ANTIGÜEDAD DEL TALMUD
No es raro que los sabios argumenten la fecha de cierre del Talmud para considerar este código como una obra casi moderna. No prestan atención al hecho de que las tradiciones contenidas en el Talmud, salvo las falsas que remitimos a los fariseos, se remontan a la más alta antigüedad. Hemos visto que San Hilario, tan erudito en las cosas hebreas, reconoce, al igual que los rabinos, que Moisés es la cabeza y el primer anillo de la cadena de la tradición oral, y que esta tradición, que llegó hasta la época en que el Verbo Encarnado conversó entre los hombres, recibió el sello de la más imponente autoridad por estas divinas palabras: Los escribas y los fariseos se han sentado en la cátedra de Moisés. Unos seiscientos años antes de la publicación del Talmud, Nuestro Señor Jesucristo habla de estas tradiciones, cita muchas de ellas o alude a ellas. Muchas de las parábolas del Evangelio se leen en el Talmud, con algunas variaciones, porque, ya populares, el divino predicador las recordaba a sus oyentes y las adaptaba a su doctrina de vida. Sería como sostener que los usos y costumbres de un país datan sólo del momento en que alguien publicó una colección de ellos.
MÉRITO RELATIVO DE LA MISNÁ Y LA GUEMARÁ
Por poco que se comparen la Misná y la Guemará, se verá que R. Judá ha aportado a la composición de la primera un cierto espíritu crítico en la elección de las tradiciones, mientras que los autores de la segunda lo han amontonado todo indiscriminadamente, en la supersticiosa opinión de que la más insignificante afirmación en boca de un doctor judío tiene una virtud intrínseca y es digna de la más seria meditación de un judío devoto, por más fútil y gratuita que parezca al principio. También hay que señalar que el cristianismo, al convertirse en la religión dominante del Imperio Romano tras la muerte de R. Judá, amargó, por su mismo éxito, el espíritu de los fariseos, sus enemigos desde el principio, y les instó a alterar aún más las tradiciones de la sinagoga, e incluso a suponer incluso falsedades, con el fin de perpetuar el odio contra los cristianos que ya animaba tanto a sus sectarios, y especialmente contra aquellos hermanos suyos que, al profesar el cristianismo, perseveraban en la verdadera religión de sus padres de la antigua sinagoga, mientras que ellos los consideraban horribles apóstatas a los que es meritorio ante Dios perseguir hasta la muerte; y no dejaron de hacerlo en ocasiones. Fue en favor de éstos que se insertó en el servicio ordinario de la sinagoga la famosa imprecación llamada birhhat hammînim[1].
En la Guemará hay al menos cien pasajes que atacan la memoria de nuestro adorable Salvador, la pureza más que angelical de su divina Madre, la Inmaculada reina del cielo, así como el carácter moral de los cristianos, a los que el Talmud representa como entregados a los vicios más abominables. Hay pasajes que declaran que los preceptos de justicia, equidad y caridad hacia el prójimo no sólo son inaplicables al cristiano, sino que son un crimen para quien actúe de otra manera[2]. En la Misná, apenas encontramos cuatro o cinco de estos pasajes impíos, odiosos y atrozmente intolerantes; aun así, se conserva una cierta mesura en las expresiones. En la edición del Talmud que Froben, impresor de Basilea, realizó en 1581, los censores Marcus Marinus, Italus Brixiensis, Petrus Cavallerius, suprimieron los principales pasajes que acabamos de mencionar, así como todo el tratado Aboda-Zara (sobre la idolatría). Es bien sabido que los rabinos consideran a los cristianos como idólatras porque adoran a Jesucristo con culto de latría, y a la Santísima Virgen y a los demás santos con dulía[3]. Pero algún tiempo después, los judíos restablecieron todas las supresiones hechas en Basilea en una edición que publicaron en Cracovia. Sin embargo, estos pasajes restablecidos, al haber despertado la indignación de los hebraístas cristianos, el sínodo judío, reunido en Polonia en 1631, prescribió su supresión en las ediciones que se harían posteriormente, mediante su encíclica hebrea, de la que transcribiremos el siguiente pasaje:
"… Por lo tanto, os ordenamos, bajo pena de excomunión mayor, que no imprimáis nada en futuras ediciones de la Misná ni de la Guemará que se refiera, bien o mal, a los hechos de Jesús el Nazareno… Por lo tanto, os ordenamos que dejéis en blanco en estas ediciones los lugares que tienen que ver con Jesús el Nazareno y que pongáis en su lugar un círculo como éste 0, que advertirá a los rabinos y a los maestros de escuela que enseñen estos lugares a los jóvenes sólo de forma oral. Mediante esta precaución, los doctos entre los nazarenos (cristianos) ya no tendrán pretexto para atacarnos en este tema".
TRATADOS DE LA MISNÁ EXPLICADOS EN LA GUERMARÁ DE BABILONIA
La Guemará de Babilonia no explica todos los tratados de la Misná, como puede verse en la siguiente tabla. Comenta:
Del primer orden, sólo el tratado Berahhot:
Del segundo orden, todos los tratados, excepto Shekalim;
Del tercer orden, todos los tratados;
Del cuarto orden, todos los tratados, excepto Idiot y Abot.
Del quinto orden, todos los tratados, excepto Middot y Kinnin;
Del sexto orden, solamente el tratado Nidda.
De esta tabla se deduce que veintiséis tratados no tienen Guemará. Leusden, que cuenta veintisiete[4], demuestra que no estaba en condiciones de verificar la información, a veces inexacta, que se le daba sobre el Talmud. También fue professor linguae sanctae.
En todas las ediciones del Talmud, sin excepción, los folios comienzan con la misma palabra y naturalmente terminan de la misma manera. Como los folios sólo están numerados y no las páginas, es necesario, para citar con precisión, indicar el anverso o el reverso; pero no es necesario indicar la edición. Por lo tanto, cada vez que encuentres en un libro: "Tal página de tal edición del Talmud", puedes decirle al autor que quiere hacerte creer que está citando una edición que tenía ante sus ojos: "No sabes lo que es el Talmud”. Los que, para garantizar su cita, te remiten a tal tratado del Talmud, quieren que hojees de vez en cuando un gran in-folio. Los que, en la misma circunstancia, se limitan a remitirte al Talmud, quieren que busques su cita en doce grandes in-folios.
NÚMERO DE PRECEPTOS SEGÚN EL TALMUD
Según el Talmud, el total de los preceptos de la ley de Dios, todos ellos contenidos o simplemente indicados en el Pentateuco, no es inferior a seiscientos trece; a saber, doscientos cuarenta y ocho preceptos afirmativos, tantos como miembros cuenta la anatomía talmúdica en el cuerpo humano, y trescientos sesenta y cinco preceptos negativos, es decir, prohibiciones, tantos como días tiene el año solar.
Notemos de paso que los preceptos afirmativos n. 185 y 198 ordenan, el último, a cometer usura contra los no judíos, y el primero, a exterminar sin piedad a los ídolos e idólatras.
[1] En el Talmud, tratado Berahhot, fol. 28 verso, leemos: “La bendición (imprecación) contra los infieles fue compuesta en Yabna”. Glosa de Yarhhi:
"Mucho tiempo después de la composición del ordinario del servicio, más o menos en la época de la desobediencia del Nazareno, que enseñaba una doctrina contraria a las palabras del Dios vivo”.
Estas palabras, suprimidas en las ediciones modernas, se encuentran en la edición de Cracovia.
Maimónides dice sobre este tema en su Tratado sobre la Oración, cap. 2, § 1:
“En los días de Rabán Gamaliel los incrédulos se hicieron numerosos en Israel y persiguieron a los israelitas y los instaron a negar a Dios. Esta grave circunstancia le determinó a él y a su sínodo a componer una nueva bendición, por la que pedían a Dios que exterminara a los infieles”.
Hemos visto que este Rabán Gamaliel fue el tutor de San Pablo. Por lo tanto, estamos hablando aquí de la época de la Iglesia naciente, cuando tantos judíos abrazaron el cristianismo. Ver la nota 11.
[2] El Talmud prohíbe expresamente salvar a un no judío de la muerte, devolver los efectos perdidos, etc., y tener piedad de él. Tratado Aboda-Zara, fol. 15 verso, fol. 20 recto; tratado Baba-Kamma, fol. 29 verso. Los rabinos dicen:
“Ya que la vida del idólatra está a discreción del judío, con mayor razón su propiedad”, Fundamentos de la fe, de R. Joseph-Albo, parte III, cap. 25.
Podríamos multiplicar las citas casi hasta el infinito. Un gran número de ellas se encuentra en nuestro Espíritu del Judaísmo.
[3] Los judíos, en sus ataques a nuestra religión, confunden estos dos tipos de culto.
[4] “Están exceptuados, dice, veintisiete libros en
los cuales no está la Guemará de la Misná”, Dissert. XII de Talmude.