CAPITULO DECIMOSEXTO
LA CONSUMACIÓN DE LA
DESOLACIÓN
V. 27c: «...y hasta la consumación; pues decretado es que sea
derramada sobre la desolación.»
La traducción literal no es complicada. La
del P. Lagrange: «hasta que sea ejecutado el decreto dado sobre el horrífico»,
es exacta substancialmente; pero nos parece mejor conservar lo más posible las
palabras técnicas de «consumación decretada», y dejar al schomem su
sabor tradicional de «desolación» abominable y horrenda.
En cuanto al sentido profundo de este inciso,
estamos plenamente de acuerdo con el P. Lagrange para rechazar la
interpretación patrocinada por Knabenbauer.
Este ilustre exégeta imagina que aquí se
habla del decreto divino que sanciona la ruina eterna del Judaísmo devastado:
«super
locum vastatum (res judaica) iterum iterumque vastatio ac desolatio erit, largiter
effundetur vehementer instar imbris vel tempestatis, donec excidium omni
ratione absolutum ac perfectum fuerit consummatum, quod divino judicio est
decretum ac sancitum...» (In Dan., p. 262).
¡Linda manera de oír Dios las angustiadas
oraciones de Daniel sobre Jerusalén arruinada y su pueblo disperso! Y ¡qué
eficacia la de la oración del mismo Jesucristo crucificado: «Padre, perdónalos,
pues no saben lo que hacen...!".
No nos dejemos llevar de fobias antijudías.
En la perspectiva de Daniel y de los demás
profetas hay varias «consumaciones y devastaciones».
En el versículo anterior se nos ha recordado
«la guerra con devastaciones, decretada» por Dios sobre Jerusalén y la Tierra
santa, devastación que reviste también en los Profetas el aspecto de ira
consumidora de Dios contra su pueblo para juzgarlo y purificarlo: Purgatorio
de Israel. Dura, en su realidad escatológica, "hasta el fin"
de la semana, tres años y medio.
En ese mismo versículo se nos ha hablado
también de otro fin y de otra consumación devastadora: «la inundación» que pone
término al «pueblo del Jefe que viene» y a este mismo Jefe, sin duda, al
expirar el corto plazo de su apoteosis con el fin de la 70° semana. Cataclismo
destruidor. Ira de Dios que acaba para siempre con la Bestia antimesiánica. Consumación
del «siglo malo» en el aspecto del organismo social que lo encarnaba y presidía.
Pero, en el inciso que nos ocupa, no se trata
de ninguna de esas dos «consumaciones devastadoras».
No de la primera; porque lo que se nos
presentó como Purgatorio pasajero no puede ahora dársenos por condenación
eterna. Tanto más que toda la profecía debe desembocar, al terminarse la 70°
semana, no en una Jerusalén plenamente condenada, sino en una Jerusalén
plenamente redimida, visitada y consolada por Dios, vestida de gala y hecha un
trasunto del reino celestial... (v. 24).
Tampoco se trata de la «inundación», que
directamente se refiere al «pueblo », organismo político que integra la base
fundamental del bloque anticristo.
Aquí parece evidente que la ira consumidora
de Dios recae con todo su peso sobre el Monstruo nefando del inciso
anterior, schomem, que tiene esencia religiosa y litúrgica,
Monstruo que se instaló sobre el lugar santo en vez del «sacrificio de la
oblación». «Desolación abominable» apocalípticamente personificada en las
visiones de Juan por la Mujer escarlata, antítesis de la Reina
vestida de sol.
Juicio de Babilonia la grande[1].
En armonía con su sistema preconcebido de
interpretación, el P. Lagrange cree que aquí se habla siempre de Antíoco
Epífanes, el perseguidor de los judíos. El sería la "cosa horrífica"
consumida por justo decreto de Dios.
Se apoya en otro pasaje de Daniel. En XI, 36,
dícese que (Antíoco) "prosperará hasta que sea consumada la ira, porque
hecho está el decreto…". -..» Ira consumidora. Decreto divino. Monstruo
perseguidor. ¿Qué más se desea para identificar los dos pasajes?
Pues lo que se desea es una perspectiva
escatológica y no macabea, y más aún, que el texto hable no de Antíoco, sino
del famoso Servicio litúrgico abominable schomem, con el cual Antíoco no
es identificable. Con esta «Desolación» horrible sólo se identifica en la
visión profética cierta simbólica Meretriz, Iglesia disidente de Jerusalén cristiana,
Reina de las Gentes, pero que las Gentes, al fin y al cabo, dejarán «desolada y
desnuda y descuartizada y quemada». Tiene por nombre místico Babilonia la
grande, pero también la llamó el Espíritu antiguamente Tiro, y Egipto y Sodoma,
etc...
Y es la Iglesia imperial escatológica desgajada
del Olivo cuando en éste hayan sido reinjertadas sus ramas naturales, Iglesia
de Jerusalén, para gloria de Israel.
[1] No. El Anticristo y Babilonia son dos cosas diferentes; el primero es
destruído en la batalla del Armagedón (cap. XIX) y la segunda tras la séptima
copa (cap. XVII y XVIII); uno es aniquilado por el mismo Jesús y la otra por
los diez cuernos de la Bestia, etc.