III. - OBRAS
Los tratados teológicos del
cardenal Billot marcan una fecha en la enseñanza de la teología. Forman un
templo de la ciencia sagrada donde se acumulan tesoros, un arsenal, se podría
decir también, donde, para el presente y el futuro, los defensores de la verdad
encontrarán armas en el patrimonio intelectual que ha constituido, y en el
principio de desarrollo que ha establecido. Su doctrina y su método son más
necesarios que nunca, si queremos salvar las mentes del diluvio de errores u
opiniones estériles bajo el que están sumergidas.
Estas obras no pueden dejar
de ser apreciadas por cualquier mente verdaderamente teológica. La lista es
larga[1]. La obra de Santo Tomás es
su punto de partida y su punto de apoyo. Proporciona, en perfecto orden, el
marco y esqueleto de los tratados. Entonces, el ilustre teólogo se libera de
cualquier solución a priori; adopta una posición larga e integral, ampliando
y simplificando la cuestión al mismo tiempo, agarrando el problema en su centro
con toda la riqueza de su ciencia. Somete la idea principal a un examen
cuidadoso y minucioso en la descripción analítica de los conceptos, para
deducir, a la luz de los principios establecidos, con una lógica inflexible, el
desarrollo de las pruebas por grupos de argumentos. En sus tratados, apoya toda
su doctrina en unos pocos principios muy simples a los que se vinculan todas
sus tesis, cuya construcción revela siempre la alianza de un método riguroso
con una metafísica profunda y audaz. En su progreso, aprovecha todo para
iluminar su pensamiento y, recordando a menudo los principios que iluminan toda
la teología, sienta las bases de una doctrina inconmovible. Los párrafos bien
proporcionados destacan siempre la solución central.
En sus prolegómenos
filosóficos, que sirven de faro para la especulación teológica, tiene presente
la recomendación de León XIII: Qui vere
philosophare volant, primordia ac fundamenta doctrinæ in Thoma Aquinate ponant [Los que realmente quieran filosofar, pongan
los principios y fundamentos de la doctrina en Santo Tomás] (Carta al Min. General de la F. F. Min., 25
nov. 1898).
Las tesis se suceden en
proporciones armoniosas con exposiciones siempre claras y vigorosas, en las que
se libera de las ataduras formadas por una masa de documentación inútil, de
superfluidades vanas, a veces perjudiciales, de tantos autores o comentadores con
interminables argucias. Agrupa las dificultades más características y las
responde en unas pocas fórmulas escuetas y muy concisas. Nada de alegaciones
sin pruebas, nada de frases vagas y retóricas, la palabra expresa exactamente
el pensamiento. El pensamiento es claro y luminoso, las definiciones precisas,
el razonamiento apodíctico, despejado sin ser sutil, profundo sin ser obscuro.
Todo se desarrolla en un máximo de lucidez, coherencia y sublime acuerdo entre
la razón y la fe.
La teología deberá seguir el camino que ha redescubierto, y sus obras no pueden dejar de ser una de las fuentes más ricas del pensamiento cristiano. A León XIII le gustaba repetir:
"No hay problema que se plantee ante la conciencia moderna que no encuentre en Santo Tomás, a menudo la solución verdadera y adecuada, y siempre los principios necesarios para resolverlo".
Dos ejemplos bastarán, en un
breve análisis, para poner de relieve el modo de proceder del ilustre teólogo.
Las tomamos de las tesis en las que, según la opinión general, después de haber
criticado victoriosamente a los teólogos recentistas,
ha expuesto claramente y demostrado sólidamente las tesis de los antiguos.
Se trata de la esencia del pecado original y de la transubstanciación.
[1] He aquí una lista de
las obras del cardenal Billot con la fecha de la primera edición impresa: De Verbo Incarnato, 1892;
De Sacramentis, vol. I, 1893; De peccato
personali, 1894; De Sacramentis, vol. II,
1895; De Deo uno,
Deo trino, 1895; De Ecclesia Christi, vol. I, 1898, reeditado en 1927;
De virtutibus infusis, 1901; De novissimis, 1902;
De inspiratione Sacræ Scripturæ, 1903;
De sacra Traditione, 1904,
reeditado en 1922 y en 1929 con el título De immutabilitate traditionis; De Ecclesia, vol. II, 1910,
reeditado en 1929; De peccato
originali, 1912; De gratia, 1912,
edición completa en 1921.
La séptima edición de De
Verbo Incarnato apareció unas semanas antes de su renuncia al cardenalato.
Desde entonces, ha aparecido la 5 edición del vol. I de De Ecclesia, seguida de la 4 edición
de De virtutibus infusis y De Inspiratione, etc. Además, en
francés, en Études, se publicaron
diez artículos de 1917 a 1919, que trataban sobre la Parusía; luego
diez artículos de 1919 a 1923,
relativos a la Providencia de Dios y al
número infinito de hombres fuera de la vía normal de salvación. También
publicó varios artículos en Gregorianum, la revista de la Universidad Gregoriana.