Dios les dará a beber de una copa en la cual ha vertido sin mezcla (es decir, sin suavizarlo con agua) el vino de su furor (Jer. XXV, 15 ss; Is. LI, 17). El castigo que Dios les inflige consiste en ser atormentado en el lago de fuego y de azufre (XIX, 20; XX, 10), metáfora que evoca la destrucción de Sodoma y Gomorra, prototipo de los horrores del juicio final (cfr. Ez. XXXVIII, 22). A sus tormentos estarán presentes como testigos los ángeles de Dios (en representación de Dios mismo) y el Cordero (cfr. Lc. XII, 9; XVI, 23 ss), lo que contribuirá a hacerlos todavía más agudos. La duración de la pena será indefinida (cfr. Is. XXXIV, 10, donde se dice del país de Edom, sometido a juicio: “Nunca se extinguirá el fuego, su humo subirá de generación en generación”).
Bartina: “La imagen del vino de la ira de Dios como castigo es muy bíblica (Sal. LXXIV, 9; Is. LI, 17; Jer. XXV, 15; Dan. IV, 25). Cuál sea este vino o, lo que es lo mismo, en qué consista este castigo, se dice inmediatamente. El castigo contiene cinco elementos: 1) Serán atormentados. 2) Con fuego y azufre ardiente y asfixiante, del lago de fuego (XIX, 20; XX, 10). Sodoma y Gomorra son tipo terrestre del modo del tormento eterno (Gén. XIX, 24; Ez. XXXVIII, 22; Is. XXX, 33). 3) El castigo del fuego durará por los siglos de los siglos, es decir, eternamente, del mismo modo que la eternidad de Dios se expresa en el mismo Apocalipsis por la frase “el que vive por los siglos de los siglos” (IV, 9-10; V, 14; X, 6; XV, 7), como también será eterna la destrucción de Edom (Is. XXXIV, 10). 4) Es más, este tormento eterno no tendrá momentos de pausa o de reposo, como se dice inmediatamente, en signo contrario, de los fieles a Dios, que alcanzarán reposo de sus penas terrestres (v. 13). 5) Aumentará la rabia de los condenados tener que pasar su tormento delante de los ángeles santos y delante del Cordero, a quien no obedecieron (Lc. XII, 8-9)”[1].
Salguero: “El tormento con fuego y azufre es una
imagen empleada frecuentemente en la Biblia para significar un fuego muy
intenso y más atormentador que el fuego ordinario. En Sal. X, 6 se dice que
Dios lloverá sobre los impíos carbones encendidos; y que el fuego, el azufre y
un torbellino huracanado será la porción de su cáliz. Isaías amenaza a Asur con
una hoguera "que el soplo del Señor va a encender como torrente de
azufre" (XXX, 33). Ezequiel dice que Dios enviará sobre Gog,
entre otras cosas, "fuego y azufre" (XXXVIII, 22). Y el vidente de
Patmos, hablando del fin de la Bestia, afirma que será arrojada "al lago
de fuego que arde con azufre" (XIX, 20). La misma suerte está reservada al
diablo (XX, 9 s.) y a todos los impíos (XXI, 8). Este castigo no tendrá
fin ni reposo, pues durará por los siglos de los
siglos y sin interrupción noche y día (XIV, 11). Un tal
castigo escatológico por el fuego se encuentra ya expresado en Is. LXVI, 24,
que a su vez parece haber inspirado al autor del Eclesiástico VII, 16-17 (LXX)”.