NOCIÓN
ANALÍTICA DE LA PARÁBOLA. -
Antes de ensayar una definición sintética de la
parábola conviene analizar sus elementos constitutivos. En la parábola se
distinguen fácilmente tres elementos: a) la imagen
parabólica; b) la sentencia o verdad significada; c) el contacto (conexión, correspondencia,
analogía o proporción) entre la imagen y la sentencia. Estos tres elementos
corresponden a los tres respectivos de la comparación: la imagen es el
término, la sentencia es el sujeto, el contacto entre ambos es el medio o punto
de comparación.
a)
Imagen parabólica. -
A diferencia del simple término de comparación, la imagen parabólica aparece
revestida de estas propiedades: es una narración, más o menos desarrollada,
de apariencia histórica; pero no es propiamente histórica (aunque no raras
veces tiene fundamento histórico, como la parábola de las Minas), sino fingida
o poética[1];
es además verosímil y humana, por cuanto en ella actúan y hablan los hombres,
no los animales, como en la fábula.
b)
Sentencia significada. -
Es una verdad moral: en lo cual conviene hasta cierto punto con la
fábula; de la cual, empero, se distingue radicalmente, por cuanto la verdad
parabólica es de orden más elevado, es decir, religioso y espiritual, o,
más concreto, es el Reino de Dios bajo alguno de sus múltiples y variados
aspectos.
c)
Contacto entre la imagen y la sentencia.
- Es éste el punto más delicado y discutido de la parábola. Comencemos por lo cierto, para precisar
mejor el grave problema. Es claro que en la imagen parabólica existe un núcleo
primordial (equivalente a la comparación básica latente en la parábola) que se
completa con rasgos que le dan la forma de historia. De ahí el problema: ¿todos
estos rasgos complementarios son de un mismo género, o bien hay que distinguir
unos rasgos propiamente integrantes de otros puramente ornamentales? En otros
términos: además del núcleo, que es evidentemente significativo, ¿existen otros
elementos en la parábola igualmente significativos, o bien todos, fuera del
núcleo, están desprovistos de significación? O bien, ¿el contacto existente
entre la imagen y la sentencia se limita a sólo el núcleo o se extiende también
a otros elementos?
A priori
no hay razones decisivas ni en pro ni en contra de esta extensión: es posible
que los elementos añadidos al núcleo para desenvolverlo en forma de historia
sean puramente ornamentales, y es posible también que sean partes integrantes,
a las cuales se extienda el valor significativo o trascendencia doctrinal del
núcleo. Esta segunda posibilidad, que algunos han negado, parece evidente, en
el sentido de que la imposibilidad contraria ni se ha probado ni puede
probarse. ¿En virtud de qué principio psicológico, lógico o literario, el autor
de la parábola, al revestir de forma histórica la comparación nuclear, ha
debido limitarse necesariamente a elementos no significativos, sin poder echar
mano de rasgos coherentes con el núcleo y que refuercen o extiendan su
significación? ¿Quién es el Boileau que imponga como ley del género
parabólico la abstención absoluta de todo rasgo significativo? Si los rasgos
adicionales están en consonancia con el núcleo, ¿no es más bien posible y aun
verosímil que la afinidad en la imagen lleve consigo la correspondiente
capacidad significativa propia del núcleo? ¿Y al proclamar esa imposibilidad se
ha procedido por principios literarios o más bien por prejuicios doctrinales,
que permitan negar la autenticidad de las parábolas evangélicas, y dejen las
manos libres para tratarlas, o maltratarlas, a su talante? Manteniéndonos, por
tanto, como debemos mantenernos, en el terreno puramente literario, hay que
concluir que es posible —sólo decimos posible por ahora- la existencia de
algunos rasgos parabólicos que no sean puramente ornamentales, es decir, que
sean integrantes y verdaderamente significativos. Puesta esta posibilidad, los
hechos han de decidir si en las parábolas evangélicas se dan o no, semejantes
rasgos integrantes y significativos.
Existen
dos parábolas, cuya explicación ha dado el mismo Maestro. El, por tanto, nos dirá si da valor
significativo a sólo el núcleo o también a otros rasgos adicionales. Son las
parábolas del Sembrador y de la Cizaña.
En la parábola del Sembrador hay una comparación
latente, que es como su núcleo, y puede expresarse en estos términos:
"Como la semilla sembrada en diferentes terrenos, unos adversos, otros
propicios, no en todos da fruto, así también la palabra de Dios oída por
hombres, ya mal, ya bien dispuestos, no en todos fructifica". El núcleo de
la imagen parabólica lo desarrolla el Maestro diciendo que una parte de la semilla
cayó junto al camino, y no fructificó; otra cayó en peñascales, y tampoco dio
fruto; otra cayó entre espinos, y tampoco fructificó; otra, en fin, cayó sobre tierra
buena, y ésta dió fruto ya de 30, ya de 60, ya de 100 por 1. Sobre estos rasgos
particulares surge el problema: ¿dejan completamente intacta la significación
doctrinal del núcleo, o bien contribuyen específicamente a determinarla? En la
hipótesis de la imposibilidad de elementos integrantes significativos habría
que decir que la parábola entera no significa absolutamente nada más que la
comparación nuclear; mas si se admite la posibilidad de rasgos no puramente
ornamentales, hay que admitir que es posible que los rasgos adicionales del
camino, de los peñascales o de los espinos precisen o amplíen la significación
de la comparación básica. ¿Qué hizo el Maestro? ¿Atribuyó valor significativo a
sólo el núcleo, o también al camino, a los peñascales y a los espinos? La
respuesta nos la dan los tres Sinópticos (Mt. XIII, 18-23; = Mc. IV, 13-20; =
Lc. VIII, 11-15). Según ellos, el Maestro no se limitó a decir que la
palabra de Dios no fructificaba en muchos por su mala disposición, sino que
señaló tres géneros de mala disposición, significados, precisamente, por el camino,
por los peñascales y por los espinos. Luego, en la intención del divino
Maestro, autor de la parábola, el valor significativo o el contacto entre la
imagen y la sentencia no se encerraba exclusivamente en el núcleo, sino que se extendía
también a otros rasgos adicionales. Existen, por tanto, en las parábolas
elementos propiamente integrantes, distintos de los puramente ornamentales.
El mismo raciocinio puede hacerse respecto de la
parábola de la Cizaña; pero no es menester insistir en lo evidente.
¿Cómo se ha pretendido enervar la fuerza de este
argumento? De un modo muy expeditivo: negando que la explicación de la parábola
sea del mismo Maestro y atribuyéndola a no sé qué discípulo tan imperito y
torpe como osado. Pero, ¿la impericia y osadía estarán en ese anónimo discípulo
o más bien en los críticos que niegan ex
cathedra la autenticidad de la explicación? Es irritante esa inverosímil
frescura con que ciertos críticos sajan y cortan en el texto evangélico todo lo
que les conviene. Y porque sí. Sin más razón.
DEFINICIÓN
DE LA PARÁBOLA. -
Como resultado de todo lo dicho se obtiene una
noción suficientemente exacta de la parábola, cuya definición puede formularse
en estos o semejantes términos: Es la parábola una comparación, que,
desarrollándose en forma de narración histórica verosímilmente compuesta,
expresa una verdad religiosa referente al Reino de Dios. O más brevemente: es
una comparación dramáticamente desarrollada que declara el Reino de Dios.
El latín, más ceñido y sintético, puede dar una definición más precisa: Est comparatio, quae, sub
humanae historiae specie verisimiliter compositae seu fictae sese evolvens, religiosam
veritatem ad Regnum Dei pertinentem exponit. O en menos palabras: Est
comparatio dramatice explicata Regnum Dei declarans.
[1] No nos convence del todo esta descripción de las parábolas.
Ana Catalina Emmerich (¡y sí!) cuenta que cada vez que Nuestro Señor
narraba una parábola veía al mismo tiempo la historia tal cual había sucedido.
Esto nos hizo pensar, y andando el tiempo nos pareció mucho más probable que
las parábolas sean historias verdaderas
y no meras invenciones de Nuestro Señor, y creemos que esto tiene su fundamento
escriturístico además del de algunos partidarios:
1) SSEE: Sabido es que uno de los dos
sentidos bíblicos, el típico, se define como una persona, suceso o cosa que es
imagen de otra futura. Ahora bien, cuando San Pablo describe en su epístola a
los Hebreos el sacrificio de Isaac, dice:
“Por la fe,
Abrahán, al ser probado, ofreció a Isaac. El que había recibido las promesas
ofrecía a su unigénito, respecto del cual se había dicho: “En Isaac será
llamada tu descendencia”. Pensaba él que aun de entre los muertos podía Dios
resucitarlo, de donde realmente lo recobró en
parábola (ἐν παραβολῇ!).
Identificando así
la parábola con la figura o tipo.
2) Autores: En la XI Semana Bíblica Italiana, el P.
Vaccari presentó una ponencia titulada “De historica veritate in parabolis
Christi” (La verdad histórica en las
parábolas de Cristo). Lamentablemente no la hemos podido leer, pero sí
tenemos una recensión del P. M. Zerwick en Verbum Domini 28 (1950), pag. 351-354.
Allí el reconocido
exégeta pasa revista a tres ejemplos:
a) La
parábola del noble que fue a recibir el reino (Lc. XIX, 12) está calcada sobre
la historia de Arquelao que fue a
Roma tras la muerte de Herodes el Grande para que Augusto le aprobara el
testamento de su padre, y tras él fue una delegación de 50 judíos para pedir
que no se los sometiera a Arquelao sino a los sirios, pero Arquelao recibió el
reino y al volver castigó a quienes habían rechazado su principado.
Ver Ricciotti, Historia de Israel, tomo 2, num. 365-366 donde en nota al pie cita
explícitamente Lc. XIX, 12 ss.
Por su parte, Cadbury H. nota:
“La historia de Lucas de un hombre de noble familia que fue a obtener un
reino y volver, y que fue seguido por una embajada de sus propios ciudadanos
que intentaban prevenir su coronación, suena
como un capítulo sacado de la historia de Herodes”. The making of Luke-Acts, London, 1958, pag. 241.
b) La parábola de los talentos (Mt. XXV, 14-23) y
las minas (Lc. XIX, 13-19) está
tomado del uso existente en Oriente en aquel entonces (y, cosa digna de
notarse, ignorada en Roma y en Grecia) y plasmada en el código de Hammurabi:
§100 Si un negociante ha dado a otro dinero para comprar y vender y lo ha
puesto en camino, éste hará fructificar
el dinero que le ha sido confiado ... El
agente tomará nota del interés del dinero que ha llevado consigo, y el día de
cuentas, pagará al negociante.
§101 Si en el sitio donde ha ido, no
ha realizado negocios, devolverá (no obstante) al negociante el dinero que
llevó.
c) La parábola del banquete nupcial (Mt. XXII,
1-14), donde el mismo Zerwick
trae a colación una experiencia personal donde pudo comprobar ciertas
costumbres orientales narradas en esta parábola y que confirmaría la tesis de
Vaccari.
Pero esto no es
todo. Entre los Padres se encuentran partidarios de esta teoría, por lo menos
aplicada a una parábola en particular: la del pobre Lázaro y el rico
inmisericorde.
En la Catena Aurea, al comentar Lc. XVI, 19-21, Santo Tomás cita a San Ambrosio y San Cirilo:
El primero dice:
“Esto parece más bien una historia que una parábola, porque se expresa el nombre…”.
Y el segundo:
“Refiere la tradición de los judíos que había
entonces en Jerusalén un tal Lázaro, sumamente afligido por la pobreza y por la
enfermedad, de quien hace mención el Señor poniéndolo por ejemplo para mejor
comprensión de su discurso”.
También pueden
agregarse a esta opinión los nombres de San
Ireneo y Tertuliano.
Por último, cabe
agregar lo que dice Thibaut al hablar sobre la parábola del Propietario vigilante, tal como lo
transcribimos AQUI.
Si esto es así,
pues, lo que tienen de únicas y maravillosas las parábolas de Nuestro Señor es
que son un tipo o imagen de otra cosa, o dicho de otra
manera: así como el sentido típico
presupone la existencia del sentido literal propio (ej. para que el sacrificio
de Isaac sea imagen del de Nuestro Señor es necesario que la historia narrada
en Génesis sea verídica), lo que hace
Nuestro Señor con las parábolas es tomar hechos históricos (conocidos por
sus oyentes, por lo general) y de esa
manera profetizar en base al sentido
típico.
Y si esta
conclusión es verdadera, entonces la famosa discusión sobre si se da el sentido
típico en el Nuevo Testamento parecería estar zanjada.